miércoles, 27 de agosto de 2014

Apartadero de Antaño, siglo XX por Ulpiano Muñoz



Apartadero de Antaño, siglo XX

José Ulpiano Muñoz



Presentación

El día 30 de junio de este año 2014, nos llegó la noticia “murió Ulpiano Muñoz”, recuerdos diversos nos llegaron el personaje con quien compartimos muchos momentos agradables. Nació el 03 de abril de 1934, cuya cuanta alcanzó 80 años completos, con saldo a favor del bien, sin menoscabos de errores como todo ser humano…
Sin embargo, es conveniente resaltar la calidad humana, la sinceridad y la honradez de Ulpiano, como le llamábamos quienes no unían una amistad. Su herencia formativa diversa, se decía alumno de Doña Carmelina de García y ella también le demostraba alto afecto de estudiante aventajado. Sin aspavientos ejerció diversos cargos públicos, donde llego a ejercer como Contralor del Estado Cojedes (29/04/1985-30/04/1989), entre otros, de los cuales resultó ileso moralmente, en tiempos cuando esta actitud era una excepción.
Siempre tenía presente Apartadero, su querida tierra.
En una oportunidad, se le propuso como Orador de Orden en una Sesión cuando se celebraba un aniversario más de la creación del Municipio Juan de Mata Suárez, con anuencia del Licdo. Miguel Quintero entonces Alcalde, y la Cámara Municipal. En ese momento era Cronista del Municipio Anzoátegui, en Cojedes. Se realizó la actividad, Todo un éxito.
Meses después Ulpiano me entrego un texto mucho más extenso, con sus memorias de Apartadero, sus recuerdos de aquel Apartadero de Antaño. Me había encomendado la tarea de hacer gestiones a ver si se lograba la edición. Esto, lamentablemente, no fue posible. Hoy, volvemos a ese texto y lo publicamos por esta página para que circule en el mundo, como un tributo a un amigo de alta estima en un Apartadero que ya no es aquel pueblo del que todos nos conocíamos y podíamos compartir o pelear, pero al fin y al cabo estábamos unidos como familia. La demografía dejó atrás a la ruralidad y ahora es otra cosa, otra dinámica muy diferente.
Dejo, pues, en sus manos estas notas sobre Apartadero de Antaño, siglo XX por Ulpiano Muñoz,

Armando González Segovia
27 de agosto de 2014




P R Ó L O G O

Al momento en que la Alcaldía del Municipio Autónomo Anzoátegui, me notificó que se me había designado para ser el orador de orden de la sesión solemne del Ilustre Concejo Municipal de este Municipio, con motivo del XXVII aniversarios de haber sido ascendida a la categoría de Municipio a la hoy Parroquia Juan de Mata Suárez, me llego a la mente, la idea de aprovechar esa trascendental oportunidad para hacer un discurso que hiciera recordar a los presentes, lo inolvidable del Apartadero de ayer, y a su vez que quedara escrito para la historia del mañana, como un testimonio de reconocimiento a Don Juan de Mata Suárez, y a los que conjuntamente con él, tuvieron la maravillosa idea de fundar a Apartadero al igual que a todos aquellos que se enrolaron a poblar la zona quizás sin tener la remota idea de que estaban sembrando la estaca para la fundación de un pueblo que no muy tarde reclamaría la ampliación de su extensión geográfica para albergar a su crecimiento demográfico, es por eso que lo que al principio era la casa de Don Juan de Mata Suárez, se convirtió en caserío y casi en seguida en pueblo a tal punto que logra que se extiendan su predios geográficos y tomó la jerarquía de Municipio que para aquel entonces era la nominación subalterna del Distrito, según la Ley de División Política Territorial del Estado Cojedes.
Quiero dejar constancia de lo difícil pero agradable que fue la tarea de recaudar la información plasmada en el texto del discurso, hice mas de 100 visitas domiciliarias, me entrevisté con mas de 400 personas y de todos obtuve una cordial receptividad me apoyaron en la idea brindándome información y recordatorias del pasado adornadas con chistes, refranes y anécdotas.
Es bueno aclarar que en virtud de lo difícil que es recaudar información a través de terceros muy proclive a involuntarias equivocaciones mucho mas cuando se trata de nombres, apellidos y estados civil que para evitar en lo posible herrar en individualidades precisamente al nombrar personas y estados civil, opté por reseñar a toda las damas que convivían y conviven en pareja como estado civil casadas, mencionándolas con sus apellidos de soltera y para no incurrir en el mismo error con sus descendientes les menciono con sus nombres, omitiendo sus apellidos, razones por las cuales solicito disculpas a las parejas casadas e igualmente a las parejas solteras y a los hijos e hijas de estas. Por último, doy gracias a Armando Segovia cronista del Municipio Autónomo Anzoátegui por su colaboración en el sentido de hacer posible la divulgación de la presente reseña histórica del pueblo de Apartadero.



DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO POR EL SEÑOR JOSE ULPIANO MUÑOZ, EN LA SESION SOLEMNE DEL CONCEJO MUNICIPAL DEL MUNICIPIO AUTONOMO ANZOATEGUI DEL ESTADO COJEDES, CON MOTIVO DE LA CONMEMORACION DEL XXVII ANIVERSARIO DE LA CREACION DEL MUNICIPIO JUAN DE MATA SUAREZ, HOY PARROQUIA JUAN DE MATA SUAREZ.
Ciudadano Prof. Miguel Ángel Quintero Páez, Alcalde del Municipio Autónomo Anzoategui, Ciudadanos Francisco Castillo, Domingo González y Manuel Vi­cente Roble, Concejales del Municipio Autónomo Anzoategui, Ciudadano Simón Cer­meño, Secretario de la Cámara Municipal del Municipio Autónomo Anzoategui, Ciuda­dano Armando González, Cronista del Municipio Autónomo Anzoategui, Ciudadano José de los Santos Acosta, Presidente de la Junta Parroquial de la Parroquia Juan de Mata Suárez, Ciudadano Juan José Arrieta, primer Presidente de la Junta Comunal del Municipio Juan de Mata Suárez, Hoy, Parroquial Juan de Mata Suárez, Ciudadano Prof. Pedro A. Manzanero, Ex-Secretario de Educación de la Gobernación del Estado Cojedes, Ciudadano Prof. Jesús Manzanero, fundador y Ex-Profesor del Liceo Manuel Manrique de Apartade­ro, Ciudadana Maria del Socorro Ramírez, moderadora de este acto, Ciu­dadana Leonor Mendoza de Muñoz, mi esposa, Distinguidos invitados espe­ciales a esta sesión solemne, Señoras y Señores.
Es para mi un gran honor, el que se me haya designado orador de orden para esta sesión solemne que celebra el Concejo Municipal del Muni­cipio Autónomo Anzoategui, en conmemoración del vigésimo séptimo ani­ver­sario de la creación del Municipio Juan de Mata Suárez, hoy, por manda­tos de las reformas a la Ley Orgánica del Sufragio y a la Ley de División Po­lítica Territorial del Estado Cojedes, se denomina Parroquia Juan de Mata Suárez, en tal sentido, expreso mi gratitud al Ciudadano Alcalde y demás Concejales que me honraron con tan altísima e inmerecida distinción.
Me permito solicitar anticipadas disculpas a tan selecto auditórium por las fallas en que pudiere incurrir, motivado a mi poca experiencia oratoria, unido a la gran emoción que me embarga en este momento.
No podía yo, disertar ante una audiencia tan calificada que unidos en un solo afecto celebramos con júbilo un aniversario más de la creación de nuestro querido Municipio Juan de Mata Suárez, hoy, Parroquia Juan de Mata Suárez, sin hacer un poco de historia, que a los de aquella época presentes en éste acto los retrotraiga a gratos recuerdos, y para que a los de las generaciones siguientes, tengan conocimiento de muchas cosas de ese pasado, de su gente y sus costumbres.
Centraré mis memorias en Apartadero, reconociendo que el motivo central de esta sesión solemne es la conmemoración del XXVII ani­ver­sario de la creación del Municipio Juan de Mata Suárez, hoy, Parro­quia Juan de Mata Suárez, lo cual esto representa una superficie geográfica más extensa, pero donde se fundó lo que después dio origen a lo que hoy esta­mos celebrando, fue aquí en Apartadero, ya que los Caseríos satélites que hoy conforman la pujante Parroquia Juan de Mata Suárez, para aquella época tan solo eran puntos geográficos de referencia, con muy pocos habi­tantes, unos, y otros deshabitados y se fueron poblando, producto del cre­cimiento demográfico de Apartadero. ¡Recordemos algunos de estos puntos de referen­cia de aquel entonces!. Buenos Aires, El Blanquito, Baranda, La Chivera, Petaquera, Camoruco Guabina, Puente Onoto, Guacimal, Montero, Tronador, La Palma, Río Claro, El Negro, La Fé, El Joso (hoy Aroita), Las Animas, Chorrerón, el Encanto. etc. etc.
Se cuenta, que Apartadero fue fundado por el señor Juan de Mata Suárez, quien antes vivía en la antigua Villa Caramacate, y que a raíz de la peste llamada fiebre española, la cual extinguió a la mayoría de los habitan­tes de esa comunidad, y entre los pocos supervivientes de esa catástrofe, se contó el señor Juan de Mata Suárez, quien tomó los santos de adoración por los pobladores de ésta villa, entre los que se encontraban la Virgen Santa Clara, nuestra patrona y los trasladó a la población de San Rafael de Onoto del Estado Portuguesa, después hizo su casa aquí en Apartadero, muchos afirman que el sitio donde Juan de Mata Suárez, hizo su vivienda, está en la parte alta del cerro de la curva, donde en la actualidad vive don Rafael Straus y otras familias. También se cuenta, que su nombre proviene dizque porque las parejas maritales duraban poco tiempo unidas, otros ase­guran que el nombre de Apartadero fue confirmado en virtud de la encrucijada que hacían los caminos que se dirigían a San Carlos Valencia, Acari­gua - Guanare, El Altar - Barquisimeto, por donde los rebaños de ganado provenientes de Apure, Guarico y Barinas, se apartaban según su destino, yo me inclino por esta última creencia.
Una vez, Juan de Mata Suárez radicado en Apartadero, inicia sus gestiones para traer más pobladores, invitando a familias y amigos para que se vinie­ran a vivir a estos lares, promocionando sus buenas tierras, abundantes aguas, formidable clima y excelente ubicación en el camino real, hoy carre­tera nacional, sus primeros contactos los hizo donde tenía sus conocidos, o sea, en el Altar del Estado Lara y sus alrededores, razones por las cuales los siguientes fundadores y cofundadores en su mayoría provinieron del Altar.
Es bueno reconocer, que los primeros moradores de Apartadero, eran gente de estirpe humilde pero trabajadores y honrados, de los cuales muchos de ellos, aún después de muertos, los seguimos recordando con mucho cariño.
De estos fundadores y cofundadores me permitiré nombrar al­gunos, y pido se me excuse por omisiones involuntarias pero el corto tiempo del cual dispuse para documentarme no me permitió recabar una más am­plia y precisa información.
Recordemos a Don Cipriano Colina y a su esposa Doña Encarna­ción Núñez (La querida mamá chonga); a Don Gabriel Colina y a su esposa Doña Lucia Núñez, y a sus hijos Guzmán (guzmancito), y Berrarda (la ne­gra colina); y a su segunda esposa, Doña Virginia López (mejor conocida como Inginia) y a sus hijos Gerardo, William, Olga, Víctor y Migdalia; a Doña Antonia Colina, y a sus hijos Saúl y Trina In­maculada (la Chicha); a Don Teolindo Salas y a su esposa Petra Colina, a su hijo Nicolás (alias colacho); a Doña Jacinta Núñez y a su hija Nicolaza; a Don Raimundo Núñez; a Doña Alejandrina Núñez; a Doña Nicolaza Viva y sus hijos Marcos y Flor; a Don Nicolás Salas y su esposa Doña Pilar Gámez, y a sus hijos José Manuel (el co­nejo), Maria, Domingo y Nella; a Doña Petra Gámez y su hijo Pablo; a Doña Felicia López y a su hijo Juan Rafael; a Don Narciso López y a su esposa María Silveria Medina y a sus hijos Ana Mercedes, Clemencia Ramona, Carmen Adelaida, Carmen Florinda, Rafael Eduardo y Rafael Ramón; a Don Gustavo Salas; a Don Pablo López y a su esposa Doña Estanislá Lugo: Don Toribio Lugo y a su esposa Doña Antonia Velásquez (la de las arepas tumba Budare); a Doña Petra Velásquez y a sus hijos Federico y Elodia; a Don Eusebio Barreto y a su esposa Doña Juana Vallero, y a sus hijos Jacinto, Francisca (apodada Pancha Vallero), Ramona, Rosa y Juana, esta última, cariñosamente conocida cómo Juanita Vallero; a Don Miguel Flores (Chapú) y a su esposa Doña Teresa Lugo, y a sus hijos Miguel, Ange­lina, Catalina, Jacinto y Ramón; a Don Francisco Rivero (alias chicu­rón); a Don Pascual Guerra y a su esposa Doña Felicita Rodríguez; a Don Ángel María Arias y a su esposa Doña Margarita Rodríguez; a Don Fran­cisco Colmenares y su esposa Doña Juana Rodríguez y a sus hijos Rosalía, mejor conocida como La Múcura, Senovia, Ignacia y Coromoto; a Don Eduardo Colmenares y a su esposa Candelaria Yépez y a su hija Ramona; a Don Miguel Colmenares (alias el bolú ); a Doña Fidelina Torres y sus hijas Carmen (la concha e queso), Octavia, Juana y Dominga; a Don Estanislao Chávez y a su es­posa Doña Ángela Izades, y a sus hijos Prospero, Erecia, Juan, Sergio, Rafael (alias tente Chávez), Mario, José y Enriqueta; a Don Agustín Sánchez, y a su esposa Doña Petra Amaral, y a sus hijos Chiquinquirá y Pedro, mejor conocido cómo el pescao; a Don Alfonso Moro Posada, y a su esposa Valentina Landaeta, y a su hijo Carmelo; a Don Fabriciano Ortiz, y a su esposa Doña Petra Díaz, y a sus hijos María y Pedro (alias bururú), a Doña Margarita Lugo, y su hijo Jorge Ramón (alias cara é puerco); a Doña Margarita Morales, y a sus hijos, Eusebio, Ma­rio y Alejandrina; a Don Saturno Bolívar y a su esposa Doña Rosario Cai­cedo, y a sus hijos Púlio, Rosario, (mejor conocida como Rosarito Caicedo) Prudencio, Marcelina y Velen; a Don Cristóbal Aparicio y a su esposa Petra Caicedo y a sus hijos Pastora, Marcelina, Ricardo, Víctor, José, Ramón, Armando, Genoveva, Jacinta y Nelly; a Doña Lazara Contreras; a Don Bartolo Mora y a su esposa Doña Clemencia Caicedo y a sus hijos Celso, Honorio, Margot, Marina, Francisco y José Saturno; a Doña Eugenia Arias y a su hija Carmen Arias; a Don Simón Morales y a su esposa Pascuala Restituta Machado (apodada la tuta) y a sus hijos Sergio, José del Carmen, Marisol, Alberto, Nelson, Omar, Ali, Javier, Magali, Mireya y Antonio; Don Sixto Meza y a su esposa Ramona Machado y a sus hijos Isidro, José Gregorio, José Francisco, Rosa Albina y Amalia Alejandrina; a Don Pedro Vallero, y a su esposa Doña María En­gracia Gómez y sus hijos Vicenta, Josefina, Petra, Reina, Yolanda, Simón y Ramón; a Don Eustaquio Silva (el piroco) y a su esposa Luisa Gómez y a sus hijos José Policarpo (alias paco Gómez el mono) y Maria Eugenia, mejor conocida como la piroca; a Doña Regina Valor; a Don Fulgencio Chávez; a Don José Encarnación Graterol (el guacharaco) y su esposa Marcelina Valor y a sus hijos Elio, Ángel, Yolanda, Ada y Yosely; a Doña Justa Garaban y a su hija Juana; a Doña Ramona Colmenares y a su hija Petra; a Don Tomás Colmenares (alias Tomacito el ariguelo) y a su esposa Daniela Míreles y a sus hijos Irma, Nelson, Dilia, Alfredo, Ester, Raúl y Cesar; a Don Miguel Míreles y a su esposa Amalia Gómez y a sus hijos Miguel, Xiomara, Hortensia, Mirta y Yecenia; a Don Bartolo Marchena y a su esposa Cointa Colina y a sus hijos Roger, Nelson, Carlos, Dalia, Dowglas, Yajaira y Morgan; a Don Damián García (el mocho Damián) y a su esposa María Amparo Sevilla y a sus hijos Sergio, Vicente, Dámaso Ramón, Clemente, Flor María y Mi­guelina; a Don Fabriciano García (el mocho Fabriciano); a Don Ceferino Álvarez y a su esposa Ana Teresa Montoya y a sus hijos Pedro, Esteban, Elicio y Lupercio; a Don Juan Eusebio Colmenares, (el eterno policía supernumerario), y a su esposa Doña Ramona Serrano, y a su hijo Natividad, (mejor conocido como el cachicamo); a Don Francisco Mora y a su esposa Doña Alejandrina Blanco, y a sus hijos Rómulo, María, Rosario, Alberto y Sinencio; a Don Claudio Mendoza (el hombre de la carretilla); a Doña Eugenia López, la abnegada comadrona, (Esta señora se sentía tan a gusto con estos dones que Dios legó en ella, que una vez que tenia conoci­miento de que alguna mujer del caserío estaba embarazada, la contactaba y le hacia entender lo necesario que era de que se sometiera a las sobas de la ba­rriga para controlar el embarazo y velar para que la criatura se colocara en la posición correcta y así garantizar un parto sin novedad, cuando doña Eu­genia López, recibía la razón de que alguna parturienta requería de su pre­sencia por presentar novedades de parto, de inmediato se ponía en camino, sola o acompañada, y ni la inclemencia del sol o de la lluvia ni la temible os­curidad de la noche, eran obstáculos que le privaran ir a cumplir con lo que ella consideraba un deber cristiano, es por eso que son innumerables los hijos de las familias pobladoras de Apartaderos, nacidos en aquellos tiem­pos, que gracias a las habilidades cómo partera de esta gran mujer, pudie­ron venir felizmente al mundo, ya que ella fue la que atendió a sus madres en sus respectivos alumbramientos). Recordemos también a su hijo Rafael López; a Don Tomas López y a su esposa Clara Torres y a su hija Evencia; a Don Candelario López y a su esposa María Saturna Padilla y a sus hijos Luis Ramón, Tomas, José, Víctor, Fernando, Vicente, Alonso, Antonio, Arturo, Wilman, Gustavo, Rodolfo, Enrique, Ciro, Rosa, Teresa, Iluminada, Maribel y Sorali; a Don Augusto Her­nández y a su esposa Ramona Macaría López, y a sus hijos Lino, Juan José y Luis Amado; a Don Eduardo Lino Salcedo y a su Esposa Doña Celia Arteaga, y a sus hijos Ramón, Ligia y Luis Eduardo (alias polongo el canadiense); a Don Carmelo Calderón y a su esposa Doña Antonia López, y a sus hijos Carmen, Nelson, Coromoto (alias capa roja) e Isidoro, (mejor co­nocido como el zurdo); a Doña Ramona Acosta, a su hija Carmen y su hija de crianza Lucila, alias la suta; a Doña Melquíades Acosta ; a Don Ramón Páez, y a su esposa Gumercinda Carreño, y a sus hijos Ignacio, Maximiliano, (mejor conocido como masita) Luisa, Manuel, Carmen y Tulia; a Doña Rita Páez, y a sus nietos José Coronel (alias taburete) y Gloria; a Don Pedro Matute y su esposa Juana López, y a sus hijos Maria Yudith, Pedro Isaías, Ali Coromoto, Carmen Alecia, Gladys, Omar José, Migdalia del Carmen, Olga Teresa y Aleida Josefina; a Don Eustorgio Quintero y a su esposa Doña Ana Angelina Páez y a sus hijos Miguel, Maigualida, Ligia, José Eugenio, Nerio, Jesús (el nene) y Julio Cesar; a Don Pedro Cárdenas y a su esposa María Páez y a su hijo Jorge David, (alias tutuy) a Don Ceveriano Páez y a su esposa Ramona Vallero y a sus hijos Francisca, Isabel, Doris, Nilvia, Acnery, Zoraida, Belkis, María, Francisco, Eugenio, Luis, Ángel y Carlos; a Don Eugenio Páez y su esposa Doña Narcisa León, y a sus hijos Roberto, Ana Crisanta, Celia, Víctor, Guillermo y Alexis; a Don Juan Félix Muñoz y a su esposa María Marcelina Hernández, y a sus hijos Genaro, (mejor conocido como cabo siete), Ramón , José Ulpiano, Pablo, Nicolás, Ernestina y su criada Ana Maria; a Don Leopoldo Coronel y a su esposa Juana Meneses y a su hijo Benigno; a Doña Hipólita Arroyo y a sus hijos Delia, Ernesto (el esbirro), Petra, Lourdes, Edmundo (mundo), Yajaira y Félix; a Don Rafael León y a su esposa María Granadillo, y a sus hijos, Lázaro, Juan, (alias pata seca), José Sil­vano y Lucía; a Doña Antonia Pinto; a Don Santos León y a su esposa Juana Pinto, y a sus hijos Mercedes Eulalio, (mejor conocido como Melquíades pinto), Marcelino, Iván Rafael, Raúl, Pedro Ma­nuel, Efraín, Juana Ramona, Luz María y Carlos; a Don Pedro Pablo Pinto y a su esposa Placida Marchena, y a sus hijos Esteban, Lucío, Fidelina, Teo­dora y José Rosario; a Doña Eulalia Pinto y a su hija Natividad; a Don Flo­rencio Granadillo; a Don Ramón León y su esposa Doña Antonia Pinto y a sus hijos Luis, Domingo y Francisco; a Don Andrés Díaz y a su esposa Ma­ría Piñero, y a su hijo y Augusto; a Don Tito Contreras y a su esposa Doña María García, y a sus hijos Esteban, Carlos, Silvia (mejor conocida como chinca) Josefina, Margot, Griselda, Elia, José (cheo), Gilberto y Miguel (el caimán); a Don Ezequiel Castillo y a su esposa Doña Felicia Torrealba, y a sus hijos Nerio, Agustín y Vicenta. Hago un alto para hacer una remembranza especial de don Ezequiel Castillo, el bar­bero del pueblo. ¿cuantos de los que estamos en este acto fuimos alguna vez recortado, peluqueado o afeitado, por éste legendario personaje? Que nos entretenía deleitándonos con un ininterrumpido silbido, entonando una des­conocida pero agradable melodía, que conjuntamente con el compás del chasquido de las tijeras con la cual daba uno en el pelo y dos al aire, comple­taba el son, esto era el ambiente musical que brindaba a sus clientes, ya que para ese entonces no se contaba con la tecnología japonesa del radio transistorizado a batería, la mayoría nos quedábamos profunda­mente dormido, bajo la hipnosis que nos producía el penetrante y melodio­so silbido del ejecutante que en comparsa con el chasquear de las tijeras lo­graba el agradable fondo musical el cual nos hacia caer en ese profundo sueño y nos despertábamos cuando él, nos daba una palmadita por la es­palda y nos decía, usted esta listo mi amigo. A Don Crispín Ochoa y a su es­posa Doña Gertrudis Landaeta, y a sus hijos Emiliano, Josefa, Manuel y Paula; a Don Francisco Mújica y a su esposa Doña Ro­moalda Montoya y a su hija Albertina; a Don Pablo Landaeta y a su esposa Maria Rafaela Coronel y a sus hijos Gilberto Crispín, Tibisay, Carlos, Ramona, Rosa Encarnación, Luis, Pablo (pipito), Carmen Josefina, (La Negra), Yameli e Isabel; a Doña María Reyes y a sus hijos Víctor, Oswaldo, Rosa, Carmen, Erica, Rafael, Alfredo, César y Antonio; a Don Damián Montesino (mano e lapa) y a su esposa Felipa Hernández y a sus hijos Clarencio, Rosalía, Carlos y Victoria; a Don Eustaquio Montesinos y a su esposa Mamerta Hernández y a sus hijos Nicolasa, Dionisio, Julián y José; a Don Antonio López y a su esposa Juana Villanueva y a sus hijos Yoraida Mercedes, Tania Mercedes, Doris Mercedes, José Antonio, y Cesar Antonio; a Don Leonso Olivares y a su esposa María Isidra y a sus hijos Carmelo, Ciria­co, Víctor, José, Federico José, Jacinta, Iris, Wencio, Enrique, Alfonso, Felipa, Julia, José Gregorio, Irene, Rissio y Antonio; a Don Saturnino To­rrealba y a su esposa Regina Manzano y a sus hijos Jorge, Gregorio, Hono­ria, Armanda y Enanias; a Don Serafín Ruiz; a Doña Prospera García y a su hijo Pablo; a Don Teófilo Rodríguez y a su esposa Silvina Rodríguez, y a sus hijos Andrés Avelino, Héctor José, Ernesto, José Domingo, Cesar Augusto e Isabel (alias chavela); a Don Doroteo Rodríguez y a su esposa María Espe­ranza González, y a sus hijos Jesús, (mejor conocido como chucho), Nicolás, Alirio, Daniel, Rafael, Teresa, Lesbia y Nancy; a Doña Paula Manzano y a sus hijos Heriberto y Eladio; a Don Nicolás Oviedo y a su esposa Ramona González y a sus hijos Domingo, Carmen, José y Teresa; a Doña Trina Arroyo, a Doña Pe­tra Con­treras y a sus hijos Ramón y Modesto; a Doña Juana Escalona y a sus hijos José Rafael, Euclides, Beatriz, Alcira y su nieto Alfredo; a Don Eduviges Colina (mejor conocido como Ciprianito Colina) y a su esposa Benita Granadillo y a sus hijos Dalia, Dilia, Celina, Inmaculada, Leticia, Elías y Mario; a Don Trino Hidalgo y a su esposa Adela Granadillo, y a sus hijos Alicia, Julio Ramón, José Alfredo, Ana Rafaela, Eduardo José y José Manuel; a Don Ramón Ochoa y a su esposa Rosa Meléndez y a sus hijos Ángel (el guey) Irma, María Auxiliadora (la negra) Félix Antonio, Franklin, Carmen Otilia y Rafael; a Don José Domingo Fernández y a su esposa Carmen Gámez y a sus hijos José Ricardo, José Rafael, Omar Casildo, José Domingo, Fernando Eliécer, Milagros Nereida, Belkis, Carmen Yamileth y Lenny Gerardine; a Don Antonio Vaca y a su esposa Dolores López y a su hija Hilda; a Don Braulio Contreras; a Don Isabel Morales y a su esposa Doña María de la Cruz Aponte, a su hijo Apolinar, (mejor conocido como polinario) e hijo de crianza Argenis Isabel Morales, mejor conocido como Isabelito Morales; a Don Tomas Torres y a su esposa Doña María Soto y su hijo Guillermo (alias Guillermote)
Cómo no recordar a Don Cleofe Mújica y a su esposa Doña Rosa Filomena Herrera y a sus hijos Pedro, Argea, Victoria, Aloína, Gerardo, José Francisco, Carlos y Adela; a Don Mercedes Linares (el chungo mercé) y a su esposa Doña Lucia Padilla y a sus hijos Reinaldo y Esteba Antonio; a Don Pedro Clavel y a su esposa Rafaela Manzano y a su hijo Pedro Montesino; a Don Francisco Torrealba (alias pata e mago) y a su esposa Nicolasa Peraza; a Don Reinaldo Torres y a sus hijos Teleforos, Laurenciana (alias chana) Chiquinquirá (alias chinca), Ursula y Benjamín, (el popular min­che); a Don Lucas Evangelista Navas y a su esposa Segunda García y sus hijos de crianza Romualdo, mejor conocido como kiko, Genoveva y Nancy; a Don Abrahán Trade, que no obstante lo introvertido de éste personaje, (fue mucho lo que nos enseñó de las cultu­ras y costumbres de su país), y a sus hijos Valerio, Julián y Dolores; a Doña Inés Moreno y a sus hijos Ana Ramona, María Eulogia, Santiago y Bruno, éste último era el barbero que le hacia la competencia a don Ezequiel Casti­llo, y quien impuso la moda de los muy cotizados cortes cuadrados, de ma­yor demanda por los jóvenes del momento. A Doña Toribia Moreno; a Doña Eliana Míreles y a sus hijos Luis, María Auxiliadora, Nicolás, Delida, Rubén, Arquímedes y Efigenia; a Don Carlos Moro; a Doña Otilia Míreles y a sus hi­jos Oquina, Juan, Mercedes e Inocencia; a Doña Marcolina García; a Doña Petra García y a su hijo José Leocadio, mejor conocido como Valerio García, quien ha distinguido nuestro gentilicio con su intelecto en la cultura musical; a Doña Reyes Ro­dríguez y a su hija Cristóbal (doña toba) la rezandera del pueblo; hago mención especial de esta señora porque gracias a ella que con sus suplicas en los rezos, muchas almas lograron del padre celestial el perdón de sus pecados, recordemos a su nieta Manuela Rodríguez; a Don Francisco Ro­dríguez y a su hijo Francisquito García; a Don Liberto Sangrones (mejor conocido como Liberato el hombre de las dos voces) y a su esposa Doña Ramona y a sus hijos Polonia, Pragedes, Emilita, Carmen, Oswal­do, Alvaro, Alfonso y Silvia; a Don Pablo Sangrones y a su esposa Doña Silvestra Montesino; a Don Manuel López y a sus hijos Agustín, Herminia y Ana; a Don Antonio Cazziola y a su esposa Doña Carmen Teodosa Mercado y a sus hijos Aldo Antonio, Yakelin Flora, Maritza Mercedes, Nerbis del Carmen, William Primo, Pedro Antonio, Zoraida Norma, Marco Antonio, y Oliday; a Don Luciano Alvarado (alias chiva rucia) y a su esposa Doña Vicenta Mújica y a sus hijos Juan y Luis; a Don Marcelino Peñalosa y a su esposa Doña Celida Muñoz y a sus hijos Salvador, Petra, María, Bernardo, Luisa, Silvia, Luis, Jesús y Emilio; a Don José Villalobos y a su esposa Maria Eustacia Torres, apodada la andina y a sus hijos Juana (Juanita) Clara, Nancy y Felix; a Don Francisco Miguel Moreno; a Don Julián Arroyo (mas nombrado como el paisa Julián) y a su esposa Bernarda Muñoz; a Don Teodoro García y a su esposa Doña Pastora Rivero y a su hija Yolanda Rosa y a sus hijos de crianza Juan Pastor, Salvio y Francisco (alias bocachico); a Don Teodoro Lugo y a su esposa Doña Petra Mendoza y a sus hijos Aura, Ana y Antonia; a Don Guillermo Contreras (alias el Araguato); a Don Teodosio Bacca, quien en buena hora llegó a este caserío con la misión de preservar la paz y seguridad de sus pobladores, ya que se desempeñó como un verdadero guardián del orden público y se le recuerda por su rectitud y severidad al momento de cumplir con su deber habiéndose ganado el aprecio y consideración del pue­blo en general, a tal limite que se quedó con nosotros en Apartadero pro­creando un sin número de hijos. ¡Quien de aquellos tiempos no recuerda a la jacarandosa Carolina Querales! llena de risas, juguetona de alegre y duro hablar, haciendo connotar su presencia en algún grupo de personas o al paso por una calle o camino del vecindario; a Doña Cruz Herrera y a sus hijos Sebastián, María y Pedro (alias el ronco) a Don Julio Ramos (julito) y a su esposa Consuelo Colina y a su hijo Julio; Doña María Díaz, mejor (conocida como la bruja de la curva) y a sus hijos José (alias el brujo) y Ramón (alias el brujito); a Doña Castorila Palencia y a su hijos Cupertino y Arcadia; a Don Ramón Reyes y a su hijo José; a Don Ramón Rivero y a su esposa Tomaza Pérez; a Don Isidoro Castillo; a Don José del Carmen Muñoz; a Doña Antonia Mora y a sus hijos Pablo y Santos; a Don Lorenzo Rodríguez y a su esposa Jesús Manzano; a Doña Ramona Torrealba y a su hija Constanza; a Don José Manzano (el grillo) y a su esposa Ángela García y a su hijo Ramón; a Don Jesús Ledesma; a Don Natalio Torreyes; a Don José Ramos (chinvique) y a su esposa Teofila Pérez, y a su hijo Amilcar; a Doña Mercedes Parada; a Doña Dionisia Castillo y a su hijo de crianza Ezequiel; a Don Francisco Pérez y a su esposa Doña Leonidas; a Don Juan Hernández (alias el cochocho); a Don Nicasio Méndez; a Don José Rafael Díaz y a su esposa Doña Mariana Contreras y a su hijo José Rafael; a Don Julio Roman Rodríguez (Don juliote); a Doña Quitelia Sangrones (madre de los sangrones); a Don Cirilo Torrealba; a Don Diego González y a su esposa María Izade
También figuran en la historia de aquellos tiempos, Don Pedro Acosta y su Esposa Teofila León y sus hijos Celas, Silvia, Honorio, Ramón, Arcadio, Maria, Domicia, Porfiria, Nancy y Nelly; Doña Isabel Manzano y sus hijos José, el popular Chevrolet, Eleodina, Juanita y María; Don Ignacio Fernández; a Doña Teofila Vargas y a sus hijos Miguel, Juan, Gregorio, Carmen, Genara y José de Jesús; a Don Pantaleón Vargas (varga to´ el tiempo) y a su esposa Jo­sefa Pérez y a sus hijos Hilda, Juan, Andrés, Ramón, German, Omaira y Leonardo; a Don Guillermo Vargas y a su esposa Luisa Pérez y a sus hijos Mercedes, Santiago, Guillermina, Lucrecia, Ramona, Mireya, Enrique, Anto­nio Teresio, Armando, Tinda Margot, Gueisa y María Eloisa; a Don Julián Natera y a su esposa Rita Calvo y a sus hijos José Perpetuo, Jesús Ramón, Juan, Rafael, Encarnación, Juancito, Dolores, Juana, Ligia, Josefina y Nelly Josefina; a Don San Juan Escalona y a su esposa Eloisa González y a sus hijos Benjamin, Justo, Rosalino, Evangelista, Julia y Adelaida; a Don Pedro Padrón y a su esposa Paulina Muñoz y a sus hijos Juana Paula, Celia, Justa y Alejandra; a Doña Catalina Ramos; a Doña Bo­nifacia Querales y a sus hijos Simón y Juan; cuan más agradecido está el pueblo de Apartadero por los tantos favores recibido del siempre recordado Juan Querales, quien en los momentos de dolor de alguna familia Apartade­reña, por la muerte de un ser de su seno, él calmaba una de las angustias cómo lo era el de la apertura de la fosa, tan solo una botella de aguardiente y no lo paraba sol, ni lluvia para cumplir la misión encomendada. Y siguieron llegando embajadores, que luego fijaron su domicilio en éste pueblo, dizque porqué bebieron agua del manantial copeyal, entre ellos menciono a Don Juan Antonio Pinto y a su esposa Doña María León y a sus hijos Santiago, el popular cheremeco, José Gregorio, Elautero, Antonia, Carmen Dora, Natividad, Dilia, Pedro, Rosa y Wilma; a Don Isidro Romero y a su esposa Juana Díaz y a sus hijos Asdrúbal, Vidal, Isidro, (el chire) Ángel, Orlando, Nelly, Belkis, Pedro, Lina, Yolanda y Yira; a Don Eustaquio Ramón Pinto y a su es­posa Doña Magdalena García, y sus hijas, Ursula, (alias Chula) Isabel, Ofelia y Crisogena; a Don Ramón García y a su es­posa Doña Justa Acosta, y a sus hijos José de los Santos, Juan Martín y José, el popular negro Acosta; a Don Juan Ochoa y a su esposa Doña María Roble, y sus hijos Manuel Vicente, Rafael, Miguel y Olga; a Don Nerio Mendoza y a su esposa Jerónima León y a sus hijos Elías, Rafael, Simón, América, María de Jesús y Nelida; a Don Matías Cabreras y a su esposa Doña María Teodora Díaz y a sus hijos, Gumersindo, Dilia, Juan María, Betty, Tali, Matilde, Carlos y María Teodora; a Doña María Sánchez y a su hijo Ángel, (mejor conocido cómo cabullón); a Don Antonio José Cabrera, (mejor conocido como el maestro teten) y a su esposa Herminia Colina (llamada cariñosamente nina) y a sus hijos Heberet, Franklin, Nora, Freddy, Lenin, Antonio José, Mildre, Enyerber Wiston y Richard Matías; a Don Tarsicio Mena, el co­merciante emprendedor; a Don Reyes Ramón Casadiego y a su esposa María Restituta Torrealba y sus hijos Venancio José, María Co­lumba, José Guillermo y María de Jesús; a Don Isidro Aguilar y a su esposa Juana Pérez, y a sus hijos Lucas Ramón, Santos, Andrés Cecilio y Dilia; a Don José Rodríguez y a su esposa Ramona Pérez y a sus hijos Vilma, Juan Bautista, Delano y Lucas; a Doña Josefina Graterol y a sus hijos Arturo y Carlos; a Don Carmen Domingo Sanabria y a su esposa Ramona Loreto Silva y a sus hijas Carmen Teresa, Ana Antonia y Celia Antonia; a Don Tomas Antonio Catari y a su esposa Carmen Hernández y a sus hijos Isidro, Armelinda, Eugenia, Amado, Jobito, Rafael, Ramona y Amalia; a Don Vicente Ramírez y a su esposa Nicolasa Montesino y a sus hijos Alecia, Rafael, Elías y Francisco; a Don Francisco Páez y a su esposa Emilia Velásquez y a sus hijos Reyes, Omar y Julio; a Doña Bárbara Quiñónez y a su hija Tirza; a Doña Segunda Quiñónez y a su hija Mercedes; a Don German Zapata y a su hija Leticia; a Don Elio Zapata; a Lucio Herrera y a su esposa Julia Manzano y a sus hijos José Lorenzo, Andrea Josefina, Ma­ría, Bernarda, Martina, Alejandrina, Enma Amalia, Adelaida, Richard, Evan­gelina y Héctor, a Don Francisco Guillermo Hidalgo y a su esposa María Cortés y a sus hijos José, Nieves, y Verónica ; a Don Santiago Lugo y su esposa Doña Josefa Hidalgo y a sus hijos José, Lucrecia, Carmen, Josefina, Teresa, Ingrid, Luis Guillermo y Estilita; a Don Julio Lugo y a su esposa Doña Teodora Rojas y a sus hijos Hermes, Trina, Víctor, Julio y Néstor; a Don Concio Contreras y Doña Tomaza Lugo y a sus hijos Nicomedes, Jesús, Pablo y Eloy, el popular manco Eloy; a Don Juan Noguera, el sagaz comerciante; a Don Juan José Arrieta, el primer precedente de la Junta Comunal del Municipio Juan de Mata Suárez, hoy, Parroquia Juan de Mata Suárez, y a su esposa Clemencia Páez, quienes conjuntamente han formado una distinguida familia.
Es grato recordar a personajes que aún no habiéndose quedado con nosotros, hicieron mucho por la consolidación de éste pueblo, cito, a Don José Garbi; a Don Apálico González; a Don Federico Troconi a Don Ángel Aponte; a Don Pedro Montesinos; a Don Miguel Villalobos; a Don Rafael Escorche, (carapacho); a Doña Margarita Villalobos; a Don Francisco José Escorche, mejor conocido cómo el negro Escorche; a Don Manuel Garrido y a su esposa Doña Manuela Villalobos, entre otros.
Y en cuanto a los ex­tranjeros que por avatares de la vida llegaron a éste pueblo, recordemos a Don Milos Papich y a su esposa Doña Estefanía Jenko, y a sus hijos Lubo Milos, María, Branco, Daniela y Nicolás; a Don Kolinco Kusmay y a su es­posa María Chorny y a su hijo Iván, quienes nos dejaron sus enseñanzas que aun perduran entre nosotros; a Don Juan D'Andrea, es tanto lo bueno que hay que reseñar de éste personaje, que resumiendo digo que su aporte para con el progreso de éste pueblo, aun está visible.
Sigo recordando personajes cómo a Don Tomás López Hidalgo y a su esposa María Torrealba, y a sus hijos Tomás Antonio, Gregorio, Carmen, Mercedes y Ana Lucia; a Don Martín López y a su esposa Adela Rojas y sus hijo Juan (alias pelusa) Pedro, Pablo, Juan (Juancho) Irma, Jesús Maria y Ana; a Don Pedro Rojas y a su esposa Doña Petra Yánez; a Don Secundino Várela y a su esposa Aura Zapata y a sus hijos Tiburcia, Fernando, Margarita y Ma­rio; Todas estas personas que he nombrado y otras que involuntaria mente deje de nombrar, de una u otra forma aportaron y siguen aportado su con­curso para lograr el progreso y desarrollo de Apartadero y legarnos un digno gentilicio.
Como no recordar a consecuentes y asiduos amigos visitantes provenientes de algunos de los puntos geográficos de referencia a que hice mención anteriormente; ellos son, de Camoruco Don Ismael Castillo, de Guabina Doña Juana Ortiz, y su hijos Perfecto y Pablo Ortiz y Doña María Páez, de Puente Onoto Don Custodio Padrón, Doña Julia Sevilla y Don Natividad Mena, con su popular refrán boca blanca y calas trozo, de Tronador el Dr. Zambrano, de Buenos Aires Don Pedro Crisanto Linares, Don Evangelio Coronel y Don Pastor Linares, de el Encanto Don Jesús Ramón Pieruzzini.
El primer radio lo compro Don Gabriel Colina, según los consultados y yo, eso fue por allá entre los años 1942-43, pero si recuerdo muy bien que para ese entonces yo residía en el populoso barrio denominado cachicamo, el cual estaba ubicado en el kilómetro uno de la carretera que conduce a Cojedito, por las tarde de algunos días de la semana, hombres, mujeres y niños conformados por grupos familiares, a eso de las seis a seis y media nos veníamos en fila india para la casa de Don Gabriel Colina, a escuchar radio, mas que todo a la radio Barquisimeto por la sintonización más nítida, yo me entretenía con la música pero lo que mas me llamaba la atención era como en un aparato tan pequeño se pudieran alojar personas tan altas y además con los instrumentos musicales, no me cansaba de observar al aparato y buscar la puerta por donde supuestamente se metía la gente.
Para la fiestas patronales, Apartadero era visitado por muchas personas foráneas que por lo rumboso de las mismas los atraían, uno a disfrutarlas y otros a trabajar aprovechado de la nutrida concurrencia, entre todos los visitante quiero destacar al fotógrafo, un señor de apellido Bello, quien con su cámara conformada por un cajón montado en un trípode y una manga por donde el señor Bello metía la mano a no ser que antes y después de accionar el flash y de esa operación obtenía lo que se llamaba una foto en negativo que después retocaba con un pincel y seguidamente sacaba una nítida fotografía tan firme su imagen que aun hay familias que las conservan como gratos recuerdos de sus tiempos de joven.
Las primeras bodegas o pulperías fueron instaladas por Don José Rafael Díaz, la cual estaba ubicada en una casa situada más o menos a la altura de donde hoy funciona la estación de servicio “La Gran Parada,” Don Gabriel Colina, estando ésta instalada en un caserón de bahareque situada en el sitio donde hoy esta la casa de Doña Dolores López, viuda de Don Antonio Vaca, Don Rafael Rivero, alías chicharrón y funcionaba en la esquina de las hoy avenida Bolívar cruce con la calle Antonio Pinto salina, haciendo frente con la casa de Doña Antonia Colina de Rodríguez, demolida para dar paso a la actual sede del expendio de medicinas San Marcos, la de Don Miguel Flores, apodado chapu, la cual estaba situada en la calle Antonio Pinto Salina, estimo que en el sitio entre la hoy casa de Doña Carmen Pérez y el local donde actualmente funciona la biblioteca pública, y tenia por nombre “El Rinconcito”, que mas tarde la traslado a la avenida Bolívar cruce con la calle Antonio Pinto Salina, sitio donde en la actualidad esta ubicada la casa propiedad de la señora Carmen Noguera, y que como homenaje recordatorio de una riña a la lucha entre Don Miguel Flores (chapu) su propietario y Don Tito Contreras, la comunidad le confirmo con el nombre de bodega “La Lucha”, la bodega de Don Nicolás Salas, ubicada en la esquina de la avenida Bolívar cruce con la calle Mauricio Pérez Lazo, hoy propiedades de Don Blas Bermúdez, la bodega de Don Pablo Gámez, en la avenida Bolívar frente a la hoy sede de la Junta Parroquial Juan de Mata Suárez.
De estas bodegas o pulperías las que contaban con licencia para expender licores eran la de Don Gabriel Colina y la de Don Miguel Flores (Chapu), recuerdo que las bebidas alcohólicas mas cotizadas eran los cocuyes Jirijara, famoso por sus 55 grado de alcohol, Leal y Vera Flores, el Ron Santa Teresa, o sea el afamado caballito frenáo y de los aguardientes claro o de caña como se les decía, era el de El Carmen y El Recreo y en cuanto a la cervezas que se expendió por primera vez, fue el botellón Regional, que venia en sacos con aserrín de madera como separador entre botellones, y se bebía a temperatura natural ya que para la época, aun las bodegas o pulperías no contaban con neveras, en las misma forma llegaba la Cola “G” y se vendía en iguales condiciones.
La primera nevera que recuerdo de aquellos tiempos la trajo Don Reinaldo Torres cuando se residenciaron en Apartadero, funcionaban con kerosén y una mecha encendida día y noche.
La primera bomba de gasolina la instalo Don José Domingo Fernández, la cual estaba ubicada al lado de la hoy sede de la Junta Parroquial, eso ocurrió mas o menos entre los años 1949-50, el surtidor funcionaba manualmente, haciendo girar hacia la derecha una manivela, este indicaba la cantidad de litros despachados pero no así el valor de los mismo, el socio administrador fue Don Pedro Montesinos, desconozco las razones pero el caso es que dicha bomba dejó de funcionar y el surtidor permaneció mucho tiempo como testigo presencial de haber existido un comercio dedicado a la venta del principal producto derivado de la refinación del petróleo, que no obstante su fracaso, marcaba el inicio del progreso del caserío Apartadero.
Don Aquiles Roldan, un comerciante en la línea de expendios de licores, residenciado en la vecina población de San Rafael de Onoto del Estado Portuguesa, instaló el primer mabil (prostíbulo) en Apartadero y lo confirmo con el nombre de “el corcoveo”, este inició sus funciones en una casa que estaba situada en la “Y” formada por la carretera San Carlos - Acarigua y la calle Miranda que conduce al barrio cajobal, hoy locales comerciales propiedades de Don Antonio Cazziola, después lo mudo a una casa propiedad de Don Santiago Lugo, ubicada en la calle Antonio Pinto Salina entre las hoy casas de Don Carlos Moro y Don Pablo Landaeta, la cual fue demolida para dar paso a la actual casa de la señora Maria Teodora Cabrera Díaz.
Este mabil (prostíbulo) se nutría de mujeres que ejercían la profesión más antigua del mundo, provenientes de Acarigua, Agua Blanca y San Rafael de Onoto, entre las cuales recuerdo las cuatro María que la clientela masculina las diferenciaba, como María la gorda, María la pintá, María la pelua y María a secas, también lo frecuentaban cuatro mujeres que vivían en San Rafael de Onoto en una casa que según hacía esquina con la casa de un señor de nombre Andrés Muñoz, estas mujeres las apodaban como la danta, la tira peo, la culo pando y la miona, y como nunca falta la chispa jocosa de los Apartadereños, surgió una copla de autor anónimo que decía así. En la esquina de Andres Muñoz, habitan cuatro personas, la danta, la tira peo, la culo pando y la miona.
En el año 1955, Don Tarcisio Mena, se estableció con la primera tienda de venta única de telas y demás prendas de vestir, la cual estaba situada en la avenida Bolívar, al lado derecho de la bodega de Don Pablo Gámez, era novedoso para aquellos tiempos el establecimiento de un comercio como éste ya que según los entendidos del entonces no era confiable su éxito, sin embargo, daba gusto ver como concurrían las mujeres a comprar las distintas variedades zarazas para los camisones de ellas y sus hijas, las crehuelas para las basquiñas (dormilonas) y lógicamente que sostenes y pataletas prendas intimas que ya se usaban, así mismo compraban los driles y caquis, para las ropas de sus esposos e hijos, y el tradicional liencillo para los calzoncillos de los jefes de familia, al igual que las franelas crudas manga larga las cuales eran de uso obligado por los hombre debajo de la blusa del liquilique, traje formal masculino y que Doña Antonia Colina de Rodríguez, confeccionaba con gran maestría, eran tantas las variedades en telas y demás prendas de vestir de la tienda al igual que se contaban con la actualización de sus inventarios que se hizo famosa a tal punto que venían clientes de Agua Blanca, San Rafael de Onoto y Cojedito.
El primer camión que llego a Apartadero, lo compro Don José Rafael Díaz, se trataba de un chavrolet con tojinos instalados especial para transportar rolas de madera, recuerdo que para encender el motor se usaba una manilla, ya que para la época los vehículos no contaban con el hoy practico motor de arranque.
El primer automóvil, un “MG” convertible al estilo de los de hoy modelos deportivos, lo trajo el Dr. Zambrano, que auque vivía en Tronador uno de los puntos geográficos referidos anteriormente, siempre lo traía a Apartadero cuando venia a comprar sus provisiones.
La primera motocicleta la compro Don Nicolás Salas, por ahí entre los años 1.948-49 aproximadamente y el uso que más frecuente le daba a este vehículo de dos ruedas era para trasladarse desde Apartadero a la población de Cojedito en épocas de verano.
La primera bicicleta la trajo Don Luis Méndez, el practicante del entonces, después Don Gabriel Colina, instalo una agencia escuela para el aprendizaje del manejo de las bicicletas, el alquiler se me día por horas y el valor era de un bolívar con cincuenta céntimos para los aprendices y un bolívar para los que ya eran diestros en la conducción de las mismas, el aprendizaje fue masivo pero la empresa fracaso en virtud de que los que aprendieron a conducir este tipo de vehículo, optaron por comprarse la suya, recuerdo dos marcas de las que se cotizaron para el entonces las cuales se denominaban Ralein y Phillis, los precios oscilaban, para la primera, equipada con luz, bomba para llenar los cauchos de aire, parrilla y corneta de pera o timbre, era de ciento veinte bolívares y para la segunda cien bolívares y para las sin equipar, cien bolívares para la primera y ochenta bolívares para la segunda, la Ralein gustaba más para disfrutar del paseo por lo suave para pedalearla y lógicamente mas rendidora en la carrera, pero débil en su estructura la cual no resistía por mucho tiempo un peso superior al de su conductor, ya que sufrían desperfectos en la orquilla delantera y según los usuarios la ponían manetas, sin embargo la Phillis, dura para el pedaleo, lentas en la velocidad pero fuerte en su estructura, soportado sobre cargas tales como un familiar o amigo de parrillero o sobre el tubo de acompañante para a darse un baño en el pozo la motobomba del río cojedes, o al pozo el nicolacero de la quebrada caramacate, al igual que para transportar otras cargas, a tal punto que casi sustituye al burro en eso de transportar a sus dueños a los conucos y transportar desde estos, cargas de ñame, ocumo, cambures, cañas, leña y hasta pasto para los burros, aunque el precio de una bicicleta para aquellos tiempos era sumamente oneroso, muchos de los pobladores, se las ingeniaron para comprarlas, a tal fin que en poco tiempo se cruzaban las bicicletas por todas las calles, veredas y caminos de Apartadero.
La fecha exacta de cuando llego el alumbrado eléctrico al caserío Apartadero, no la puedo precisar y en mis investigaciones se estimó que fue mas o menos a la altura de los años 1949-50, el primer motor se instalo en una caseta en la avenida Bolívar al lado izquierdo de la hoy casa y comercio de Don Juan Noguera, recuerdo que los postes de ese alumbrado publico eran de madera y estaban instala dos en la avenida Bolívar desde el sitio denominado la curva hoy cruce de la calle el cementerio al sitio denominado la horqueta, o sea la “Y” que hace la carretera Apartadero San Carlos y calle que nace desde ésta y pasa por detrás de la casa de la señora Inocencia Gómez, viuda de Francisco Díaz, nuestro recordado amigo apodado cariñosamente el “Águila Negra,” y que se une a la vía que conduce a población de cojedito.
De igual manera y en cuanto a la fecha de la construcción del primer acueducto, no la recuerdo con exactitud pero coincido con muchos de los consultados que el primer acueducto fue construido en los años 1.949-50 aproximadamente, cuando se hizo un conjunto de otras obras públicas tales como el mercado y el matadero, pero si recuerdo que el acueducto no surtía a las casas individualmente como en la actualidad, tan solo se instalaron unas llamadas pilas publicas que estaban dispersas en la calle principal, sirviendo de surtidores del precioso liquido a los moradores del caserío, este acueducto vino a sustituir el viejo taladro que consistía en una bomba que funcionaba con un motor que bombeaba agua a un estanque y por medio del mismo a través de unos grifos se servia la comunidad y cuando el motor estaba dañado ésta se surtía del vital liquido, haciendo funcionar la bomba impulsada por una palanca con movimientos hacia arriba y hacia abajo en forma continua, instrumento auxiliar para estos menesteres y en casos como tal.
La fecha exacta no logre precisarla pero Apartadero para los años 1943-44, aproximadamente, ya tenia servicio oficial de correos y su primera administradora fue Doña Luisa de Gamboa y le siguió Doña Virginia de Colina, popularmente conocida como Inginia, las bolsas usadas para el transporte de la correspondencia eran de una lona impermeable muy fuerte pero al tacto se sentía como un material muy fino, las valijas llegaban a la oficina de correos y salían de las mismas como encomiendas enviadas en autobús, la mayor correspondencia que circulaba era la oficial despachada y recibida ya que la particular era muy esporádica y tan solo se trataba de las cartas que los familiares le enviaban a los jóvenes que se encontraban prestando el servicio militar obliga torio y por ende las contestaciones de estas a sus remitentes.
Aunque anteriormente ya se habían proyectado películas educativas propiciadas por organismos gubernamentales del estado al igual que personas particulares proyectaron películas que estimo se trataban de exploraciones tendentes a medir el potencial del me dio con miras a explotar este tipo de rama comercial, pero fue, aproximadamente entre los años 1.950-51, cuando Don Gabriel Colina, instaló por primera vez un cine ya como empresa del ramo, recuerdo claramente que se denominaba el Cine Anzoategui, con sus salas de preferencia y galería, comúnmente llamado “el gallinero”, proyectaba películas rancheras, con Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar (el gallo giro) y otros, vaqueras con los afamados protagonistas del momento y de comicidades protagonizadas, por Viruta y Capulina, Clavillaso, Luis Sandriny, Resorte, Tintan y su carnal Marcelo, el Gordo y el Flaco en sus dos versiones, norte americanas e inglesas. Pero lo que mas me agrada recordar era que daba gusto los viernes, sábados y domingos únicos días de proyección de películas, ver pasar las hileras de personas, hombres, mujeres y jóvenes, con sus respectivas sillas al hombro para poder ver la función cómodamente sentado, ya que las de la sala cinematográfica eran pocas y se agotaban con los primeros asistentes y para el gallinero tan solo existían unos pocos bancos todos maneto. A la mayoría de los asistentes, a este espectáculo, no les gustaba las películas habladas en ingles, aun traducida al escrito castellano, las razones fundamentales eran que el noventa por cientos de los mismos no sabían leer, incluso para ver las vaqueras o de comicidades que no fueran de habla hispana, se llevaban a su hijo o hija para que estos les leyeran las letras en voz alta y así ellos entender la comedia o simplemente se sentaban al lado de uno de estos interpretes y así aprovechar la traducción, es por eso que ir al cine Anzoategui de aquella época, era tan agradable ver la película, como oír la traducción con distinto tonos de voz.
En el año 1955, Apartadero conquistó el telégrafo, siendo su primer operador, Don Vítor Delgado, esta conquista vino a solucionar un grave problema a los habitantes del caserío, ya que antes se servían de esta tecnología para la comunicación rápida de la oficina telegráfica de la población de San Rafael de Onoto del Estado del Portuguesa.
Por ser sus habitantes personas de palabra firme y cumplidoras a cabalidad con sus compromisos, Apartadero siempre ha contado con los constantes y consecuentes visitas de comerciantes y proveedores de distintas mercaderías que suministran a estos por uno de los sistemas comerciales mas antigua y ampliamente conocido como lo es la venta a crédito o simplemente el popular fiao, pero entre todos resalto a Don Fermín, vendedor de prendas de oro por cuotas, recuerdo claramente cuando Don Fermín acompañado de su esposa, se paseaban por las distintas calles, veredas y caminos del caserío para ofrecer las prendas de oro de altos kilates a su clientela, pero lo que quiero destacar no es eso, si no, la tranquilidad y confianza con que se movilizaban estas dos personas sin el temor de ser atracados o asaltados, aun conociéndose la preciosa mercancía que portaban en sus maletitas.
Apartadero siempre fue un pueblo alegre, se celebraban Matrimonios, Cumpleaños, Bautizos, Posturas de Aguas y muchas otras fiestas bailables y nunca sucedían actos desagradables que alejaran las ganas de los amos de casas a hacerlas o a repetirlas, o que infundieran temores a los posibles asistentes, de lo contrario, muchas se hicieron tradicionales, como las cantinas, rabos de callapas, onomásticos y velorios de santos, bailables después de la media noche, y todas se disfrutaban con alegría, respeto y armonía.
Su gente siempre fue refranera y jocosa, de cualquier acto, suceso o pasaje surgía un refrán que se popularizaba en el caserío, algunos de es­tos refranes perduraron en el tiempo y hasta se hicieron famosos al popula­rizarse en otros caseríos, poblaciones y ciudades. Muchos de sus jocosida­des se convirtieron en graciosas y picarescas anécdotas, que si la recopila­mos tendríamos documentación para hacer una Enciclopedia.
Aquí estoy, viendo muchas Doñas, jovencitas de aquellas épocas, que con su mirada me dicen que se están recordando de los rumbosos bai­les de las fiestas patronales, de los maratónicos y pintorescos bailes de la Locaína, que eran para amanecer bailando al golpe de Don Cayetano y de los muchos bailes que magistralmente amenizaban Ciprianito Colina con su mágico Mandolín, Don Emilio Cárdenas con su magistral Guitarra y Simón Manzano, alias el grillo, con su alegre y sonoro cuatro y de las alegres serenatas de los enamorados de entonces, que con sus románticas canciones les declaraban su amor. ¡ Que tiempos aque­llos, verdad Crisanta !
Que tristeza nos embarga a los que conocimos el caudaloso manan­tial de Copeyal, pienso, que le hemos fallado a Don Juan de Mata Suárez, pues fueron las dulces y cristalinas aguas que brotan de éste manantial que lo inspiró a fundar el caserío Apartadero, éste manantial era tan cau­daloso que llenaba los jagüeyes donde los moradores del caserío cogían el agua para el consumo humano, y derramaban el preciado líquido a través del caño que se denomina caño flores, y éstas a la vez servían para saciar la sed de los animales domésticos de la comunidad, lavar la ropa y hasta para bañarse y sin exage­rar, pescar guabinas, chorroscos o lisos, aguas dulces y sardinas.
Valdría la pena estudiar la forma de cómo recuperar éste acuífero natural y restaurar sus bosques para que sirva de pulmón vegetal al Apar­tadero del futuro no muy lejano, cuando éste sea una flamante ciudad. Mu­chos Apartad érenos, añoramos el pozo la catira en la quebrada la mapora, el pozo la moto-bomba en río Cojedes y la quebrada caramacate con su pozo el nicolacero, hoy, olvidados y extinguidos por la inclemencia del tiempo debido a sus bruscos cambios ecológicos, donde nosotros los hombres del planeta somos los únicos culpables, cuantas veces refrescamos nuestros cuerpos en aquellas claras y frescas aguas y que dichosos seríamos si aún contára­mos con esos balnearios.
Fuimos bendecidos por Dios cuando nos envió a los mejores y ab­negados practicantes y eficaces enfermeras para que nos dispensaran el servicio de salud pública, recordemos al primer practicante que nos llegó, de nombre Pérez Quiñónez, seguido por Nicolino, quien con su entereza y sapiencia, nos curó de las lom­brices y el paludismo, después vinieron Ramón Silba, Luis Méndez, éste úl­timo, padre del maestro Luis Méndez, y cumplieron cómo Dios manda a ser­virle a sus hijos, después contamos con otro recordado eficaz practicante cómo lo fue Teleforos Torres. ¿Quien no recuerda a la negra Carmen Cobo (enfermera)? la que se daba integra al servicio de la comunidad. ¿Quien puede negar que Dios derramó su gracia sobre este pueblo cuando nos envió a la querida Ja­cinta López ? enfermera de alma y corazón, que nunca en sus largos años de servicio se le notó un desgano cuando se le solicitaba su atención en altas horas de la noche, si estaba de guardia, al momento atendía y si no lo es­taba, atendía cordialmente el llamado y cortésmente indicaba el nombre y la dirección de su colega de guardia, y si era una emergencia no dudaba en colaborar, uniéndose al equipo médico que atendía el caso. Y para bien de la comunidad, Dios la unió en matrimonio con el alegre y carismático Gregorio Reyes, el popular negro Gregorio, quienes conformaron la inolvidable pareja prestadora del servicio de salud, el negro Gregorio con la Ambulancia y Ja­cinta en la medicatura, no dudo en creer que Dios recibió en su seno al ne­gro Gregorio, quien para mi y sus otros amigos, vivirá en nuestros gratos recuerdo, y a ti Jacinta, que Dios te colme de bendiciones y permita que vi­vas muchos años con nosotros. No puedo dejar de mencionar a otras bue­nas y eficientes enfermeras de las cuales el pueblo les está agradecido, son ellas; Inocencia Gómez, Ana Crisanta Páez, Carmen Pérez, Josefina de Chávez y Berrarda Colina, (la Negra Colina), y en cuanto a lo médicos que han asistido a este pueblo, recordemos al Dr. Capobianco, al Dr. Borelly, Al Dr. Soler, al Dr. Pedrosa, al Dr. Pablo (Pablito), al Dr. Vellera, al Dr. Garcés, al Dr. Barrio, al Dr. Colombo y al Dr. Rómulo, entre otros.
Nuestro Padre Celestial, a sabiendas que los hijos de los moradores de Aparta­dero, requerían prepararse intelectualmente, ya que éstos serían los hombres y mujeres responsables de continuar la obra de progreso y desarrollo del pueblo que los vio nacer o que los albergó en su ceno, nos trajo la escuela Federal Rural Nº 3052, y posteriormente nos envió a Doña Carmelina Goizueta de García, insigne educadora, abnegada maestra de escuela, madre ejemplar y excelente amiga, que no tan solo nos impartió las enseñanzas de las letras y los números, si no que nos contagió el sentir del amor por el prójimo y nos moldeo para que fuéramos los padres del futuro y actuáramos con sentido de responsabilidad para con la familia, el trabajo, los amigos y los vecinos. Es por eso, que este servidor y demás exalumnos, padres y representantes super­vivientes, siempre la recordaremos con mucho cariño y en conmemoración a su gesta, logramos que la Gobernación del Estado Cojedes nominara con el nombre de Doña Carmelina Goizueta de García, la Escuela Básica de Cajobal de la población de Apartadero, como reconocimiento a la gran labor docente de esta educadora cojedeña, así mismo aprovecho esta tribuna para solicitar de sus exalumnos, pintores, escultores, poetas y escritores de los cuales estoy enterado de que existen muchos para que doten a la Escuela Básica Doña Carmelina Goizueta de García, de un lienzo con su efigie, una escultura de su busto, poemas y literaturas alusivos a su obra docente y cultural, al mismo tiempo que pido al cuerpo directivo, maestros, profesores, alumnos y personal administrativo de la Escuela Básica Doña Carmelina Goizueta de García, para que protejan, y custodien como suyos, la efigie, el busto, los poemas y demás literaturas recopiladas para que perduren en el tiempo y así los maestros, profesores y alumnos de los siglos venideros conozcan física e intelectualmente a Doña Carmelina y los méritos que dieron origen al homenaje imperecedero de su nombre, le siguieron con buen tino, Pedro Lartiguez, Leopoldo Molina, Carmen Gámez de Fernández, Gloria Franco de García, entre otros.
De los ex-alumnos de Doña Carmelina Goizueta de García, recordemos a Tomás Colmenares (Tomasito el ariguelo), Púlio Caicedo, Rosario Caicedo, Clemencia Caicedo, Eusebio Morales, Mario Morales, Alejandrina Morales, Jorge Lugo (Cara e puerco), Francisca Vallero, Ramona Vallero, Jacinto Vallero, Federico Velázquez, Elodia Velázquez, Nicolás Salas Colina (Colacho), Saúl Rodríguez Colina, Cointa Colina, Consuelo Colina, Carmen Arias, Carmen Acosta, Herminia Colina, (Nina) Berrarda Colina, (La Negra Colina) José Ulpiano Muñoz, Pedro Sán­chez (El Pescao), Apolinar Aponte, (polinario) Valerio Trade, Julián Trade, Dolores Trade, José Manuel Gámez (El Conejo}, Carmen Gámez, Heriberto Manzano, Eladio Manzano, Ramón Salcedo Arteaga, Ligia Salcedo Arteaga, Prospero Chávez, Pedro Mújica, Juan Pinto (El Capitán), Ana Angelina Páez, Crisanta Páez. Ramón Hernández, Juan José López (Lengua e Vaca) Luis Amado López, (El Perico) Juana López, Esteban García, Carlos García, Pastora Terán etc. etc.
De estos exalumnos algunos se hicieron profesionales, destacándose Nicolás Salas Colina (colacho) quien se graduó de Oficial de las Fuerzas Armadas de Cooperación, donde alcanzo la jerarquía de General de Brigada, Ramón Salcedo Arteaga, graduado de Comunicación Social y fue Presidente del Colegio de Periodistas Seccional Portuguesa, Carmen Gámez, graduada de Licenciada en Educación, ejerciendo la docencia por muchos años, otros desempeñaron importantes cargos en la Administración Publica Nacional, Regional y Municipal y todos en general constituyeron sus hogares formando una familia decentes.
Con la anuencia de los presente, voy a permitirme, hacer una mención muy especial, para elogiar a un abnegado educador, que aún no siendo nativo de Apartadero, se ha caracterizado por su constante preocupa­ción para que los niños, jóvenes y adultos de Apartadero, se capaciten inte­lectualmente, siempre ha estado presto para ayudar a todos aquellos estu­diantes que requieran de él, sus enseñanzas, éste insigne educador, fue fac­tor importante para lograr para Apartadero el Liceo Nocturno, ya que se dio a la tarea de estimular a los jóvenes y adultos con el nivel de educación pri­maria aprobada para que continuaran estudiando el nivel de educación se­cundario, levantó la matrícula y la consolidó, pagándoles de su propio pecu­lio, el costo de la inscripción a muchos de los aspirantes que no contaban con recursos económicos para hacerlo, es por eso que hay una gran canti­dad de jóvenes y adultos bachilleres que le están eternamente agradecidos, unos se hicieron profesionales y otros se están profesionalizando. Siento que ustedes saben a quien me estoy refiriendo con este retrato hablado, sí, él no es otro, que el educador Romualdo García, el popular maestro kiko, pero quiero dejar una alerta, Apartadero requiere de muchos kikos más. 
Apartadero era un pueblo pacífico, tan solo en las festividades en honor a su Patrona Santa Clara, se producían riñas que culminaban con saldos de aporreados con objetos contundentes o heridos con armas blan­cas, pero esto sucedía porque los moradores y consecuentes visitantes a es­tas fiestas, acumulaban todas las discordias que tenían a lo largo del año, para dilucidarlas en la misma, gracias a Dios que nunca se produjeron de­cesos que manchara los gratos recuerdos que tenemos de estas rumbosas fiestas patronales, fiestas que ocupó el cuarto lugar entre las mejores que se celebraban en el país, ubicadas en el siguiente orden; la primera se cele­braba en Naguanagua del Estado Carabobo, la segunda en Elorza del Estado Apure, la tercera en Araure del Estado Portuguesa y la cuarta en Apartadero del Estado Cojedes, posiciones dadas por los coleadores de toros, por los dueños de cuerdas de gallos de pelea y patrocinantes de juegos de envite y asar, bin­gos, basares y otras atracciones que comercializaban en las fiestas patronales que se celebraban en los distintos pueblos de Venezuela, muy tradicionales en aquel entonces, hoy, olvidadas en la mayoría de los mismo.
Hay algo que no puedo dejar de recordar y que estoy seguro que servirá de marco de referencia a las nuevas generaciones. Apartadero siem­pre a sido un pueblo amante de la democracia, nos gusta la democracia, re­chazamos las imposiciones y gobiernos de fuerza, es por eso que cuando el gobierno de Pérez Jiménez, sin tener el cuantitativo y cualitativo poder de­mográfico que tenemos hoy en día, sus habitantes votaron mayoritaria­mente en contra de ese gobierno, muchos sufrieron persecución y cárceles y con todo y eso en diciembre de 1.957, éste glorioso pueblo dijo no a la dicta­dura, volviendo a votar en contra del dictador Marcos Pérez Jiménez, cuando éste con su plebiscito, quiso perpetuarse en el poder. Nos gusta so­lucionar nuestros problemas pacíficamente en familia, es por eso que re­salto un hecho que ha marcado y seguirá marcado historia, cómo lo fue la escogen­cia del nombre del municipio Juan de Mata Suárez, hoy, Parroquia Juan de Mata Suárez, la opinión del pueblo estaba dividida en cuanto al nombre que se daría al naciente Municipio, la Asamblea Legislativa del Estado Cojedes, por intermedio de su presidente Sr. Luis Ramírez, nos recomendó que nos pusiéramos de acuerdo en el nombre, de lo contrario no dictaría el decreto que crearía el nuevo municipio, fue entonces que los líderes de las partes en pugna, ideamos convocar al pueblo para que votara por el nombre de su preferencia, entre Juan de Mata Suárez o Alegría, es digno de recordar como acudió masivamente el pueblo a convalidar con su voto el nombre del Mu­nicipio, triunfando cómo es lógico el nombre de Juan de Mata Suárez, no hubo absolutamente nada que lamentar a largo del proceso de votación ni en el acto de los escrutinios, sin la presencia de ninguna autori­dad civil ni militar realizamos esa gesta democrática, eso quiere decir, que si antes lo hicimos, preparémonos para que lo hagamos en el futuro, no per­mitamos que se nos impongan las cosas que debemos dilucidar nosotros.
Es posible que en este acto, estén presente los futuros concejales por Apartadero y los futuros Miembros de nuestra Junta Parroquial Juan de Mata Suárez, en tal sentido me voy a permitir recomendarles, que una vez que sean electos, dejen en sus casas la chaqueta que los identifica con el partido político por el cual fueron electos, y en la calle al igual que en la Cámara Municipal y en la Parroquial, sean trabajadores sociales por una misma causa, unidos y sin reservas, busquen las reivindicaciones para el pueblo, que no los divida la política partidista, los credos religiosos ni las odiosas tan llamadas clases sociales, primero debe ser el pueblo, después el pueblo y siempre deberá ser el pueblo, ésta aconseja, nos la legaron nuestros ducto­res Lucas Evangelista Navas, José Domingo Fernández y Ramón Ochoa, Uerredistas, Nicolás Salas y Gabriel Colina, Acción Democratistas y Barto­lomé Marchena, Copeyano, quienes a la hora de buscar reivindicaciones para Apartadero o sus pobladores, apartaban sin reserva sus diferencias polí­ticas y consolidaban un solo bloque de opinión en favor del pueblo, hasta que lograban sus objetivos, sin que esto significara que habían renunciado a sus sentimientos ideológicos.
Tengo la creencia, que nos estamos dejando arrastrar por las pa­siones políticas, religiosas o sociales, y éstas nos están dividiendo, no lo permitamos, unámonos y seguro que lograremos las cosas que necesita Apartadero y los caseríos satélites que conforman la pujante Parroquia Juan de Mata Suárez, para consolidar su progreso y desarrollo en general y así proporcionarle mejores condiciones de vida a sus habitantes, no deje­mos solitarios a nuestros actuales y futuros gobernantes, apoyémoslos en todo lo beneficioso para nuestra parroquia, aún, sacrificando posturas per­sonales importantes, por ejemplo, al inicio del próximo año 1996, debemos unirnos y emprender una fuerte lucha con miras a lograr a que nuestra Pa­rroquia Juan de Mata Suárez, sea elevada a la categoría de Municipio Autó­nomo, estoy seguro que si consolidamos una monolítica unión, saldremos victorioso, otros con menos atributos que los nuestros, lo han logrado ¿ porqué no lograrlo nosotros ? hagamos honor a nuestros fundadores que quizás los que han muerto y los que aún viven, no se imaginaron lo grande de la obra que emprendieron cuando tomaron la decisión de residenciarse en Apartadero y tomarlo como suyo y para sus descendientes, no desmaye­mos y tengan la seguridad que unidos venceremos, y concluyo mis palabras, con la frase de uno de los grandes estadistas del Continente Ameri­cano, cómo lo fue Don Rómulo Betancourt; adelante Apartadereños, por so­bre las tumbas, adelante Parroquianos.        

jueves, 14 de agosto de 2014

Glosario de Voces Indígenas de Venezuela por Lisandro Alvarado


Glosario de Voces Indígenas de Venezuela

Lisandro Alvarado


Lisandro Alvarado. Glosario de Voces Indígenas de Venezuela. Caracas, ediciones Victoria/ Manrique & Ramírez Ángel, 1921.
El trabajo de don Lisandro Alvarado “Glosario de Voces Indígenas de Venezuela”, es un aporte fundamental a los estudios de lexicología y lexicografía en Venezuela, cuyo balance aun esta por realizarse. Con escasos recursos, mucha voluntad y un exhaustivo método de registro, logró sistematizar un rico cúmulo de voces de origen autóctono a principios del siglo XX

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domingo, 3 de agosto de 2014

Introducción a Relaciones de las Misiones de los Padres Capuchinos en las Antiguas Provincias Españolas, hoy República de Venezuela, 1650-1817 por Fray Froylán de Rionegro


Introducción a Relaciones de las Misiones 
de los Padres Capuchinos en las Antiguas 
Provincias Españolas, 
hoy República de Venezuela, 1650-1817

Fray Froylán de Rionegro

RIONEGRO, Fray Froylán de (Comp.). Relaciones de las Misiones de los Padres Capuchinos en las Antiguas Provincias Españolas, hoy República de Venezuela, 1650-1817: Documentos Inéditos de los Siglos XVII y XVIII. Sevilla, Tipografía La Exposición, 1918. 2 tomos.


El estudio introductorio de este texto constituye una interesante visión en cuanto a la conformación de la mentalidad en el período colonial venezolano, desde la justificación de lo actuado por las órdenes religiosas. Es el primer trabajo de compilación documental dedicado íntegramente al problema de las misiones en Venezuela, aunque ya compilaciones anteriores habían realizado la reproducción de documentos sueltos sobre ellas, en ésta se hace el objeto de estudio principal. Se comentará la posición del autor con respecto a la labor misionera, establecida en las 175 páginas de la introducción, en el tomo primero.

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viernes, 1 de agosto de 2014

Las misiones capuchinas en los Llanos venezolanos. Apuntes para el estudio de san Carlos de Austria por Jean Carlos Brizuela


Las misiones capuchinas en los Llanos venezolanos. Apuntes para el estudio de san Carlos de Austria
Jean Carlos Brizuela

Jean Carlos Brizuela. Las misiones capuchinas en los Llanos venezolanos. Apuntes para el estudio de san Carlos de Austria. Mérida, Grupo de Investigación sobre Historiografía Venezolana/ Alcaldía del Municipio San Carlos  (Editorial Venezolana C.A.), 2013.
ISBN: 978-980-7657-006.



La investigación parte del estudio historiográfico de las Relaciones de las Misiones de los Padres Capuchinos en las Antiguas Provincias Españolas, hoy República de Venezuela, 1650-1817: Documentos Inéditos de los Siglos XVII y XVIII de Fray Froylán de Rionegro (1918); Los franciscanos Capuchinos en Venezuela de fray Baltasar de Lodares (1929) y Misión de los capuchinos en los llanos de Caracas de Buenaventura de Carrocera (1972), contextualizan el establecimiento colonial de San Carlos de Austria, esbozando a granes líneas la economía y la sociedad del siglo XVIII.
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