Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820)
IV
Armando
González Segovia
Tomado de Armando González Segovia. Historia Social de Cojede Un
Pueblo de Misión en los Llanos Occidentales de Venezuela. 1530-1820. Trabajo de
Grado para optar al Título de Magíster Scientiarum en Historia. Barquisimeto,
Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado”-Universidad Pedagógica
Experimental Libertador/Instituto Pedagógico de Barquisimeto “Luis Beltrán
Prieto Figueroa”, Programa Interinstitucional de Maestría en Historia
UCLA-UPEL-IPB. Maestría en Historia de Venezuela, 2006. Capítulo V.
4. Estratos y Relaciones Sociales de Producción
La
estructura de castas, definida por Gil Fortoul[1], y entendidas como grupos humanos herméticos que no se unían entre
ellos, no se percibe en la misión de Cojede, como se comprueba al estudiar las
matrículas parroquiales[2].
Se puede distinguir que algunos de los grupos más privilegiados se convirtieron
en estratos bien diferenciados, sectores que usufructuaron el poder, la riqueza
y los privilegios establecidos en la conquista y colonización, hasta
delimitarse como clases sociales[3].
Se
caraterizan, según describe D. F. Maza Zavala por el lugar que ocupan en el
conjunto de relaciones de propiedad y producción que conforman el régimen o sistema
económico-social históricamente determinado; la relación con respecto a los
medios de producción: poseedores o desposeídos, la función que desarrollan en
la organización de la producción, esto es la división social del trabajo:
empresarios, terratenientes, comerciantes, trabajadores, artesanos y la forma y
magnitud de la participación del grupo en el producto social de la riqueza, o
mejor dicho, relación entre el porcentaje de la riqueza o producto apropiado y
el porcentaje de población que percibe esta porción[4]. Se evidencia que la consolidación de una clase artesanal estaba
vinculada a la formación de centros de intenso comercio, con oposición a los
lugares de producción, es decir la oposición del binomio ciudad–campo.
Es una
diferenciación real, puesto que un grupo de personas se encargaba de someter y
oprimir a otras, aunque indiscutiblemente en un proceso de cambio y
conformación constante, según la dinámica social que implementaba cambios
sustanciales a la dinámica de la sociedad aborigen, en consecuencia desde
entonces se puede referir la existencia de clases sociales[5]. Salvador de la
Plaza, establece tres bien definidas: una clase opresora, una
explotada y una clase media[6].
En las
últimas décadas del siglo XVII entre los blancos: peninsulares, canarios y
criollos se estiman 40.000 personas de los cuales solamente 3.000 eran
poseyentes de tierra y esclavos, mientras que los 37.000 restantes eran capas
medias de sitios rurales, pueblos y villas y ciudades, con privilegios pero sin
mayores bienes de fortuna muchos de los cuales ejercían oficios bajos y
serviles.
Se
iniciaba la consolidación de los mestizos-blancos, cuya cifra alcanzaba a
50.000 personas. La implantación del Estado metropolitano no destruyó en su
totalidad el modo de producción comunal indígena, sino que impuso su aparato
coercitivo y el monopolio de las condiciones naturales de producción, así como
la propiedad privada de los medios de producción y la fuerza productiva[7].
Estas características
permiten a Maza Zavala establecer la existencia de las siguiente clases
sociales a finales del siglo XVIII: 1) Terratenientes esclavistas, que se
caracterizaban como la clase dominante: Blancos europeos y criollos; 2)
Hacendados, explotadores del trabajo servil en fincas y hatos; 3) Mercaderes y comerciantes,
que se ocupan en la intermediación de mercancías coloniales e importadas; 4)
Prestamistas que ejercían la actividad crediticia; 5) Población libre no
poseedora o poseyente, entre los que habían: “blancos de orilla”, mestizos,
indígenas y manumisos que se dedicaban a diversas actividades como: pequeños
comercios, artesanías, empleados, pequeñas fincas, pesca; 6) Población sometida
a servidumbre real o institucional en labores agrícolas y de servicios, entre
los que habían: mestizos, indios, manumisos 7) Esclavos[8], quienes eran considerados como capital de producción y en este
sentido tiene un precio, como bien de producción que oscila según la edad, las
condiciones físicas, el sexo, la destreza adquirida y otras circunstancias.
Existió un mercado de esclavos como un mercado de cacao o de tabaco, es decir
el esclavo no era considerado como ser humano sino como mercancía.
Desde
los grupos uno al cuatro, estaba integrada por: Terratenientes esclavistas;
Hacendados; Mercaderes y Comerciantes; y los Prestamistas mantenían el poder
económico el cual comenzó a ser disputado por los blancos criollos en la medida
que éstos comenzaron a elevar su nivel de vida y pasaron a convertirse en parte
de las clases poderosas.
Para
1800-1810 Brito Figueroa presenta el siguiente cuadro de Clases sociales: 1)
una aristocracia territorial, llamada también aristocracia u oligarquía
municipal; 2) medianos propietarios y comerciantes y profesionales así como la
burocracia municipal y provincial, 3) pequeños y medianos cultivadores de la
tierra, artesanos, artistas de obrajes, albañiles, labradores y mayordomos de
haciendas, así como la gente de “oficios bajos”, 4) la población “enfeudada”,
compuesta por peones y campesinos pobres sometidos a coerción extraeconómica de
los propietarios de los medios de producción, sirvientes y trabajadores
manuales, 5) esclavos en sentido absoluto[9].
En
esencia, tanto Maza Zavala como Brito Figueroa, presentan con ligeras variantes
los cuadros de clases donde la riqueza y el poder se mantenían en muy pocas
manos, representado por quienes ostentaban el poder económico y político y
quienes habían logrado acumular riquezas, pero que los prejuicios étnicos le
impedían llegar a usufructuar los puestos relevantes del poder político, cuyo
palpable ejemplo lo constituyen los blancos criollos.
Es
necesario distinguir entre propiedad y posesión efectiva de los medios de
producción, ya que no necesariamente coinciden en una misma persona, grupo o
estrato. Esto ocurrió en el tiempo histórico estudiado, donde la propiedad era
del Estado metropolitano, mientras que la posesión efectiva se encontraba en
manos de los conquistadores que vivían en este lado del mar.
Esta dualidad
propiedad-posesición, generó diferentes relaciones y luchas entre los mismos
miembros de los grupos sociales poseyentes, por el usufructo de los mismos. Los
grupos poseyentes debieron recurrir a la fuerza directa, a la tradición y a la
religión[10] para lograr reproducir las relaciones de explotación de los
desposeídos.
En la
misión de Cojede se encuentran los siguientes estratos sociales: una élite de
poder[11] integrada por los miembros de la órdene religiosa, que usufructuaba
como autoridad civil y eclesiástica, en la misión inicialmente y al
establecerse como doctrina persistieron los privilegios.
Los
misioneros llegaron a acumular riquezas de 30 a 40 mil pesos, y en algunos casos mayores a
través de diversas actividades especulativas y de comercio ilegal, debido al
poco salario de los misioneros, los cuales oscilan entre 150 y 200 pesos al año[12].
Esos 30 a 40 mil pesos era una
fortuna si se considera que para obtener a principios del siglo XIX el rango de
comerciante o hacendado era necesario poseer 30.000 pesos y para mercader
15.000; mientras que los Bodegueros y Detallistas de menor categoría eran mucho
menores los capitales exigidos[13].
Siendo los ingresos de los misioneros equivalente a estas sumas, o en su
defecto, estímese la mitad, pueden catalogarse como poseedores de fortuna.
Era una
élite o estrato que administraba y comercializaba –a través de vías legales o
ilegales– de la producción de la población en los distintos rubros agrícolas y
pecuarios que se producía. A su lado se encontraban las autoridades militares
locales, apoyo fundamental en el mantenimiento del sistema. Siendo éstos dueños
de los esclavos existentes. Apenas alcanza el uno por ciento (1%) de la
población.
Ostenta
el poder real haciendo uso del concepto de honor, códigos y valores que asigna
como parte de una nueva cultura que se trae y une a la existente en el proceso
de colonización. Utiliza diversas alianzas donde se incluyen las matrimoniales
–en el caso de los civiles– para la preservación e imposición de un estatuto
social, realizando inversiones sociales para mantener el poder, entre las
cuales se hallan la cesión de cuotas de fuerza en los estratos medios en el
ámbito del cabildo por pequeñas ganancias. Estaba consciente de la necesidad de
cambiar la estructura mental para imponer los valores que propugnaba la
religión católica y el Estado metropolitano español. Igualmente mantenían el
control a nivel de los saberes que el orden colonial establecía tanto en lo
religioso como en lo civil[14].
Un
estrato medio integrado por militares subalternos y autoridades indígenas, a
quienes se les otorgaba la posibilidad de asumir posiciones de mando en el
gobierno municipal. Se encuentran allí los indígenas que acompañaban a los
misioneros en las entradas o jornadas y hacendados medios quienes tenían poca
influencia política. Servían de fuerza militar que apoyaba las acciones de los
religiosos, alcanzaba apenas el doce por ciento (12%) de la población. Tenían
algunos privilegios pero carecían de bienes de fortuna, por ello cuando por
cualquier circunstancia perdían la posición política que ostentaban en el
gobierno municipal, quedaban en situación de pobreza.
En la
base de la pirámide social se encontraban los explotados y oprimidos, integrada
por la mayoría indígena, como mano de obra servil o tributaria de los hatos,
haciendas y sembradíos diversos. Las relaciones de producción de Cojede como
pueblo de misión se evidencia como servil o tributaria, donde se les pagaba con
especies –carne, sal, ropa–, casi nunca en dinero[15]. Es posible que se hayan utilizado el consumo de alimentos
computándose como parte del jornal que le correspondía.
La
producción anual en un trabajador se calcula en tres (3) reales el día,
restándole uno (1) por manutención, lo cual deja el salario en dos (2) reales. Computándose
en un año con trescientos sesenta y cinco (365) días a los cuales se les restan
en promedio se les concedía licencia los domingos, primeros día de Pascua, y
los días de: Corpus Chisti, Nuestra Señora, Santiago, San Juan y otros
feriados, unos ochenta (80) días libres.
Totalizándose
de doscientos ochenta y cinco días trabajados, a dos (2) reales promedio por
cada uno, equivalen a setecientos doce reales y medio, o sea ochenta y nueve
pesos de ocho reales[16].
Cuadro Nº
22
Relación
de jornales en Cojede, siglo XVIII
Año
|
Población
Activa
|
Jornal/
Pesos
|
1701
|
90
|
-
|
1702
|
120
|
-
|
1725
|
629
|
55.981,00
|
1735
|
314
|
27.946,00
|
1741
|
655
|
58.295,00
|
1745
|
133
|
11.837,00
|
1748
|
345
|
30.705,00
|
1751
|
445
|
39.605,00
|
1758
|
607
|
54.023,00
|
1761
|
588
|
52.332,00
|
1764
|
837
|
74.493,00
|
1779
|
864
|
76.896,00
|
1799
|
1.167
|
103.863,00
|
Total
|
585.976,00
|
Fuente: Documentos diversos.
Elaborado por: Armando González
Segovia.
Los primeros cinco años debían prestar servicio a cambio de
alimentación y vestuarios, luego se estipulaban los pagos de jornales[17],
los cuales totalizan para el siglo XVIII quinientos ochenta y cinco mil novecientos
sesetenta y seís (Ps. 585.976) pesos entre 1725 y 1799, si se hubiese cumplido
la cédula real de 1702.
Como se observa en el cuadro 23, para el siglo XIX, al aumentar la
población también se incrementa el pago de los jornales –debía haberse
incrementado–, llegando a la suma de un millón novecientos cuarenta y cuatro
mil seiscientos cincuenta pesos (Ps 1.944.650).
Para este momento ya Cojede estaba en manos del Obispado de la Diócesis con indígenas
tributarios, ya era de manera “obligatoria” la cancelación del jornal. Estas
aproximaciones permiten tener un cálculo sobre los jornales, considerándose que
se refiere a los productos de las siembras y hatos comunales que eran los
destinados para la subsistencia de la misión y donde también debió existir una
ganancia sustancial.
Cuadro Nº
23
Relación de
jornales en Cojede, siglo XIX
Año
|
Población
Activa
|
Jornal/
pesos
|
1801
|
1.234
|
109.826
|
1802
|
1.167
|
103.863
|
1803
|
1.190
|
105.910
|
1804
|
1.179
|
104.931
|
1805
|
1.191
|
105.999
|
1806
|
1.170
|
104.130
|
1807
|
1.195
|
106.355
|
1808
|
1.111
|
98.879
|
1809
|
1.152
|
102.528
|
1811
|
1.426
|
126.914
|
1812
|
1.417
|
126.113
|
1813
|
1.428
|
127.092
|
1816
|
1.407
|
125.223
|
1817
|
1.417
|
126.113
|
1818
|
1.382
|
122.998
|
1819
|
1.387
|
123.443
|
1820
|
1.397
|
124.333
|
Total
|
1.944.650
|
Fuente: Documentos
diversos. Elaborado por: Armando
González Segovia.
A lo anterior hay que cuantificar los productos de las siembras de
mercado. Después de este acercamiento a la producción de Cojede, parece
acertada la afirmación de Depons repecto a los ingresos que le quedaban a los
misioneros.
Estos
explotados y oprimidos alcanzó una proporción del ochenta y siete por ciento de
la población (87%). Es posible la existencia de blancos pobres o de orilla,
como el caso del señor que sufría del mal de Lázaro o lazarino.
Existió
también una pequeña porción de esclavos y, por supuesto, esclavistas. La
población esclava a finales del siglo XVIII, alcanzaba un dos por ciento
pasando a más del diez por ciento en la primera década del XIX y disminuyendo
una década después hasta el cuatro por ciento. La existencia de relaciones
esclavistas se evidencia en el testamento de María de la Candelaria Becerra,
vecina del pueblo de Cojede, el 31 de marzo de 1769, donde dispone en la cláusula
Nº 1 que su cuerpo “...sea amortajado con el Hávito de N. P. Sn.
Franco. y sepultado en la santo yglesia del dho. pueblo de Cobjede y
su entierro sea a la disposición del R. P. misionero de dha. misión y pueblo de
Cobjede...”, las siguientes presentando entre las cláusulas testamentarias:
“Yttn. Declaro qe
el dho. mi marido pr. su fin y muerte otorgó una memoria testamental
ante los Reverendos Padres Capuchinos Fray Sirilo Bautista de Sevilla y Fr.
Antonio Jéan, Presidente de dho. pueblo de Cobjede en la que manda qe.
una esclava suia, nombrada María Thomasa, pr. el tiempo de mi
vida me sirva y después pase a la disposición del Rdo. P. Prefecto
de esta (s) misiones en compañía del R. P. Cura de dho. pueblo de Cobjede pa.
qe. se distribuyese en misas y sufragios pr. su alma de
dho. mi marido y la mía y después de hecha la memoria al pie de ella la dejo
libre al fin de mis días, en cuya libertad convengo yo también y mando qe.
después de mi fallecimiento quede libre, lo mismo un hijito suio nombrado
Santiago...”[18]
Existía esclavitud y los frailes capuchinos
fueron poseedores de esclavos, esta esclava estaba al servicio de ellos desde
la muerte de su marido, mandando que luego quedaría en libertad al igual que su
hijo Santiago, los cuales eran sus bienes[19].
El hecho
que la primera discusión en torno de los misioneros con las autoridades civiles
reales haya sido por el servicio personal de los indígenas es significativo.
Inicialmente establece la normativa el servicio personal de los indígenas,
aunque bajo la solapa “suaves medios”[20].
El
servicio fue prohibido en una posterior orden del obispo fray Antonio González
de Acuña, el 28 de mayo de 1672[21], los misioneros protestan para que sea suspendida su aplicación
hasta que el obispo realizara la visita y se tomase la decisión que considerara
conveniente[22], lo cual terminó por ceder al servicio personal de los indígenas “...advirtiendo
sólo que el servicio de dichos indios no podía prolongarse arriba de diez años.
Consiguientemente fueron derogadas las cédulas que se oponían a ello, incluso
las que prohibían el servicio personal de los indios”[23]. Bajo estos preceptos se estableció la villa de San Carlos de
Austria en 1678, con lo cual se daba un paso fundamental para el avance de las
misiones, ya que constituyen la fuerza militar del proceso de conquista y
colonización[24].
Este
servicio personal era la estrategia fundamental de la producción, siendo
trabajo general abstracto objetivado compulsivamente en las labores agrícolas y
pecuarias sin el cual el objetivo de producción, tanto para la subsistencia
como para generar el mercado, no tendría ningún sentido. Se lograba por este
medio tener a disposición una gran cantidad de trabajadores no pagados al
servicio de la producción, bajo la coerción militar ejercida por los españoles
quienes poseían la fuerza de las armas y la represión ideológica a través de la
religión católica.
Hasta
tanto no quedó clarificado el problema del servicio personal en San Carlos de
Austria, y derogadas las reales órdenes que le prohibían no continuó el avance
colonizador a través de los pueblos de misión, siendo uno de los primeros el de
Cojede, por su situación estratégica que permitía el avance hasta diversos
lugares de la geografía de la
Provincia entonces poco explorada.
Este
servicio personal indígena por lapso de diez años permitía un margen de
ganancia sustancialmente grande sobre el cual se basaba la adquisición de lo producido
entonces, luego se asumía la forma de tributos, siendo similar al establecido
para la encomienda[25], como se observa en el cuadro 24.
Cuadro Nº
24
Estratificación social en Cojede,
siglo
XVIII
Estrato
|
Integrantes
|
Porcentaje
|
Élite de poder
|
Misionero,
autoridades militares, usufructuaria de la producción, administradora y
poseedora de loa bienes del Estado metropolitano.
|
1
|
Estrato medio
|
Militares
subalternos, autoridades indígenas, indígenas militares de las entradas o
jornadas, hacendados medios, con privilegios y sin bienes de fortuna. Son
encargados del control de la actividad productiva.
|
12
|
Explotados
|
Mayoría
indígena, esclavos, blancos de orilla, desposeídos de privilegios y poder,
explotados y oprimidos.
|
87
|
Fuente: Documentos
Diversos. Elaborado por: Armando
González Segovia.
En este marco de clases sociales es que cada una tenía
una educación basada en el principio de mantener el status quo, es decir la
educación en función de aletargar las clases oprimidas.
Existía una educación para que los desposeídos
mantuvieran esa condición subyugada a los poseedores, una educación donde se
intentaba opacar toda manifestación de conciencia de clase. La gran propiedad
terrateniente en formación crecía a expensas del despojo de las tierras
indígenas y exigía cada vez más mano de obra económica. Se empezó a premiar a
quienes más producían, se ofrecía (y no se cumplía) la manumisión de los
esclavos para que pasaran a ser siervos, sometidos al trabajo bajo forma de
peones con sus antiguos dueños. La meta era la integración de los explotados al
proceso productivo, al trabajo en cuanto forma de producción de riquezas,
anulando todo intento de subversión de parte de los oprimidos.
[1] GIL FORTOUL, José. Historia
Constitucional de Venezuela. Caracas, edición Parra León Hermanos/
editorial Sur América, 1930, t. I, p. 68, 69.
[2] Véase capítulo IV de esta investigación.
[3] Lenin definió clase social de la siguiente forma: “...las clases
son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que
ocupan en un sistema de producción históricamente determinado, por las
relaciones que se encuentran con respecto a los medios de producción
(relaciones que las layes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel
que desempeñan en la organización social del trabajo, y, por consiguiente, por
el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que
disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del
trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de
economía social”, LENIN, V.I.: Una
gran iniciativa, en: Obras
Escogidas en tres t.s.
Moscú, editorial Progreso, T. 3, 1979. p. 228. En esta misma cita se basa Vilar
Pierre para desarrollar su propuesta sobre las clases sociales, véase: VILAR, Pierre.
Iniciación al vocabulario del
análisis histórico. Barcelona, Editorial Crítica, 1981, p. 129.
[4] MAZA ZAVALA, D. F. “Mestizaje y estratificación de clases en Venezuela
1780-1830”,
en: Revista Universitaria de
Historia. Caracas, Universidad “Santa María”, Nº 6,
septiembre-diciembre, 1983, p. 16-17.
[5] Al referirse al nivel de estructuración de la formación social
venezolana, plantean en cuanto al nivel de organización social: “En este aspecto limitaremos el análisis a la
consideración de algunas hipótesis de cuadros de clases y castas. Es necesario
advertir que cuando hablemos de clases durante este estadio no nos referimos a
una existencia real y acabada, sino al proceso constitutivo de un cuadro de
clases que se imbrica con formas de organización social basada en el criterio
étnico”, CENDES. Op. cit. 1993, p. 65.
[6] DE LA PLAZA,
Salvador: La Formación
de las clases sociales en Venezuela. Caracas, Cuadernos Rocinante. S/F, pp.
34-36.
[8] MAZA ZAVALA, D. F. Op.
cit. 1983, p. 17-18.
[9] BRITO FIGUEROA, Federico: Op.
cit. 1996, p. 1. 218, 1.219.
[10] En este contexto es cuando Marx refiere: “La miseria religiosa
es, a la vez, la expresión de verdadera miseria y una protesta contra la misma.
La religión es el suspiro de la criatura sañudamente oprimida, el sentimiento
de un mundo sin corazón, el alma de circunstancias sin alma. Es el opio del
pueblo”, donde la religión sirve de expresión del sentimiento oprimido con
saña y la asume como parte del proceso creativo para intentar hacer de ella un
elemento de protesta contra la misma opresión.
[11] La utilización del término, tiene un uso semejante al dado por
WRIGHT MILLS, Charles. Elite del Poder. México, Fondo de Cultura
Económica, 1957.
[12] DEPONS. Op.
Cit. p. 205.
[13] LUCENA SALMORAL, Manuel. Op. Cit. 1984, p.p. 23-43.
[14] Puede revisarse un excelente trabajo de LANGUE, Fréderiqué. Aristócratas,
honor y subversión en la
Venezuela del siglo XVIII, 2000, citada.
[15] “…los indios para que trabajen a los vecinos de las villas
circunvecinas, rara vez les pagan su trabajo, sino en carne y, aunque hayan
servido toda la semana, les es preciso comérsela toda toda aquella noche, por
darse comúnmente los sábados, que es cuando se mata, y no poder dichos
religiosos darles toda la sal necesaria para salarla, por costar la fanega
catorce y quince pesos, y que si alguna vez les pagan en ropas, es por precios
tan subidos, que nunca les luce su trabajo a los miserables indios…”, Cédula
para que el jornal de los indios de los Llanos se pague en dinero y no en
especie, Madrid, 5 de agosto de 1702, publicada por CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II., p. 39.
[16] Torres Pantin, Carmen (Recopilación y estudio preliminar): Índice
sobre esclavos y esclavitud (sección civiles-esclavos). Caracas, Academia
Nacional de la Historia,
serie Archivos y Catálogos, 11, 1997, pp. 41, 46, 60, 124, 125, 219 y 294.
[17] Véase capítulo I, marxistas, Federico Brito Figueroa.
[18] OFICINA SUBALTERNA DE REGISTRO PRINCIPAL DEL ESTADO COJEDES. Protocolos de San Carlos,
1769, libro 2º, parte 2º, folios 28-31.
[19] “Yttn.
Declaro pr. mis bienes los esclavos que van mencionados arriva… y
una casita de palmas, con un quartito de tapia de bajareque y lo demás sin
tapia en dho. pueblo de Cobjede…”, documento citado: Protocolos de San
Carlos, 1769, libro 2º, parte 2º, folios 28-31.
[20] “...los indios reducidos ya, no tendrían otra ocupación sino servir
a la doctrina, ni se les podía obligar a servir a persona alguna sino
voluntariamente y por su jornal; que los españoles que acompañasen a los
misioneros en las entradas, no debían hacer violencia ni malos tratamientos a
los indios que redujesen, los que serían colocados en los pueblos y que allí
asistan a los españoles por medios suaves, pero con la condición que pasados
los diez años, quedarían libres de un todo...”, CARROCERA, Fray Buenaventura
de. Op. cit. 1973, t. I,
p. 45.
[21] Ibid. 1973, t. I, p. 46. Véase también: MANZO NÚÑEZ,
Torcuato. San Carlos de Austria. Caracas. Archivo General de la Nación, 1979.
[22] CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1973, t. I, p. 59.
[25] “…determinamos que el tributo que deben pagar a Su majestad y en su
real nombre al encomendero, son tres días de trabajo personal en cada semana a
favor del encomendero, en los ministerios, labores y ejercicios, que están
dispuestos por cédula de Su Majestad, y los otros tres días para que ellos
hagan sus labranzas y aquello que por bien tuvieren, o se alquilen a las
personas que los hubieren menester de cualquier estado, calidad condición que
sean, y que ellos trabajen con quien quisieren los dichos tres días…”, Acuerdos
sobre el tratamiento de los indios, tomado por el obispo González de Acuña y la
junta reunida al efecto, fechada el 28 de septiembre de 1676, en: Ibid.
1973, t. I, p. 356.
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