jueves, 6 de marzo de 2014

Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) III por Armando González Segovia


Armando González Segovia
Tomado de Armando González Segovia. Historia Social de Cojede Un Pueblo de Misión en los Llanos Occidentales de Venezuela. 1530-1820. Trabajo de Grado para optar al Título de Magíster Scientiarum en Historia. Barquisimeto, Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado”-Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Instituto Pedagógico de Barquisimeto “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, Programa Interinstitucional de Maestría en Historia UCLA-UPEL-IPB. Maestría en Historia de Venezuela, 2006. Capítulo V.



3. Sociedad

La misión de Cojede se inició a finales del siglo XVII y principios del XVIII[1]. Es necesario plantear desde una óptica diferente el problema de las llamadas fundaciones de pueblos y ciudades. Según establecen las Leyes de Indias, las poblaciones de la provincia o comarca debían hacerse “solo en terreno saludable”, previo conocimiento en él de “hombres de mucha edad, y mozos de buena complexión, disposición y color; si los animales son sanos y de competente tamaño, y los frutos y mantenimientos buenos y abundantes tierras para sembrar y coger”, planteándose, además, la necesidad que existan “buenos pastos para criar ganados, montes, y arboleda para leña, materiales de casas y edificios; muchas y buenas aguas para beber y regar” debiendo haber “indios naturales sobre los cuales se pueda predicar el Santo Evangelio”, lo cual indica la presencia de poblaciones indígenas donde se establecieron las “fundaciones coloniales”[2].
El concepto, en consecuencia, debe ser sometido a un riguroso estudio hasta llegar a clarificar ¿Hasta qué punto tomar en consideración como fundación la fecha en la cual llegaron los conquistadores y colonizadores? ¿No significa asumir y aceptar, desde entonces, la trampa de la historia impuesta por los vencedores? Si las misma Leyes de Indias establecían que los pueblos coloniales debían establecerse donde existían poblaciones aborígenes ¿Cómo validar la historia desde la misma óptica de los colonizadores?
La llamada “fecha de fundación” no pasa de ser un dato más en el contexto general de la historia de un pueblo, villa o ciudad, que se fija y se oficializa, la mayoría de las oportunidades para celebrar. Sin embargo, fue en ese día donde se inicia la historia del despojo y la opresión a las poblaciones indígenas que habitaban este territorio y puede asumirse como la fecha del inicio de la explotación y la opresión.
Es conveniente tener clara esta fecha para poder conmemorarla, no celebrarla[3]. De allí que para intentar una primera discusión respecto al problema en Cojede, suprimimos el epísteme fundación y asumimos el establecimiento colonial, entendido como la imposición de una forma productiva donde se inicia la explotación tanto de indígenas como de esclavos africanos y sus descendientes.
Entonces se inició este proceso de imposición violenta de una cultura invadida por otra por otra que invade, en nuestro caso la indígena o aborigen por la europea, la cual también fue recreada a partir del proceso de sincretismo cultural. Ahora ¿Cómo se estableció la misión de Cojede? ¿Por qué motivos? ¿Qué condiciones sociales existían? Al revisar las Reales Cédulas de finales del siglo XVII y principios del XVIII, se encuentra la respuesta a parte de estas interrogantes.
Los indios Gayones tenían toda una tradición guerrera, de enfrentamiento en la región del El Tocuyo, Bobare[4], Barquisimeto y en el Cerrito de Santa Rosa. Este enfrentamiento entre los Gayones y los colonizadores motivó que el Rey expidiera varias Reales Cédulas. Una fechada el 06 de abril de 1691 y otra del 20 de junio de 1694, donde se ordena el traslado de los Gayones a sitios donde puedan ser sometidos “por grado o por la fuerza”. Sin embargo, ese traslado no se pudo realizar, según consta en la Real Cédula del 06 de marzo de 1700 que motiva la del 20 de noviembre de 1700, donde se manda a trasladar a los Gayones a la Isla Santo Domingo[5].
El traslado a la antillana isla no se realiza porque ya estos Gayones habían sido reasentados desde el cerrito de Santa Rosa a la misión de Cojede[6], doce familias gayonas al sitio donde se estableció la misión que utilizaba un doble patronímico: San Diego o San Francisco de Cojede.
Esta actitud es comprensible, puesto que no se sabía que para ese momento ya se habían llevado parte de los guerreros indígenas hacia la misión de Cojede, como lo demuestra la respuesta del 25 de enero de 1702, donde se afirma que “en carta del 15 de marzo de 1701 dais cuenta de haber recibido carta de Fray Pedro de Alcalá, religioso capuchino doctrinero del pueblo de Cojede en que os avisa haber mudado a él doce familias de indios Gayones del cerro de Santa Rosa...”[7].
Entonces el imperativo mayor era someter el alzamiento de los indios Gayones; fin que no se logró, como lo demuestra el testimonio del Obispo Mariano Martí en el Libro de Providencias, cuando afirmó que el Capitán General de la Provincia:
“Ha practicado las más vivas y eficaces amorosas diligencias a fin de reprimir no tan solo la extravagante idea en que incurren los indios Gayones en andar vagos sino que con sus efectos ha conseguido de todos los principales de ellos abandonen el sitio llamado el Matico del otro lado del río Cojedes”[8].
Como puede apreciarse, para la fecha de esta Providencia, 1781, todavía no habían logrado “reducir” a población a gran cantidad de indios Gayones que continuaban en su lucha constante hasta años después cuando se vuelven a encontrar con el nombre de “facciosos”, en las insurrecciones campesinas de mediados del siglo XIX.
Prontamente esta misión sirvió de centro de irradiación colonial desempeñando una función pobladora en los llanos[9]. Lo primero era la búsqueda compulsiva de mano de obra a través de las entradas o jornadas, donde los indígenas, quienes eran traídos desde lugares lejanos de manera que los separaban de sus familiares y los desorientaban geográficamente con la finalidad evitar que se escaparan de los pueblos de misión, estas eran expediciones armadas que sobrepasaban, en muchas ocasiones el centenar de soldados[10].
Los indígenas eran incorporados por vía violenta a los pueblos de misión por medio de “jornadas” o “reducciones”, ya en la misión era obligado a trabajar en los hatos y haciendas tanto de comunidad como familiares, con vigilancia de los cuerpos armados que para este efecto tenía el Estado metropolitano. Hubo fortificaciones militares para evitar la fuga de los indios, estas eran representadas por las villas y ciudades, ellas “resguardaban” para que los indígenas no se huyesen de las jornadas de trabajo, de sol a sol, en cuadrillas o tandas.
Los utensilios o instrumentos de trabajo eran: hachas, machetes, tacís, azadones, palas así como medios fuerza animal para transporte como: mulas, burros. Todo pertenecía a la misión, es decir a la comunidad religiosa, el indígena aunque jurídicamente libre se encontraba bajo un régimen de trabajo forzado, con evidentes relaciones de servidumbre y en algunos casos de esclavismo, mientras que el pago estipulado se reducía, en muchos casos, a pedazos de carne, tabaco o alguna especie de las producidas y que era calculada y pagado los sábados[11]. La larga implantación de poblados coloniales, tienen el signo de pueblos de misión en gran parte del actual territorio venezolano.
Estas entradas o jornadas eran verdaderas razzias contra la población aborigen que se inició con los grupos establecidos en Santo Domingo, Cuba, Jamaica, y Puerto Rico, que significó la posibilidad de mano de obra “obviando desembolsos” que causaba inicialmente la compra de indios “La sistematización de las razzias o entradas, desde luego, acentuó aún más la destrucción de recursos y el descenso demográfico de la base indígena, así como también la resistencia por ésta ofrecida a los grupos hispanos”[12], donde se manifestó el enfrenamiento violento entre los europeos y los grupos que habitaron estas tierras milenariamente. Y eran apoyadas de forma tal que pudiesen ser lo más efectivas, facilitándole recursos económicos, armas y transportes necesarios para que estas entradas se hiciesen tanto en la época de sequía como en la de lluvias[13], siendo Cojede el lugar donde se construían las canoas utilizadas en las jornadas o entradas[14].
Desde 1706 hasta 1725, según las estimaciones fray Salvador de Cádiz, se habían realizado veinte (20) entradas o jornadas donde se habían capturado 3.840 indígenas con la participación de 1.748 soldados[15].
Cojede fue una misión reconocida por su aporte a la realización de estas entradas o jornadas, a cuyos indígenas lograron catequizar de tal manera que luego buscaban a sus hermanos para las reducciones en los pueblos misionales[16], quienes servían de soldados en las jornadas[17]. Las entradas o jornadas duraban dos, tres o cuatro meses cada una, en ellas vivían de la cacería y pesca tanto los españoles como los indígenas capturados[18]. Los soldados en su mayoría “van pagados, llevando cada uno diez pesos por mes”, además del sustento o manutención durante toda la jornada, el alquiler de las bestias de carga, a un promedio de diez pesos por mes, así como las armas y municiones necesarias, “de tal suerte que la entrada que menos nos ha costado, no han bajado los costos de cuatro mil pesos”[19]. Una verdadera fortuna en la época.
En 1715 fray Pedro de Alcalá, en una entrada al río Santo Domingo, jurisdicción de la ciudad de Barinas, logró capturar a 300 achaguas “a los cuales pobló en la misión del río Cojede, y al poco tiempo huyeron, quedando solamente 9 familias que comprendían poco más de 30 almas”[20]. Cinco años después fray Marcelino de San Vicente en compañía del capitán Ignacio Sánchez Nadales con “solo 19 hombres” en expedición por el río Apure, logrando llevar 248 achaguas que “se poblaron en la misión de Cojede”, estos indígenas son “muy bien dispuestos, más blancos que los otros, muy racionales y trabajadores”[21]. En 1722, los frailes Marcelino de San Vicente y Buenaventura de Vélez, escoltados por 124 hombres capitaneados por el mismo Ignacio Sánchez Nadales “hicieron una entrada con cantidad de canoas que llevaron por el río Cojede”, saliendo a la Portuguesa y de allí al Apure y consiguieron reducir “232 indios de nación guaranaos, taparitas y algunos Achaguas”, además lograron sumar 22 guaranaos en el río Portuguesa, de allí los guaranaos y ahaguas “se pusieron en la misión de Cojede”[22].
Buenaventura de Vélez y Prudencio de Braga, para 1724, escoltados por 126 soldados bajo el mando del capitán Ignacio Sánchez Nadales, recorrieron los ríos Portuguesa, Apure, Guanaparo y Guárico y aprisionaron 156 guáricos y guayquires, de los cuales 49 fueron poblados en la misión de Nuestra Señora del Carmen, y los restantes en la de Cojede”[23].
Ese año de 1724, fray Marcelino de San Vicente al no poder pasar a los llanos por los río Portuguesa y Apure, envió unos indios de la misión de Buría “dándole diferentes dones para que agasajasen a los indios gentiles de su propia nación y les obligasen a ellos a salir a poblarse en nuestra propias misiones” trabajo que se estima “cumplieron tan bien su embaxada los expressados Indios, que al cabo de dos meses bolvieron, trayendo consigo a doscientos Indios de Nación Guáricos, los que poblaron en el pueblo de Coxede, y parte en el de Buría”[24]. Al año siguiente hubo problemas para organizar las “entradas”, y de nuevo mandaron “indios reducidos” a realizar esta labor: “se despachó una partida de indios reducidos de la misión de Cojede, los que, después de mes y medio que gastaron en los llanos, se volvieron con 36 indios gentiles de nación guáricos con su capitán, llamado Guatarama”[25].
Aunque hasta entonces los indígenas habían acompañando a los conquistadores en las entradas, esta es la primera noticia donde los indígenas participan en la captura de sus mismos hermanos indígenas para la reducción a poblados misionales. Se evidencia aquí los inicios de la alienación, donde algunos indígenas hacen concesiones a quienes los someten, se unen y colaboran con ellos en el proceso de opresión.
Para 1731 el religioso de la misión de Cojede envió dos canoas de indios guamos “para que fuesen a sacar otros de su propia nación, y parentela, que decían estar en el río Iaguanaparo; y haviendo estos indios recogido una noche en las canoas sus mugeres, e hijos no volvieron más”[26], siendo una forma de resistencia indígena a la gesta evangelizadora y colonizadora misional.
En 1736, los frailes Prudencio de Braga y Bartolomé de San Miguel hicieron dos entradas o jornadas. El primero salió de Calabozo con una escolta de 75 hombres, bajo el mando de Bernabé Álvarez, teniente de justicia mayor de aquella villa, y el segundo salió del pueblo de Cojede con escolta de 80 hombres a las órdenes del capitán Nicolás González y,
“habiendo penetrado hasta el río Orinoco, sacaron cantidad de 227 indios de ambos sexos, de nación guamos, guaiquires y güires, algunos gentiles y los más apóstatas y fugitivos de nuestras misiones, los que pusieron en el pueblo de Cojede...”[27].
Al año siguiente fray Miguel de Olivares con setenta hombres de escolta mandados por el capitán Miguel del Castillo salió de la ciudad de Guanare, mientras que el mismo Bartolomé de San Miguel con “ochenta hombres y bastimentos necesarios salió del pueblo de Cojede” uniéndose ambas expediciones, Olivares logró reducir 250 indios gentiles de ambos sexos que pobló en la misión de San Rafael[28]. La misma relación refiere que fray Bartolomé posteriormente salió con:
“...veinte indios cristianos a la reducción de un pueblo grande de indios bárbaros y gentiles, sin llevar consigo gente armada, y, pretendiendo reducirlos apostólicamente, le quitaron cruelmente aquellos bárbaros la vida a flechazos...”[29]
Estas son formas de alienación donde los indígenas son utilizados en la búsqueda forzosa de mano de obra y que luego éstos se vuelven contra los mismos explotadores. Luego fray Marcelino de San Vicente salió con cincuenta hombres de la misión de Cojede y el alcalde ordinario de la ciudad de Guanare con setenta y cuatro soldados, para juntos “reducir a los indios que mataron a Fray Bartolomé, y habiendo hecho exquisitas diligencias, no pudieron encontrar los indios y solo pudieron encontrar una indiecita perdida, que se trajo a la misión”.
En 1738, fray Salvador de Cádiz salió de la misión de Cojede, con cien hombres entre indios y españoles, mientras que fray Miguel de Olivares partió de Guanare junto cincuenta y seis hombres de escolta y trescientos caballos, uniéndose en el río Apure, logrando reducir solamente cincuenta y ocho indios gentiles de ambos sexos, yaruros y otomanos, los primeros los congregaron en Charayave y los demás fueron repartidos entre los vecinos de la ciudad[30]. El siguiente año fray Prudencio de Braga con escolta de setenta hombres redujo catorce indios otomacos, gentiles, “los que pusieron en la misión de San Rafael, y de esta partida no se presenta instrumento que la justifique por haberse quedado en la misión de Cojede”[31].
Cuadro Nº 21
Entradas o Jornadas Vinculadas a la Misión de Cojede
Año
Entrada a cargo
Lugar
Etnia
Cantidad
1715
Pedro de Alcalá
Río Santo Domingo
Achaguas
300 huyeron 270
1720
Marcelino de San Vicente –Ignacio Sánchez Nadales
Río Apure
Achaguas
248
1722
Marcelino de San Vicente-Ignacio Sánchez Nadales
Ríos Cojedes, Portuguesa, Apure
guaranaos, taparitas y Achaguas
254
1724
Buenaventura de Vélez y Prudencio de Braga-Ignacio Sánchez Nadales
Portuguesa, Apure, Guanaparo y Guárico
guáricos y guayquires
156
1725
Indios de Cojede
Llanos
Guáricos
36
1736
Bartolomé de San Miguel- Nicolás González
Orinoco
guamos, guaiquires y güires
227
1737
Bartolomé de San Miguel
S/d
S/d
250
1737
Marcelino de San Vicente
S/d
S/d
1
1738
Salvador de Cádiz
Río Apure
yaruros y otomanos
58
1739
Prudencio de Braga
S/d
Otomacos
14
1744
Pedro de Villanueva- Miguel del Castillo
S/d
S/d
66




1.340
Fuente: “Relaciones misionales”. Elaborado por: Armando González Segovia.
En 1744 fray Pedro de Villanueva[32] con escolta de 40 hombres comandados por Miguel del Castillo, partiendo desde la ciudad de Guanare, lograron después de mes y medio congregar sesenta y seis indios gentiles, apóstatas y fugitivos en la misión de Coxede.
Las condiciones del ambiente que favorecían la aparición de enfermedades contra las cuales no existía medicina que les previniese o curase. Refiere Salvador de Cádiz en 1725 “desagradable del clima”, “todo desierto e inculto”, “ríos caudalosos e insondables que hay que pasar, las dilatadas lagunas y pantanos que hay que pasar a pie, con el agua muchas veces a los pechos, montañas espesas y espinales que salimos con los hábitos despedazados, y muy de ordinario nuestras propias carnes”, la inexistencia de caminos, lo ardiente del sol, “las muchas plagas de garrapatas, mosquitos y sabandijas que ni nos dejan dormir de noche ni descansar un rato de día”[33].
Este agreste ambiente para el europeo trajo diversas enfermedades endémicas: disentería, tisis, hidropesía y paludismo, la viruela y el sarampión, que diezmaban y a veces extinguían pueblos enteros”[34].
Se tiene noticias de un catarro que para 1760 que diezmó la población de Cojede[35]. Años después se refiere la existencia en territorio de San Carlos del mal de San Lázaro o Lazarinos[36] y de bubas[37], reporta Bernardo Isidoro Herrera cinco casos el 16 de julio de 1788:
“Rey Venerado Señor Informado D que en esta jurisdicción se hallan cinco enfermos (según dicen) del mal de San Lázaro, el que a causa de no haber tampoco médico de profesión que pueda conocer de fijar el tal mal D Lazarino. Consulto a V.S. me diga: que debo hacer; si se puede determinar en essa Capital al hospital de Lazarinos aun fin que sean reconocidos por Médico que conozca del referido accidente, y a costa de quien se deba hacer esto, por ser los más pobres infelices, y como, a quien deba compeler esto para que los conduzcan, por decir que es mal contagioso; por lo que juzgo se ha de encontrar quien los lleve voluntario; de todo lo que del espero de S.S.V. me ordene lo que deba hacer en esta animas para librar Del peligro del contagio a las demas gentes que havitan con ellos Dios guie a V.S.M.” [38]
La respuesta no se hizo esperar, el 31 de julio de este mismo año se informa que los costes de traslados de los cinco lazarinos correrán por cuenta de la Real Hacienda, debiéndose poner de acuerdo con las autoridades locales para que “franqueen” los gastos que ocasionados “y en cuanto al modo como deba verificarse tomará las prudentes medidas, valiéndose en caso necesario, de los Jueces...”[39].
Posteriormente José de Alcoba y Urrutia cartea al señor Presidente Gobernador y Capitán General, anunciando el envío de José Nicolás Pérez, vecino del pueblo de Cogede, que se halla enfermo con el Mal de Lázaro, el 24 de abril de 1792:
“P. Gov. r y Cap.n Gral. Remito a la disposición de Vs. a la persona de José Nicolás Pérez vecino del pueblo de Cogede de esta Jurisdicción, a causa de haberle resultado el mal Lazarino; como quiera que este es uno de los contagiosos que pueden perjudicar con irreparable daño a todo el vecindario he tomado esta deliberación para que Vsa se sirva de darle el destino que bien tuviere. Dios Guie a Vsa Ms As Sn Carlos, Abril 24 de 1792. José de Alcoba y Urrutia”[40].
José Nicolás Pérez vecino de Cojede, reportado como lazarino y trasladado para ser sometido a tratamiento y evitar contagio de otras personas.
¿Qué era esta enfermedad que las autoridades se apresuraban a dar respuesta tan prontamente?
El mal de Lázaro o lazarinos era lepra tuberculosa, enfermedad crónica causada por el bacilo Mycobacterium leprae. El nombre provenía del bíblico mendigo homónimo[41]. Los lazarinos encontrados en San Carlos en 1788 y en Cojede, cuatro años después, eran leprosos, cuyo tratamiento se hacía con “coles, y con otros condumios afines”, con los cuales no avanzó mucho en la solución en esta, que aquejaba la zona del Socorro en Nueva Granada, desde 1778[42].
Desde Nueva Granada, que llegó a ser una de las principales regiones donde se sufrió esta enfermedad en el mundo[43], pudo llegar a la villa sancarleña y a Cojede, aunque los primeros reportes fueron de San Carlos, desde el Nuevo Reino de Granada se pasaba primero por Cojede, siendo posible que hubiese llegado allí primero sin ser reportado, y luego a San Carlos.
Se consideraba la causa de la lepra cierta acrimonia salina, corrosiva, cuyos síntomas eran: frecuente comezón, encendimiento o fogosidades exulceración, “...propensión a fiebre y ardores libinosos, habiendo acreditado las frecuentes observaciones que las legumbres (de que en aquellos países se carece) producen tal temperie y simplicidad, motivo porque dulcifican las sales acres y corrosivas; es verosímil les sea el más eficaz auxilio para la curación de los sanables leprosos y alivio de los incurables...”[44].
El cólera también se manifestó en Cojede, para 1819 se refiere una epidemia de cólera que motivó e traslado del pueblo. Refiere el padre Díaz que Cojede fue trasladado ocho leguas río abajo por esta enfermedad. Distancia que sobrepasa los poblados de San Rafael de Onoto y Caramacate, que estaban a 2 ½  y 3 leguas, respectivamente según refiere el Obispo Martí[45].
En las condiciones de la ciencia en el siglo XVIII, no existió tratamiento adecuado para estas enfermedades, sin embargo, el Estado se hacia cargo de los casos reportados para evitar en lo posible que las epidemias afectasen aun más las poblaciones existentes.


[1] Para efectos de este trabajo suprimimos la discusión con Héctor Pedreáñez Trejo sobre la fecha del establecimiento de Cojede. Véase: PEDREÁÑEZ TREJO, Héctor. Historia del Estado Cojedes. Caracas, Presidencia de la República, 1982, pp. 208, quien afirma que fue el año 1699, asimismo en el Discurso en Conmemoración del tricentenario de esta población cuando le invitamos a la sesión solemne a que expusiera su tesis, véase también “Discurso de orden en la conmemoración del Tricentenario de la fundación de dicha ciudad, como pueblo de misión, pronunciado el día 13 de noviembre de 2000”. Luego de reestudiar de nuevo las fuentes para esta investigación debo aceptar que Pedreáñez tenía razón, Cojede fue establecida en 1699, como lo testifica el mismo fray Pedro de Alcalá en 1706 cuando afirma que para entonces tenía siete años. Aunque esto es parte del ídolo u obsesión por los orígenes que refirió Bloch. Op. Cit., 1986, p. 69 y 2001, p. 59.
[2] Recopilación de Leyes de Indias. Madrid, Consejo de Hispanidad. 1943, p. 14, 15.
[3] ARCHIVO HISTÓRICO DEL ESTADO COJEDES. Boletín Nº 6. San Carlos, Instituto de Cultura. 2002.
[4] Observa Ramón Querales que posiblemente no es a Bobare, porque los gayones de Santa Rosa fueron traidos del río Auro en 1673. Comunicación personal, 2006.
[5] PERERA, Ambrosio. Historia de la Organización de Pueblos Antiguos de Venezuela. Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1964, t. II, pp. 190-194.
[6] “También ese mismo año (1700), según lo acordado y mandado por V. M., se pobló el lugar de San Diego, en el río Cojede, de indios que estaban en el cerrito de Santa Rosa de Barquisimeto y en otras partes esparcidos…”, Memorial del Prefecto P. Marcelino de San Vicente en el que expone lo sucedido en la misión de los llanos, desde 1699 a 1701, haciendo hincapié en los pueblos fundados y luego abandonados por los indios, documento publicado por: CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 18, 27.
[7] PERERA, Ambrosio. Op. cit. 1964 y GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando José. La Misión de Cojedes (Municipio Anzoátegui). I Simposio de Historia de la Iglesia en el Estado Cojedes, 30 de octubre al 1 de noviembre de 1997; en Boletín del Centro de Investigaciones de Historia Eclesiástica Venezolana, año 10, Nº 19, enero diciembre, 1998.
[8] MARTÍ, Obispo Mariano. Op. cit. 1969, pp. 352, 353.
[9] BRITO FIGUEROA, Federico. Op. cit. 2000, t. I., 132.
[10] GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando José. Ibeandí Maendurí/ Nuestra historia. San Carlos, Conac-AEV Cojedes, Fondo editorial Letras Cojedeñas, Valencia, Alfa Impresores, 1986, p. 28.
[11] BRITO FIGUEROA, Federico. Op. cit. t. IV, p. 1.179, 1.180.
[12] CENDES. Op. cit. 1993. p. 21.
[13] “…convendrá que no solamente las jornadas que hacen los religiosos a sacar indios de la gentilidad con las escoltas de los españoles, se hagan en verano, sino que continúen en invierno, por estar en este tiempo los indios, por lo anegadizo de la tierra donde habitan, viviendo en la cima de los árboles cumbre de los cerros quedan descubiertos, y por esta razón con menos defensa y más fáciles de coger, suplicándome fuese servido de mandar se les haga cuatro barcos pequeños donde pueda ir escolta y llevar el mantenimiento y armas necesarias…”, Cédula del gobernador de Venezuela para que se haga fabricar cuatro barcos con destino a la misión de los Llanos, para que sean empleados en hacer las entradas a la reducción de los indios, Madrid, 5 de agosto de 1702, documento publicado por CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1972, t. II, p. 38, 39.
[14] “…en ésta se trabajan las canoas y gran parte las trinas (sic) y se hacen otras prevenciones para el mismo efecto…” Estado de la misión de los llanos dado al rey por el Prefecto P. Jerónimo de Gibraltar, consignando los misioneros, su número y nombres de los pueblos existentes y vicisitudes de su fundación, 29 de septiembre de 1761. Ibid. t. III, p. 85.
[15] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz, a requerimiento del gobernador de Venezuela, sobre el estado de la misión, pueblos a su cargo, entradas realizadas, su número y cuánto éstos han trabajado allí, 12 de septiembre de 1725. Ibid. 1972, t. II, p. 140.
[16] “…De ella salen las jornadas o entradas a los indios gentiles a los indios gentiles, y los indios de ella son los que frecuentan la tarea fatigosa de sacar los indios del monte. Son estos indios prácticos y esforzados para las jornadas, en cuyo ejercicio pasan alegremente imponderables trabajos. Son asistentes a la doctrina y obedientes a su cura doctrinero”, Estado de la misión de los llanos dado al rey por el Prefecto P. Fernando de Ardales, dando cuenta de los religiosos misioneros y de la situación de los pueblos que entonces estaban al cuidado de los Capuchinos en los Llanos, 29 de mayo de 1764. Ibid. t. III, p. 101.
[17] Refiere que los indios de la misión de Cojede se han “…agregado otros gentiles de la misma nación y algunos Achaguas, con otros libres que sirven de soldados para las jornadas…”, Informe del estado de la misión dirigido al obispo de Caracas por el Prefecto P. Gabriel de Benacoaz, con indicación del personal misionero y pueblos fundados y atendidos por religiosos capuchinos, 5 de julio de 1777. Ibid. t. III, p. 230.
[18] “…en cada uno solían ir cerca de cincuenta indios con los vecino de la villa a escoltar a los Padres, los cuales llevaban el peso de la jornada, en cada una se tarda cuatro meses, pues ellos con sus pescas y cazas sustentan los indios que se cogían y aun los españoles gran parte, y ellos como prácticos…”, Memorial del Prefecto fray Marcelino de San Vicente, dirigido al rey, en que da cuenta de los pueblos fundados hasta entonces por los capuchinos, en un total de 22, y asimismo de otras realizadas, exponiendo otras necesidades de la misión, 1701. Ibid. 1972, t. II, p. 22.
[19] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz… 1725, citado. Ibid. 1972, t. II, p. 142.
[20] Informe de Salvador de Cádiz… 1725, citado. Ibid. 1972, t. II, p. 131.
[21] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz, 12 de septiembre de 1725, citado. Ibid. 1972, t. II, p. 136.
[22] Ibid. 1972, t. II, p. 136, 137.
[23] Ibid. 1972, t. II, p. 138.
[24] Noticias del estado que han tenido y tienen estas misiones… desde el año de 1658…, fechada en 1745; RIONEGRO. Op. cit, 1918. t. 2, p. 284.
[25] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz, 1725, ya citado, publicado por CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 139.
[26] Noticias del estado… desde el año de 1658…, 1745; RIONEGRO. Op. cit, 1918. t. 2, p. 288.
[27] Autos presentados por el P. Salvador de Cádiz de las entradas hechas a los indios, reducciones de éstos verificadas desde 1725 y pueblos y villas fundados en esos años por los misioneros capuchinos en los llanos y certificación dada por el notario público, fechada el 17 de marzo de 1741, CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 241. Otra relación editada en esta obra afirma: “redujeron y sacaron de los montes, después de muchos días de peregrinación, doscientos veintisiete indios de ambos sexos y de diferentes naciones, los que se agregaron a los ya reducidos en el pueblo de Cojede”, El Prefecto P. Salvador de Cádiz da cuenta al rey de las entradas a los indios los años 1736 y 1737 y de las reducciones ya logradas, 15 de febrero de 1737. CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 215.
[28] Ibid. 1972, t. II, p. 242.
[29] Ibid.
[30] Ibid. 1972, t. II, p. 242 y 314; BRITO FIGUEROA, Federico. Op. cit. 2000, t. I. p. 82.
[31] Ibid. 1972, t. II, p. 243.
[32] Noticias del estado… desde el año de 1658…, 1745; RIONEGRO. Op. cit, 1918. t. 2, p. 294.
[33] Informe del P. Salvador de Cádiz, 1725, ya citado. CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 141.
[34] Ibid. 1972, t. I., p. XIX.
[35] Estado de la misión…. de Jerónimo de Gibraltar, 1761, citado, Ibid. t. III, p. 85.
[36] Comunicación de don Bernardo Isidoro de Herrera, Teniente Justicia Mayor de San Carlos para el Gobernador y Capitán General Juan de Guillelmi, donde informa que en la jurisdicción que gobierna se hallan cinco enfermos de Lázaro, según reconocimiento empírico. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real Hacienda, t. XXXIX, folio 246, 1788.
[37] Comunicación de don José de Bellegarde, Comandante de Armas de San Carlos, para el señor Gobernador y Capitán General, informando que el miliciano José Julián Villanueva del Batallón de Pardos de Valencia, no salió del servicio como sostiene el comisionado, sino que a causa de la enfermedad de bubas estuvo ausente por algún tiempo de la compañía a la que pertenece. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real Hacienda, t. VI, folio 112, 112 vto., 1792.
[38] Comunicación de don Bernardo Isidoro de Herrera, ya citada. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real Hacienda, t. XXXIX, folio 246, 1788.
[39] Borrador dirigido al Teniente Justicia Mayor de San Carlos, donde se informa de la remisión de cinco lazarinos a la capital, para cuyo efecto ya están notificados los Ministros de la Real Hacienda. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real Hacienda, t. XXXIX, folio 279, 1788.
[40] Comunicación de José de Alcoba y Urrutia para el señor Presidente Gobernador y Capitán General, anunciando el envío de José Nicolás Pérez, Vecino del pueblo de Cogede, que se halla enfermo con el Mal de Lázaro. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real Hacienda, t. VI, folio 250, 1792.
[41] Lucas: 16: 19-22: “Pero cierto hombre era rico, y se ataviaba de púrpura y lino, gozaba de día en día con magnificencia. Pero a su puerta solían colocar cierto mendigo, de nombre Lázaro, lleno de úlceras y deseoso de saciarse de las cosas que caían de la mesa del rico. Sí; además, los perros le lamían las úlceras. Pues bien, con el pasar del tiempo el mendigo murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahan y murió también el rico y fue sepultado. Y en el Hades él alzó sus ojos, mientras existía en tormentos, y vio de lejos a Abrahan y a Lázaro en la posición del seno con él”. La Biblia Latinoamérica. La Victoria, Texto íntegro traducido del hebreo y del griego. Ediciones Paulinas. 1992.
[42] URIBE ÁNGEL, Jorge Tomás. “Conflictos de la medicina en el siglo XVIII”. Bogotá-Colombia, Revista Credencial Historia, Nº 79, julio 1996.
[43] “Montoya y Flórez, incluye un gráfico titulado: “Época colonial de 1767 a 1809. Lugar de nacimiento de los elefanciacos que figuran en los archivos nacionales”. En el gráfico, que “…registra los últimos 42 años coloniales, aparecen 40 localidades del virreinato de la Nueva Granada. Cartagena ocupa el primer lugar, por estar ubicado allí el único lazareto colonial, con 84 leprosos, sigue Quito con 30, El Socorro con 20, Oiba, con 13, Panamá con 11 y Bogotá con 10. Con 5 a 10 leprosos aparecen Mompox, Cali, Buga, San Gil, Barichara y Curití, con 3 a 5 leprosos aparecen seis municipios de Santander, y con dos, aparece la única población boyacense registrada oficialmente con leprosos al final de la Colonia: Chiquinquirá, población limítrofe y con intenso comercio con Santander, la región colombiana con más municipios registrados, pues con dos leprosos aparecen otros cuatro municipios de Santander”, MARTÍNEZ, Abel Fernando y Samuel Alfonso GUATIBONZA: “Cómo Colombia logró ser la primera potencia leprosa del mundo: 1869-1916”. Colombia Médica, octubre-diciembre, Vol. 36 Nº 4, 2005.
[44] Ibid.
[45] PEDREAÑEZ TREJO, Hector. Contexto de la Acción del Libertador en San Carlos de Austria y su Jurisdicción, en: El Libertador en la Provincia Venezolana. Caracas, Edic. de la Presidencia de la República, 1983, p. 11 y González Segovia. Op. Cit. 1997, p. 102-103.





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