Económia y Sociedad de la Mision de Cojede (1700-1820) III
Armando
González Segovia
Tomado
de Armando González Segovia. Historia Social de Cojede Un Pueblo de Misión en
los Llanos Occidentales de Venezuela. 1530-1820. Trabajo de Grado para optar al
Título de Magíster Scientiarum en Historia. Barquisimeto, Universidad Centro
Occidental “Lisandro Alvarado”-Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Instituto
Pedagógico de Barquisimeto “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, Programa Interinstitucional
de Maestría en Historia UCLA-UPEL-IPB. Maestría en Historia de Venezuela, 2006.
Capítulo V.
3. Sociedad
La
misión de Cojede se inició a finales del siglo XVII y principios del XVIII[1]. Es necesario plantear desde una óptica diferente el problema de
las llamadas fundaciones de pueblos y ciudades. Según establecen las Leyes de
Indias, las poblaciones de la provincia o comarca debían hacerse “solo en
terreno saludable”, previo conocimiento en él de “hombres de mucha edad, y
mozos de buena complexión, disposición y color; si los animales son sanos y de
competente tamaño, y los frutos y mantenimientos buenos y abundantes tierras
para sembrar y coger”, planteándose, además, la necesidad que existan “buenos
pastos para criar ganados, montes, y arboleda para leña, materiales de casas y
edificios; muchas y buenas aguas para beber y regar” debiendo haber “indios
naturales sobre los cuales se pueda predicar el Santo Evangelio”, lo cual
indica la presencia de poblaciones indígenas donde se establecieron las
“fundaciones coloniales”[2].
El
concepto, en consecuencia, debe ser sometido a un riguroso estudio hasta llegar
a clarificar ¿Hasta qué punto tomar en consideración como fundación la fecha en
la cual llegaron los conquistadores y colonizadores? ¿No significa asumir y
aceptar, desde entonces, la trampa de la historia impuesta por los vencedores?
Si las misma Leyes de Indias establecían que los pueblos coloniales debían
establecerse donde existían poblaciones aborígenes ¿Cómo validar la historia
desde la misma óptica de los colonizadores?
La llamada
“fecha de fundación” no pasa de
ser un dato más en el contexto general de la historia de un pueblo, villa o
ciudad, que se fija y se oficializa, la mayoría de las oportunidades para
celebrar. Sin embargo, fue en ese día donde se inicia la historia del despojo y
la opresión a las poblaciones indígenas que habitaban este territorio y puede
asumirse como la fecha del inicio de la explotación y la opresión.
Es
conveniente tener clara esta fecha para poder conmemorarla, no celebrarla[3].
De allí que para intentar una primera discusión respecto al problema en Cojede,
suprimimos el epísteme fundación y asumimos el establecimiento colonial, entendido como la imposición de una
forma productiva donde se inicia la explotación tanto de indígenas como de
esclavos africanos y sus descendientes.
Entonces se
inició este proceso de imposición violenta de una cultura invadida por otra por
otra que invade, en nuestro caso la indígena o aborigen por la europea, la cual
también fue recreada a partir del proceso de sincretismo cultural. Ahora ¿Cómo
se estableció la misión de Cojede? ¿Por qué motivos? ¿Qué condiciones sociales
existían? Al revisar las Reales Cédulas de finales del siglo XVII y principios
del XVIII, se encuentra la respuesta a parte de estas interrogantes.
Los indios
Gayones tenían toda una tradición guerrera, de enfrentamiento en la región del
El Tocuyo, Bobare[4],
Barquisimeto y en el Cerrito de Santa Rosa. Este enfrentamiento entre los
Gayones y los colonizadores motivó que el Rey expidiera varias Reales Cédulas.
Una fechada el 06 de abril de 1691 y otra del 20 de junio de 1694, donde se
ordena el traslado de los Gayones a sitios donde puedan ser sometidos “por
grado o por la fuerza”. Sin embargo, ese traslado no se pudo realizar, según
consta en la Real Cédula
del 06 de marzo de 1700 que motiva la del 20 de noviembre de 1700, donde se
manda a trasladar a los Gayones a la Isla
Santo Domingo[5].
El
traslado a la antillana isla no se realiza porque ya estos Gayones habían sido reasentados
desde el cerrito de Santa Rosa a la misión de Cojede[6],
doce familias gayonas al sitio donde se estableció la misión que utilizaba un
doble patronímico: San Diego o San Francisco de Cojede.
Esta
actitud es comprensible, puesto que no se sabía que para ese momento ya se
habían llevado parte de los guerreros indígenas hacia la misión de Cojede, como
lo demuestra la respuesta del 25 de enero de 1702, donde se afirma que “en
carta del 15 de marzo de 1701 dais cuenta de haber recibido carta de Fray Pedro
de Alcalá, religioso capuchino doctrinero del pueblo de Cojede en que os avisa
haber mudado a él doce familias de indios Gayones del cerro de Santa Rosa...”[7].
Entonces
el imperativo mayor era someter el alzamiento de los indios Gayones; fin que no
se logró, como lo demuestra el testimonio del Obispo Mariano Martí en el Libro
de Providencias, cuando afirmó que el Capitán General de la Provincia:
“Ha
practicado las más vivas y eficaces amorosas diligencias a fin de reprimir no
tan solo la extravagante idea en que incurren los indios Gayones en andar vagos
sino que con sus efectos ha conseguido de todos los principales de ellos
abandonen el sitio llamado el Matico del otro lado del río Cojedes”[8].
Como puede
apreciarse, para la fecha de esta Providencia, 1781, todavía no habían logrado
“reducir” a población a gran cantidad de indios Gayones que continuaban en su
lucha constante hasta años después cuando se vuelven a encontrar con el nombre
de “facciosos”, en las insurrecciones campesinas de mediados del siglo XIX.
Prontamente
esta misión sirvió de centro de irradiación colonial desempeñando una función
pobladora en los llanos[9].
Lo primero era la búsqueda compulsiva de mano de obra a través de las entradas
o jornadas, donde los indígenas, quienes eran traídos desde lugares lejanos de
manera que los separaban de sus familiares y los desorientaban geográficamente
con la finalidad evitar que se escaparan de los pueblos de misión, estas eran
expediciones armadas que sobrepasaban, en muchas ocasiones el centenar de
soldados[10].
Los
indígenas eran incorporados por vía violenta a los pueblos de misión por medio
de “jornadas” o “reducciones”, ya en la misión era obligado a trabajar en los
hatos y haciendas tanto de comunidad como familiares, con vigilancia de los
cuerpos armados que para este efecto tenía el Estado metropolitano. Hubo fortificaciones
militares para evitar la fuga de los indios, estas eran representadas por las
villas y ciudades, ellas “resguardaban” para que los indígenas no se huyesen de
las jornadas de trabajo, de sol a sol, en cuadrillas o tandas.
Los
utensilios o instrumentos de trabajo eran: hachas, machetes, tacís, azadones,
palas así como medios fuerza animal para transporte como: mulas, burros. Todo
pertenecía a la misión, es decir a la comunidad religiosa, el indígena aunque
jurídicamente libre se encontraba bajo un régimen de trabajo forzado, con
evidentes relaciones de servidumbre y en algunos casos de esclavismo, mientras
que el pago estipulado se reducía, en muchos casos, a pedazos de carne, tabaco
o alguna especie de las producidas y que era calculada y pagado los sábados[11].
La larga implantación de poblados coloniales, tienen el signo de pueblos de
misión en gran parte del actual territorio venezolano.
Estas
entradas o jornadas eran verdaderas razzias contra la población aborigen que se
inició con los grupos establecidos en Santo Domingo, Cuba, Jamaica, y Puerto
Rico, que significó la posibilidad de mano de obra “obviando desembolsos” que
causaba inicialmente la compra de indios “La sistematización de las razzias o
entradas, desde luego, acentuó aún más la destrucción de recursos y el descenso
demográfico de la base indígena, así como también la resistencia por ésta
ofrecida a los grupos hispanos”[12],
donde se manifestó el enfrenamiento violento entre los europeos y los grupos
que habitaron estas tierras milenariamente. Y eran apoyadas de forma tal que
pudiesen ser lo más efectivas, facilitándole recursos económicos, armas y
transportes necesarios para que estas entradas se hiciesen tanto en la época de
sequía como en la de lluvias[13],
siendo Cojede el lugar donde se construían las canoas utilizadas en las
jornadas o entradas[14].
Desde 1706
hasta 1725, según las estimaciones fray Salvador de Cádiz, se habían realizado
veinte (20) entradas o jornadas donde se habían capturado 3.840 indígenas con
la participación de 1.748 soldados[15].
Cojede fue
una misión reconocida por su aporte a la realización de estas entradas o jornadas,
a cuyos indígenas lograron catequizar de tal manera que luego buscaban a sus
hermanos para las reducciones en los pueblos misionales[16],
quienes servían de soldados en las jornadas[17].
Las entradas o jornadas duraban dos, tres o cuatro meses cada una, en ellas
vivían de la cacería y pesca tanto los españoles como los indígenas capturados[18].
Los soldados en su mayoría “van pagados, llevando cada uno diez pesos por mes”,
además del sustento o manutención durante toda la jornada, el alquiler de las
bestias de carga, a un promedio de diez pesos por mes, así como las armas y
municiones necesarias, “de tal suerte que la entrada que menos nos ha costado,
no han bajado los costos de cuatro mil pesos”[19].
Una verdadera fortuna en la época.
En 1715
fray Pedro de Alcalá, en una entrada al río Santo Domingo, jurisdicción de la
ciudad de Barinas, logró capturar a 300 achaguas “a los cuales pobló en la
misión del río Cojede, y al poco tiempo huyeron, quedando solamente 9 familias
que comprendían poco más de 30 almas”[20].
Cinco años después fray Marcelino de San Vicente en compañía del capitán
Ignacio Sánchez Nadales con “solo 19 hombres” en expedición por el río Apure,
logrando llevar 248 achaguas que “se poblaron en la misión de Cojede”, estos
indígenas son “muy bien dispuestos, más blancos que los otros, muy racionales y
trabajadores”[21]. En
1722, los frailes Marcelino de San Vicente y Buenaventura de Vélez, escoltados
por 124 hombres capitaneados por el mismo Ignacio Sánchez Nadales “hicieron una
entrada con cantidad de canoas que llevaron por el río Cojede”, saliendo a la Portuguesa y de allí al
Apure y consiguieron reducir “232 indios de nación guaranaos, taparitas y
algunos Achaguas”, además lograron sumar 22 guaranaos en el río Portuguesa, de
allí los guaranaos y ahaguas “se pusieron en la misión de Cojede”[22].
Buenaventura
de Vélez y Prudencio de Braga, para 1724, escoltados por 126 soldados bajo el
mando del capitán Ignacio Sánchez Nadales, recorrieron los ríos Portuguesa,
Apure, Guanaparo y Guárico y aprisionaron 156 guáricos y guayquires, de los
cuales 49 fueron poblados en la misión de Nuestra Señora del Carmen, y los
restantes en la de Cojede”[23].
Ese año de
1724, fray Marcelino de San Vicente al no poder pasar a los llanos por los río
Portuguesa y Apure, envió unos indios de la misión de Buría “dándole diferentes
dones para que agasajasen a los indios gentiles de su propia nación y les
obligasen a ellos a salir a poblarse en nuestra propias misiones” trabajo que
se estima “cumplieron tan bien su embaxada los expressados Indios, que al cabo
de dos meses bolvieron, trayendo consigo a doscientos Indios de Nación
Guáricos, los que poblaron en el pueblo de Coxede, y parte en el de Buría”[24].
Al año siguiente hubo problemas para organizar las “entradas”, y de nuevo
mandaron “indios reducidos” a realizar esta labor: “se despachó una partida de
indios reducidos de la misión de Cojede, los que, después de mes y medio que
gastaron en los llanos, se volvieron con 36 indios gentiles de nación guáricos
con su capitán, llamado Guatarama”[25].
Aunque
hasta entonces los indígenas habían acompañando a los conquistadores en las
entradas, esta es la primera noticia donde los indígenas participan en la
captura de sus mismos hermanos indígenas para la reducción a poblados
misionales. Se evidencia aquí los inicios de la alienación, donde algunos
indígenas hacen concesiones a quienes los someten, se unen y colaboran con
ellos en el proceso de opresión.
Para 1731
el religioso de la misión de Cojede envió dos canoas de indios guamos “para que
fuesen a sacar otros de su propia nación, y parentela, que decían estar en el
río Iaguanaparo; y haviendo estos indios recogido una noche en las canoas sus
mugeres, e hijos no volvieron más”[26],
siendo una forma de resistencia indígena a la gesta evangelizadora y colonizadora
misional.
En 1736,
los frailes Prudencio de Braga y Bartolomé de San Miguel hicieron dos entradas
o jornadas. El primero salió de Calabozo con una escolta de 75 hombres, bajo el
mando de Bernabé Álvarez, teniente de justicia mayor de aquella villa, y el
segundo salió del pueblo de Cojede con escolta de 80 hombres a las órdenes del
capitán Nicolás González y,
“habiendo
penetrado hasta el río Orinoco, sacaron cantidad de 227 indios de ambos sexos,
de nación guamos, guaiquires y güires, algunos gentiles y los más apóstatas y
fugitivos de nuestras misiones, los que pusieron en el pueblo de Cojede...”[27].
Al año
siguiente fray Miguel de Olivares con setenta hombres de escolta mandados por
el capitán Miguel del Castillo salió de la ciudad de Guanare, mientras que el
mismo Bartolomé de San Miguel con “ochenta hombres y bastimentos necesarios
salió del pueblo de Cojede” uniéndose ambas expediciones, Olivares logró
reducir 250 indios gentiles de ambos sexos que pobló en la misión de San Rafael[28].
La misma relación refiere que fray Bartolomé posteriormente salió con:
“...veinte
indios cristianos a la reducción de un pueblo grande de indios bárbaros y
gentiles, sin llevar consigo gente armada, y, pretendiendo reducirlos
apostólicamente, le quitaron cruelmente aquellos bárbaros la vida a flechazos...”[29]
Estas son
formas de alienación donde los indígenas son utilizados en la búsqueda forzosa
de mano de obra y que luego éstos se vuelven contra los mismos explotadores. Luego
fray Marcelino de San Vicente salió con cincuenta hombres de la misión de
Cojede y el alcalde ordinario de la ciudad de Guanare con setenta y cuatro
soldados, para juntos “reducir a los indios que mataron a Fray Bartolomé, y
habiendo hecho exquisitas diligencias, no pudieron encontrar los indios y solo
pudieron encontrar una indiecita perdida, que se trajo a la misión”.
En 1738,
fray Salvador de Cádiz salió de la misión de Cojede, con cien hombres entre
indios y españoles, mientras que fray Miguel de Olivares partió de Guanare
junto cincuenta y seis hombres de escolta y trescientos caballos, uniéndose en
el río Apure, logrando reducir solamente cincuenta y ocho indios gentiles de
ambos sexos, yaruros y otomanos, los primeros los congregaron en Charayave y
los demás fueron repartidos entre los vecinos de la ciudad[30].
El siguiente año fray Prudencio de Braga con
escolta de setenta hombres redujo catorce indios otomacos, gentiles, “los que
pusieron en la misión de San Rafael, y de esta partida no se presenta
instrumento que la justifique por haberse quedado en la misión de Cojede”[31].
Cuadro Nº
21
Entradas
o Jornadas Vinculadas a la Misión
de Cojede
Año
|
Entrada a cargo
|
Lugar
|
Etnia
|
Cantidad
|
1715
|
Pedro de Alcalá
|
Río Santo Domingo
|
Achaguas
|
300 huyeron 270
|
1720
|
Marcelino de
San Vicente –Ignacio Sánchez Nadales
|
Río Apure
|
Achaguas
|
248
|
1722
|
Marcelino de
San Vicente-Ignacio Sánchez Nadales
|
Ríos Cojedes, Portuguesa, Apure
|
guaranaos, taparitas y Achaguas
|
254
|
1724
|
Buenaventura de
Vélez y Prudencio de Braga-Ignacio Sánchez Nadales
|
Portuguesa, Apure, Guanaparo y Guárico
|
guáricos y guayquires
|
156
|
1725
|
Indios de
Cojede
|
Llanos
|
Guáricos
|
36
|
1736
|
Bartolomé de
San Miguel- Nicolás González
|
Orinoco
|
guamos, guaiquires y güires
|
227
|
1737
|
Bartolomé de
San Miguel
|
S/d
|
S/d
|
250
|
1737
|
Marcelino de
San Vicente
|
S/d
|
S/d
|
1
|
1738
|
Salvador de
Cádiz
|
Río Apure
|
yaruros y otomanos
|
58
|
1739
|
Prudencio de Braga
|
S/d
|
Otomacos
|
14
|
1744
|
Pedro de
Villanueva- Miguel del Castillo
|
S/d
|
S/d
|
66
|
|
|
|
|
1.340
|
Fuente: “Relaciones
misionales”. Elaborado por: Armando
González Segovia.
En 1744
fray Pedro de Villanueva[32]
con escolta de 40 hombres comandados por Miguel del Castillo, partiendo desde
la ciudad de Guanare, lograron después de mes y medio congregar sesenta y seis
indios gentiles, apóstatas y fugitivos en la misión de Coxede.
Las
condiciones del ambiente que favorecían la aparición de enfermedades contra las
cuales no existía medicina que les previniese o curase. Refiere Salvador de
Cádiz en 1725 “desagradable del clima”, “todo desierto e inculto”, “ríos
caudalosos e insondables que hay que pasar, las dilatadas lagunas y pantanos
que hay que pasar a pie, con el agua muchas veces a los pechos, montañas
espesas y espinales que salimos con los hábitos despedazados, y muy de
ordinario nuestras propias carnes”, la inexistencia de caminos, lo ardiente del
sol, “las muchas plagas de garrapatas, mosquitos y sabandijas que ni nos dejan
dormir de noche ni descansar un rato de día”[33].
Este
agreste ambiente para el europeo trajo diversas enfermedades endémicas:
disentería, tisis, hidropesía y paludismo, la viruela y el sarampión, que
diezmaban y a veces extinguían pueblos enteros”[34].
Se
tiene noticias de un catarro que para 1760 que diezmó la población de Cojede[35]. Años después se refiere la existencia en territorio de San Carlos
del mal de San Lázaro o Lazarinos[36] y de bubas[37], reporta Bernardo Isidoro Herrera cinco casos el 16 de julio de
1788:
“Rey
Venerado Señor Informado D que en esta jurisdicción se hallan cinco enfermos
(según dicen) del mal de San Lázaro, el que a causa de no haber tampoco médico
de profesión que pueda conocer de fijar el tal mal D Lazarino. Consulto a V.S.
me diga: que debo hacer; si se puede determinar en essa Capital al hospital de
Lazarinos aun fin que sean reconocidos por Médico que conozca del referido
accidente, y a costa de quien se deba hacer esto, por ser los más pobres
infelices, y como, a quien deba compeler esto para que los conduzcan, por decir
que es mal contagioso; por lo que juzgo se ha de encontrar quien los lleve
voluntario; de todo lo que del espero de S.S.V. me ordene lo que deba hacer en
esta animas para librar Del peligro del contagio a las demas gentes que havitan
con ellos Dios guie a V.S.M.”
[38]
La
respuesta no se hizo esperar, el 31 de julio de este mismo año se informa que
los costes de traslados de los cinco lazarinos correrán por cuenta de la Real Hacienda, debiéndose poner
de acuerdo con las autoridades locales para que “franqueen” los gastos que
ocasionados “y en cuanto al modo como deba verificarse tomará las prudentes
medidas, valiéndose en caso necesario, de los Jueces...”[39].
Posteriormente
José de Alcoba y Urrutia cartea al señor Presidente Gobernador y Capitán
General, anunciando el envío de José Nicolás Pérez, vecino del pueblo de
Cogede, que se halla enfermo con el Mal de Lázaro, el 24 de abril de 1792:
“P.
Gov. r y Cap.n Gral. Remito a la disposición
de Vs. a la persona de José Nicolás Pérez vecino del pueblo de
Cogede de esta Jurisdicción, a causa de haberle resultado el mal Lazarino; como
quiera que este es uno de los contagiosos que pueden perjudicar con irreparable
daño a todo el vecindario he tomado esta deliberación para que Vsa
se sirva de darle el destino que bien tuviere. Dios Guie a Vsa Ms
As Sn Carlos, Abril 24 de 1792. José de Alcoba y Urrutia”[40].
José
Nicolás Pérez vecino de Cojede, reportado como lazarino y trasladado para ser
sometido a tratamiento y evitar contagio de otras personas.
¿Qué
era esta enfermedad que las autoridades se apresuraban a dar respuesta tan
prontamente?
El mal
de Lázaro o lazarinos era lepra tuberculosa, enfermedad crónica causada por el
bacilo Mycobacterium leprae. El
nombre provenía del bíblico mendigo homónimo[41]. Los lazarinos encontrados en San Carlos en 1788 y en Cojede,
cuatro años después, eran leprosos, cuyo tratamiento se hacía con “coles, y con otros condumios afines”, con
los cuales no avanzó mucho en la solución en esta, que aquejaba la zona del
Socorro en Nueva Granada, desde 1778[42].
Desde Nueva Granada, que llegó a ser una de las
principales regiones donde se sufrió esta enfermedad en el mundo[43], pudo llegar a la villa sancarleña y a Cojede, aunque
los primeros reportes fueron de San Carlos, desde el Nuevo Reino de Granada se
pasaba primero por Cojede, siendo posible que hubiese llegado allí primero sin
ser reportado, y luego a San Carlos.
Se consideraba la causa de la lepra cierta acrimonia
salina, corrosiva, cuyos síntomas eran: frecuente comezón, encendimiento o
fogosidades exulceración, “...propensión a fiebre y ardores libinosos, habiendo
acreditado las frecuentes observaciones que las legumbres (de que en aquellos
países se carece) producen tal temperie y simplicidad, motivo porque dulcifican
las sales acres y corrosivas; es verosímil les sea el más eficaz auxilio para
la curación de los sanables leprosos y alivio de los incurables...”[44].
El cólera también se manifestó en Cojede, para 1819 se refiere una epidemia de cólera que motivó e traslado
del pueblo. Refiere el padre Díaz que Cojede fue trasladado ocho leguas río
abajo por esta enfermedad. Distancia que sobrepasa los poblados de San Rafael
de Onoto y Caramacate, que estaban a 2 ½
y 3 leguas, respectivamente según refiere el Obispo Martí[45].
En las condiciones de la ciencia en el siglo XVIII,
no existió tratamiento adecuado para estas enfermedades, sin embargo, el Estado
se hacia cargo de los casos reportados para evitar en lo posible que las
epidemias afectasen aun más las poblaciones existentes.
[1] Para efectos de este trabajo suprimimos la discusión con Héctor Pedreáñez
Trejo sobre la fecha del establecimiento de Cojede. Véase: PEDREÁÑEZ TREJO,
Héctor. Historia del Estado Cojedes. Caracas, Presidencia de la República, 1982, pp.
208, quien afirma que fue el año 1699, asimismo en el Discurso en Conmemoración
del tricentenario de esta población cuando le invitamos a la sesión solemne a
que expusiera su tesis, véase también “Discurso de orden en la conmemoración
del Tricentenario de la fundación de dicha ciudad, como pueblo de misión,
pronunciado el día 13 de noviembre de 2000”. Luego de reestudiar de nuevo las fuentes
para esta investigación debo aceptar que Pedreáñez tenía razón, Cojede fue
establecida en 1699, como lo testifica el mismo fray Pedro de Alcalá en 1706
cuando afirma que para entonces tenía siete años. Aunque esto es parte del
ídolo u obsesión por los orígenes que refirió Bloch. Op. Cit., 1986, p.
69 y 2001, p. 59.
[2] Recopilación de Leyes
de Indias. Madrid,
Consejo de Hispanidad. 1943, p. 14, 15.
[3] ARCHIVO HISTÓRICO DEL ESTADO COJEDES. Boletín Nº 6. San Carlos,
Instituto de Cultura. 2002.
[4] Observa Ramón Querales que posiblemente no es a Bobare, porque los
gayones de Santa Rosa fueron traidos del río Auro en 1673. Comunicación
personal, 2006.
[5] PERERA, Ambrosio. Historia
de la Organización
de Pueblos Antiguos de Venezuela. Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1964,
t. II, pp. 190-194.
[6] “También ese mismo año (1700), según lo acordado y mandado por V.
M., se pobló el lugar de San Diego, en el río Cojede, de indios que estaban en
el cerrito de Santa Rosa de Barquisimeto y en otras partes esparcidos…”,
Memorial del Prefecto P. Marcelino de San Vicente en el que expone lo sucedido
en la misión de los llanos, desde 1699 a 1701, haciendo hincapié en los pueblos
fundados y luego abandonados por los indios, documento publicado por: CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 18,
27.
[7] PERERA, Ambrosio. Op.
cit. 1964 y GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando José. La Misión de Cojedes
(Municipio Anzoátegui). I Simposio de Historia de la Iglesia en el Estado
Cojedes, 30 de octubre al 1 de noviembre de 1997; en Boletín del Centro de
Investigaciones de Historia Eclesiástica Venezolana, año 10, Nº 19, enero
diciembre, 1998.
[8] MARTÍ, Obispo Mariano. Op. cit. 1969, pp. 352, 353.
[9] BRITO FIGUEROA, Federico. Op. cit. 2000, t. I., 132.
[10] GONZÁLEZ SEGOVIA, Armando José. Ibeandí Maendurí/ Nuestra historia. San Carlos, Conac-AEV
Cojedes, Fondo editorial Letras Cojedeñas, Valencia, Alfa Impresores, 1986, p.
28.
[12] CENDES. Op. cit.
1993. p. 21.
[13] “…convendrá que no solamente las jornadas que hacen los religiosos
a sacar indios de la gentilidad con las escoltas de los españoles, se hagan en
verano, sino que continúen en invierno, por estar en este tiempo los indios,
por lo anegadizo de la tierra donde habitan, viviendo en la cima de los árboles
cumbre de los cerros quedan descubiertos, y por esta razón con menos defensa y
más fáciles de coger, suplicándome fuese servido de mandar se les haga cuatro
barcos pequeños donde pueda ir escolta y llevar el mantenimiento y armas
necesarias…”, Cédula del gobernador de Venezuela para que se haga fabricar
cuatro barcos con destino a la misión de los Llanos, para que sean empleados en
hacer las entradas a la reducción de los indios, Madrid, 5 de agosto de 1702, documento
publicado por CARROCERA, Fray Buenaventura de. Op. cit. 1972, t. II, p. 38, 39.
[14] “…en ésta se trabajan las canoas y gran parte las trinas (sic) y se
hacen otras prevenciones para el mismo efecto…” Estado de la misión de los
llanos dado al rey por el Prefecto P. Jerónimo de Gibraltar, consignando los
misioneros, su número y nombres de los pueblos existentes y vicisitudes de su
fundación, 29 de septiembre de 1761. Ibid. t. III, p. 85.
[15] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz, a requerimiento del
gobernador de Venezuela, sobre el estado de la misión, pueblos a su cargo,
entradas realizadas, su número y cuánto éstos han trabajado allí, 12 de
septiembre de 1725. Ibid.
1972, t. II, p. 140.
[16] “…De ella salen las jornadas o entradas a los indios gentiles a los
indios gentiles, y los indios de ella son los que frecuentan la tarea fatigosa
de sacar los indios del monte. Son estos indios prácticos y esforzados para las
jornadas, en cuyo ejercicio pasan alegremente imponderables trabajos. Son
asistentes a la doctrina y obedientes a su cura doctrinero”, Estado de la
misión de los llanos dado al rey por el Prefecto P. Fernando de Ardales, dando
cuenta de los religiosos misioneros y de la situación de los pueblos que
entonces estaban al cuidado de los Capuchinos en los Llanos, 29 de mayo de
1764. Ibid. t. III, p. 101.
[17] Refiere que los indios de la misión de Cojede se han “…agregado
otros gentiles de la misma nación y algunos Achaguas, con otros libres que
sirven de soldados para las jornadas…”, Informe del estado de la misión
dirigido al obispo de Caracas por el Prefecto P. Gabriel de Benacoaz, con
indicación del personal misionero y pueblos fundados y atendidos por religiosos
capuchinos, 5 de julio de 1777. Ibid. t. III, p. 230.
[18] “…en cada uno solían ir cerca de cincuenta indios con los vecino de
la villa a escoltar a los Padres, los cuales llevaban el peso de la jornada, en
cada una se tarda cuatro meses, pues ellos con sus pescas y cazas sustentan los
indios que se cogían y aun los españoles gran parte, y ellos como prácticos…”,
Memorial del Prefecto fray Marcelino de San Vicente, dirigido al rey, en que da
cuenta de los pueblos fundados hasta entonces por los capuchinos, en un total
de 22, y asimismo de otras realizadas, exponiendo otras necesidades de la
misión, 1701. Ibid.
1972, t. II, p. 22.
[19] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz… 1725, citado. Ibid. 1972, t. II, p. 142.
[20] Informe de Salvador de Cádiz… 1725, citado. Ibid. 1972, t. II, p. 131.
[21] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz, 12 de septiembre de 1725,
citado. Ibid. 1972,
t. II, p. 136.
[24] Noticias del estado que han tenido y tienen estas misiones… desde
el año de 1658…, fechada en 1745; RIONEGRO. Op. cit, 1918. t. 2, p. 284.
[25] Informe dado por el P. Salvador de Cádiz, 1725, ya citado,
publicado por CARROCERA. Op. cit.
1972, t. II, p. 139.
[26] Noticias del estado… desde el año de 1658…, 1745; RIONEGRO. Op. cit, 1918. t. 2, p. 288.
[27] Autos presentados por el P. Salvador de Cádiz de las entradas hechas
a los indios, reducciones de éstos verificadas desde 1725 y pueblos y villas
fundados en esos años por los misioneros capuchinos en los llanos y
certificación dada por el notario público, fechada el 17 de marzo de 1741,
CARROCERA. Op. cit.
1972, t. II, p. 241. Otra relación editada en esta obra afirma: “redujeron y
sacaron de los montes, después de muchos días de peregrinación, doscientos
veintisiete indios de ambos sexos y de diferentes naciones, los que se
agregaron a los ya reducidos en el pueblo de Cojede”, El Prefecto P. Salvador de Cádiz da cuenta al rey de las entradas a los
indios los años 1736 y 1737 y de las reducciones ya logradas, 15 de febrero de
1737. CARROCERA. Op. cit.
1972, t. II, p. 215.
[28] Ibid. 1972,
t. II, p. 242.
[29] Ibid.
[32] Noticias del estado… desde el año de 1658…, 1745; RIONEGRO. Op. cit, 1918. t. 2, p. 294.
[33] Informe del P. Salvador de Cádiz, 1725, ya citado. CARROCERA. Op. cit. 1972, t. II, p. 141.
[34] Ibid. 1972, t. I., p. XIX.
[35] Estado de la misión…. de Jerónimo de Gibraltar, 1761, citado, Ibid.
t. III, p. 85.
[36] Comunicación de don Bernardo Isidoro de Herrera, Teniente Justicia
Mayor de San Carlos para el Gobernador y Capitán General Juan de Guillelmi,
donde informa que en la jurisdicción que gobierna se hallan cinco enfermos de
Lázaro, según reconocimiento empírico. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real
Hacienda, t. XXXIX, folio 246, 1788.
[37] Comunicación de don José de Bellegarde, Comandante de Armas de San
Carlos, para el señor Gobernador y Capitán General, informando que el miliciano
José Julián Villanueva del Batallón de Pardos de Valencia, no salió del
servicio como sostiene el comisionado, sino que a causa de la enfermedad de
bubas estuvo ausente por algún tiempo de la compañía a la que pertenece. A.G.N.
Intendencia de Ejército y Real Hacienda, t. VI, folio 112, 112 vto., 1792.
[38] Comunicación de don Bernardo Isidoro de Herrera, ya citada. A.G.N. Intendencia
de Ejército y Real Hacienda, t. XXXIX, folio 246, 1788.
[39] Borrador dirigido al Teniente Justicia Mayor de San Carlos, donde
se informa de la remisión de cinco lazarinos a la capital, para cuyo efecto ya
están notificados los Ministros de la Real
Hacienda. A.G.N. Intendencia de Ejército y Real Hacienda,
t. XXXIX, folio 279, 1788.
[40] Comunicación de José de Alcoba y Urrutia para el señor Presidente
Gobernador y Capitán General, anunciando el envío de José Nicolás Pérez, Vecino
del pueblo de Cogede, que se halla enfermo con el Mal de Lázaro. A.G.N. Intendencia
de Ejército y Real Hacienda, t. VI, folio 250, 1792.
[41] Lucas: 16: 19-22: “Pero cierto hombre era rico, y se ataviaba de
púrpura y lino, gozaba de día en día con magnificencia. Pero a su puerta solían
colocar cierto mendigo, de nombre Lázaro, lleno de úlceras y deseoso de
saciarse de las cosas que caían de la mesa del rico. Sí; además, los perros le
lamían las úlceras. Pues bien, con el pasar del tiempo el mendigo murió y fue
llevado por los ángeles al seno de Abrahan y murió también el rico y fue
sepultado. Y en el Hades él alzó sus ojos, mientras existía en tormentos, y vio
de lejos a Abrahan y a Lázaro en la posición del seno con él”. La Biblia
Latinoamérica. La Victoria, Texto íntegro traducido del hebreo y del
griego. Ediciones Paulinas. 1992.
[42] URIBE ÁNGEL, Jorge Tomás. “Conflictos
de la medicina en el siglo XVIII”. Bogotá-Colombia, Revista
Credencial Historia, Nº 79, julio 1996.
[43] “Montoya y Flórez, incluye un gráfico titulado: “Época colonial de 1767 a 1809. Lugar de
nacimiento de los elefanciacos que figuran en los archivos nacionales”. En el
gráfico, que “…registra los últimos 42 años coloniales, aparecen 40 localidades
del virreinato de la
Nueva Granada. Cartagena ocupa el primer lugar, por estar
ubicado allí el único lazareto colonial, con 84 leprosos, sigue Quito con 30,
El Socorro con 20, Oiba, con 13, Panamá con 11 y Bogotá con 10. Con 5 a 10 leprosos aparecen
Mompox, Cali, Buga, San Gil, Barichara y Curití, con 3 a 5 leprosos aparecen seis
municipios de Santander, y con dos, aparece la única población boyacense
registrada oficialmente con leprosos al final de la Colonia: Chiquinquirá,
población limítrofe y con intenso comercio con Santander, la región colombiana
con más municipios registrados, pues con dos leprosos aparecen otros cuatro
municipios de Santander”, MARTÍNEZ, Abel Fernando y Samuel Alfonso GUATIBONZA:
“Cómo Colombia logró ser la primera potencia leprosa del mundo: 1869-1916”. Colombia Médica,
octubre-diciembre, Vol. 36 Nº 4, 2005.
[44] Ibid.
[45] PEDREAÑEZ TREJO, Hector. Contexto de la Acción del Libertador en
San Carlos de Austria y su Jurisdicción, en: El Libertador en la Provincia Venezolana. Caracas, Edic. de la Presidencia de la República, 1983, p. 11 y
González Segovia. Op. Cit. 1997, p. 102-103.
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