viernes, 7 de marzo de 2014

Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) IV por Armando González Segovia



Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) IV

Armando González Segovia

Tomado de Armando González Segovia. Historia Social de Cojede Un Pueblo de Misión en los Llanos Occidentales de Venezuela. 1530-1820. Trabajo de Grado para optar al Título de Magíster Scientiarum en Historia. Barquisimeto, Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado”-Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Instituto Pedagógico de Barquisimeto “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, Programa Interinstitucional de Maestría en Historia UCLA-UPEL-IPB. Maestría en Historia de Venezuela, 2006. Capítulo V.



4.  Estratos y Relaciones Sociales de Producción

La estructura de castas, definida por Gil Fortoul[1], y entendidas como grupos humanos herméticos que no se unían entre ellos, no se percibe en la misión de Cojede, como se comprueba al estudiar las matrículas parroquiales[2]. Se puede distinguir que algunos de los grupos más privilegiados se convirtieron en estratos bien diferenciados, sectores que usufructuaron el poder, la riqueza y los privilegios establecidos en la conquista y colonización, hasta delimitarse como clases sociales[3].
Se caraterizan, según describe D. F. Maza Zavala por el lugar que ocupan en el conjunto de relaciones de propiedad y producción que conforman el régimen o sistema económico-social históricamente determinado; la relación con respecto a los medios de producción: poseedores o desposeídos, la función que desarrollan en la organización de la producción, esto es la división social del trabajo: empresarios, terratenientes, comerciantes, trabajadores, artesanos y la forma y magnitud de la participación del grupo en el producto social de la riqueza, o mejor dicho, relación entre el porcentaje de la riqueza o producto apropiado y el porcentaje de población que percibe esta porción[4]. Se evidencia que la consolidación de una clase artesanal estaba vinculada a la formación de centros de intenso comercio, con oposición a los lugares de producción, es decir la oposición del binomio ciudad–campo.
Es una diferenciación real, puesto que un grupo de personas se encargaba de someter y oprimir a otras, aunque indiscutiblemente en un proceso de cambio y conformación constante, según la dinámica social que implementaba cambios sustanciales a la dinámica de la sociedad aborigen, en consecuencia desde entonces se puede referir la existencia de clases sociales[5]. Salvador de la Plaza, establece tres bien definidas: una clase opresora, una explotada y una clase media[6].
En las últimas décadas del siglo XVII entre los blancos: peninsulares, canarios y criollos se estiman 40.000 personas de los cuales solamente 3.000 eran poseyentes de tierra y esclavos, mientras que los 37.000 restantes eran capas medias de sitios rurales, pueblos y villas y ciudades, con privilegios pero sin mayores bienes de fortuna muchos de los cuales ejercían oficios bajos y serviles.
Se iniciaba la consolidación de los mestizos-blancos, cuya cifra alcanzaba a 50.000 personas. La implantación del Estado metropolitano no destruyó en su totalidad el modo de producción comunal indígena, sino que impuso su aparato coercitivo y el monopolio de las condiciones naturales de producción, así como la propiedad privada de los medios de producción y la fuerza productiva[7].
Estas características permiten a Maza Zavala establecer la existencia de las siguiente clases sociales a finales del siglo XVIII: 1) Terratenientes esclavistas, que se caracterizaban como la clase dominante: Blancos europeos y criollos; 2) Hacendados, explotadores del trabajo servil en fincas y hatos; 3) Mercaderes y comerciantes, que se ocupan en la intermediación de mercancías coloniales e importadas; 4) Prestamistas que ejercían la actividad crediticia; 5) Población libre no poseedora o poseyente, entre los que habían: “blancos de orilla”, mestizos, indígenas y manumisos que se dedicaban a diversas actividades como: pequeños comercios, artesanías, empleados, pequeñas fincas, pesca; 6) Población sometida a servidumbre real o institucional en labores agrícolas y de servicios, entre los que habían: mestizos, indios, manumisos 7) Esclavos[8], quienes eran considerados como capital de producción y en este sentido tiene un precio, como bien de producción que oscila según la edad, las condiciones físicas, el sexo, la destreza adquirida y otras circunstancias. Existió un mercado de esclavos como un mercado de cacao o de tabaco, es decir el esclavo no era considerado como ser humano sino como mercancía.
Desde los grupos uno al cuatro, estaba integrada por: Terratenientes esclavistas; Hacendados; Mercaderes y Comerciantes; y los Prestamistas mantenían el poder económico el cual comenzó a ser disputado por los blancos criollos en la medida que éstos comenzaron a elevar su nivel de vida y pasaron a convertirse en parte de las clases poderosas.
Para 1800-1810 Brito Figueroa presenta el siguiente cuadro de Clases sociales: 1) una aristocracia territorial, llamada también aristocracia u oligarquía municipal; 2) medianos propietarios y comerciantes y profesionales así como la burocracia municipal y provincial, 3) pequeños y medianos cultivadores de la tierra, artesanos, artistas de obrajes, albañiles, labradores y mayordomos de haciendas, así como la gente de “oficios bajos”, 4) la población “enfeudada”, compuesta por peones y campesinos pobres sometidos a coerción extraeconómica de los propietarios de los medios de producción, sirvientes y trabajadores manuales, 5) esclavos en sentido absoluto[9].
En esencia, tanto Maza Zavala como Brito Figueroa, presentan con ligeras variantes los cuadros de clases donde la riqueza y el poder se mantenían en muy pocas manos, representado por quienes ostentaban el poder económico y político y quienes habían logrado acumular riquezas, pero que los prejuicios étnicos le impedían llegar a usufructuar los puestos relevantes del poder político, cuyo palpable ejemplo lo constituyen los blancos criollos.
Es necesario distinguir entre propiedad y posesión efectiva de los medios de producción, ya que no necesariamente coinciden en una misma persona, grupo o estrato. Esto ocurrió en el tiempo histórico estudiado, donde la propiedad era del Estado metropolitano, mientras que la posesión efectiva se encontraba en manos de los conquistadores que vivían en este lado del mar.
Esta dualidad propiedad-posesición, generó diferentes relaciones y luchas entre los mismos miembros de los grupos sociales poseyentes, por el usufructo de los mismos. Los grupos poseyentes debieron recurrir a la fuerza directa, a la tradición y a la religión[10] para lograr reproducir las relaciones de explotación de los desposeídos.
En la misión de Cojede se encuentran los siguientes estratos sociales: una élite de poder[11] integrada por los miembros de la órdene religiosa, que usufructuaba como autoridad civil y eclesiástica, en la misión inicialmente y al establecerse como doctrina persistieron los privilegios.
Los misioneros llegaron a acumular riquezas de 30 a 40 mil pesos, y en algunos casos mayores a través de diversas actividades especulativas y de comercio ilegal, debido al poco salario de los misioneros, los cuales oscilan entre 150 y 200 pesos al año[12].
Esos 30 a 40 mil pesos era una fortuna si se considera que para obtener a principios del siglo XIX el rango de comerciante o hacendado era necesario poseer 30.000 pesos y para mercader 15.000; mientras que los Bodegueros y Detallistas de menor categoría eran mucho menores los capitales exigidos[13]. Siendo los ingresos de los misioneros equivalente a estas sumas, o en su defecto, estímese la mitad, pueden catalogarse como poseedores de fortuna.
Era una élite o estrato que administraba y comercializaba –a través de vías legales o ilegales– de la producción de la población en los distintos rubros agrícolas y pecuarios que se producía. A su lado se encontraban las autoridades militares locales, apoyo fundamental en el mantenimiento del sistema. Siendo éstos dueños de los esclavos existentes. Apenas alcanza el uno por ciento (1%) de la población.
Ostenta el poder real haciendo uso del concepto de honor, códigos y valores que asigna como parte de una nueva cultura que se trae y une a la existente en el proceso de colonización. Utiliza diversas alianzas donde se incluyen las matrimoniales –en el caso de los civiles– para la preservación e imposición de un estatuto social, realizando inversiones sociales para mantener el poder, entre las cuales se hallan la cesión de cuotas de fuerza en los estratos medios en el ámbito del cabildo por pequeñas ganancias. Estaba consciente de la necesidad de cambiar la estructura mental para imponer los valores que propugnaba la religión católica y el Estado metropolitano español. Igualmente mantenían el control a nivel de los saberes que el orden colonial establecía tanto en lo religioso como en lo civil[14].
Un estrato medio integrado por militares subalternos y autoridades indígenas, a quienes se les otorgaba la posibilidad de asumir posiciones de mando en el gobierno municipal. Se encuentran allí los indígenas que acompañaban a los misioneros en las entradas o jornadas y hacendados medios quienes tenían poca influencia política. Servían de fuerza militar que apoyaba las acciones de los religiosos, alcanzaba apenas el doce por ciento (12%) de la población. Tenían algunos privilegios pero carecían de bienes de fortuna, por ello cuando por cualquier circunstancia perdían la posición política que ostentaban en el gobierno municipal, quedaban en situación de pobreza.
En la base de la pirámide social se encontraban los explotados y oprimidos, integrada por la mayoría indígena, como mano de obra servil o tributaria de los hatos, haciendas y sembradíos diversos. Las relaciones de producción de Cojede como pueblo de misión se evidencia como servil o tributaria, donde se les pagaba con especies –carne, sal, ropa–, casi nunca en dinero[15]. Es posible que se hayan utilizado el consumo de alimentos computándose como parte del jornal que le correspondía.
La producción anual en un trabajador se calcula en tres (3) reales el día, restándole uno (1) por manutención, lo cual deja el salario en dos (2) reales. Computándose en un año con trescientos sesenta y cinco (365) días a los cuales se les restan en promedio se les concedía licencia los domingos, primeros día de Pascua, y los días de: Corpus Chisti, Nuestra Señora, Santiago, San Juan y otros feriados, unos ochenta (80) días libres.
Totalizándose de doscientos ochenta y cinco días trabajados, a dos (2) reales promedio por cada uno, equivalen a setecientos doce reales y medio, o sea ochenta y nueve pesos de ocho reales[16].
Cuadro Nº 22
Relación de jornales en Cojede, siglo XVIII
Año
Población
Activa
Jornal/
Pesos
1701
90
     -
1702
120
   -
1725
629
   55.981,00
1735
314
   27.946,00
1741
655
   58.295,00
1745
133
   11.837,00
1748
345
   30.705,00
1751
445
   39.605,00
1758
607
   54.023,00
1761
588
   52.332,00
1764
837
   74.493,00
1779
864
   76.896,00
1799
1.167
 103.863,00
Total
585.976,00
Fuente: Documentos diversos. Elaborado por: Armando González Segovia.
Los primeros cinco años debían prestar servicio a cambio de alimentación y vestuarios, luego se estipulaban los pagos de jornales[17], los cuales totalizan para el siglo XVIII quinientos ochenta y cinco mil novecientos sesetenta y seís (Ps. 585.976) pesos entre 1725 y 1799, si se hubiese cumplido la cédula real de 1702.
Como se observa en el cuadro 23, para el siglo XIX, al aumentar la población también se incrementa el pago de los jornales –debía haberse incrementado–, llegando a la suma de un millón novecientos cuarenta y cuatro mil seiscientos cincuenta pesos (Ps 1.944.650).
Para este momento ya Cojede estaba en manos del Obispado de la Diócesis con indígenas tributarios, ya era de manera “obligatoria” la cancelación del jornal. Estas aproximaciones permiten tener un cálculo sobre los jornales, considerándose que se refiere a los productos de las siembras y hatos comunales que eran los destinados para la subsistencia de la misión y donde también debió existir una ganancia sustancial.
Cuadro Nº 23
Relación de jornales en Cojede, siglo XIX
Año
Población
Activa
Jornal/
pesos
1801
1.234
109.826
1802
1.167
103.863
1803
1.190
105.910
1804
1.179
104.931
1805
1.191
105.999
1806
1.170
104.130
1807
1.195
106.355
1808
1.111
98.879
1809
1.152
102.528
1811
1.426
126.914
1812
1.417
126.113
1813
1.428
127.092
1816
1.407
125.223
1817
1.417
126.113
1818
1.382
122.998
1819
1.387
123.443
1820
1.397
124.333
Total
1.944.650
Fuente: Documentos diversos. Elaborado por: Armando González Segovia.
A lo anterior hay que cuantificar los productos de las siembras de mercado. Después de este acercamiento a la producción de Cojede, parece acertada la afirmación de Depons repecto a los ingresos que le quedaban a los misioneros.
Estos explotados y oprimidos alcanzó una proporción del ochenta y siete por ciento de la población (87%). Es posible la existencia de blancos pobres o de orilla, como el caso del señor que sufría del mal de Lázaro o lazarino.
Existió también una pequeña porción de esclavos y, por supuesto, esclavistas. La población esclava a finales del siglo XVIII, alcanzaba un dos por ciento pasando a más del diez por ciento en la primera década del XIX y disminuyendo una década después hasta el cuatro por ciento. La existencia de relaciones esclavistas se evidencia en el testamento de María de la Candelaria Becerra, vecina del pueblo de Cojede, el 31 de marzo de 1769, donde dispone en la cláusula Nº 1 que su cuerpo “...sea amortajado con el Hávito de N. P. Sn. Franco. y sepultado en la santo yglesia del dho. pueblo de Cobjede y su entierro sea a la disposición del R. P. misionero de dha. misión y pueblo de Cobjede...”, las siguientes presentando entre las cláusulas testamentarias:
“Yttn. Declaro qe el dho. mi marido pr. su fin y muerte otorgó una memoria testamental ante los Reverendos Padres Capuchinos Fray Sirilo Bautista de Sevilla y Fr. Antonio Jéan, Presidente de dho. pueblo de Cobjede en la que manda qe. una esclava suia, nombrada María Thomasa, pr. el tiempo de mi vida me sirva y después pase a la disposición del Rdo. P. Prefecto de esta (s) misiones en compañía del R. P. Cura de dho. pueblo de Cobjede pa. qe. se distribuyese en misas y sufragios pr. su alma de dho. mi marido y la mía y después de hecha la memoria al pie de ella la dejo libre al fin de mis días, en cuya libertad convengo yo también y mando qe. después de mi fallecimiento quede libre, lo mismo un hijito suio nombrado Santiago...”[18]
Existía esclavitud y los frailes capuchinos fueron poseedores de esclavos, esta esclava estaba al servicio de ellos desde la muerte de su marido, mandando que luego quedaría en libertad al igual que su hijo Santiago, los cuales eran sus bienes[19].
El hecho que la primera discusión en torno de los misioneros con las autoridades civiles reales haya sido por el servicio personal de los indígenas es significativo. Inicialmente establece la normativa el servicio personal de los indígenas, aunque bajo la solapa “suaves medios”[20].
El servicio fue prohibido en una posterior orden del obispo fray Antonio González de Acuña, el 28 de mayo de 1672[21], los misioneros protestan para que sea suspendida su aplicación hasta que el obispo realizara la visita y se tomase la decisión que considerara conveniente[22], lo cual terminó por ceder al servicio personal de los indígenas “...advirtiendo sólo que el servicio de dichos indios no podía prolongarse arriba de diez años. Consiguientemente fueron derogadas las cédulas que se oponían a ello, incluso las que prohibían el servicio personal de los indios”[23]. Bajo estos preceptos se estableció la villa de San Carlos de Austria en 1678, con lo cual se daba un paso fundamental para el avance de las misiones, ya que constituyen la fuerza militar del proceso de conquista y colonización[24].
Este servicio personal era la estrategia fundamental de la producción, siendo trabajo general abstracto objetivado compulsivamente en las labores agrícolas y pecuarias sin el cual el objetivo de producción, tanto para la subsistencia como para generar el mercado, no tendría ningún sentido. Se lograba por este medio tener a disposición una gran cantidad de trabajadores no pagados al servicio de la producción, bajo la coerción militar ejercida por los españoles quienes poseían la fuerza de las armas y la represión ideológica a través de la religión católica.
Hasta tanto no quedó clarificado el problema del servicio personal en San Carlos de Austria, y derogadas las reales órdenes que le prohibían no continuó el avance colonizador a través de los pueblos de misión, siendo uno de los primeros el de Cojede, por su situación estratégica que permitía el avance hasta diversos lugares de la geografía de la Provincia entonces poco explorada.
Este servicio personal indígena por lapso de diez años permitía un margen de ganancia sustancialmente grande sobre el cual se basaba la adquisición de lo producido entonces, luego se asumía la forma de tributos, siendo similar al establecido para la encomienda[25], como se observa en el cuadro 24.
Cuadro Nº 24
Estratificación social en Cojede,
siglo XVIII
Estrato
Integrantes
Porcentaje
Élite de poder
Misionero, autoridades militares, usufructuaria de la producción, administradora y poseedora de loa bienes del Estado metropolitano.
1
Estrato medio
Militares subalternos, autoridades indígenas, indígenas militares de las entradas o jornadas, hacendados medios, con privilegios y sin bienes de fortuna. Son encargados del control de la actividad productiva.
12
Explotados
Mayoría indígena, esclavos, blancos de orilla, desposeídos de privilegios y poder, explotados y oprimidos.
87
Fuente: Documentos Diversos. Elaborado por: Armando González Segovia.
En este marco de clases sociales es que cada una tenía una educación basada en el principio de mantener el status quo, es decir la educación en función de aletargar las clases oprimidas.
Existía una educación para que los desposeídos mantuvieran esa condición subyugada a los poseedores, una educación donde se intentaba opacar toda manifestación de conciencia de clase. La gran propiedad terrateniente en formación crecía a expensas del despojo de las tierras indígenas y exigía cada vez más mano de obra económica. Se empezó a premiar a quienes más producían, se ofrecía (y no se cumplía) la manumisión de los esclavos para que pasaran a ser siervos, sometidos al trabajo bajo forma de peones con sus antiguos dueños. La meta era la integración de los explotados al proceso productivo, al trabajo en cuanto forma de producción de riquezas, anulando todo intento de subversión de parte de los oprimidos.


[1] GIL FORTOUL, José. Historia Constitucional de Venezuela. Caracas, edición Parra León Hermanos/ editorial Sur América, 1930, t. I, p. 68, 69.
[2] Véase capítulo IV de esta investigación.
[3] Lenin definió clase social de la siguiente forma: “...las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción históricamente determinado, por las relaciones que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las layes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, y, por consiguiente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social”, LENIN, V.I.: Una gran iniciativa, en: Obras Escogidas en tres t.s. Moscú, editorial Progreso, T. 3, 1979. p. 228. En esta misma cita se basa Vilar Pierre para desarrollar su propuesta sobre las clases sociales, véase: VILAR, Pierre. Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Barcelona, Editorial Crítica, 1981, p. 129.
[4] MAZA ZAVALA, D. F. “Mestizaje y estratificación de clases en Venezuela 1780-1830”, en: Revista Universitaria de Historia. Caracas, Universidad “Santa María”, Nº 6, septiembre-diciembre, 1983, p. 16-17.
[5] Al referirse al nivel de estructuración de la formación social venezolana, plantean en cuanto al nivel de organización social: “En este aspecto limitaremos el análisis a la consideración de algunas hipótesis de cuadros de clases y castas. Es necesario advertir que cuando hablemos de clases durante este estadio no nos referimos a una existencia real y acabada, sino al proceso constitutivo de un cuadro de clases que se imbrica con formas de organización social basada en el criterio étnico”, CENDES. Op. cit. 1993, p. 65.
[6] DE LA PLAZA, Salvador: La Formación de las clases sociales en Venezuela. Caracas, Cuadernos Rocinante. S/F, pp. 34-36.
[7] BRITO FIGUEROA, Federico. Op. cit. 1996, t. IV, p. 1.121, 1.148.
[8] MAZA ZAVALA, D. F. Op. cit. 1983, p. 17-18.
[9] BRITO FIGUEROA, Federico: Op. cit. 1996, p. 1. 218, 1.219.
[10] En este contexto es cuando Marx refiere: “La miseria religiosa es, a la vez, la expresión de verdadera miseria y una protesta contra la misma. La religión es el suspiro de la criatura sañudamente oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el alma de circunstancias sin alma. Es el opio del pueblo”, donde la religión sirve de expresión del sentimiento oprimido con saña y la asume como parte del proceso creativo para intentar hacer de ella un elemento de protesta contra la misma opresión.
[11] La utilización del término, tiene un uso semejante al dado por WRIGHT MILLS, Charles. Elite del Poder. México, Fondo de Cultura Económica, 1957.
[12] DEPONS. Op. Cit. p. 205.
[13] LUCENA SALMORAL, Manuel. Op. Cit. 1984, p.p.  23-43.
[14] Puede revisarse un excelente trabajo de LANGUE, Fréderiqué. Aristócratas, honor y subversión en la Venezuela del siglo XVIII, 2000, citada.
[15] “…los indios para que trabajen a los vecinos de las villas circunvecinas, rara vez les pagan su trabajo, sino en carne y, aunque hayan servido toda la semana, les es preciso comérsela toda toda aquella noche, por darse comúnmente los sábados, que es cuando se mata, y no poder dichos religiosos darles toda la sal necesaria para salarla, por costar la fanega catorce y quince pesos, y que si alguna vez les pagan en ropas, es por precios tan subidos, que nunca les luce su trabajo a los miserables indios…”, Cédula para que el jornal de los indios de los Llanos se pague en dinero y no en especie, Madrid, 5 de agosto de 1702, publicada por CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II., p. 39.
[16] Torres Pantin, Carmen (Recopilación y estudio preliminar): Índice sobre esclavos y esclavitud (sección civiles-esclavos). Caracas, Academia Nacional de la Historia, serie Archivos y Catálogos, 11, 1997, pp. 41, 46, 60, 124, 125, 219 y 294.
[17] Véase capítulo I, marxistas, Federico Brito Figueroa.
[18] OFICINA SUBALTERNA DE REGISTRO PRINCIPAL DEL ESTADO COJEDES. Protocolos de San Carlos, 1769, libro 2º, parte 2º, folios 28-31.
[19] “Yttn. Declaro pr. mis bienes los esclavos que van mencionados arriva… y una casita de palmas, con un quartito de tapia de bajareque y lo demás sin tapia en dho. pueblo de Cobjede…”, documento citado: Protocolos de San Carlos, 1769, libro 2º, parte 2º, folios 28-31.
[20] “...los indios reducidos ya, no tendrían otra ocupación sino servir a la doctrina, ni se les podía obligar a servir a persona alguna sino voluntariamente y por su jornal; que los españoles que acompañasen a los misioneros en las entradas, no debían hacer violencia ni malos tratamientos a los indios que redujesen, los que serían colocados en los pueblos y que allí asistan a los españoles por medios suaves, pero con la condición que pasados los diez años, quedarían libres de un todo...”, CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1973, t. I, p. 45.
[21] Ibid. 1973, t. I, p. 46. Véase también: MANZO NÚÑEZ, Torcuato. San Carlos de Austria. Caracas. Archivo General de la Nación, 1979.
[22] CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1973, t. I, p. 59.
[23] Ibid. 1973, t. I, p. 61, 62.
[24] Ibid. 1973, t. I, p. 70.
[25] “…determinamos que el tributo que deben pagar a Su majestad y en su real nombre al encomendero, son tres días de trabajo personal en cada semana a favor del encomendero, en los ministerios, labores y ejercicios, que están dispuestos por cédula de Su Majestad, y los otros tres días para que ellos hagan sus labranzas y aquello que por bien tuvieren, o se alquilen a las personas que los hubieren menester de cualquier estado, calidad condición que sean, y que ellos trabajen con quien quisieren los dichos tres días…”, Acuerdos sobre el tratamiento de los indios, tomado por el obispo González de Acuña y la junta reunida al efecto, fechada el 28 de septiembre de 1676, en: Ibid. 1973, t. I, p. 356.
 



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