miércoles, 5 de marzo de 2014

Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) II por Armando González Segovia


Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) II

Armando González Segovia


Tomado de Armando González Segovia. Historia Social de Cojede Un Pueblo de Misión en los Llanos Occidentales de Venezuela. 1530-1820. Trabajo de Grado para optar al Título de Magíster Scientiarum en Historia. Barquisimeto, Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado”-Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Instituto Pedagógico de Barquisimeto “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, Programa Interinstitucional de Maestría en Historia UCLA-UPEL-IPB. Maestría en Historia de Venezuela, 2006. Capítulo V.


2. Economía y Comercio

En la estructura social de los pueblos de misión se distinguen dos niveles de producción una de subsistencia y otra de mercado[1], para comercio con el Estado metropolitano o con otras zonas de la provincia[2].
La primera permitía las condiciones mínimas de vida, era fundamentalmente autárquica y los artículos que no se podían producir en una zona eran adquiridos a través del mercado interno. Las técnicas de producción tradicionales, fundamentándose en el “conuco” indígena o mestizo[3].
La economía de mercado era producción para la metrópoli, cuya característica era de mayor tecnificación[4], en ella se encuentra: el cacao, el café, añil, tejido, algunos de los cuales eran sometidos al riguroso monopolio del Estado metropolitano, a través del Estanco, como ocurrió con el tabaco[5].
El sistema misional iniciado sistemáticamente a mediados del siglo XVII –aunque sus primeros intentos fueron el siglo anterior– y consolidado en el XVIII, fue un método de colonización que parte del sometimiento ideológico para implantar géneros con basado en reminiscencias de la economía indígena, a través de las siembras y trojes de comunidad como forma de producción colectiva autárquica, unida a la producción en gran escala a favor de la Iglesia y el Estado metropolitano.
Inicialmente los indios estaban obligados a trabajar sin paga, en forma de servicio personal tres o cuatro días a la semana, y a los veinte años comenzaba el pago de tributos, este proceso de consecución de mano de obra sin paga permitió que las misiones se constituyeron en importantes centros generadores de riqueza[6].
Generar un plusproducto o excedente que era apropiado por la institución eclesiástica y el cual era comercializado en los mercados regionales por funcionarios independientes de la orden religiosa y en muchas ocasiones por sus propias vías, ya fuese el comercio legal o ilegal.
Este tema-problema resulta un campo aun poco estudiado desde la perspectiva de la historia-ciencia. La mayoría de las investigaciones son desde la perspectiva idílica y religiosa o vinculada al positivismo. Escasas son las investigaciones desde la óptica económica y social[7], constituyen excepciones los trabajos de Arturo Cardozo[8], Luis Ugalde[9] y Marcos Andrade Jaramillo[10].
Desde comienzos del siglo XVIII los misioneros tenían autorización para tener hatos de ganado vacuno y caballar, plantaciones de maíz, café, cacao o cualquier fruto “siempre en beneficio de los indios que tenían la propiedad de todo, aunque los religiosos tuvieron la administración”[11]. Esta Cédula del 5 de agosto de 1702, el gobernador de Venezuela junto a Fray Marcelino de San Vicente, religioso capuchino y Prefecto de las misiones resolvieron “de uniforme consentimiento” que para beneficio de los indígenas convenía “que se plantasen algunas haciendas de cacao” o que se “hicieran conucos de maíz” y que con los frutos de la cosecha “se solicitaran yeguas de vientre, cuyas haciendas estén en nombre de los Padres que los gobiernan...”[12].
Los misioneros dejan claro que de niguna manera tendrán propiedad “... pues esta debe ser de los indios y su producto debe ser distribuido entre ellos, por semana o a los tiempos más oportunos...”[13]. Esta figura donde los propietarios son los indios pero aparece en nombre de los padres, constituye una propiedad ficticia, donde las ganancias eran usufructuadas por los administradores.
Estima Pedro José de Olavarriaga que para 1720-1721 la jurisdicción de la Villa de San Carlos producía aproximadamente de 1.500 a 2.000 arrobas de tabaco, de las cuales se consumen 500 “y las 1.500 pasan a la costa”, mientras en quesos otras 2.000 arrobas “que se distribuyen en la Provincia”, mientras que en cueros salen “3.000 reses todos los años” los cuales “pasan a los holandeses, unos en zurrones y otros en pelo”, mientras que el algodón se produce poco[14].
Afirma que no tiene cacao, porque la tierra no es apta para ello, y llegan unas 200 fanegas al año que vienen de la costa marítima como Guaizaga, San Esteban, Patanemo, Ocumare, Morón y Alpalgatón “de cuyos parajes algunos vecinos de aquella villa tienen haciendas” y quienes no tienen llevan a estos puertos ganado en pie, carne salada, sebo, manteca, quesos y cueros” retornando de allí el cacao que necesitan. Las 4.000 reses consumidas anualmente en la jurisdicción de Barquisimeto provenían de San Carlos y Guanare[15].
A mediados del siglo XVIII, se afirma que en la misión de Cojede se produce, buenos pastos para ganado. Los indígenas son muy hábiles para la construcción y manejo de canoas, y “como también las vegas que goza del Río, tiene muy buenas y fecundas tierras para sembrar maiz, yuca, frixoles y tabaco”, aunque las corrientes del río arrasan las cosechas casi todos los años.
Cuando hay cosechas buenas se puede mantener el pueblo y “ayudan con las sobras para la manutención de los Pueblos pobres e indios recién convertidos”; también se cultiva algodón, ganado mayor, mientras que el tabaco que se produce va a la factoría de Puerto Cabello, “el algodón y el tabaco sirve de ayuda para abastecer de carne, y herramientas y darles algún vestuario a los indios”[16].
Para julio-septiembre de 1745, fray Isidoro de Sanlúcar ratifica que en Cojede y Turén se produce tabaco, mientras que en San Francisco Javier de Aguas de Culebra se cultiva cacao y que “estos frutos se venden para ayuda de jornadas y mantenerlas misiones pobres y a los religiosos ancianos e imposibilitados, y que ni aún para esto alcanza por las cortas cosechas y el poco valor que tiene los frutos”[17].
En 1764, la descripción de Joseph Luis de Cisneros refiere que los frutos de El Pao son hatos de ganado mayor, yeguas, mulas, quesos, estos ganados los “conducen a los Valles de la Costa del Mar”, mientras que el consumo de víveres es cercano a los cuatro o cinco mil pesos anuales[18]. De los frutos de San Carlos refiere hatos de ganado vacuno, cuyos dueños llegan a tener treinta y cuarenta mil cabezas, muchos desconocen cuantos tienen, quesos de diez o veinticinco arrobas; también se producen en abundancia mulas que sirven para transportar los frutos a Caracas, Puerto Cabello, San Felipe, Coro porque “tienen comercio con toda la Provincia”[19]. Para 1770, en la población de Cojede “abundan los comestibles y demás cosas preciosas para las santas campañas”[20], sin precisar cuales de son esos “abundantes comestibles” ni menos aun las cantidades.
Los misioneros deliberadamente no daban a conocer las proporciones de producción ni de comercio, puesto que mientras más desconocimiento hubiese al respecto, el beneficio de lo producido podía pasar a sus manos sin nadie solicitase cuentas. Esta es una muestra evidente del proceso de comprensión de las fuentes para establecer una aproximación un hecho histórico, donde hasta el silencio de los documentos es susceptible de ser “leído” e interpretado[21].
El Obispo Martí[22] refiere que en Caramacate se producía “cacao, caña dulce, tabaco, maís”, así como “algunas labranzas y hatos de ganado vacuno, de mulas y de caballos”; mientras que en la Boca del Tinaco o El Baúl “maís, yuca, arros, algodón, caña dulce, pues hay algunos trapichitos de mano, plátanos, frixoles y otros frutos, mucha miel, cacao, ganado bacuno”. En el Pao “producen yuca, plátanos, maís, arros, batatas, algodón, y quanto se siembra y el cacao también se da, como se verifica en algunos arbolitos. También produce caña dulce. Este río tiene pescado” y estima que puede producirse añil.
De Tinaco afirma que los rubros que existen son “maís, yuca, maís [sic], frixoles, arros, plátanos y todo lo que se siembra. Antes del estanco hazían acá buen tabaco”, mientras que en Tinaquillo se encuentra “maís, yuca, plátanos, arroz, algodón, y algunas legumbres”. En San Joseph de Mapuey “maís, yuca, batata, caña dulce, y tienen los indios sus matas de caña dulce, y tienen trapiches de mano. Produce algodón, tabaco cacao, pues no faltan algunos arbolitos, frixoles”, también ganado vacuno, mulas y caballos.
En El Jobal o Lagunitas “maís, plátanos, caña dulce, arros y raizes, cacao, pues algunos tienen sus arbolitos de cacao”, en los campos tienen sus sementeras así como ganado vacuno, mulas y caballos, mientras que de San Carlos comenta la existencia de “Caña dulce, y principalmente Hatos de Ganado Vacuno, de Mulas, y de Caballos”. De Cojede refiere Martí la producción de cacao, añil, algodón, tabaco, frijoles, maíz, y que los indios que habitan en los campos “tienen sus labranzas y hatos de ganado vacuno, de mulas y de caballos”[23]. Aunque la producción de bestias debió ser grande, tanto por la necesidad de alimentación y consumo –se estima una res y dos fanegas de maíz por cada cien habitantes–.
Otros testimonios documentan la producción ganadera. Una vecina del pueblo de nombre María de la Candelaria Becerra refiere en el testamento fechado el 31 de marzo de 1769, que Martín Benavente y Bernardo Carpio, ambos vecinos de Cojede, le deben una yegua cada uno, mientras Fray Antonio Xaeen, Presidente de esa misión, cuatro mulas[24]. Es decir, la cría de mulas, yeguas y caballos, era común en estas tierras.
Aunque el volumen de documentos misionales es grande, la información proporcionada sobre aspectos económicos es poca y superficial, aunque el pueblo historiado se consideraba como “el mayor de las misiones” de los llanos hasta 1725[25], los datos revisados apenas si permiten un acercamiento a la economía que allí se desarrollaba. Esto se debe a que la administración estaba clara que mientras más divagaba en estos aspectos, más complejo era para rendir cuentas, es decir a menor información, más desconocimiento sobre el estado real de los ingresos y egresos.
Se distingue entre los rubros de exportación o comercio externo: cacao, tabaco, algodón, ganado vacuno, añil, mulas, y de caballos. Mientras que los de consumo y mercado interno son: maíz, caña dulce, trapiches de mano, yuca, arroz, plátanos, frijoles y otros frutos, mucha miel, batatas, pescado y legumbres.
Cuadro Nº 16
Producción de exportación y consumo en la jurisdicción de San Carlos, siglo XVIII
Exportación
Consumo
cacao, tabaco, algodón, ganado vacuno, añil, mulas, y de caballos, carne salada, sebo, manteca, quesos y cueros
maíz, caña dulce, trapiches de mano, yuca, arroz, plátanos, frijoles y otros frutos, mucha miel, batatas, pescado, legumbres
Fuente: Documentos del Obispo Martí. Elaborado por: Armando González Segovia.

La producción de ganado mayor era importante en la jurisdicción de San Carlos, en 1768 se estimaba una producción en El Pao era de catorce mil (14.000) reses, cuatro mil (4.000) caballos, dieciséis mil (16.000) yeguas, quinientas (500) mulas, mil (1.000) burros[26].
El comercio de mulas era significativo, ya que era el animal de carga. Se criaban mulas en el Valle de Cocorote, Taría, San Carlos, San Jaime, Barquisimeto, Guanare, San Felipe, Carora, Coro, Ospino y Araure[27]. Algunos productores llegaron al punto de hallarse angustiados por la escasez de mulas para sacar sus frutos como los pobladores de Aroa quienes necesitaban transportar sus productos hasta Puerto Cabello[28].
Brito Figueroa considera fundamental la producción ganadera porque las características de la población indígena llanera, favoreció la consolidación de esta economía para la segunda mitad del siglo XVII, manteniendo una relación comercial sólida con los pueblos de la costa[29].
La afrimación es parcialmente cierta considerando que San Carlos –que por lo demás era una villa y no un pueblo– se estableció en 1678[30], pero indiscutiblemente el desarrollo agropecuario fue acelerado en el siglo XVIII.
Para 1789 había un total de 135 hatos donde se producía en trece lugares de la provincia un total de 1.171 mulas, 38.520 caballos y 192.748 reses[31]. Esta cantidad de hatos de San Carlos, solamente era superada la jurisdicción por Santa María de Ipire y San Sebastián de los Reyes; en la de mulas por Calabozo y Coro; en caballos y reses por Santa María de Ipire. El cuadro siguiente muestra la producción ganadera a finales del siglo XVIII:
Cuadro Nº 17
Producción de ganado mayor a finales del siglo XVIII
Sitio
Hatos
Mulas
Caballos
Reses
Araure, villa de
65
329
4.034
39.500
Barquisimeto, ciudad de
3

24
490
Calabozo, Villa de
116
1.872
26.552
67.455
Carora, ciudad de
25
182
587
4.135
Coro, ciudad de
95
1.312
5.735
22.136
Guanare, ciudad de
53
390
7.457
27.790
Nirgua, ciudad de
13
15
448
5.500
Puerto de Orituco
20

260
6.800
Río Tocuyo
11
161
553
3.500
San Carlos, villa de
135
1.171
38.520
192.748
San Sebastián
138
1.077
16.896
11.030
Sta. María de Ipire
183
995
43.506
207.114
Tocuyo, ciudad del
6
47
254
985

863
7.551
144.826
589.183
Fuente: IZARD, Miguel. “Ya era hora de emprender la lucha para que en el ancho feudo de la violencia reinase algún día la justicia”. Barcelona-España, Boletín Americanista, año XXVI, 1984. Elaborado por: Armando González Segovia.
La producción de ganado mayor en la jurisdicción de San Carlos representa, en comparación con la producción de otros doce lugares de la provincia, el quince punto seis por ciento (15, 6%), de los hatos existentes; el quince punto cinco por ciento (15, 5%) de la producción de mulas; el veintiséis punto seis por ciento (26,6%) de la caballar y el treinta y dos punto siete por ciento de las reses.
Para 1791, se estima que en la jurisdicción de San Carlos “...existían alrededor de mil seiscientos criadores, los cuales disponían para su uso de mil setecientos hierros...”[32], donde los pobladores de la villa poseían dos o tres hatos con crecido número de animales. Se contabilizan 199 criadores en este censo con un total de 93.204 animales de cría[33], mientras que El Pao en 19 hatos contabilizaba 49.550 animales[34]. Se conformaba así un bloque pecuario integrado por “...San Sebastián de los Reyes, Valencia, Guanaguanare, San Carlos, Araure, Ospino, y llegan a los llanos con los criadores, igualmente el ganado procedente de Barinas, Calabozo y la Villa de San Jaime”[35].
A las mujeres indígenas se les inducían al trabajo de tejer, hilar y “todas las demás cosas de su bien espiritual”[36]. Se estima que para mantener una población de cien personas: hombres, mujeres y niños, se requería por cada día un toro o vaca y dos fanegas de maíz, con un valor aproximado de doce pesos, a lo cual hay que agregar gastos en “vestuario, herramientas de hachas, tacises, calabozos, etc.”, para cortar madera y fabricar las casas y hacer los sembradíos[37]. Al aplicar estos calculos en Cojede, se obtienen los resultados expuestos en el siguiente cuadro:
Cuadro Nº 18
Consumo de Alimentos en Cojede, siglo XVIII
Años
Hab.
Ganado
Maíz/
fanegas
Costo/día
Inversión anual
1701
151
1,51
3,02
18,12
6.613,80
1702
172
1,72
3,44
20,64
7.533,60
1725
900
9
18
108,00
39.420,00
1735
449
4,49
8,98
53,88
19.666,20
1741
940
9,4
18,8
112,80
41.172,00
1745
190
1,9
3,8
22,80
8.322,00
1748
494
4,94
9,88
59,28
21.637,20
1751
637
6,37
12,74
76,44
27.900,60
1758
869
8,69
17,38
104,28
38.062,20
1761
842
8,42
16,84
101,04
36.879,60
1764
1.198
11,98
23,96
143,76
52.472,40
1779
1.311
13,11
26,22
157,32
57.421,80
1799
1.743
17,43
34,86
     209,16
  76.343,40
Total
   1.187,52
 433.444,80  
Fuente: ARCHIVO ARQUIDIOCESANO, Matrículas Parroquiales, documentos misionales. Elaborado por: Armando González Segovia.
En el siglo XVIII se invirtió un promedio de 433.444,80 pesos en alimentación de la población de Cojede, fuera de lo necesario para herramientas de trabajo y vestuarios. Observándose que hasta mediados del siglos era oscilante la inversión, en proporción a los habitantes, cuyos índices cambiaban por ser ésta la misión desde donde partían las “expediciones” o “jornadas”.
Cuadro Nº 19
Consumo de la misión de Cojede, siglo XIX
Años
Hab.
Ganado
Maíz/
fanegas
Costo/día
Inversión anual
1801
1.711
17,11
34,22
205,32
74.941,80  
1802
2.012
20,12
40,24
241,44
88.125,60  
1803
1.777
17,77
35,54
213,24
77.832,60  
1804
1.779
17,79
35,58
213,48
77.920,20  
1805
1.815
18,15
36,3
217,80
79.497,00  
1806
1.922
19,22
38,44
230,64
84.183,60  
1807
1.897
18,97
37,94
227,64
83.088,60  
1808
1.895
18,95
37,9
227,40
83.001,00  
1809
1.924
19,24
38,48
230,88
84.271,20  
1811
1.471
14,71
29,42
176,52
64.429,80  
1812
1.512
15,12
30,24
81,44
66.225,60  
1813
1.597
15,97
31,94
191,64
69.948,60  
1816
1.546
15,46
30,92
185,52
67.714,80  
1817
1.529
15,29
30,58
183,48
66.970,20  
1818
1.558
15,58
31,16
186,96
68.240,40  
1819
1.513
15,13
30,26
181,56
66.269,40  
1820
1.459
14,59
29,18
175,08
63.904,20  





1.266.564,60
Fuente: ARCHIVO ARQUIDIOCESANO, Matrículas Parroquiales, documentos misionales. Elaborado por: Armando González Segovia.
Para las dos primeras décadas del siglo XIX, se denota un incremento en la población, y por consiguiente un aumento en los costes de alimentación de ésta, para entonces ya cosolidada, a pesar de la crisis política que vivía la provincia, se incrementó hasta 1.266.564,60 pesos el valor de la manutención de la población que residía en Cojede, para entonces las “entradas o jornadas” habían disminuido pero se había consolidado la explotación de añil y tabaco, la cual requería mayor mano de obra. En los ciento veinte años de estudio de la misión (1700-1820), se invirtió un total de un millón setecientos mil nueve pesos con cuarenta centavos (1.700.009,40), solamente en gastos de ganado y maiz.  
El cultivo del tabaco era libre y podía hacerse en grandes o pequeñas porciones, a mano. En cédula real del 24 de junio de 1777 se ordena el establecimiento o venta exclusiva de este producto, y dos años después comenzó a cumplirse quedando prohibida la siembra, siendo exclusividad real los cultivos realizados. El estanco del tabaco, entonces, era una medida económica que convertía el cultivo y el comercio de esta planta en una empresa del Estado metropolitano. Puede considerarse un cultivo de explotación o comercio exterior. Debe cuidarse la preparación de la tierra[38], realizando los deshierbes y protegiéndolos de los animales que le afecten[39] hasta su maduración.
El tabaco está en maduración cuando se llena de hojas y adquiere un color entre azul y verde. Madura cuando “una mancha azuluzca se le forma en el sitio donde la hoja se le une el tallo, generalmente hacia el mes de diciembre”.
Existían dos tipos de tabaco: cura seca y cura negra. El primero recibe su nombre de ponerlo a secar en un cobertizo, de manera que pierda el contacto con el aire, la tensión de la hoja y el color verde, poniéndose amarillo, suave y flexible para quitarle la vena; el cura negra difiere en que “la primera fermentación al sol y bajo hojas verdes, con pesos que aumente la compresión”.
Esta era la primera división para los precios: cura seca o cura negra, luego cada una tiene tres clases, los costos varían bastantes uno de otro[40].
Cuadro Nº 20
Precio por quintal de tabaco, a principios de 1800
Cura seca
Pesos
Cura negra
Pesos
Primera clase
11
Primera clase
10
Segunda clase
10
Segunda clase
8
Tercera clase
7
Tercera clase
3
Fuente: DEPONS, Francisco. Viaje a la Parte Oriental de Tierra Firme. Caracas, Academia Nacional de la Historia. impreso en la Tip. Americana, 1930.
Cuando se creó la Intendencia de Hacienda, el 8 de diciembre de 1776, se ordenó extender el Estanco del Tabaco de las Gobernaciones de Venezuela, Maracaibo, Cumaná, Guayana, Isla de Margarita y Trinidad, los cuales pasaban el cultivo y mercadeo del tabaco a la Administración de la Corona, lo cual constituyó uno de los principales propósitos de la Intendencia. El primero de mayo de 1779 comenzó a regir el Estanco en Venezuela, la cual integraba todas las etapas del ciclo productivo, desde la preparación del suelo, la siembra, cosecha y comercialización o distribución en el mercado.
El estanco del tabaco[41] mantuvo un trato especial con los pueblos de Misión. Allí se podía cultivar esta planta sin las restricciones del Estanco, quedando facultado para hacer el pago de tributos en tabaco, el cual se usaba debido a la carencia de monedas, basándose en el cambio o trueque.
La Provincia de Venezuela fue dividida en 25 departamentos, entre los cuales se hallaba el de San Carlos, donde el administrador del Estanco ganaba el 5 por ciento del total vendido en el año. Los tipos de tabaco que se cultivaba en Cojede era el cura seca, que era el de importación y para 1822 se refiere el consumo del tabaco moho. El ascenso de los empleados era por promoción, como sucedió en 1803 con Juan Neponuceno Muñoz quien pasó a ocupar el cargo de Manuel Valdéz Iarza, teniente visitador de ronda del partido San Carlos. Para 1816, era administrador subalterno de San Carlos, Don Simón Azparren y teniente visitador del resguardo Don Juan Francisco Echenagucia.
El Resguardo de San Carlos comenzó a funcionar con tres guardias sin montura más un cabo y luego fue convertido en un cuerpo montado de cinco hombres. En el Paso Real de Cojedes funcionó un Estanquillo, es decir, una venta al detal o mercadeo “para que los más pobres puedan adquirir lo que necesiten con los demás comestibles de preciso uso” como puede verse el tabaco se consideraba producto de primera necesidad.
El 19 de abril de 1808, a mediodía fue asaltado el citado Estanquillo del Paso Real de Cojedes, y se llevaron ochenta y ocho (88) pesos correspondientes a la renta del tabaco[42], pero no tocaron el tabaco en ramas y en polvo que había. De allí surgió la necesidad de extinguir o cambiar este estanco a un sitio mas protegido. Con la Guerra de la Independencia se consideró que este paso era estratégico para la seguridad de la provincia y se planteó la necesidad de permanecer allí las tropas reales manteniéndolas con las rentas locales del Estanco de Tabaco de San Carlos.
A fines de 1814 Dionisio Franco, Gobernador Militar Real, “dio instrucciones a los Administradores de tabaco de Barquisimeto, el Tocuyo y Carora para que remitieren a la Villa de San Carlos todos los productos sobrantes con el objeto de socorrer las tropas que se habían establecido en aquel punto”.
En la segunda década del siglo XIX, el Estanco del Tabaco se hallaba en decadencia, se había incrementado a proposiciones gigantes el comercio clandestino, por la circunstancia creada por la Guerra de Independencia y ya no había medios para contener la situación planteada y los recursos no son suficientes para cortar de raíz el mal, pues a la sombra de libertad, los pueblos creyeron que podían cosechar libremente su tabaco y venderlo. Ya no había forma para contener el desorden en todas partes, tanto donde existían los resguardos como Villa de Cura, San Carlos y Calabozo, como en los lugares donde no existían estos resguardos[43].
En territorios donde estuvo situada la antigua misión de Santa Clara de Caramacate, cercana de Cojede –donde hoy está la población de Apartadero, en la vía hacia el caserío Aroita–, en terrenos de la posesión de la familia García, se ubica un tanque que sirvió para el procesamiento del añil. El añil es una graminea que fue de gran importancia en el comercio de finales del siglo XVIII y principios del XIX, era utilizada para hacer pinturas para teñir telas, a las cuales daba un color azul o azulado.
Se cultivó en diferentes tipos de terrenos. Agustín Codazzi refiere que para de cultivar esta planta se requería de una tierra ligera y un clima cálido, por eso se cultivó en lugares llanos y extendidos. Era degradante. “La planta de añil más que otra alguna empobrece el suelo donde se cultiva por muchos años”. Se sembraba aproximadamente a una profundidad de siete a quince centímetros (7 a 15 cm). Antes “la tierra debe haber recibido agua o si no la lluvia debe recibirse inmediatamente después de la siembra”, pues de otra manera se calienta y se pudre perdiéndose el trabajo realizado.
A los tres meses el añil está adecuado para cortarse, lo cual se hace a una altura de dos y medio a tres centímetros (2,5 a 3 cm) del suelo “cortarlo más arriba retardaría los pimpollos del segundo corte e impediría su crecimiento completamente”. Del añil lo aprovechable es la hoja, la cual contiene tintes colorantes que se deben extraer por fermentación, siendo necesario escoger la época hay mayor cantidad, cuando están floreciendo, ya que después produce poco tinte de añil[44].
Alejandro de Humboldt, estima que desde 1774 hasta 1796, se exportaron por el Puerto de La Guaira un total de 4.604.238 libras de añil, cuyo procesamiento se realizaba en tanques o artesas, donde se recibe la yerba para que se pudra, cada una de estas artesas o tanques tiene 15 pies (12,54 m) en cuadro por 2 ½ (2, 09 m) de profundidad[45].
En los lugares donde no existían máquinas para el procesamiento mecánico del añil, como el descrito por Humboldt, era tranformado por el trabajo de los esclavos o indígenas, quienes eran “sumergidos hasta la cintura en aquellos tanques llenos de agua, o lejía que además de su frialdad tiene el mismo de los tintes, que no puede ser provechoso para la salud”, como describió Juan Agustín De la Torre a finales del siglo XVIII[46]. Allí debieron haber perecido bajo la mirada inclemente del caporal del hato o hacienda muchos esclavos y aborígenes.
Una fanega de tierra producía alrededor de ochocientas (800) libras, lo que equivale a 368 kilogramos. A mediados del siglo XIX, refiere Codazzi, que se cotizaba a un precio de 10 reales, lo cual totaliza mil (1.000) pesos anuales. Pero ya para la tercera década del siglo XIX el añil había comenzado a ser reemplazado por el prusiato de hierro[47], lo cual hizo que este cultivo cayera en al encontrarse un sustituto más económico.
Esta producción representa el auge comercial de la jurisdicción de la Villa de San Carlos de Austria, con los pueblos de la costa “bajan a puertos con sus frutos de ganado en pie, carne salada, sebo, manteca, quesos y cueros, de donde llevan de retorno lo que han de menester para sus casas o para vender”[48], los cuales pasaban a la costa y valles de Barquisimeto, mientras que los “cueros pasan a los holandeses unos en zurrones y otros en pelo”[49].
El comercio legal en la zona fue desarrollado gracias a las vías fluviales. En los documentos de la Intendencia de Ejército y Real Hacienda, creada en 1776 con la finalidad de reorganizar y sistema fiscal y conseguir un aumento en las rentas reales. Se reporta para la zona de San Carlos, la Fragata “El Correo del Puerto” que viajó desde la Guaira, se hizo embarcar por cuenta de la Real Hacienda cien fanegas de cacao, once de zurrones, con 123 libras (56,5 kg.) de añil peso bruto y 239 petacas de tabaco cura seca (para importar) desde los sitios de Guanare y San Carlos; cinco años después fue nombrado como “Juez rector y exector” de la Villa de San Carlos de Austria, El Pao y pueblos y lugares de ese partido a Don Luis Vindiboxel, vecino de Valencia. Incluso, para 1822, todavía existían en San Carlos una Administración Subalterna y una Ronda Montada del Estanco del Tabaco, ese año le fue entregada a la Administración General de Caracas 18.591 pesos y al año siguiente 14.423 pesos[50].
La protesta contra el monopolio comercial de la Compañía Guipuzcoana se manifestó en diversas circunstancias como el levantamiento de Juan Francisco de León que abarcó todo el territorio de la provincia de Venezuela[51], con una importante connotación en la jurisdicción de la villa de San Carlos de Austria, donde contó con apoyo diverso de civiles y religiosos[52]. El capitalismo mercantil y la naciente burguesía que se sustenta de esta actividad, requería de la consolidación de la libertad de mercado para su consolidación.
El régimen de libre comercio se inició hacia 1765 en Nueva España con las Islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad y Margarita, luego extendido hacia Nueva Granada y Perú y Bueno Aires. A partir de 1792 se facultó a los barcos que zarparan de España con destino a Veracruz para que pudieran, a su regreso, hacer escala en Venezuela llevando harina y otros productos, así como los que adquiriesen por la venta del cacao y al año siguiente “se había servido declarar libre comercio de Caracas con Nueva España, que hasta ahora ha sido exclusivo de los vecinos y comerciantes de aquella provincia”, según Real Cédula de 9 de junio de 1793[53]. Por este motivo un Obispo reformista como Mariano Martí solicita la libertad de comercio alegando que en “esta provincia no puede menos excitado de los mismos feligreses y por el impulso propio dirigido al bien espiritual y temporal de ellos”, por lo que solicita a Su Majestad que considere la opción del libre comercio[54].
Considera Martí que el secreto de la prosperidad de la agricultura y la riqueza de los pueblos es la libertad de comercio que permite “reparar la miseria” en que vive la Diócesis a su cargo. Un avezado observador como Martí, percibía el cambio que a nivel mundial se gestaba con la revolución industrial británica, donde la tecnificación daba al traste con la producción tradicional o preindustrial, sufriendo un cambio social fundamental y donde las clases medias se encontraban fuertemente mentalizadas hacia la comercialización. Estaba claro a 30 años del inicio de la revolución industrial que la experiencia, tradición, sabiduría y moralidad preindustriales no proporcionaban una guía adecuada para el tipo de comportamiento idóneo de una economía capitalista[55].
Pero además de ese comercio monopólico contra el cual se protestaba, también existió un comercio ilegal o contrabando incentivado por el monopolio de la Compañía Guipuzcoana, primero y la Compañía de Filipinas después. La existencia del monopolio comercial generó una contradicción entre los terratenientes, que eran los productores y estaban sometidos a diversas restricciones económicas y los comerciantes quienes servían de enlace a través de la metrópoli con el mercado mundial. Esto promovió el contrabando, especialmente el holandés, así como las rebeliones de los terratenientes.
Este es el caso del zambo Andresote (1732-35), quien apoyado por los contrabandistas holandeses, levantó indígenas y esclavos contra la Compañía Guipuzcoana en la zona del río Yaracuy. Igualmente Juan Francisco de León (1749-52). Entonces le correspondió a su hijo, Nicolás Cristóbal León, entregar la carta al Cabildo de San Carlos para promover la expulsión de los representantes de la Compañía, teniendo dificultades con el Alcalde Ordinario, Francisco García, y el Teniente de Justicia, Pedro Tinoco, quienes eran partidarios y apoyaron la Compañía Guipuzcoana y le tendieron una emboscada en la que Nicolás Cristóbal León casi pierde la vida. Por estos motivos, a finales del siglo XVIII la Corona española se vio obligada a adoptar una serie de reformas económicas en las colonias, siendo consejero del Rey Carlos III José Campillo y Cosío.
Cuando la rebelión de Andrés López del Rosario, conocido como Andresote, el Cabildo de la ciudad de San Felipe, el 20 de agosto de 1732, se reúne para establecer reglas para la permanencia y pacificación del país y evitar que se haga otro levantamiento “como el que se está experimentando de los Negros y Mulatos esclavos y libres de todos colores que a estos viziosamente se les agregaban”, para ello solicitaban que todo negro o mulato sea obligado a traer su carta de libertad con licencia de la Real Justicia. En caso ser libre, de la parte de donde saliere, en la que se explique, por certificación de los Alcaldes Ordinarios “sus vidas y costumbres”, y en caso de no ser libertos, debían de traer su propia licencia y certificación “debiendo ser esta de cualquier parte a donde hubieren residido de dos meses arriba”, y asimismo lo zambos e indios debían traer licencia de sus corregidores cuando salgan de los pueblos, explicando el negocio por los que salen y el tiempo por el que fue concedida y que ningún negro ni mulato esclavo salga sin licencia de su amo o mayordomo. Estas reglas fueron también enviadas al cabildo de San Carlos y Guanare, donde fueron igualmente aprobadas[56].
Ante esta rebelión los misioneros toman parte activa a través de fray Salvador de Cádiz, misionero apostólico y Procurador General de las misiones capuchinas de la provincia de Caracas, quien hace presentación de los autos hechos por el Teniente de Justicia Mayor de la ciudad de Nirgua, que contienen dos testimonios autorizados sobre el pedimento del misionero al Cabildo de Justicia y Regimiento de esa ciudad para “entrar a predicar a los negros que andaban levantados” y otro del decreto despachado por el Gobernador y Capitán General de esta Provincia don Sevn García de la Torre en el que le concedía el perdón de su Majestad “a los negros que se reduxessen mediante la predicación” y una certificación en la cual se afirma que los misioneros había reducido ciento sesenta y ocho negros quedando la costa enteramente limpia de ellos”[57].
El contrabando es una forma comercio muy practicada por el margen mayor de ganancias que proporcionaba. En 1746 pasaron más de cincuenta mil pesos en géneros y víveres por la vía de los llanos hasta San Carlos. El contrabando era trasladado por los misioneros hasta la región del Yaracuy, de allí pasaba a los distintos puertos como Morón, Tucacas y Puerto Cabello. Luego era distribuido hasta Curazao, Holanda o para Santa Fe de Bogotá.
La inadecuada gestión político-administrativa de España, donde se destacaba el aislamiento e insuficiencia de recursos que sufrió en la época la provincia de Venezuela, convirtiéndose “...en una actividad típica, característica y necesaria de la población venezolana, una parte de la cual será actor, otra destinataria, en cualquier caso siempre beneficiaria...”[58]. Aunque los rastros de esta actividad marginal es difícil de conseguir[59], puede hacerse una aproximación a ella. Los contrabandistas, entre otros ingleses, franceses, holandeses y daneses, tomaban los cursos del río Orinoco y sus afluentes, como el Apure, de allí al Portuguesa y el Cojedes –que es el mismo Barquisimeto– hasta tomar o la vía del Nuevo Reino de Granada y hacia la costa de Puerto Cabello o Tucaras por los holandeses[60].
El comercio ilegal abarcaba mulas, tejidos, maderas, azúcar, especias añil, palo de brasil, sal, metales preciosos[61], el ganado en general, la caña, el café entre otros y sus derivados, los cuales “...se iban clandestinamente; con toda seguridad sabiéndolo las autoridades metropolitanas locales, pero sin que lo encasillaran en sus registros oficiales...”[62]. El contrabando de mulas era constante, en la jurisdicción de Guanare, denuncian las autoridades municipales, que:
“...vienen muchos Mercaderes que compran a los criadores anualmente los Muletos de sus crías por sólo diez pesos cada uno y lo sacan de esta jurisdicción con pretexto de criarlos en otra, y los acercan al Mar para venderlos a los extranjeros furtivamente por cuarenta pesos cada uno de donde viene a resultar una especie de comercio con los vecinos lucroso y con el Rey furtibo, pues a más de las estrechas órdenes con que el Rey prohive el comercio con lo extranjeros tiene el desmedro de los maravedíes reales...”[63]
Este comercio ilegal o furtivo como le denomina el documento, denunciado por las autoridades de Guanare debió ser general en los llanos cuyas características y condiciones sociales eran similares, por ello afirman que “se hace casi imposible atajar el envejecido vicio”, a cuyo comercio continúa la introducción de artículos extranjeros que se traen a estas tierras. La ruta seguida llegaba hasta Coro o Maracaibo desde donde pasaban a Aruba, Curazao y Bonaire[64]. Asumiendo que el comercio con la costa de Coro era perjudicial porque incluía cualquier producto incentivando el comercio ilegal[65].
Aunque el problema era general de los pueblos tierra adentro, se había silenciado, en gran parte porque todos eran usufructuarios de este trato ilícito que permitía obtener diversas mercancías que el Estado metropolitano español no proveía.
En una requisa hecha por orden del Cabildo de Barquisimeto en el río Yaracuy, se destruyeron varias canoas que eran usadas para el contrabando por los misioneros. La autoridades del Cabildo de Barquisimeto acusaron al Procurador de las Misiones de la provincia para ese año 1724 de promover el contrabando, ya que el:
“...suso dicho siempre se ha mantenido con el ilícito comercio continuando sus viajes a las balandras de los extranjeros de la Real Corona por haber vivido siempre con desenfreno no correspondiendo a su buena sangre y ultrajando su persona en semejante ejercicio...”[66]
Fray Marcelino de San Vicente respondió a esta denuncia acusando a las autoridades del Cabildo. Siendo unos tan contrabandistas como los otros no existía, en forma alguna, motivo por el cual preocuparse. Afirmó entonces San Vicente que:
“...de seis a ocho mil pesos envió a comprar ropas a la Balandra Jorge Cristian holandés en las Tucacas que la llevó el dicho capitular, antes de serlo, al reino de Santa Fe (Bogotá) y me dijo que había negociado con el consulado para que pasasen por ropas de España y mucho más que por lo que está litigando...”[67].
Por estos motivos muchas veces fueron silenciadas las denuncias de contrabando. Era una práctica generalizada en la colonia que se hacía con la complicidad de las mismas autoridades. Sus causas fundamentales se encontraban en las limitaciones e incapacidad de España para cumplir con los requerimientos de las tierras allende el mar, pertenecían al Estado metropolitano por derecho de conquista pero la falta de capacidad real para adoptar en estas tierras el sistema socio-económico de la metrópoli, con el aislamiento de estas tierras aunados al necesario consumo de la población que obligó de diversos productos “...así, si institucionalmente Venezuela dependía en forma especial de España, económicamente (y hasta la aparición de la compañía Guipuzcoana, en forma indiscutible) dependió de Holanda...”[68].
La Guipuzcoana se crea para intentar romper esa dependencia económica conjugando acciones comerciales y políticas para tal fin. No logró esta meta, siendo la carencia de víveres, textiles, o simples ornamento de lujo “un mal endémico venezolano”[69]. De esta manera, no es de extrañar que una práctica tan común en el siglo XVIII, como fue el contrabando, hubiese sido practicada por los misioneros, quienes tenían a su favor la producción de las misiones y las facilidades de viajar por los caminos que conocían bien por la realización de entradas o jornadas, la situación se había agudizado tanto para comienzos del siglo XIX que se dio la potestad de comerciar con naciones amigas aliadas y neutrales[70], lo cual es un logro para el capitalismo mercantil en desarrollo.


[1] IZARD, Miguel. “La agricultura venezolana en la época de transición 1777-1830”, en: Boletín Histórico. Caracas, Fundación John Boulton, Nº 28, enero, 1972, pp. 81-145. También refiere este hecho CENDES. Formación Histórico Social de Venezuela. Caracas, CENDES, 1993. pp. 59-67, 74. GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando y Eloisa FUENTES. Apuntes a la periodificación en la historia de Cojedes. San Carlos, Boletín del Archivo Histórico del Estado Cojedes, Nº 2, enero-marzo, 1995, p. 54.
[2] “En las haciendas, además de los frutos exportables, se producían alimentos para comercializarlos, pero esencialmente para el alimento de los propietarios y los esclavos…”, Ibid. p. 103.
[3] “La agricultura de subsistencias, generalmente en manos de los indígenas y mestizos para su autoconsumo, era sumamente atrasada y tashumante, como lo fue antes de la conquista y lo sigue siendo en la actualidad…”, Ibid. p. 102.
[4] “Obviamente la agricultura de exportación estaba más tecnificada e incluso en algunas haciendas mecanizada…”, Ibid.
[5] ARCILA FARÍAS., Eduardo. Historia de un Monopolio el Estanco del Tabaco en Venezuela 1779-1833. Caracas, Universidad Central de Venezuela- Facultad de Humanidades y Educación. 1977. 367 p.
[6] MEDINA RUBIO, Arístides. “La Sociedad Colonial” en: Nueva Historia de Venezuela. Caracas, Grupo Editorial Venelibros, 2001, t. I, p. 126.
[7]Las misiones fueron establecimientos económicos muy importantes, y si bien su papel en el desarrollo económico no se ha estudiado aún, nadie duda que gozaron de grandes ventajas en el cuadro de un sistema lleno de restricciones, lo que seguramente les permitió facilidades competitivas con otras explotaciones, aún de las mismas regiones”, Ibid, p. 127.
[8] CARDOZO, Arturo. El proceso histórico de Venezuela. Caracas, Ediciones del autor, 1986, t. I, pp. 283-296.
[9] UGALDE, Luis. Mentalidad económica y proyectos de colonización en Guayana en los siglos XVIII y XIX/ El caso de la Compañía Manoa en el Delta del Orinoco. Caracas, Academia de Ciencias económicas y sociales, Serie Tesis 8-I y II, 1992, 2 t.s. Los aspectos que, para efectos de esta investigación interesan se encuentran en el t. I; este tesis doctoral, una de las obras donde se evidencia la influencia de Federico Brito Figueroa; la misma proporciona un método de estudio para la comprensión del problema de los pueblos de misión desde los aspectos económicos y sociales, no se queda en recuentos de hechos exaltando –y en muchas ocasiones exagerando– la labor de los misioneros, como la mayoría de los  trabajos leídos, sino que vierte una aproximación al problema social, económico, político además de la evidente obra catequizadora. 
[10] ANDRADE JARAMILLO, Marcos Ramón. El régimen de la tenencia de la tierra en Upata. Caracas, Academia Nacional de la Historia, colección Estudios, Monografías y Ensayos, Nº 159, 1993, pp.186. Dedica parte de su trabajo al estudio y comprensión de las villas, tanto en Europa como en Venezuela, diferenciando por dos tipos de villas: de misión y gobierno.
[11] CARROCERA, Fray Buenaventura de. Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, t. III, p. 61.
[12] Cédula del Gobernador de Venezuela por lo que autorizan en los pueblos misionales haciendas de cacao y conucos de maíz, pero quedando en la propiedad de los indios, aunque debían ser administrados por los misioneros capuchinos, fechada el 5 de agosto de 1702. Ibid. 1972, t. II, p. 32.
[13] Cédula del gobernador del 5 de agosto de 1702. Ibid.
[14] OLAVARRIAGA, Pedro José de. Instrucción General y Particular del Estado Presente de la Provincia de Venezuela en los años 1720 y 1721. Caracas, Col. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 76, ANH. 1965. p. 263.
[15] Ibid. p. 262, 279.
[16] Noticias del estado que han tenido y tienen estas misiones de Capuchinos en la Provincia de Caracas desde el año de 1658…, fechada en 1745; en: RIONEGRO, Fray Froilán de. Op. cit. 1918. t. 2, p. 326, 327.
[17] Informes oficiales, datos estadísticos y matrículas de diez pueblos de misión de los Llanos, dados por los respectivos misioneros encargados de ellos, 1745. Documento publicado por CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1972, t. II, p. 366.
[18] CISNEROS, Joseph Luis de. Descripción Exacta de la Provincia de Venezuela. Caracas, Col. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 149. ANH. 1981. p.p. 144-145.
[19] Ibid. p.p. 148-151.
[20] P. Félix Cortés. Estado de la misión enviado al rey, 1 de junio de 1770, publicado por CARROCERA. Op. cit. 1972. t. III. p. 155.
[21] BLOCH, Marc. Los reyes taumaturgos. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 42.
[22] MARTÍ, Mariano, en: Documentos históricos del estado Cojedes (segunda versión). San Carlos, Gobernación del Estado-Instituto de Cultura del Estado Cojedes-Archivo Histórico, 2000, edición en CD.
[23] Véase también: GUILLERMO, Eloy. Historia Estadística de Cojedes (desde 1771). Decretada por el Gobierno del Estado en la conmemoración del centenario de Venezuela. Caracas. Tipografía Americana, 1911, p. 81.
[24] “Yttn. Declaro qe. Martín Venavente vecino de dho. Cobjede me debe una yegua mansa y Bernardo el Carpio vecino de dho. Cobjede me deve otra yegua (...) Yttn. Declaro qe. el dho mi marido le dio en su vida al dho Rdo. P. Fray Antonio Xaeen, Pressidente de dha. Misión de Cobjede, cuatro vestias mulares: dos por su funeral, entierro y sepultura y otras dos pr. el funeral y sepultura mía y el ávito con qe. me he de enterrar...”, OFICINA SUBALTERNA DE REGISTRO PRINCIPAL DEL ESTADO COJEDES. Protocolos de San Carlos, 1769, libro 2º, parte 2º, folios 28-31.
[25] “Los Achaguas tenemos en el pueblo de San Diego de Cojede, jurisdicción de la villa de San Carlos; es el mayor pueblo de las misiones; hay en el gayones también guáricos y guaranaos, que no se han querido aparatar los unos de los otros y están muy conformes…”, Relación de los progresos de las misiones de capuchinos de la provincia de Caracas, enviada por el P. Marcelino de San Vicente, 12 de abril de 1725, publicado por CARROCERA. Op. cit. 1972. t. II. p. 105.
[26] Villa de San Juan Bautista del Pao, en: ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, D. Ángel de. Relaciones Geográficas de la Gobernación de Venezuela. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República. 1954. p. 52.
[27] Ibid. p.p. 62, 70, 74, 78, 81, 149, 153, 162, 186, 197, 211, 213, 217.
[28] Ibid. p. 125.
[29] “En los llanos la ganadería se transformó en un elemento fundamental de producción, favorecida por las condiciones del medio geográfico y el desarrollo sociocultural de los pobladores indígenas de aquellas regiones, cuyas actividades de recolección facilitaron la formación de una economía ganadera primitiva de base pastoril-recolectora. En la segunda mitad del siglo XVII el comercio de ganado mayor, cueros y sebo definía la vida social de villas y pueblos como San Carlos, y sus habitantes luchaban porque no se entorpeciera el intercambio que se mantenía con las poblaciones de la costa y valles centrales del territorio venezolano”, BRITO FIGUEROA, Federico. Historia Económica y Social de Venezuela. Caracas, Universidad Central de Venezuela/ Ediciones de la Biblioteca. 2000. t. I. p. 70.
[30] GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando. ¿Cuándo se estableció San Carlos de Austria?. Boletín del Archivo Histórico del Estado Cojedes, Nº 6. San Carlos, enero-junio, 2002, pp. 77-85.
[31] IZARD, Miguel. “Ya era hora de emprender la lucha para que en el ancho feudo de la violencia reinase algún día la justicia”. Barcelona-España, Boletín Americanista, año XXVI, Nº 34. 1984, p. 77.
[32] PINTO C., Manuel. (Comp.). Un Censo Ganadero en 1771, Contribución a la Historia de la Ganadería en Venezuela. Caracas, Edic. Presidencia de la República, 1980, p. 33.
[33] Ibid. p.p. 57-62.
[34] Ibid. p. 48.
[35] RODRÍGUEZ MIRABAL, Adelina C. La formación de latifundio ganadero en los llanos de Apure: 1750-1800. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Colección Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. 222. 1987. p. 66.
[36] CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1972, t. III, p. 61.
[37] Noticias del estado que han tenido y tienen estas misiones de Capuchinos en la Provincia de Caracas desde el año de 1658…, fechada en 1745; en: RIONEGRO. Op. cit. 1918. t. 2, p. 253.
[38] Necesita una tierra grasa y húmeda para su cultivo, donde no se estanque el agua, en almácigos de tierra rica, cercados para que no lo dañen los animales, en los meses desde agosto hasta noviembre, regando la tierra cuantas veces sea necesario, arrancando a mano las hierbas para que no le dañen y a menudo es necesario resembrar en el terreno, se mulle la tierra para que las lluvias disuelvan las sales de la tierra; luego se arranca la planta tierna del almácigo, tratando de hacer el menor daño en el transplante. Se siembra en hileras, separadas tres pies y medio una planta de otra, con una profundidad de dos pies en tierra alta y pie y medio en las llanas. Las plantas se cubrían con hojas de plátano para protegerla del sol y los aguaceros, resembrando a los cuatro días las plantas dañadas, DEPONS, Francisco. Viaje a la Parte Oriental de Tierra Firme. Caracas, Academia Nacional de la Historia, impreso en la Tip. Americana. 1930. traducción de Enrique Planchart. p.p. 273, 274.
[39] También debe deshierbarse cada vez que sea necesario, así como protegerlo de los gusanos: el llamado caña, se aloja en el cogollo y se corta más bajo que la parte afectada; mientras que la rosca se esconde en la tierra de día y sale de noche, se combate con cal. El chinche de monte le daña con la transpiración, haciendo que languidezca la planta. La mariposa llamada palometa se amodorra en la mata. Un escarabajo llamado arador desde la tierra se alimenta de la raíz del tabaco, pero el más temible es el gusano de cuernos, que es capaz, en una noche de devorarse una hoja de tabaco, Ibid. p. 275.
[40] Ibid. pp. 276-279.
[41] Véase: ARCILA FARÍAS, Eduardo. Op. cit.
[42] A.G.N. Renta del Tabaco, T. LXXXV, fol. 85.
[43] A.G.N. Carta al Intendente General. Caracas. 16 de febrero 1821. Gran Colombia, T LXXX, fol. 16. GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando. Op. Cit.
[44] “Ordinariamente se empieza a cortar cuando aparecen las primeras flores. Se corta por segunda vez a los 45 o 55 días, seguida de otra, o más hasta que la planta degenera; es decir, en las tierras buenas el fin del segundo año, en las mediocres al fin del primero. La planta después de cortada debe llevarse inmediatamente a los tanques para la fabricación del añil. La primera fermentación se hace ordinariamente entre cinco y doce horas a los sumo, y al cabo de otras 18 se pasa al segundo tanque en donde se bate de 6 a 8 horas, y entonces se deja asentar cerca de 20. En seguida hacen salir el agua quedando en el fondo el añil que sacan y lo ponen en coladores de lienzo por cierto tiempo. Después lo pasan a los asoleadores, que son unas tablas largas con pequeños bordes y en ellas se hace la disección al aire, impidiendo que se moje o se serene”, CODAZZI, Agustín. Obras Escogidas. Caracas, ediciones del Ministerio de Educación, 1960, vol. I, pp. 150, 151.
[45] “Las superiores desaguan el líquido en las baterías, entre las que está colocado el molino de agua. El árbol de la rueda grande atraviesa las dos baterías y está provisto de paletas de largo mango, propias de la batición. De un asentador espacioso la fécula colorante se lleva a los secadores (oficinas para secar el añil) donde se la extiende en tablas de brasilete que por medio de ruedecillas pueden ser colocadas bajo techo, al sobrevenir inopinadamente la lluvia. Inclinados muy bajos como son estos techos, dan de lejos a los secadores el aspecto de invernadero”, HUMBOLDT, Alejandro. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Caracas. Monte Ávila Editores, 1985, t. III, pp. 51, 69, 83, 88, 89, 90, 136, 274.
[46] DE LA TORRE, Dr. Juan Agustín. “Discurso económico: amor a las letras con relación a la agricultura y el comercio” en: Revista de historia. Caracas, año III, Nº 12, julio de 1962, pp. 96.
[47] “La sustitución del prusiato de hierro al añil en la tinta de las lanas amenaza con que se diminuirá su consumo en un 70%; y nuestros cosecheros una y otra vez han desacreditado el nuestro mezclándolo con algodón”, REVENGA, José Rafael. Informe del 5 de mayo de 1829 al Presidente del Consejo de Ministros, en: La hacienda pública en Venezuela 1828-1830, Misión de José Rafael Revenga como Ministro de Hacienda. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Col. Economía y Finanzas, 6, 1984. p. 98.
[48] OLAVARRIAGA, Pedro José de. Op. cit. 1965.
[49] CISNEROS, Joseph Luis de. Op. cit. 1981.
[50] AGN. Intendencia de Ejército y Real Hacienda. 1782, XX, fol. 232, 235.
[51] MIJARES, Augusto. Documentos Relativos a la Insurrección de Juan Francisco León. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; y CASTILLO LARA, Lucas Guillermo. La Aventura Fundacional de los Isleños. Panaquire y Juan Francisco León. Caracas, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. 1983.
[52] GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando. “Hechos locales y su proyección proceso histórico general”. III Seminario Nacional en historia de la educación y la pedagogía. Barquisimeto (Venezuela), los días 04, 05, y 06 de Noviembre de 2004.
[53] ARCILA FARÍAS, Eduardo. El Siglo Ilustrado en América. Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación. 1955, pp. 99-107. LUCENA SALMORAL, Manuel. El Comercio a fines del período español: mercados, comerciantes e instrumentos de cambio. Caracas, Universidad Santa María, Lecciones Magistrales de Doctorado, 4, 1984.
[54] “Para que estas calamidades tengan remedio en cuanto depende de la industria y aplicación de las humanas, considera el Obispo muy oportuno el comercio libre entre los vasallos de Vuestra Majestad, bajo las reglas y disposiciones de vuestra Soberanía, entonces fomentándose mutuamente la Agricultura y el Comercio, que son ramos conocidos por más útiles para la prosperidad de los pueblos, podrán repararse las miserias de esta Diócesis y lograrán sus habitantes los alivios que el paternal amor de Vuestra Majestad ha procurado siempre en su feliz y glorioso Reino dispensar a todos sus vasallos de España y América”, Gestiones del Obispo Mariano Martí para obtener libre comercio, 4 de marzo de 1779, en: Catálogo de la Donación Villanueva a la Academia Nacional de la Historia (segunda parte). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1968, pp. 131-133.
[55] HOBSBABWM, Eric. J. Industria e Imperio. Historia de la Gran Bretaña desde 1750 hasta nuestros días. Barcelona, España, Editorial Crítica. 1999, p. 79.
[56] OFICINA PRINCIPAL DE REGISTRO SUBALTERNO DEL ESTADO COJEDES. Documento fechado el 6 de septiembre de 1732, s/f.
[57] OFICINA PRINCIPAL DE REGISTRO SUBALTERNO DEL ESTADO COJEDES. Documento fechado el 16 de septiembre de 1733, s/f.
[58] AIZPURUA, Ramón. Curazao y la Costa de Caracas, Introducción al Estudio de Contrabando en Tiempos de la Compañía Guipuzcoana, 1730-1780. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Colección Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 222. 1993, p. 25.
[59] ARAUZ MONTANTE, Celestino Andrés. El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Colección Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 168. 1984, p. 11.
[60] “Asimismo, los holandeses, desviándose del curso principal del Orinoco, entraban por los ríos Apure, Masparro, Guárico y la Portuguesa hasta alcanzar territorio cercanos a Barinas, San Carlos y Guanare, donde existían tabaco, mulas, cacao y corambres, o bien a contracorriente del Meta, se introducían a pocas leguas del Casanare, San Juan de los llanos y Santiago de las Atalayas, logrando sacar especialmente piedras preciosas, oro y plata”, Ibid. p. 120, 121.
[61] Ibid. p. 23.
[62] IZARD, Miguel. Op. cit. 1984, p. 79.
[63] Ciudad de Guanare, 1768, en: ALTOLAGUIRRE Y DUVALE. Op. cit. 1954, p. 213, 214.
[64] Ibid. p. 215.
[65] “...perjudicial y gravosa y que con ella se fomenta el trato con Extangeros pues el precio recaladero de las islas circunvezinas de donde se proveen de quanto necesitan hasta de los Maderos, Leña y Carbón para su consumo, y que por esta razón se haze preciso que los vasallos de mala Ley hagan con ellos trato de Mulas a cambio de sus géneros, y que los han de introducir a las demás Ciudades, Villas y Lugares tierra adentro”, Ibid.
[66] TRUJILLO, León. Biografía de Albarico. Caracas, Imprenta del Estado Yaracuy, 1963.
[67] Réplica de fray Marcelino de San Vicente al Cabildo de Nueva Segovia, en: TRUJILLO, León. Op. Cit. p. 256.
[68] AIZPURUA, Ramón. Op. cit. 1993, p. 28.
[69] Ibid. p. 29.
[70] Puede revisarse un excelente trabajo de LANGUE, Fréderiqué. Aristócratas, honor y subversión en la Venezuela del siglo XVIII. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Col. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 252. 2000, p. 122, 133, 154, 155.
 






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