Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) II
Armando
González Segovia
Tomado
de Armando González Segovia. Historia Social de Cojede Un Pueblo de Misión en
los Llanos Occidentales de Venezuela. 1530-1820. Trabajo de Grado para optar al
Título de Magíster Scientiarum en Historia. Barquisimeto, Universidad Centro
Occidental “Lisandro Alvarado”-Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Instituto
Pedagógico de Barquisimeto “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, Programa Interinstitucional
de Maestría en Historia UCLA-UPEL-IPB. Maestría en Historia de Venezuela, 2006.
Capítulo V.
2. Economía y Comercio
En la
estructura social de los pueblos de misión se distinguen dos niveles de
producción una de subsistencia
y otra de mercado[1], para comercio con el Estado metropolitano o con otras zonas de la
provincia[2].
La primera permitía las condiciones mínimas de
vida, era fundamentalmente autárquica y los artículos que no se podían producir
en una zona eran adquiridos a través del mercado interno. Las técnicas de
producción tradicionales, fundamentándose en el “conuco” indígena o mestizo[3].
La economía de mercado era producción para
la metrópoli, cuya característica era de mayor tecnificación[4], en ella se encuentra: el cacao, el café, añil, tejido, algunos de
los cuales eran sometidos al riguroso monopolio del Estado metropolitano, a
través del Estanco, como ocurrió con el tabaco[5].
El
sistema misional iniciado sistemáticamente a mediados del siglo XVII –aunque
sus primeros intentos fueron el siglo anterior– y consolidado en el XVIII, fue
un método de colonización que parte del sometimiento ideológico para implantar
géneros con basado en reminiscencias de la economía indígena, a través de las
siembras y trojes de comunidad como forma de producción colectiva autárquica,
unida a la producción en gran escala a favor de la Iglesia y el Estado
metropolitano.
Inicialmente
los indios estaban obligados a trabajar sin paga, en forma de servicio personal
tres o cuatro días a la semana, y a los veinte años comenzaba el pago de
tributos, este proceso de consecución de mano de obra sin paga permitió que las
misiones se constituyeron en importantes centros generadores de riqueza[6].
Generar
un plusproducto o excedente que era apropiado por la institución eclesiástica y
el cual era comercializado en los mercados regionales por funcionarios
independientes de la orden religiosa y en muchas ocasiones por sus propias
vías, ya fuese el comercio legal o ilegal.
Este
tema-problema resulta un campo aun poco estudiado desde la perspectiva de la
historia-ciencia. La mayoría de las investigaciones son desde la perspectiva
idílica y religiosa o vinculada al positivismo. Escasas son las investigaciones
desde la óptica económica y social[7], constituyen excepciones los trabajos de Arturo Cardozo[8],
Luis Ugalde[9] y Marcos Andrade Jaramillo[10].
Desde
comienzos del siglo XVIII los misioneros tenían autorización para tener hatos
de ganado vacuno y caballar, plantaciones de maíz, café, cacao o cualquier
fruto “siempre en beneficio de los indios que tenían la propiedad de todo,
aunque los religiosos tuvieron la administración”[11]. Esta Cédula del 5 de agosto de 1702, el gobernador de Venezuela
junto a Fray Marcelino de San Vicente, religioso capuchino y Prefecto de las
misiones resolvieron “de uniforme consentimiento” que para beneficio de los
indígenas convenía “que se plantasen algunas haciendas de cacao” o que se “hicieran
conucos de maíz” y que con los frutos de la cosecha “se solicitaran yeguas de
vientre, cuyas haciendas estén en nombre de los Padres que los gobiernan...”[12].
Los misioneros
dejan claro que de niguna manera tendrán propiedad “... pues esta debe ser de
los indios y su producto debe ser distribuido entre ellos, por semana o a los
tiempos más oportunos...”[13]. Esta figura donde los propietarios son los indios pero aparece en
nombre de los padres, constituye una propiedad ficticia, donde las ganancias
eran usufructuadas por los administradores.
Estima
Pedro José de Olavarriaga que para 1720-1721 la jurisdicción de la Villa de San Carlos producía
aproximadamente de 1.500 a
2.000 arrobas de tabaco, de las cuales se consumen 500 “y las 1.500 pasan a la
costa”, mientras en quesos otras 2.000 arrobas “que se distribuyen en la Provincia”, mientras que
en cueros salen “3.000 reses todos los años” los cuales “pasan a los
holandeses, unos en zurrones y otros en pelo”, mientras que el algodón se
produce poco[14].
Afirma
que no tiene cacao, porque la tierra no es apta para ello, y llegan unas 200
fanegas al año que vienen de la costa marítima como Guaizaga, San Esteban,
Patanemo, Ocumare, Morón y Alpalgatón “de cuyos parajes algunos vecinos de
aquella villa tienen haciendas” y quienes no tienen llevan a estos puertos
ganado en pie, carne salada, sebo, manteca, quesos y cueros” retornando de allí
el cacao que necesitan. Las 4.000 reses consumidas anualmente en la
jurisdicción de Barquisimeto provenían de San Carlos y Guanare[15].
A
mediados del siglo XVIII, se afirma que en la misión de Cojede se produce,
buenos pastos para ganado. Los indígenas son muy hábiles para la construcción y
manejo de canoas, y “como también las vegas que goza del Río, tiene muy buenas
y fecundas tierras para sembrar maiz, yuca, frixoles y tabaco”, aunque las
corrientes del río arrasan las cosechas casi todos los años.
Cuando
hay cosechas buenas se puede mantener el pueblo y “ayudan con las sobras para
la manutención de los Pueblos pobres e indios recién convertidos”; también se
cultiva algodón, ganado mayor, mientras que el tabaco que se produce va a la
factoría de Puerto Cabello, “el algodón y el tabaco sirve de ayuda para
abastecer de carne, y herramientas y darles algún vestuario a los indios”[16].
Para
julio-septiembre de 1745, fray Isidoro de Sanlúcar ratifica que en Cojede y
Turén se produce tabaco, mientras que en San Francisco Javier de Aguas de
Culebra se cultiva cacao y que “estos frutos se venden para ayuda de jornadas y
mantenerlas misiones pobres y a los religiosos ancianos e imposibilitados, y
que ni aún para esto alcanza por las cortas cosechas y el poco valor que tiene
los frutos”[17].
En
1764, la descripción de Joseph Luis de Cisneros refiere que los frutos de El
Pao son hatos de ganado mayor, yeguas, mulas, quesos, estos ganados los
“conducen a los Valles de la
Costa del Mar”, mientras que el consumo de víveres es cercano
a los cuatro o cinco mil pesos anuales[18]. De los frutos de San Carlos refiere hatos de ganado vacuno, cuyos
dueños llegan a tener treinta y cuarenta mil cabezas, muchos desconocen cuantos
tienen, quesos de diez o veinticinco arrobas; también se producen en abundancia
mulas que sirven para transportar los frutos a Caracas, Puerto Cabello, San
Felipe, Coro porque “tienen comercio con toda la Provincia”[19]. Para 1770, en la población de Cojede “abundan los comestibles y
demás cosas preciosas para las santas campañas”[20], sin precisar cuales de son esos “abundantes comestibles” ni menos
aun las cantidades.
Los
misioneros deliberadamente no daban a conocer las proporciones de producción ni
de comercio, puesto que mientras más desconocimiento hubiese al respecto, el
beneficio de lo producido podía pasar a sus manos sin nadie solicitase cuentas.
Esta es una muestra evidente del proceso de comprensión de las fuentes para
establecer una aproximación un hecho histórico, donde hasta el silencio de los
documentos es susceptible de ser “leído” e interpretado[21].
El
Obispo Martí[22] refiere que en Caramacate se producía “cacao, caña dulce,
tabaco, maís”, así como “algunas labranzas y hatos de ganado vacuno, de mulas y
de caballos”; mientras que en la Boca del
Tinaco o El Baúl “maís, yuca, arros, algodón, caña dulce, pues hay algunos trapichitos
de mano, plátanos, frixoles y otros frutos, mucha miel, cacao, ganado bacuno”.
En el Pao “producen yuca, plátanos, maís, arros, batatas, algodón, y quanto se
siembra y el cacao también se da, como se verifica en algunos arbolitos.
También produce caña dulce. Este río tiene pescado” y estima que puede
producirse añil.
De Tinaco afirma que los rubros que
existen son “maís, yuca, maís [sic], frixoles, arros, plátanos y todo lo que se
siembra. Antes del estanco hazían acá buen tabaco”, mientras que en Tinaquillo se encuentra “maís, yuca, plátanos, arroz, algodón, y algunas legumbres”. En San Joseph de Mapuey “maís, yuca, batata, caña dulce, y tienen los indios sus matas de caña
dulce, y tienen trapiches de mano. Produce algodón, tabaco cacao, pues no
faltan algunos arbolitos, frixoles”, también ganado vacuno, mulas y caballos.
En El Jobal o
Lagunitas “maís, plátanos, caña dulce, arros y raizes, cacao,
pues algunos tienen sus arbolitos de cacao”, en los campos tienen sus
sementeras así como ganado vacuno, mulas y caballos, mientras que de San
Carlos comenta la existencia de “Caña dulce, y
principalmente Hatos de Ganado Vacuno, de Mulas, y de Caballos”. De Cojede
refiere Martí la producción de cacao, añil, algodón, tabaco, frijoles, maíz, y
que los indios que habitan en los campos “tienen sus labranzas y hatos de
ganado vacuno, de mulas y de caballos”[23]. Aunque la producción de
bestias debió ser grande, tanto por la necesidad de alimentación y consumo –se
estima una res y dos fanegas de maíz por cada cien habitantes–.
Otros testimonios documentan la producción ganadera. Una vecina del
pueblo de nombre María de la Candelaria
Becerra refiere en el testamento fechado el 31 de marzo de
1769, que Martín Benavente y Bernardo Carpio, ambos vecinos de Cojede, le deben
una yegua cada uno, mientras Fray Antonio Xaeen, Presidente de esa misión,
cuatro mulas[24]. Es decir, la cría de mulas, yeguas y caballos, era
común en estas tierras.
Aunque el volumen de documentos misionales es grande,
la información proporcionada sobre aspectos económicos es poca y superficial,
aunque el pueblo historiado se consideraba como “el mayor de las misiones” de
los llanos hasta 1725[25], los datos revisados apenas si permiten un
acercamiento a la economía que allí se desarrollaba. Esto se debe a que la
administración estaba clara que mientras más divagaba en estos aspectos, más
complejo era para rendir cuentas, es decir a menor información, más
desconocimiento sobre el estado real de los ingresos y egresos.
Se
distingue entre los rubros de exportación o comercio externo:
cacao, tabaco,
algodón, ganado vacuno, añil,
mulas, y de caballos. Mientras que los de consumo y mercado interno son: maíz, caña dulce,
trapiches de mano,
yuca, arroz, plátanos, frijoles y otros frutos, mucha miel, batatas, pescado y
legumbres.
Cuadro Nº 16
Producción de exportación y consumo en la
jurisdicción de San Carlos, siglo XVIII
Exportación
|
Consumo
|
cacao, tabaco, algodón, ganado vacuno, añil, mulas, y de caballos, carne
salada, sebo, manteca, quesos y cueros
|
maíz, caña dulce, trapiches de mano, yuca, arroz, plátanos, frijoles y otros frutos,
mucha miel, batatas, pescado, legumbres
|
Fuente: Documentos del
Obispo Martí. Elaborado por: Armando
González Segovia.
La
producción de ganado mayor era importante en la jurisdicción de San Carlos, en
1768 se estimaba una producción en El Pao era de catorce mil (14.000) reses,
cuatro mil (4.000) caballos, dieciséis mil (16.000) yeguas, quinientas (500)
mulas, mil (1.000) burros[26].
El
comercio de mulas era significativo, ya que era el animal de carga. Se criaban
mulas en el Valle de Cocorote, Taría, San Carlos, San Jaime, Barquisimeto,
Guanare, San Felipe, Carora, Coro, Ospino y Araure[27]. Algunos productores llegaron al punto de hallarse angustiados por
la escasez de mulas para sacar sus frutos como los pobladores de Aroa quienes
necesitaban transportar sus productos hasta Puerto Cabello[28].
Brito
Figueroa considera fundamental la producción ganadera porque las características
de la población indígena llanera, favoreció la consolidación de esta economía
para la segunda mitad del siglo XVII, manteniendo una relación comercial sólida
con los pueblos de la costa[29].
La afrimación
es parcialmente cierta considerando que San Carlos –que por lo demás era una
villa y no un pueblo– se estableció en 1678[30], pero indiscutiblemente el desarrollo agropecuario fue acelerado en
el siglo XVIII.
Para
1789 había un total de 135 hatos donde se producía en trece lugares de la
provincia un total de 1.171 mulas, 38.520 caballos y 192.748 reses[31]. Esta cantidad de hatos de San Carlos, solamente era superada la
jurisdicción por Santa María de Ipire y San Sebastián de los Reyes; en la de
mulas por Calabozo y Coro; en caballos y reses por Santa María de Ipire. El
cuadro siguiente muestra la producción ganadera a finales del siglo XVIII:
Cuadro Nº
17
Producción
de ganado mayor a finales del siglo XVIII
Sitio
|
Hatos
|
Mulas
|
Caballos
|
Reses
|
Araure, villa de
|
65
|
329
|
4.034
|
39.500
|
Barquisimeto, ciudad de
|
3
|
|
24
|
490
|
Calabozo, Villa de
|
116
|
1.872
|
26.552
|
67.455
|
Carora, ciudad de
|
25
|
182
|
587
|
4.135
|
Coro, ciudad de
|
95
|
1.312
|
5.735
|
22.136
|
Guanare, ciudad de
|
53
|
390
|
7.457
|
27.790
|
Nirgua, ciudad de
|
13
|
15
|
448
|
5.500
|
Puerto de Orituco
|
20
|
|
260
|
6.800
|
Río Tocuyo
|
11
|
161
|
553
|
3.500
|
San Carlos, villa de
|
135
|
1.171
|
38.520
|
192.748
|
San Sebastián
|
138
|
1.077
|
16.896
|
11.030
|
Sta. María de Ipire
|
183
|
995
|
43.506
|
207.114
|
Tocuyo, ciudad del
|
6
|
47
|
254
|
985
|
|
863
|
7.551
|
144.826
|
589.183
|
Fuente: IZARD, Miguel.
“Ya era hora de emprender la lucha para que en el ancho feudo de la violencia
reinase algún día la justicia”. Barcelona-España, Boletín Americanista, año
XXVI, 1984. Elaborado por: Armando
González Segovia.
La producción de ganado mayor en la jurisdicción de San Carlos
representa, en comparación con la producción de otros doce lugares de la
provincia, el quince punto seis por ciento (15, 6%), de los hatos existentes;
el quince punto cinco por ciento (15, 5%) de la producción de mulas; el
veintiséis punto seis por ciento (26,6%) de la caballar y el treinta y dos
punto siete por ciento de las reses.
Para
1791, se estima que en la jurisdicción de San Carlos “...existían alrededor de
mil seiscientos criadores, los cuales disponían para su uso de mil setecientos
hierros...”[32], donde los pobladores de la villa poseían dos o tres hatos con
crecido número de animales. Se contabilizan 199 criadores en este censo con un
total de 93.204 animales de cría[33], mientras que El Pao en 19 hatos contabilizaba 49.550 animales[34]. Se conformaba así un bloque pecuario integrado por “...San
Sebastián de los Reyes, Valencia, Guanaguanare, San Carlos, Araure, Ospino, y
llegan a los llanos con los criadores, igualmente el ganado procedente de
Barinas, Calabozo y la Villa
de San Jaime”[35].
A las
mujeres indígenas se les inducían al trabajo de tejer, hilar y “todas las demás
cosas de su bien espiritual”[36]. Se estima que para mantener una población de cien personas:
hombres, mujeres y niños, se requería por cada día un toro o vaca y dos fanegas
de maíz, con un valor aproximado de doce pesos, a lo cual hay que agregar
gastos en “vestuario, herramientas de hachas, tacises, calabozos, etc.”, para
cortar madera y fabricar las casas y hacer los sembradíos[37]. Al aplicar estos calculos en Cojede, se obtienen los resultados
expuestos en el siguiente cuadro:
Cuadro Nº
18
Consumo
de Alimentos en Cojede, siglo XVIII
Años
|
Hab.
|
Ganado
|
Maíz/
fanegas
|
Costo/día
|
Inversión anual
|
1701
|
151
|
1,51
|
3,02
|
18,12
|
6.613,80
|
1702
|
172
|
1,72
|
3,44
|
20,64
|
7.533,60
|
1725
|
900
|
9
|
18
|
108,00
|
39.420,00
|
1735
|
449
|
4,49
|
8,98
|
53,88
|
19.666,20
|
1741
|
940
|
9,4
|
18,8
|
112,80
|
41.172,00
|
1745
|
190
|
1,9
|
3,8
|
22,80
|
8.322,00
|
1748
|
494
|
4,94
|
9,88
|
59,28
|
21.637,20
|
1751
|
637
|
6,37
|
12,74
|
76,44
|
27.900,60
|
1758
|
869
|
8,69
|
17,38
|
104,28
|
38.062,20
|
1761
|
842
|
8,42
|
16,84
|
101,04
|
36.879,60
|
1764
|
1.198
|
11,98
|
23,96
|
143,76
|
52.472,40
|
1779
|
1.311
|
13,11
|
26,22
|
157,32
|
57.421,80
|
1799
|
1.743
|
17,43
|
34,86
|
209,16
|
76.343,40
|
Total
|
1.187,52
|
433.444,80
|
Fuente: ARCHIVO
ARQUIDIOCESANO, Matrículas Parroquiales, documentos misionales. Elaborado por: Armando González
Segovia.
En el
siglo XVIII se invirtió un promedio de 433.444,80 pesos en alimentación de la
población de Cojede, fuera de lo necesario para herramientas de trabajo y
vestuarios. Observándose que hasta mediados del siglos era oscilante la
inversión, en proporción a los habitantes, cuyos índices cambiaban por ser ésta
la misión desde donde partían las “expediciones” o “jornadas”.
Cuadro Nº
19
Consumo
de la misión de Cojede, siglo XIX
Años
|
Hab.
|
Ganado
|
Maíz/
fanegas
|
Costo/día
|
Inversión anual
|
1801
|
1.711
|
17,11
|
34,22
|
205,32
|
74.941,80
|
1802
|
2.012
|
20,12
|
40,24
|
241,44
|
88.125,60
|
1803
|
1.777
|
17,77
|
35,54
|
213,24
|
77.832,60
|
1804
|
1.779
|
17,79
|
35,58
|
213,48
|
77.920,20
|
1805
|
1.815
|
18,15
|
36,3
|
217,80
|
79.497,00
|
1806
|
1.922
|
19,22
|
38,44
|
230,64
|
84.183,60
|
1807
|
1.897
|
18,97
|
37,94
|
227,64
|
83.088,60
|
1808
|
1.895
|
18,95
|
37,9
|
227,40
|
83.001,00
|
1809
|
1.924
|
19,24
|
38,48
|
230,88
|
84.271,20
|
1811
|
1.471
|
14,71
|
29,42
|
176,52
|
64.429,80
|
1812
|
1.512
|
15,12
|
30,24
|
81,44
|
66.225,60
|
1813
|
1.597
|
15,97
|
31,94
|
191,64
|
69.948,60
|
1816
|
1.546
|
15,46
|
30,92
|
185,52
|
67.714,80
|
1817
|
1.529
|
15,29
|
30,58
|
183,48
|
66.970,20
|
1818
|
1.558
|
15,58
|
31,16
|
186,96
|
68.240,40
|
1819
|
1.513
|
15,13
|
30,26
|
181,56
|
66.269,40
|
1820
|
1.459
|
14,59
|
29,18
|
175,08
|
63.904,20
|
|
|
|
|
|
1.266.564,60
|
Fuente: ARCHIVO
ARQUIDIOCESANO, Matrículas Parroquiales, documentos misionales. Elaborado por: Armando González
Segovia.
Para
las dos primeras décadas del siglo XIX, se denota un incremento en la
población, y por consiguiente un aumento en los costes de alimentación de ésta,
para entonces ya cosolidada, a pesar de la crisis política que vivía la provincia,
se incrementó hasta 1.266.564,60 pesos el valor de la manutención de la
población que residía en Cojede, para entonces las “entradas o
jornadas” habían disminuido pero se había consolidado la explotación de añil y
tabaco, la cual requería mayor mano de obra. En los ciento veinte años de
estudio de la misión (1700-1820), se invirtió un total de un millón setecientos
mil nueve pesos con cuarenta centavos (1.700.009,40), solamente en gastos de
ganado y maiz.
El
cultivo del tabaco era libre y podía hacerse en grandes o pequeñas porciones, a
mano. En cédula real del 24 de junio de 1777 se ordena el establecimiento o
venta exclusiva de este producto, y dos años después comenzó a cumplirse
quedando prohibida la siembra, siendo exclusividad real los cultivos
realizados. El estanco del tabaco, entonces, era una medida económica que
convertía el cultivo y el comercio de esta planta en una empresa del Estado
metropolitano. Puede considerarse un cultivo de explotación o comercio
exterior. Debe cuidarse la preparación de la tierra[38], realizando los deshierbes y protegiéndolos de los animales que le
afecten[39] hasta su maduración.
El
tabaco está en maduración cuando se llena de hojas y adquiere un color entre
azul y verde. Madura cuando “una mancha azuluzca se le forma en el sitio donde
la hoja se le une el tallo, generalmente hacia el mes de diciembre”.
Existían
dos tipos de tabaco: cura seca y cura negra. El primero recibe su nombre de ponerlo
a secar en un cobertizo, de manera que pierda el contacto con el aire, la
tensión de la hoja y el color verde, poniéndose amarillo, suave y flexible para
quitarle la vena; el cura negra difiere en que “la primera fermentación al sol
y bajo hojas verdes, con pesos que aumente la compresión”.
Esta
era la primera división para los precios: cura seca o cura negra, luego cada
una tiene tres clases, los costos varían bastantes uno de otro[40].
Cuadro Nº 20
Precio por quintal de tabaco, a principios
de 1800
Cura
seca
|
Pesos
|
Cura
negra
|
Pesos
|
Primera clase
|
11
|
Primera clase
|
10
|
Segunda clase
|
10
|
Segunda clase
|
8
|
Tercera clase
|
7
|
Tercera clase
|
3
|
Fuente: DEPONS,
Francisco. Viaje a la Parte Oriental de
Tierra Firme. Caracas, Academia Nacional de la Historia. impreso en la Tip. Americana,
1930.
Cuando se creó la
Intendencia de Hacienda, el 8 de diciembre de 1776, se ordenó
extender el Estanco del Tabaco de las Gobernaciones de Venezuela, Maracaibo,
Cumaná, Guayana, Isla de Margarita y Trinidad, los cuales pasaban el cultivo y
mercadeo del tabaco a la
Administración de la Corona, lo cual constituyó uno de los principales
propósitos de la Intendencia. El
primero de mayo de 1779 comenzó a regir el Estanco en Venezuela, la cual
integraba todas las etapas del ciclo productivo, desde la preparación del
suelo, la siembra, cosecha y comercialización o distribución en el mercado.
El
estanco del tabaco[41] mantuvo un trato especial con los pueblos de Misión. Allí se podía
cultivar esta planta sin las restricciones del Estanco, quedando facultado para
hacer el pago de tributos en tabaco, el cual se usaba debido a la carencia de
monedas, basándose en el cambio o trueque.
La Provincia de Venezuela fue dividida en 25 departamentos, entre los cuales se
hallaba el de San Carlos, donde el administrador del Estanco ganaba el 5 por
ciento del total vendido en el año. Los tipos de tabaco que se cultivaba en
Cojede era el cura seca, que era el de importación y para 1822 se refiere el
consumo del tabaco moho. El ascenso de los empleados era por promoción, como
sucedió en 1803 con Juan Neponuceno Muñoz quien pasó a ocupar el cargo de
Manuel Valdéz Iarza, teniente visitador de ronda del partido San Carlos. Para
1816, era administrador subalterno de San Carlos, Don Simón Azparren y teniente
visitador del resguardo Don Juan Francisco Echenagucia.
El
Resguardo de San Carlos comenzó a funcionar con tres guardias sin montura más
un cabo y luego fue convertido en un cuerpo montado de cinco hombres. En el
Paso Real de Cojedes funcionó un Estanquillo, es decir, una venta al detal o
mercadeo “para que los más pobres puedan adquirir lo que necesiten con los
demás comestibles de preciso uso” como puede verse el tabaco se consideraba
producto de primera necesidad.
El 19
de abril de 1808, a
mediodía fue asaltado el citado Estanquillo del Paso Real de Cojedes, y se
llevaron ochenta y ocho (88) pesos correspondientes a la renta del tabaco[42], pero no tocaron el tabaco en ramas y en polvo que había. De allí
surgió la necesidad de extinguir o cambiar este estanco a un sitio mas
protegido. Con la Guerra
de la Independencia
se consideró que este paso era estratégico para la seguridad de la provincia y
se planteó la necesidad de permanecer allí las tropas reales manteniéndolas con
las rentas locales del Estanco de Tabaco de San Carlos.
A
fines de 1814 Dionisio Franco, Gobernador Militar Real, “dio instrucciones a los
Administradores de tabaco de Barquisimeto, el Tocuyo y Carora para que
remitieren a la Villa
de San Carlos todos los productos sobrantes con el objeto de socorrer las
tropas que se habían establecido en aquel punto”.
En la
segunda década del siglo XIX, el Estanco del Tabaco se hallaba en decadencia,
se había incrementado a proposiciones gigantes el comercio clandestino, por la
circunstancia creada por la
Guerra de Independencia y ya no había medios para contener la
situación planteada y los recursos no son suficientes para cortar de raíz el
mal, pues a la sombra de libertad, los pueblos creyeron que podían cosechar
libremente su tabaco y venderlo. Ya no había forma para contener el desorden en
todas partes, tanto donde existían los resguardos como Villa de Cura, San
Carlos y Calabozo, como en los lugares donde no existían estos resguardos[43].
En
territorios donde estuvo situada la antigua misión de Santa Clara de
Caramacate, cercana de Cojede –donde hoy está la población de Apartadero, en la
vía hacia el caserío Aroita–, en terrenos de la posesión de la familia García,
se ubica un tanque que sirvió para el procesamiento del añil. El añil es una
graminea que fue de gran importancia en el comercio de finales del siglo XVIII
y principios del XIX, era utilizada para hacer pinturas para teñir telas, a las
cuales daba un color azul o azulado.
Se
cultivó en diferentes tipos de terrenos. Agustín Codazzi refiere que para de
cultivar esta planta se requería de una tierra ligera y un clima cálido, por
eso se cultivó en lugares llanos y extendidos. Era degradante. “La planta de
añil más que otra alguna empobrece el suelo donde se cultiva por muchos años”.
Se sembraba aproximadamente a una profundidad de siete a quince centímetros (7 a 15 cm). Antes “la tierra debe
haber recibido agua o si no la lluvia debe recibirse inmediatamente después de
la siembra”, pues de otra manera se calienta y se pudre perdiéndose el trabajo
realizado.
A los
tres meses el añil está adecuado para cortarse, lo cual se hace a una altura de
dos y medio a tres centímetros (2,5
a 3 cm)
del suelo “cortarlo más arriba retardaría los pimpollos del segundo corte e
impediría su crecimiento completamente”. Del añil lo aprovechable es la hoja,
la cual contiene tintes colorantes que se deben extraer por fermentación,
siendo necesario escoger la época hay mayor cantidad, cuando están floreciendo,
ya que después produce poco tinte de añil[44].
Alejandro
de Humboldt, estima que desde 1774 hasta 1796, se exportaron por el Puerto de La Guaira un total de 4.604.238 libras
de añil, cuyo procesamiento se realizaba en tanques o artesas, donde se recibe
la yerba para que se pudra, cada una de estas artesas o tanques tiene 15 pies (12,54 m) en cuadro por 2 ½
(2, 09 m)
de profundidad[45].
En los
lugares donde no existían máquinas para el procesamiento mecánico del añil,
como el descrito por Humboldt, era tranformado por el trabajo de los esclavos o
indígenas, quienes eran “sumergidos hasta la cintura en aquellos tanques llenos
de agua, o lejía que además de su frialdad tiene el mismo de los tintes, que no
puede ser provechoso para la salud”, como describió Juan Agustín De la Torre a finales del siglo
XVIII[46]. Allí debieron haber perecido bajo la mirada inclemente del caporal
del hato o hacienda muchos esclavos y aborígenes.
Una
fanega de tierra producía alrededor de ochocientas (800) libras, lo que
equivale a 368
kilogramos. A mediados del siglo XIX, refiere Codazzi,
que se cotizaba a un precio de 10 reales, lo cual totaliza mil (1.000) pesos
anuales. Pero ya para la tercera década del siglo XIX el añil había comenzado a
ser reemplazado por el prusiato de hierro[47],
lo cual hizo que este cultivo cayera en al encontrarse un sustituto más
económico.
Esta
producción representa el auge comercial de la jurisdicción de la Villa de San Carlos de
Austria, con los pueblos de la costa “bajan a puertos con sus frutos de ganado
en pie, carne salada, sebo, manteca, quesos y cueros, de donde llevan de
retorno lo que han de menester para sus casas o para vender”[48], los cuales pasaban a la costa y valles de Barquisimeto, mientras
que los “cueros pasan a los holandeses unos en zurrones y otros en pelo”[49].
El
comercio legal en la zona fue desarrollado gracias a las vías fluviales. En los
documentos de la
Intendencia de Ejército y Real Hacienda, creada en 1776 con
la finalidad de reorganizar y sistema fiscal y conseguir un aumento en las
rentas reales. Se reporta para la zona de San Carlos, la Fragata “El Correo del
Puerto” que viajó desde la
Guaira, se hizo embarcar por cuenta de la Real Hacienda cien
fanegas de cacao, once de zurrones, con 123 libras (56,5 kg.) de añil peso
bruto y 239 petacas de tabaco cura seca (para importar) desde los sitios de
Guanare y San Carlos; cinco años después fue nombrado como “Juez rector y
exector” de la Villa
de San Carlos de Austria, El Pao y pueblos y lugares de ese partido a Don Luis
Vindiboxel, vecino de Valencia. Incluso, para 1822, todavía existían en San
Carlos una Administración Subalterna y una Ronda Montada del Estanco del
Tabaco, ese año le fue entregada a la Administración General
de Caracas 18.591 pesos y al año siguiente 14.423 pesos[50].
La
protesta contra el monopolio comercial de la Compañía Guipuzcoana
se manifestó en diversas circunstancias como el levantamiento de Juan Francisco
de León que abarcó todo el territorio de la provincia de Venezuela[51], con una importante connotación en la jurisdicción de la villa de
San Carlos de Austria, donde contó con apoyo diverso de civiles y religiosos[52]. El capitalismo mercantil y la naciente burguesía que se sustenta
de esta actividad, requería de la consolidación de la libertad de mercado para
su consolidación.
El
régimen de libre comercio se inició hacia 1765 en Nueva España con las Islas de
Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad y Margarita, luego extendido hacia
Nueva Granada y Perú y Bueno Aires. A partir de 1792 se facultó a los barcos
que zarparan de España con destino a Veracruz para que pudieran, a su regreso,
hacer escala en Venezuela llevando harina y otros productos, así como los que
adquiriesen por la venta del cacao y al año siguiente “se había servido
declarar libre comercio de Caracas con Nueva España, que hasta ahora ha sido
exclusivo de los vecinos y comerciantes de aquella provincia”, según Real
Cédula de 9 de junio de 1793[53]. Por este motivo un Obispo reformista como Mariano Martí solicita
la libertad de comercio alegando que en “esta provincia no puede menos excitado
de los mismos feligreses y por el impulso propio dirigido al bien espiritual y
temporal de ellos”, por lo que solicita a Su Majestad que considere la opción
del libre comercio[54].
Considera
Martí que el secreto de la prosperidad de la agricultura y la riqueza de los
pueblos es la libertad de comercio que permite “reparar la miseria” en que vive
la Diócesis
a su cargo. Un avezado observador como Martí, percibía el cambio que a nivel
mundial se gestaba con la revolución industrial británica, donde la
tecnificación daba al traste con la producción tradicional o preindustrial,
sufriendo un cambio social fundamental y donde las clases medias se encontraban
fuertemente mentalizadas hacia la comercialización. Estaba claro a 30 años del
inicio de la revolución industrial que la experiencia, tradición, sabiduría y
moralidad preindustriales no proporcionaban una guía adecuada para el tipo de
comportamiento idóneo de una economía capitalista[55].
Pero
además de ese comercio monopólico contra el cual se protestaba, también existió
un comercio ilegal o contrabando incentivado por el monopolio de la Compañía Guipuzcoana, primero y la Compañía de Filipinas
después. La existencia del monopolio comercial generó una contradicción entre
los terratenientes, que eran los productores y estaban sometidos a diversas
restricciones económicas y los comerciantes quienes servían de enlace a través
de la metrópoli con el mercado mundial. Esto promovió el contrabando,
especialmente el holandés, así como las rebeliones de los terratenientes.
Este
es el caso del zambo Andresote (1732-35), quien apoyado por los contrabandistas
holandeses, levantó indígenas y esclavos contra la Compañía Guipuzcoana
en la zona del río Yaracuy. Igualmente Juan Francisco de León (1749-52).
Entonces le correspondió a su hijo, Nicolás Cristóbal León, entregar la carta
al Cabildo de San Carlos para promover la expulsión de los representantes de la Compañía, teniendo
dificultades con el Alcalde Ordinario, Francisco García, y el Teniente de
Justicia, Pedro Tinoco, quienes eran partidarios y apoyaron la Compañía Guipuzcoana
y le tendieron una emboscada en la que Nicolás Cristóbal León casi pierde la
vida. Por estos motivos, a finales del siglo XVIII la Corona española se vio
obligada a adoptar una serie de reformas económicas en las colonias, siendo
consejero del Rey Carlos III José Campillo y Cosío.
Cuando
la rebelión de Andrés López del Rosario, conocido como Andresote, el Cabildo de
la ciudad de San Felipe, el 20 de agosto de 1732, se reúne para establecer
reglas para la permanencia y pacificación del país y evitar que se haga otro
levantamiento “como el que se está experimentando de los Negros y Mulatos
esclavos y libres de todos colores que a estos viziosamente se les agregaban”,
para ello solicitaban que todo negro o mulato sea obligado a traer su carta de
libertad con licencia de la
Real Justicia. En caso ser libre, de la parte de donde
saliere, en la que se explique, por certificación de los Alcaldes Ordinarios
“sus vidas y costumbres”, y en caso de no ser libertos, debían de traer su
propia licencia y certificación “debiendo ser esta de cualquier parte a donde
hubieren residido de dos meses arriba”, y asimismo lo zambos e indios debían
traer licencia de sus corregidores cuando salgan de los pueblos, explicando el
negocio por los que salen y el tiempo por el que fue concedida y que ningún
negro ni mulato esclavo salga sin licencia de su amo o mayordomo. Estas reglas
fueron también enviadas al cabildo de San Carlos y Guanare, donde fueron
igualmente aprobadas[56].
Ante
esta rebelión los misioneros toman parte activa a través de fray Salvador de
Cádiz, misionero apostólico y Procurador General de las misiones capuchinas de
la provincia de Caracas, quien hace presentación de los autos hechos por el
Teniente de Justicia Mayor de la ciudad de Nirgua, que contienen dos
testimonios autorizados sobre el pedimento del misionero al Cabildo de Justicia
y Regimiento de esa ciudad para “entrar a predicar a los negros que andaban
levantados” y otro del decreto despachado por el Gobernador y Capitán General
de esta Provincia don Sevn García de la Torre en el que le concedía
el perdón de su Majestad “a los negros que se reduxessen mediante la
predicación” y una certificación en la cual se afirma que los misioneros había
reducido ciento sesenta y ocho negros quedando la costa enteramente limpia de
ellos”[57].
El
contrabando es una forma comercio muy practicada por el margen mayor de
ganancias que proporcionaba. En 1746 pasaron más de cincuenta mil pesos en
géneros y víveres por la vía de los llanos hasta San Carlos. El contrabando era
trasladado por los misioneros hasta la región del Yaracuy, de allí pasaba a los
distintos puertos como Morón, Tucacas y Puerto Cabello. Luego era distribuido
hasta Curazao, Holanda o para Santa Fe de Bogotá.
La
inadecuada gestión político-administrativa de España, donde se destacaba el
aislamiento e insuficiencia de recursos que sufrió en la época la provincia de
Venezuela, convirtiéndose “...en una actividad típica, característica y
necesaria de la población venezolana, una parte de la cual será actor, otra
destinataria, en cualquier caso siempre beneficiaria...”[58]. Aunque los rastros de esta actividad marginal es difícil de
conseguir[59], puede hacerse una aproximación a ella. Los contrabandistas, entre
otros ingleses, franceses, holandeses y daneses, tomaban los cursos del río
Orinoco y sus afluentes, como el Apure, de allí al Portuguesa y el Cojedes –que
es el mismo Barquisimeto– hasta tomar o la vía del Nuevo Reino de Granada y
hacia la costa de Puerto Cabello o Tucaras por los holandeses[60].
El
comercio ilegal abarcaba mulas, tejidos, maderas, azúcar, especias añil, palo
de brasil, sal, metales preciosos[61], el ganado en general, la caña, el café entre otros y sus
derivados, los cuales “...se iban clandestinamente; con toda seguridad sabiéndolo
las autoridades metropolitanas locales, pero sin que lo encasillaran en sus
registros oficiales...”[62]. El contrabando de mulas era constante, en la jurisdicción de
Guanare, denuncian las autoridades municipales, que:
“...vienen
muchos Mercaderes que compran a los criadores anualmente los Muletos de sus
crías por sólo diez pesos cada uno y lo sacan de esta jurisdicción con pretexto
de criarlos en otra, y los acercan al Mar para venderlos a los extranjeros
furtivamente por cuarenta pesos cada uno de donde viene a resultar una especie
de comercio con los vecinos lucroso y con el Rey furtibo, pues a más de las
estrechas órdenes con que el Rey prohive el comercio con lo extranjeros tiene
el desmedro de los maravedíes reales...”[63]
Este
comercio ilegal o furtivo como le denomina el documento, denunciado por las
autoridades de Guanare debió ser general en los llanos cuyas características y
condiciones sociales eran similares, por ello afirman que “se hace casi
imposible atajar el envejecido vicio”, a cuyo comercio continúa la introducción
de artículos extranjeros que se traen a estas tierras. La ruta seguida llegaba
hasta Coro o Maracaibo desde donde pasaban a Aruba, Curazao y Bonaire[64]. Asumiendo que el comercio con la costa de Coro era perjudicial
porque incluía cualquier producto incentivando el comercio ilegal[65].
Aunque
el problema era general de los pueblos tierra adentro, se había silenciado, en
gran parte porque todos eran usufructuarios de este trato ilícito que permitía
obtener diversas mercancías que el Estado metropolitano español no proveía.
En una
requisa hecha por orden del Cabildo de Barquisimeto en el río Yaracuy, se
destruyeron varias canoas que eran usadas para el contrabando por los
misioneros. La autoridades del Cabildo de Barquisimeto acusaron al Procurador
de las Misiones de la provincia para ese año 1724 de promover el contrabando,
ya que el:
“...suso
dicho siempre se ha mantenido con el ilícito comercio continuando sus viajes a
las balandras de los extranjeros de la Real
Corona por haber vivido siempre con desenfreno no
correspondiendo a su buena sangre y ultrajando su persona en semejante
ejercicio...”[66]
Fray
Marcelino de San Vicente respondió a esta denuncia acusando a las autoridades
del Cabildo. Siendo unos tan contrabandistas como los otros no existía, en
forma alguna, motivo por el cual preocuparse. Afirmó entonces San Vicente que:
“...de
seis a ocho mil pesos envió a comprar ropas a la Balandra Jorge
Cristian holandés en las Tucacas que la llevó el dicho capitular, antes de
serlo, al reino de Santa Fe (Bogotá) y me dijo que había negociado con el
consulado para que pasasen por ropas de España y mucho más que por lo que está
litigando...”[67].
Por estos
motivos muchas veces fueron silenciadas las denuncias de contrabando. Era una
práctica generalizada en la colonia que se hacía con la complicidad de las
mismas autoridades. Sus causas fundamentales se encontraban en las limitaciones
e incapacidad de España para cumplir con los requerimientos de las tierras
allende el mar, pertenecían al Estado metropolitano por derecho de conquista pero
la falta de capacidad real para adoptar en estas tierras el sistema
socio-económico de la metrópoli, con el aislamiento de estas tierras aunados al
necesario consumo de la población que obligó de diversos productos “...así, si
institucionalmente Venezuela dependía en forma especial de España,
económicamente (y hasta la aparición de la compañía Guipuzcoana, en forma
indiscutible) dependió de Holanda...”[68].
La Guipuzcoana se crea para intentar romper esa dependencia económica conjugando
acciones comerciales y políticas para tal fin. No logró esta meta, siendo la
carencia de víveres, textiles, o simples ornamento de lujo “un mal endémico
venezolano”[69]. De esta manera, no es de extrañar que una
práctica tan común en el siglo XVIII, como fue el contrabando, hubiese sido
practicada por los misioneros, quienes tenían a su favor la producción de las
misiones y las facilidades de viajar por los caminos que conocían bien por la
realización de entradas o jornadas, la situación se había agudizado tanto para
comienzos del siglo XIX que se dio la potestad de comerciar con naciones amigas
aliadas y neutrales[70], lo cual es un logro para el capitalismo mercantil
en desarrollo.
[1] IZARD, Miguel. “La
agricultura venezolana en la época de transición 1777-1830”, en: Boletín
Histórico. Caracas, Fundación John Boulton, Nº 28, enero, 1972, pp. 81-145.
También refiere este hecho CENDES. Formación
Histórico Social de Venezuela. Caracas, CENDES, 1993. pp. 59-67, 74.
GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando y Eloisa FUENTES. Apuntes a la periodificación en la
historia de Cojedes. San Carlos, Boletín del Archivo Histórico del Estado
Cojedes, Nº 2, enero-marzo, 1995, p. 54.
[2] “En las haciendas, además de los frutos exportables, se producían
alimentos para comercializarlos, pero esencialmente para el alimento de los
propietarios y los esclavos…”, Ibid. p. 103.
[3] “La agricultura de subsistencias, generalmente en manos de los
indígenas y mestizos para su autoconsumo, era sumamente atrasada y tashumante,
como lo fue antes de la conquista y lo sigue siendo en la actualidad…”, Ibid.
p. 102.
[4] “Obviamente la agricultura de exportación estaba más tecnificada e
incluso en algunas haciendas mecanizada…”, Ibid.
[5] ARCILA FARÍAS., Eduardo. Historia
de un Monopolio el Estanco del Tabaco en Venezuela 1779-1833.
Caracas, Universidad Central de Venezuela- Facultad de Humanidades y Educación.
1977. 367 p.
[6] MEDINA RUBIO, Arístides. “La Sociedad Colonial”
en: Nueva Historia de Venezuela. Caracas, Grupo Editorial Venelibros,
2001, t. I, p. 126.
[7] “Las misiones fueron
establecimientos económicos muy importantes, y si bien su papel en el
desarrollo económico no se ha estudiado aún, nadie duda que gozaron de grandes
ventajas en el cuadro de un sistema lleno de restricciones, lo que seguramente
les permitió facilidades competitivas con otras explotaciones, aún de las
mismas regiones”, Ibid, p. 127.
[8] CARDOZO, Arturo. El proceso histórico de Venezuela. Caracas,
Ediciones del autor, 1986, t. I, pp. 283-296.
[9] UGALDE, Luis. Mentalidad
económica y proyectos de colonización en Guayana en los siglos XVIII y XIX/
El caso de la Compañía
Manoa en el Delta del Orinoco. Caracas, Academia de
Ciencias económicas y sociales, Serie Tesis 8-I y II, 1992, 2 t.s. Los aspectos
que, para efectos de esta investigación interesan se encuentran en el t. I;
este tesis doctoral, una de las obras donde se evidencia la influencia de
Federico Brito Figueroa; la misma proporciona un método de estudio para la
comprensión del problema de los pueblos de misión desde los aspectos económicos
y sociales, no se queda en recuentos de hechos exaltando –y en muchas ocasiones
exagerando– la labor de los misioneros, como la mayoría de los trabajos leídos, sino que vierte una
aproximación al problema social, económico, político además de la evidente obra
catequizadora.
[10] ANDRADE JARAMILLO, Marcos Ramón. El régimen de la tenencia de la
tierra en Upata. Caracas, Academia Nacional de la Historia, colección
Estudios, Monografías y Ensayos, Nº 159, 1993, pp.186. Dedica parte de su
trabajo al estudio y comprensión de las villas, tanto en Europa como en
Venezuela, diferenciando por dos tipos de villas: de misión y gobierno.
[11] CARROCERA, Fray Buenaventura de. Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas,
Academia Nacional de la
Historia, 1972, t. III, p. 61.
[12] Cédula del Gobernador de Venezuela por lo que autorizan en los
pueblos misionales haciendas de cacao y conucos de maíz, pero quedando en la
propiedad de los indios, aunque debían ser administrados por los misioneros
capuchinos, fechada el 5 de agosto de 1702. Ibid. 1972, t. II, p. 32.
[13] Cédula del gobernador del 5 de agosto de 1702. Ibid.
[14] OLAVARRIAGA, Pedro José de. Instrucción General y Particular del
Estado Presente de la
Provincia de Venezuela en los años 1720 y 1721. Caracas,
Col. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 76, ANH. 1965. p. 263.
[15] Ibid. p. 262, 279.
[16] Noticias del estado que han tenido y tienen estas misiones de
Capuchinos en la Provincia
de Caracas desde el año de 1658…, fechada en 1745; en: RIONEGRO, Fray Froilán
de. Op. cit. 1918. t. 2, p. 326, 327.
[17] Informes oficiales, datos estadísticos y matrículas de diez pueblos
de misión de los Llanos, dados por los respectivos misioneros encargados de
ellos, 1745. Documento publicado por CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1972, t. II, p. 366.
[18] CISNEROS, Joseph Luis de. Descripción Exacta de la Provincia de Venezuela.
Caracas, Col. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 149. ANH. 1981.
p.p. 144-145.
[19] Ibid. p.p. 148-151.
[20] P. Félix Cortés. Estado de la misión enviado al rey, 1 de junio de
1770, publicado por CARROCERA. Op.
cit. 1972. t. III. p. 155.
[21] BLOCH, Marc. Los reyes
taumaturgos. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 42.
[22] MARTÍ, Mariano,
en: Documentos históricos del estado Cojedes (segunda versión). San
Carlos, Gobernación del Estado-Instituto de Cultura del Estado Cojedes-Archivo
Histórico, 2000, edición en CD.
[23] Véase también: GUILLERMO, Eloy. Historia Estadística de Cojedes
(desde 1771). Decretada por el Gobierno del Estado en la conmemoración del
centenario de Venezuela. Caracas. Tipografía Americana, 1911, p. 81.
[24] “Yttn.
Declaro qe. Martín Venavente vecino de dho. Cobjede me debe una
yegua mansa y Bernardo el Carpio vecino de dho. Cobjede me deve otra yegua (...)
Yttn. Declaro qe. el dho mi marido le dio en su vida al dho Rdo. P.
Fray Antonio Xaeen, Pressidente de dha. Misión de Cobjede, cuatro vestias
mulares: dos por su funeral, entierro y sepultura y otras dos pr. el
funeral y sepultura mía y el ávito con qe. me he de enterrar...”, OFICINA SUBALTERNA DE REGISTRO PRINCIPAL DEL ESTADO COJEDES. Protocolos de San Carlos,
1769, libro 2º, parte 2º, folios 28-31.
[25] “Los Achaguas tenemos en el pueblo de San Diego de Cojede,
jurisdicción de la villa de San Carlos; es el mayor pueblo de las misiones; hay
en el gayones también guáricos y guaranaos, que no se han querido aparatar los
unos de los otros y están muy conformes…”, Relación de los progresos de las
misiones de capuchinos de la provincia de Caracas, enviada por el P. Marcelino
de San Vicente, 12 de abril de 1725, publicado por CARROCERA. Op. cit. 1972. t. II. p. 105.
[26] Villa de San Juan Bautista del Pao, en: ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, D.
Ángel de. Relaciones Geográficas de la Gobernación de
Venezuela. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República. 1954. p. 52.
[27] Ibid. p.p. 62, 70, 74, 78, 81, 149, 153, 162, 186, 197, 211,
213, 217.
[28] Ibid. p. 125.
[29] “En los llanos la ganadería se transformó en un elemento
fundamental de producción, favorecida por las condiciones del medio geográfico
y el desarrollo sociocultural de los pobladores indígenas de aquellas regiones,
cuyas actividades de recolección facilitaron la formación de una economía
ganadera primitiva de base pastoril-recolectora. En la segunda mitad del siglo
XVII el comercio de ganado mayor, cueros y sebo definía la vida social de
villas y pueblos como San Carlos, y sus habitantes luchaban porque no se
entorpeciera el intercambio que se mantenía con las poblaciones de la costa y
valles centrales del territorio venezolano”, BRITO FIGUEROA, Federico. Historia Económica y Social de Venezuela.
Caracas, Universidad Central de Venezuela/ Ediciones de la Biblioteca. 2000. t.
I. p. 70.
[30] GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando. ¿Cuándo se estableció San Carlos de
Austria?. Boletín del Archivo Histórico del Estado Cojedes, Nº 6. San
Carlos, enero-junio, 2002, pp. 77-85.
[31] IZARD, Miguel. “Ya era hora de emprender la lucha para que en el
ancho feudo de la violencia reinase algún día la justicia”. Barcelona-España, Boletín
Americanista, año XXVI, Nº 34. 1984, p. 77.
[32] PINTO C., Manuel. (Comp.). Un Censo Ganadero en 1771,
Contribución a la Historia
de la Ganadería
en Venezuela. Caracas, Edic. Presidencia de la República, 1980, p. 33.
[33] Ibid. p.p. 57-62.
[34] Ibid. p. 48.
[35] RODRÍGUEZ MIRABAL, Adelina C. La formación de latifundio
ganadero en los llanos de Apure: 1750-1800. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Colección
Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela. 222. 1987. p. 66.
[37] Noticias del estado que han tenido y tienen estas misiones de
Capuchinos en la Provincia
de Caracas desde el año de 1658…, fechada en 1745; en: RIONEGRO. Op. cit. 1918. t. 2, p. 253.
[38] Necesita una tierra grasa y húmeda para su cultivo, donde no se
estanque el agua, en almácigos de tierra rica, cercados para que no lo dañen
los animales, en los meses desde agosto hasta noviembre, regando la tierra
cuantas veces sea necesario, arrancando a mano las hierbas para que no le dañen
y a menudo es necesario resembrar en el terreno, se mulle la tierra para que
las lluvias disuelvan las sales de la tierra; luego se arranca la planta tierna
del almácigo, tratando de hacer el menor daño en el transplante. Se siembra en
hileras, separadas tres pies y medio una planta de otra, con una profundidad de
dos pies en tierra alta y pie y medio en las llanas. Las plantas se cubrían con
hojas de plátano para protegerla del sol y los aguaceros, resembrando a los
cuatro días las plantas dañadas, DEPONS, Francisco. Viaje a la
Parte Oriental de Tierra Firme. Caracas, Academia
Nacional de la Historia,
impreso en la Tip.
Americana. 1930. traducción de Enrique Planchart. p.p. 273,
274.
[39] También
debe deshierbarse cada vez que sea necesario, así como protegerlo de los
gusanos: el llamado caña, se aloja en el cogollo y se corta más bajo que la
parte afectada; mientras que la rosca se esconde en la tierra de día y sale de
noche, se combate con cal. El chinche de monte le daña con la transpiración,
haciendo que languidezca la planta. La mariposa llamada palometa se amodorra en
la mata. Un escarabajo llamado arador desde la tierra se alimenta de la raíz
del tabaco, pero el más temible es el gusano de cuernos, que es capaz, en una
noche de devorarse una hoja de tabaco, Ibid. p. 275.
[41] Véase: ARCILA FARÍAS, Eduardo. Op. cit.
[42] A.G.N. Renta del Tabaco, T. LXXXV, fol. 85.
[43] A.G.N. Carta al Intendente General. Caracas. 16 de febrero 1821.
Gran Colombia, T LXXX, fol. 16. GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando. Op. Cit.
[44] “Ordinariamente se empieza a cortar cuando aparecen las primeras
flores. Se corta por segunda vez a los 45 o 55 días, seguida de otra, o más
hasta que la planta degenera; es decir, en las tierras buenas el fin del
segundo año, en las mediocres al fin del primero. La planta después de cortada
debe llevarse inmediatamente a los tanques para la fabricación del añil. La primera
fermentación se hace ordinariamente entre cinco y doce horas a los sumo, y al
cabo de otras 18 se pasa al segundo tanque en donde se bate de 6 a 8 horas, y entonces se deja
asentar cerca de 20. En seguida hacen salir el agua quedando en el fondo el añil
que sacan y lo ponen en coladores de lienzo por cierto tiempo. Después lo pasan
a los asoleadores, que son unas tablas largas con pequeños bordes y en ellas se
hace la disección al aire, impidiendo que se moje o se serene”, CODAZZI,
Agustín. Obras Escogidas. Caracas, ediciones del Ministerio de
Educación, 1960, vol. I, pp. 150, 151.
[45] “Las superiores desaguan el líquido en las baterías, entre las que
está colocado el molino de agua. El árbol de la rueda grande atraviesa las dos
baterías y está provisto de paletas de largo mango, propias de la batición. De
un asentador espacioso la fécula colorante se lleva a los secadores (oficinas
para secar el añil) donde se la extiende en tablas de brasilete que por medio
de ruedecillas pueden ser colocadas bajo techo, al sobrevenir inopinadamente la
lluvia. Inclinados muy bajos como son estos techos, dan de lejos a los
secadores el aspecto de invernadero”, HUMBOLDT, Alejandro. Viaje a las
regiones equinocciales del Nuevo Continente. Caracas. Monte Ávila Editores,
1985, t. III, pp. 51, 69, 83, 88, 89, 90, 136, 274.
[46] DE LA TORRE,
Dr. Juan Agustín. “Discurso económico: amor a las letras con relación a la
agricultura y el comercio” en: Revista de historia. Caracas, año III, Nº
12, julio de 1962, pp. 96.
[47] “La sustitución del prusiato de hierro al añil en la tinta de las
lanas amenaza con que se diminuirá su consumo en un 70%; y nuestros cosecheros
una y otra vez han desacreditado el nuestro mezclándolo con algodón”, REVENGA,
José Rafael. Informe del 5 de mayo de 1829 al Presidente del Consejo de
Ministros, en: La hacienda pública en Venezuela 1828-1830, Misión de José
Rafael Revenga como Ministro de Hacienda. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Col. Economía y
Finanzas, 6, 1984. p. 98.
[48] OLAVARRIAGA, Pedro José de. Op. cit. 1965.
[49] CISNEROS, Joseph Luis de. Op. cit. 1981.
[50] AGN. Intendencia de Ejército y Real Hacienda. 1782, XX, fol.
232, 235.
[51] MIJARES, Augusto. Documentos Relativos a la Insurrección de Juan
Francisco León. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia,
1949; y CASTILLO
LARA, Lucas Guillermo. La Aventura Fundacional de los Isleños. Panaquire y
Juan Francisco León.
Caracas, Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela. 1983.
[52] GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando. “Hechos
locales y su proyección proceso histórico general”. III Seminario Nacional en
historia de la educación y la pedagogía. Barquisimeto
(Venezuela), los días 04, 05, y 06 de Noviembre de 2004.
[53] ARCILA FARÍAS, Eduardo. El Siglo Ilustrado en América.
Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación. 1955, pp. 99-107. LUCENA
SALMORAL, Manuel. El Comercio a fines del período español: mercados,
comerciantes e instrumentos de cambio. Caracas, Universidad Santa María,
Lecciones Magistrales de Doctorado, 4, 1984.
[54] “Para que estas calamidades tengan remedio en cuanto depende de la
industria y aplicación de las humanas, considera el Obispo muy oportuno el
comercio libre entre los vasallos de Vuestra Majestad, bajo las reglas y
disposiciones de vuestra Soberanía, entonces fomentándose mutuamente la Agricultura y el
Comercio, que son ramos conocidos por más útiles para la prosperidad de los
pueblos, podrán repararse las miserias de esta Diócesis y lograrán sus
habitantes los alivios que el paternal amor de Vuestra Majestad ha procurado
siempre en su feliz y glorioso Reino dispensar a todos sus vasallos de España y
América”, Gestiones del Obispo Mariano Martí para obtener libre comercio, 4 de
marzo de 1779, en: Catálogo de la Donación Villanueva
a la Academia Nacional
de la Historia
(segunda parte). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1968, pp.
131-133.
[55] HOBSBABWM, Eric. J. Industria e Imperio. Historia de la Gran Bretaña desde 1750 hasta
nuestros días. Barcelona, España, Editorial Crítica. 1999, p. 79.
[56] OFICINA PRINCIPAL DE REGISTRO SUBALTERNO DEL ESTADO COJEDES.
Documento fechado el 6 de septiembre de 1732, s/f.
[57] OFICINA PRINCIPAL DE REGISTRO SUBALTERNO DEL ESTADO COJEDES.
Documento fechado el 16 de septiembre de 1733, s/f.
[58] AIZPURUA, Ramón. Curazao y la Costa de Caracas, Introducción al Estudio de
Contrabando en Tiempos de la Compañía Guipuzcoana, 1730-1780. Caracas,
Academia Nacional de la
Historia, Colección Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela, 222. 1993, p. 25.
[59] ARAUZ MONTANTE, Celestino Andrés. El contrabando holandés en el
Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Caracas, Academia Nacional
de la Historia,
Colección Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela, 168. 1984, p. 11.
[60] “Asimismo, los holandeses, desviándose del curso principal del
Orinoco, entraban por los ríos Apure, Masparro, Guárico y la Portuguesa hasta
alcanzar territorio cercanos a Barinas, San Carlos y Guanare, donde existían
tabaco, mulas, cacao y corambres, o bien a contracorriente del Meta, se
introducían a pocas leguas del Casanare, San Juan de los llanos y Santiago de
las Atalayas, logrando sacar especialmente piedras preciosas, oro y plata”, Ibid.
p. 120, 121.
[61] Ibid. p. 23.
[62] IZARD, Miguel. Op. cit. 1984, p. 79.
[65] “...perjudicial y gravosa y que con ella se fomenta el trato con
Extangeros pues el precio recaladero de las islas circunvezinas de donde se
proveen de quanto necesitan hasta de los Maderos, Leña y Carbón para su
consumo, y que por esta razón se haze preciso que los vasallos de mala Ley
hagan con ellos trato de Mulas a cambio de sus géneros, y que los han de
introducir a las demás Ciudades, Villas y Lugares tierra adentro”, Ibid.
[66] TRUJILLO, León. Biografía de Albarico. Caracas, Imprenta del
Estado Yaracuy, 1963.
[67] Réplica de fray Marcelino de San Vicente al Cabildo de Nueva
Segovia, en: TRUJILLO, León. Op. Cit. p. 256.
[68] AIZPURUA, Ramón. Op. cit. 1993, p. 28.
[69] Ibid. p. 29.
[70] Puede revisarse un excelente trabajo de LANGUE, Fréderiqué. Aristócratas,
honor y subversión en la
Venezuela del siglo XVIII. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Col. Fuentes
para la Historia
Colonial de Venezuela, 252. 2000, p. 122, 133, 154, 155.
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