sábado, 11 de enero de 2014

Combates por la historia de Lucien Febvre por Armando González Segovia



Combates por la historia de Lucien Febvre*

Armando González Segovia

(Publicada en Historia Síntesis,
Cuaderno de la Maestría de Historia
Convenio UCLA-UPEL-IPB-Fundación Buría,
Año 1, Nº 1, 2005, pp. 19-48)

En 1978, un niño mira un texto en las cristalerías de la librería “Los Ilustres”1, en la portada se distingue el dibujo de un joven con un abandera en las manos. Su título: Combates por la historia. El libro, adquirido entonces por 5 bolívares, se perdió en alguno de sus muchos trajines; pero en su mente quedó en grato recuerdo del sabor que dejó este texto en la inquieta mente y, algunos años después, cuando se sugiere hacer un trabajo de un texto de historia, ya con otro ejemplar de este libro, asumo el reto de pensar y repensar sobre uno de los primeros libros de metodología de historia que leí.  
Combats pour l’histoire, libro que publicado en 1953 por Lucien Febvre cuya versión castellana Combates por la historia2, reproduce solamente quince estudios del original –los catorce primeros y el último–. La finalidad de este ensayo es construir una aproximación al método de investigación histórica que se presenta en este trabajo, como representativo de la escuela de los Annales.
Combates por la historia es un libro donde se compilan artículos sueltos que el autor había escrito en diferentes oportunidades y que por consiguiente mantiene las características de este tipo de compilación, por eso los denomina como los restos de madera, las virutas, de los sólidos muebles que había fabricado para amoblar la casa de la historia (p. 5). La edición francesa fue realizada por Libraire Armand Colín, París; y la primera edición en castellano, fechada en 1970, con traducción a cargo de la editorial Ariel. En su mayoría, las citas corresponden a la tercera edición castellana y se colocan entre paréntesis indicando el número de página (s), las de otras obras y autores, aparecen señaladas al pié de página.

El autor

Lucien Febvre nació en 1878 en Franco Condado, Francia, y murió en Saint-Amour, Jura, 1956. Historiador francés que marcó distancias respecto a la forma en que se enseñaba historia en la universidad, según la cual solamente la erudición y política eran las formas de historiar. Su concepción básica de la historia consistía en no escribir sobre los hechos, sino de los hombres y las sociedades. Investigó la mentalidad religiosa desde diferente puntos de vista, como se observa en dos de sus obras básicas: Un destino, Martín Lutero (1928), El problema de la incredulidad en el s. XVI: la religión de Rabelais (1942). Su tesis sobre Felipe II y el Franco Condado y su colaboración en Terre et l’évolution humaine (Tierra y la evolución humana), la colección L’évolution de l’humanité (La evolución de la humanidad), dirigida por Henri Berr. Participó en la creación de la revista especializada Anales de historia económica y social (Annales d’histoire économique et sociale), siendo uno de sus principales integrantes. Profesor en el Collège de Francia desde 1933, se dedicó exclusivamente a sus investigaciones y a la enseñanza, aun durante la ocupación alemana, logró de esta forma consolidar la ‘escuela de los Anales’, “en una posición de supremacía casi total sobre la historiografía universitaria francesa, a la vez que imponía su obra Rabelais et le problème de l’incroyace au XVIème siècle” como modelo de historia cultural3. Entre sus obras se encuentran: Philippe II et la Franche-Comté (1911), cofundador junto a Marc Bloch de los Annales d’histoire économique et sociale (1929), La Terre et l’évolution humaine (avec M. Bataillon, 1922), Un destin, Martin Luther (1928), Le Problème de l’incroyance au XVIe siècle, la Religion de Rabelais (1942), L’Apparition du livre (avec Henri-Jean Martin, 1957), Au cœur religieux du XVIe siècle (1957), Combats pour l’histoire (1953), dirigió L’Encyclopédie française créée avec A. de Monzie (1935)4.
Plenamente conciente de la suerte que como pionero le correspondía, afirmó: “La suerte del pionero es bien engañosa: o bien su generación le da razón casi inmediatamente y absorbe en un gran esfuerzo colectivo su esfuerzo de investigador aislado, o bien su generación resiste y deja que la generación siguiente haga germinar la semilla prematuramente lanzada en los surcos. Ahí está la causa de que el éxito prolongado de ciertos libros, de ciertos artículos, sorprenda a su autor: no encontraron su verdadero público hasta diez o quince años después de su publicación, cuando les llegaron ayudas externas...” (p. 8, 9). Esta fue la situación que afrontaron tanto Marc Bloch como Lucien Febvre.

Annales d´Histoire économique et sociale

El 14 de octubre de 1929, la Bolsa de New York se derrumba generando lo que se ha denominado como la crisis económica mundial del 29. La sobreproducción saturó los mercados provocando el colapso general de la Bolsa de valores, seguido de una aguda depresión económica que abarcó hasta la década siguiente.
Ese mismo año, otro historiador Marc Bloch, el psicosociólogo Gabriel le Bras y Lucien Febvre, aúnan esfuerzos para fundar en Estrasburgo una revista bajo el nombre: Annales d´Histoire économique et sociale, surgía esta revista de historiadores que esbozaban una visión diferente de la historia, rechazando la sumisión al documento que se había impuesto desde la escuela alemana de Ranke, y que el positivismo acentuó con su visión del mundo, desde el siglo XIX. Asumían que la historia era hija del tiempo y del hombre en cuanto ser social. La objetividad y el determinismo se desprenden de la concatenación de los datos que fueron seleccionados previamente por el investigador, de allí que la objetividad total no existe. Desde los tiempos de los fundadores, la escuela de los Annales ha enriquecido sus perspectivas considerablemente abriendo nuevos caminos o líneas de investigación como la historia de las mentalidades.

Los combates

A la antigua interrogante sobre ¿Qué es la historia? Responde Febvre: “En mi opinión, la historia es el estudio científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de las sociedades extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a otras (el postulado es de la sociología); actividades y creaciones con las que la cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de edades” (p. 40).
La historia es, en consecuencia, un ejercicio intelectual donde se estudian las diferentes actividades creativas de los seres humanos de otros tiempos en la superficie de la tierra, integra de esta forma las dimensiones: tiempo y espacio, este es el significado en la acepción de historia-ciencia. Además de éste puede asignársele las acepciones de historia-hecho, entendida como: sucesos o hecho pasado en un lugar y tiempo determinado5; el de historiografía, concebida como escrito sobre historia y el de cátedra que se enseña a nivel académico –escuelas, liceos, universidades–.
En un intento de distinguir la historia-ciencia de las otras acepciones es que se ha venido utilizando la Historia con H mayúscula. Pierre Vilar6 refería a “...la Historia con H mayúscula, como una especie de personaje mítico emitiendo su propios juicios, con que se podría prescindir de todo tipo análisis”, la cual no constituye –según el mismo Maestro– el oficio de científico de la historia7; mientras que Edward H. Carr8 llega a denominar el “pecado capital de hablar de Historia con H mayúscula”. Esta corresponde en muchos casos a la “historia oficial” que deja por fuera más del noventa y cinco por ciento de la experiencia humana9, donde criterios sugeridos por filósofos se han tomado como verdades absolutas10.
A esta historia-ciencia los cofundadores de la escuela de los Annales le antepusieron dos epítetos: Económico y social, por razones históricas bien determinadas, las cuales fueron “un residuo o una herencia a que se dio lugar desde hace un siglo lo que se denomina el problema del materialismo histórico” sabiendo “perfectamente que lo social, en particular, es uno de aquellos adjetivos a los que se ha dado tantas significaciones que al final no quieren decir nada” (p. 39), por ello, los Annales pasaron a ser económico y social. Enfrentaban un problema similar al de Marx y Engels respecto al idealismo que les llevó a acentuar la influencia económica en el proceso de estudio social del capitalismo, siendo ellos conscientes que los factores de la dinámica social eran múltiples, pero debieron acentuar la influencia del aspecto económico de lo cual salieron “muchas basuras” donde se tergiversaba esta propuesta y se asumía un determinismo económico nunca bosquejado así por los creadores del marxismo11. No existe contradicción entre la escuela de los Annales y el método marxista de estudio histórico social, tal como lo ha demostrado Brito Figueroa12.
Por ello sólo existe historia, dice Febvre: “Repito, por tanto: no hay historia económica y social. Hay la historia sin más, en su unidad. La historia que es, por definición, absolutamente social” (p. 39, 40).
Una investigación se inicia por la selección de un tema: prefiero éste y no aquel porque aquí puedo desarrollar X tema y no Y. Luego, se elige un problema. Si no existen problemas no hay investigación. En todo este proceso hay una teoría implícita o explícitamente, consciente o inconscientemente, por ello “sin teoría previa, sin teoría preconcebida no hay trabajo científico posible. La teoría, construcción del espíritu responde a nuestra necesidad de comprender, es la experiencia misma de la ciencia. Toda teoría está fundada, naturalmente, en el postulado de que la naturaleza es explicable” (p. 179), y como el ser humano es parte de la naturaleza es también susceptible de ser estudiado científicamente.
Toda teoría consiste en una serie de hipótesis base, llamadas principios, que sirven para deducir resultados “El investigador debe intentar que estos principios sean fiel trasunto de la naturaleza, aprehendiendo determinadas características de los hechos” que pueden ser formulados con rigor13, tal es la profunda razón que en un libro “la deducción representa casi toda la obra”14.
Este andamiaje empieza, al igual que en arquitectura, por un buen proyecto: “...Cuando se quiera construir el palacio se mandará a venir al arquitecto, que trazará su plano. Y lo primero que hará será echar por tierra todos los palmos de pared disparatados para que no obstruyan el terreno. Empecemos, también nosotros por el comienzo: por los planos del arquitecto” (p. 91). Siendo entonces necesario realizar una buena planeación de la investigación la cual servirá de guía en cuanto a cuáles serán los elementos, datos hechos e información que se buscarán, cuáles serán los métodos y las técnicas más idóneas a utilizar, en la mayoría de los casos debemos hacer nuestros propios métodos de investigación15.
Para llegar a esta debemos aprehender –que no aprender, en el sentido de repetición mecánica– “no es el método histórico, sino el método crítico, sin más” (p. 46), constituye entonces la crítica la herramienta de trabajo esencial en la búsqueda histórica, consiste en no aceptar ciegamente los testimonios históricos sin caer en el escepticismo, asumiendo una duda examinadora que permite “escoger entre la verdad y la mentira”, convirtiéndose en “especie de antorcha que nos ilumina y nos conduce por las rutas oscuras de la antigüedad, haciéndonos distinguir lo verdadero de lo falso”16. La duda deja de ser negativa y “Desde entonces se estima que, racionalmente conducida, puede llegar a ser un instrumento de conocimiento”, de esta forma no es un “crédulo” sino que tiene presente que sus testigos pueden equivocarse y mentir, por eso se “esfuerza en hacerles hablar, por comprenderlos”, es un camino lleno de sutilezas que tiene dialéctica propia para lo cual no existen recetas previamente establecidas17.
La crítica es elemento principal en la “cuestión del método” que permite construir un conocimiento sobre “un determinado número de libros, seleccionados, naturalmente muy a conciencia, pero de modo arbitrario, de kilómetros de estantes de estas bibliotecas formidables” (p. 116), en el entendido que toda ciencia fabrica su objeto de estudio (p. 178), otro tanto ocurre con todas las fuentes, entre las que se hallan las hemerográficas, documentales, iconográficas y donde la arqueología permitió escribir sin textos, algunos de los capítulos más largos de la historia humana (p. 17, 18).
A este conjunto, estrechamente vinculado de teoría, métodos se articulan técnicas, claramente condicionadas por las primeras, ya que la selección –volviendo al tema inicial– es limitada integralmente por el conjunto. Continuamente hay que enfrentar la doctrina según la cual el historiador no debe seleccionar los hechos, ya que esto es una especie de negación de la obra científica “Sin embargo toda historia es una elección” (p. 21, 22) y lo “es porque existe el azar que aquí destruyó y allá salvaguardó los vestigios del pasado. Lo es porque existe el hombre: cuando los documentos abundan, abrevia, simplifica, hace hincapié en esto, relega aquello a segundo término. Y lo es, principalmente, por el hecho de que el historiador crea sus materiales o los recrea, si se quiere: el historiador no va rodando al azar a través del pasado, como un trapero en busca de despojos, sino que parte de un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipótesis de trabajo a verificar” (p. 22), por tanto es una condición validamente científica, donde “Lo esencial de su trabajo consiste en crear, por así decirlo, los objetos de su observación, con ayuda de técnicas frecuentemente muy complicadas. Y después, una vez adquiridos esos objetos, en leer sus probetas y preparados. Tarea singularmente ardua; porque describir lo que se ve, todavía pase, pero ver lo que se debe describir, eso sí es difícil” (p. 22).
El proceso de selección óntica y ontológica es lo que se conoce como historicidad, porque posibilita la construcción de su futuro y permite el acercamiento a un conocimiento diferente, ya que el pasado no cambia, pero el conocimiento que se tiene de él sí es dinámico y variable. Por ello, la historicidad del fenómeno social transita  en el discurso del pasado al presente y viceversa –según Bloch–; siendo el rasgo fundamental que abre “la posibilidad de construir la historia”, como sugirió Heidegger18 y que, años después, Pierre Vilar denominó como “historia en construcción”19; estas reflexiones permiten afirmar, entonces que la historicidad no es producto de la historia, en su acepción de ciencia, sino que resulta de aquella.
El objeto principal de la historia es el hombre entendido como ser social –no como el sexismo actual enseña en la dicotomía hombre-mujer– “...Los hombres son el único objeto de la historia, de una historia que se inscribe en el grupo de las disciplinas humanas de todos los órdenes y de todos los grados, al lado de la antropología, la psicología, la lingüística, etc.; una historia que no se interesa por cualquier tipo de hombre abstracto, eterno, inmutable en su fondo y perpetuamente idéntico a sí mismo, sino por hombres comprendidos en el marco de las sociedades en que son miembros” (p. 40, 41). Febvre esboza20:
Quel est l'objet d'étude de l'historien? L'opinion commune répond d'une part, les mouvements confus de masses d'hommes anonymes, indistinctes, indiscernables, vouées en quelque sorte aux basses besognes, aux grosses besognes de l'histoire; et, d'autre part, émergeant de cette grisaille, se détachant en clair sur la pénombre, l'action dirigeante d'un certain nombre d'individus qualifiés de personnages historiques”.
A la interrogante ¿Cuál es el objeto de estudio del historiador? La opinión común responde, por una parte, que son los movimientos de masas de hombres anónimos, indistintas, indistinguibles, dedicadas a diversos trabajos comunes, que a su vez constituyen las grandes gestas de la historia y, por otra, floreciendo la tendencia de dar luces a los prohombres, a la acción del dirigente y de una serie de individuos calificados de “personajes históricos”.
Es decir, la historia no es inamovible, sino dinámica y estudia el movimiento, el cambio de las sociedades. La dinámica del conocimiento varía cuando la visión de quien esboza un problema y lo estudia lo hace, porque su selección no va a ser igual a la de quien con anterioridad intentó avistar el tema. Esa es la gran lección para los historiadores:
“La historia es la ciencia del hombre. No lo olvidemos nunca. Ciencia del perpetuo cambio de las sociedades humanas, de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas condiciones de existencia material, política, moral, religiosa, intelectual. Ciencia de ese acuerdo que se negocia, de la armonía que perpetua y espontáneamente, se establece en todas las épocas entre las diversas y sincrónicas condiciones de materiales, condiciones técnicas, condiciones espirituales. Por ahí es donde la historia descubre la vida” (p. 56).
Por ello, las “Sociedades, civilizaciones: objetos verdaderos de historia”, no las naciones aisladas “tomadas una a una”, de esta manera –al estudiar las sociedades– puede sacar la doble ampliación en el espacio y el tiempo (p. 194). Este mismo sentido tiene la frecuentemente citada tesis –citada que no seguida– de Marc Bloch: “No hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo y esa ciencia tiene la necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos”21. Es decir, entiende la escuela de los Annales la historia como ciencia donde se estudia la sociedad que se vive para comprenderla a través del tiempo.
Luego de escoger el tema, se pasa al planteamiento del problema lo cual es “el comienzo y el final de toda historia. Sin problemas no hay historia” (p. 42) y unido a este va la formulación de hipótesis: Plantear problemas y formular las hipótesis... (p. 43), porque “me veo obligado a declarar en bien del oficio, de la técnica, del esfuerzo científico, que si el historiador no plantea problemas o si al planteárselos no formula hipótesis para resolverlos, está atrasado con respecto al último de los campesinos. Porque los campesinos saben que no es bueno llevar a los animales a la buena de Dios para que pasten en el primer campo que aparezca: los campesinos apriscan el ganado, lo atan a una estaca y le obligan a pacer en un lugar mejor que en otro. Y saben por qué” (p. 44). El historiador procede igual, busca el terreno que más le conviene, el más fértil para cultivar o solucionar su problema, los aprisca a través de la reflexión y sugiere posibles soluciones al problema estudiado.
Hacer de la historia “una ciencia de problemas a plantear” para resolver con certeza, donde el papel del historiador se “sería singularmente más claro que el de un vago fabricante de libros personales” (p. 92). La idea es poder “romper los cuadros abstractos, ir recto a los problemas que el hombre especializado lleva en sí mismo, se plantea a sí mismo y para los otros...” ya que no se ha de pensar el universo actual por especialidades, “sino en sus problemas vivos y sin preocuparse por delimitaciones de escuela u oficio” (p. 207).
De esto se desprende la jerarquización de la importancia de los hechos “El problema de organizar en función de su presumible importancia el caos de los acontecimientos. De poner un poco de orden en la masa confusa e indistinta de nociones y los hechos, permanencias, coherencias y contingencias que, sin exigencia crítica ni discriminación, se denominan historia. El problema no está resuelto. Pero sí situado para siempre en el terreno de las posibilidades” (p. 239). Ante los datos el historiador no es ni siervo ni tirano, sino que está ante ellos en relación de igualdad, de intercambio, donde el dato es materia prima donde se parte pero no es en sí mismo “la historia”, llegándose muchas veces a confundir las técnicas con la investigación misma, es decir, armas los datos, pegándolos unos tras de otro sin ninguna intervención del investigador, haciendo solamente el agregado de datos que expuso Germán Carrera Damas22.
Luego que está esbozada la hipótesis de trabajo “y me pongo a la tarea con mis útiles y mi técnica de trabajo. ¿Por qué o contra qué? Esa son palabras mayores. El problema es el siguiente: ¿Bajo que condiciones, históricamente hablando y en que condiciones puede considerarse que una hipótesis responde a la realidad?” (p. 128). Hoy se presenta la posibilidad de avanzar en hipótesis parciales antes que intentos de hipótesis generales23. Igualmente se distinguen diferentes tipos: Factográficas, explicativas y de construcción24, la primera se desarrolla al leer y decodificar la información contenida en las fuentes, la crítica e interna de las fuentes y la formulación de los hechos; la segunda, intenta explicar los hechos y formular las leyes que le rigen y, por último las de construcción donde se integran datos acerca del pasado ya sea de clasificación de los datos, periodización, establecimiento de estructuras económicas y sociales25. 
Plantear problemas y formular son “Dos operaciones donde se pasa de la `ciudad de la objetividad´ el caballo de Troya de la subjetividad...” (p. 43). Aquí se presenta el antiguo problema de la subjetividad-objetividad, resuelto ya en parte por el discurso asumido: Si son escogidos los temas, los problemas, ordenados los datos y hechos de una forma y no de otra. Si “Es el historiador quien da a luz los hechos históricos, incluso los más humildes” (p. 44), no puede ser de otra manera que con una gran carga subjetiva. El problema es de sinceridad en cuanto a sus límites, a las fuentes particulares y a su situación contextual en general26. “La historia objetiva interpreta, organiza. Reconstruye y completa respuestas. Se hace el pasado que necesita. Y en ello no hay atentado contra la supuesta majestad de la ciencia” (p. 33), por eso esta historia es el género que más se ha intentado cultivar.
Aunque cuando tratamos hechos vinculados a nuestro pasado estamos cargados de subjetividad, empezamos a comprender lo que propiamente significa la causa de esas regiones donde crecimos y vivimos a plenitud, esa Venezuela por la que luchamos27.
El hecho histórico es la materia prima del trabajo de investigación, y éstos se encuentran principalmente en documentos. El historiador procesa los documentos dándole un significado original de acuerdo al aparato crítico que domina “Por qué, en fin, los hechos... ¿A que se llama hechos? ¿Qué hay detrás de la palabrita hecho? ¿Pensáis que los hechos están dados en la historia como realidades sustanciales que el tiempo ha enterrado más o menos  profundamente, y que se trata de desterrar, limpiar y presentarlos bellamente iluminados a los contemporáneos?” (p. 177, 178). Es el ejercicio del pensar que le da vida a los hechos, la constante reflexión y estudio permite trascender los datos aportados por los documentos y crear hechos coherentes, siendo necesario, muchas veces, llegar a irrespetar el documento28. Una clara conciencia debe tener el investigador de esto, puesto que:
“Un historiador que rehúsa a pensar el hecho humano, un historiador que profesa la sumisión pura y simple a los hechos, como si no estuvieran fabricados por él, como si no hubieran sido elegidos por él, previamente en todo sentido de la palabra escoger (y los hechos pueden no ser escogidos por él) es un ayudante técnico. Que puede ser excelente. Pero no un historiador” (p. 180).
Por ello, no se pueden conocer únicamente los hechos, ya que ellos no son “dados” en estado bruto, “sino que se crea y se inventa de alguna manera mediante el trabajo de erudición, derivados de centenares de testimonios directos e indirectos; quienes no se preocupan más que de una manera perezosa de los hechos establecidos ya, esos historiadores que se declaran prudentes y que en realidad no expresan más que su limitación, se sitúan, ciertamente, fuera de las condiciones primordiales del oficio” (p. 131). Es decir, los hechos no son algo dado, creado, sino que son producto del trabajo e interpretación y abstracción del historiador, para lo cual debe vencerse la prudencia y el temor “En realidad, la historia es elección. Arbitraria, no. Preconcebida, sí” (p. 179) los cuales crea mediante el proceso de abstracción.
“Lo esencial de trabajo consiste en crear, por así decirlo, los objetos de su observación, con ayuda de técnicas frecuentemente muy complicadas” y después de adquiridos estos objetos leer estos resultados, tarea singularmente ardua “porque describir lo que se ve, todavía pase, pero ver lo que se debe describir, eso si es difícil” (p. 22). Y recuerda Einstein que se puede observar un hecho o no dependiendo de la teoría que se emplee29. Por ello la “historia historizante” exige poco, solamente repetir lo ya dicho. Más esta construcción implica la mayor sinceridad que no es otra cosa “que decir lo que se piensa” (p. 134), siendo a su vez lo más verídico posible frente a los documentos, en la búsqueda de los hechos, lo cual implica la crítica de los documentos30.
En la mayoría de los casos se trata de trascender la fuente, el documento, el dato. Ver más allá, quien dejó un testimonio de su época pertenecía a una clase social y por ende tenía unos intereses determinados que se manifestaban conciente o inconscientemente, precisamente por eso no se puede ser del todo “objetivo”, ya que estamos cargados de la subjetividad de la clase social a la cual pertenecemos. Entender este proceso significa la valoración de las fuentes y de la información, según los intereses que fueron creados en su marco social. Toda fuente tiene esta carga de subjetividad. Febvre, se presenta notoriamente subjetivista: “No hay más pasado que el que engendra el historiador. Es el historiador el que hace nacer la historia. No hay historia. Hay historiadores”31. 
Toda ciencia, teoría, método y técnica es manifestación de la clase social que la produce32, lo cual implica necesariamente la lectura crítica y comprensión de las fuentes para establecer una aproximación al hecho histórico, tanto es así que hasta el silencio de los documentos puede ser susceptible de ser “leído” e interpretado33.
Este proceso se fundamenta en la reflexión, ejercicio que debe practicarse mucho antes de formular una crítica (p. 57), sobre todo cuando la célebre frase aduce que “la historia se hace con texto” y que todavía hoy día no se ha agotado esta creencia, sobre todo cuando la formación académica actual se basa en ellos, en un trabajo evidentemente oficinesco y de papeleo, en el vano intento que a través de ellos se comprende todo (p. 19, 20). Sin embargo, “También un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimonios de una historia viva y humana, saturados de acción y pensamiento en potencia...” (p. 29, 30). Marx frecuentemente acudía a los clásicos para comprender muchas cosas de modo de producción capitalista y los miembros de la escuela de los Annales igualmente hacían uso diverso de toda la producción donde se percibía actividad humana.
La reflexión es un primer paso a la crítica, porque existe una forma absurda y desleal de criticar un libro: “desmontarlo páginas por página, con la aspereza del pequeño comerciante de historia que teme la competencia legítima, que es la siguiente: recoger su esbozo, trazo por trazo, aprobar, criticar, corregir, modificar...” (p. 126) que es la forma sana y respetuosa de criticar un texto, leerlo e interpretarlo. Lo cual permite, asimismo situarse en sus hombros y ver más allá de lo que ellos pudieron percibir34.
Quizá la referencia más antigua que esboza el problema de la comprensión como fundamento esencial de la historia se encuentra en la Historia Universal del sabio musulmán Abenjaldún, escrita en 1375, donde refiere: “La historia, sepámoslo, tiene como verdadero objetivo el hacernos comprender el estado social del hombre y el de instruirnos acerca de todos los cambios que la naturaleza de las cosas que puede aportar a la naturaleza de la sociedad”35.
“El historiador sólo tiene un objetivo. Saber es sólo el comienzo. Juzgar, no. Prever, aun menos. Se trata, efectivamente, de comprender y hacer comprender” (p. 133), lo que aparecía a los científicos como “el término mismo del esfuerzo científico no era el conocimiento sino la comprensión” (p. 54), para el historiador no significa comparar las doctrinas manifiestas de los reformadores, o “clarificar, simplificar, reducir a un esquema lógico, perfectamente claro, trazar una proyección elegante y abstracta”. No. Comprender para el historiador es complicar. “Es enriquecer en profundidad. Es ensanchar por todos lados. Es vivificar” (p. 116).
Partiendo de una crítica a Raymond Aron, afirma Vilar: “El objetivo de la historia no es `hacer revivir el pasado´, sino comprenderlo. Para esto hay que desconfiar de los documentos brutos, de las supuestas experiencias vividas, de los juicios probables y relativos. Para hacer el trabajo de historiador no basta con hacer revivir una realidad política, sino de someterse a una sociedad a un análisis de tipo científico”36.
La historia puede definirse como “una necesidad de humanidad” que experimenta cada grupo social “en cada momento de su evolución, de buscar y dar valor en el pasado a los hechos, los acontecimientos, las tendencias que preparan el tiempo presente, que permiten comprenderlo y que ayudan a vivirlo” (p. 173), donde “el método del Será verdad que ¿no nos conducirá a un punto muerto? Pero el de Es posible que, por el contrario, no conduciría al historiador al fin último de toda historia: que no se trata de saber, a pesar de su etimología, sino de comprender? Este es el espíritu con el que vamos a replantear la cuestión y, en primer lugar, a examinar testigos y testimonios”37.
Porque “Toda una generación de historiadores que poniéndose en pié, como fiscal de una película policíaca, se dedica a exigir penas más severas contra los actores o los comparsas de la historia en nombre de la moral que varía en sus principios y de una política inspirada a veces por la ideología de derechas y otra de izquierdas; los fiscales de izquierda se indignan con buena fe, por lo demás, contra los de derecha y recíprocamente. Ya es hora de acabar con esas interpelaciones retrospectivas, esa elocuencia de abogado y esos efectos de toga” (p. 166, 167). Esa historia es la denominada historia militante38.
Quien está llamado a juzgar constantemente, no se encuentra en la “mejor disposición de espíritu para comprender y explicar39; convencido de su función de juez, absorbe posiciones muchas veces preconcebidas, donde se coarta alma con predisposiciones e imposiciones. Porque el hombre que forma parte de la naturaleza, “es para la historia lo que la roca para el mineralogista, el animal para el biólogo las estrellas para el astrofísico: Algo que hay que explicar. Que hay que entender. Y, por lo tanto que hay que pensar” (p. 179).
Porque “El pasado es, por definición, un dato que ya nada habrá de modificar. Pero el conocimiento del pasado es algo que está en constante progreso, que se transforma y perfecciona sin cesar”40; es decir, sobre el pasado nada se puede hacer, pero si sobre el conocimiento del pasado y al perspectiva de proyección en el presente y en el futuro, para ello debe oír la voz del pasado (p. 33) que muchas veces murmulla reflejada en lo contemporáneo, abandonando todo pensamiento fácil (p. 16), y de esta manera poder problematizar y complicar, enriqueciendo en profundidad, ensanchando los caminos, dialogando con colegas y en la dicotomía pasado-presente y viceversa, abandonando todo culto al hecho como algo dado, sino llenarse de él hasta aprehenderlo, transformándolo y transformándose para poder construirlo y en la medida que lo construye logra trascenderlo41. Porque hacer ciencia va más allá del empleo de instrumentos y métodos científicos, es tener una “mentalidad científica”42, porque “a través del pensamiento puede comprenderse la realidad, tal como soñaron los antiguos”43.
La historia “¿Una ciencia con leyes? Acaso. Todo depende de lo que se denomine ley. Palabra ambiciosa, pero plena de sentidos diferentes y a veces contradictorios. Ya hemos dicho que no son leyes que obligan a la acción. No aplastemos el esfuerzo humano al peso esterilizador del pasado”. Se refiere en consecuencia a leyes nomotéticas, donde se pueden dibujar tendencias o escenarios de acuerdo a las acciones que los seres humanos, a las decisiones que sociedades asumen en un momento determinado, porque es una ciencia para la vida misma donde se reconstruye en pasado.
Debe, sin embargo tener cuidado con los anacronismos psicológicos, el cual se manifiesta fundamentalmente en la lengua, y consiste en perfilar problemas que no existieron en una época, pensando en categorías de nuestro tiempo cuestiones que no existieron en el pasado. Tener claridad de esto puede hacer que “un problema mal planteado puede así convertirse en uno mejor planteado”44. Este anacronismo psicológico consiste en:
N'allons pas les chercher trop loin. Rappelons-nous que, comme le note Charles Blondel, "Si nous prenons deux collectivités suffisamment éloignées l'une de l'autre dans le temps ou dans l'espace, la différence des mentalités correspondantes nous sautera aux yeux"; tandis que, si elles sont plus proches l'une de l'autre, il faudra des efforts et des recherches parfois longues et délicates pour déceler des divergences, souvent d'ailleurs considérables45.
Estos anacronismos no es necesario buscarlos demasiado lejos. Recordando la afirmación de Charles Blondel: “Si tomamos a dos colectividades suficientemente distantes una del otro en el tiempo o en el espacio, la diferencia de las mentalidades correspondientes a nosotros saltará a la vista”; mientras que, si son más cercanas una de la otra, será necesario esfuerzos e investigaciones a veces largas y delicadas para detectar divergencias que, a menudo pasan desapercibidas por gran parte de los investigadores.
La lengua cambia con el tiempo, el lugar, el estilo, la cultura de la sociedad donde se desarrolla; por ello es necesario saber con exactitud el significado de cada expresión o término en su contexto social, porque existe el peligro de distorsionar el sentido que originalmente les era dado, sobre todo si son considerados en su acepción actual debiendo meditar, además, “las convicciones sociales, hábitos de pensamiento, actitudes intelectuales, maneras de sentir, las ideas socialmente trasmitidas y los estereotipos dependen de la psicología colectiva, que cambia, según el tiempo, el lugar, el grupo social y cultural”46. La operación mediante la cual se acopla la interpretación de lenguaje se denomina “decodificación”47.
Estaba convencido de lo esencial del trabajo artesanal que fascina en todos sus detalles, por este motivo denominó a este libro como parte de las virutas de los sólidos mubles construidos en la casa de la historia como “pequeño artesano científico que somos cada uno de nosotros, que nos gusta en sus tareas y sus manías; el pequeño artesano que todo lo hace por sí mismo, que crea el utillaje, su campo de experiencias, su programa de investigación...” (p. 31).
Este acertado símil fue desarrollado años después por Charles Wrigt Mills48, quien esboza un método que parte de la experiencia de vida para ser utilizada en el trabajo intelectual, examinándola e interpretándola sin cesar “En este sentido la artesanía es vuestro propio centro y estáis personalmente complicados en todo vuestros trabajo intelectual sobre el cual podáis trabajar”, siendo entonces esencial en la investigación socio-histórica: “Decir que podéis tener experiencia significa, entre otras cosas que vuestro pasado influye en vuestro presente y lo afecta, y que él define vuestra capacidad de futuras experiencias”49.
En este sentido, la artesanía intelectual –como toda artesanía– parte de la experiencia y enriquecimiento constante, por este motivo cada pieza es original y cada obra, si es aprovechada al máximo la experiencia, es de mejor calidad que la anterior. Por ello Wrigt Mills solita a los investigadores: “Sed buenos artesanos. Huid de todo procedimiento rígido. Sobre todo, desarrollad y usad la imaginación sociológica. Evitad el fetichismo del método y de la técnica. Impulsad la rehabilitación del artesano intelectual y esforzaos en llagar a serlo vosotros mismos”50. La artesanía intelectual es el proceso de creación que permite, en consecuencia, trascender los datos hasta la consecución de los procesos de abstracción sobre los cuales el investigador trabaja.
Para trascender las barreras que se han impuesto a través de la ciencia  al servicio de las clases sociales dominantes, según la cual se ven fragmentos de la realidad “para realizar un mejor estudio” se han presentado distintas posiciones, ya que la visión de la parcialidad deforma la realidad e impide la comprensión de la esencia de los fenómenos estudiados. A Lucien Febvre y a Marc Bloch se le debe una de las posiciones más claras al respecto, ya que a principios del siglo XX, tenían plena claridad de lo necesario de no ver realidades parciales, asumiendo la propuesta de la interdisciplinariedad de la ciencia, de la visión de conjunto de las problemáticas estudiadas como un todo, no como partes. Claro en la actualidad existen otros diseños, como al que nos referiremos aquí, partiendo, en principio de las bases de Febvre.
George Lukács51 refirió que la categoría de totalidad es el principio revolucionario del materialismo histórico y no solamente el estudio de la base económica, como erróneamente se había afirmado tradicionalmente. El dominio del todo sobre las partes constituye la esencia del método marxista, por este motivo se hace necesario aprender de la realidad total para poder desmenuzar —a través del análisis— las realidades parciales y obtener una respuesta satisfactoria a los problemas planteados.
En estas notas haremos algunas propuestas relativas a una de las dimensiones epistemológicas diseñadas por Jean Piaget, concretamente a la posibilidad de colaboración e integración a un alto nivel entre las diversas disciplinas científicas. El famoso teórico trascendió las categorías epistémicas de multidisciplina e interdisciplina, creando una nueva categoría: Transdisciplina, tal como se evidencia a continuación.
El desarrollo científico y tecnológico ha avanzado a grandes proporciones a lo largo de la historia de la humanidad. Por lo menos, dos grandes pasos teóricos son plenamente reconocidos a la ciencia del siglo XX: La teoría cuántica, fundada por  Max Planck a principios de siglo y la relatividad, publicada por Albert Einstein en versión definitiva en 1916. Ahora estamos ante la presencia de un tercero de carácter tecnológico: La informática y la globalización del conocimiento y el saber a través del Internet e intranet.
El mismo avance tecnocientífico ha permitido la creación de diversas fuentes de energías alternativas como: el gas natural, carbón, que se puede procesar como combustible líquido sintético; la energía nuclear, la biomasa, las mareas y las olas, la energía hidráulica, la solar y la geotérmica, entre otras, que están relegando la energía petrolera a un segundo plano.
Parece, sin embargo, que la visión epistemológica de la ciencia conlleva a romper los esquemas que se han difundido en los últimos años de especialización y superespecialización científica, donde cada disciplina se hace dueña de una parte de la verdad y no existe una correlación del todo. Es necesario resolver el problema central de la sociedad considerada como un todo y las relaciones existentes en los sistemas y subsistemas del conjunto, superando tendencias anexionistas o reduccionistas de las diferentes disciplinas científicas que intentan ver los problemas y sus soluciones solamente a partir de sus respectivas áreas del conocimiento, siendo imperioso abordar la perspectiva holística del estudio científico.
Ante esta situación Jean Piaget, trató en Niza, en septiembre de 1970, hacer una distinción entre lo multidisciplinario y lo interdisciplinario y propuso abordar la perspectiva transdisciplinaria de la ciencia52.
La diferencia radica que lo multidisciplinario aborda un tema específico desde diversas ópticas. Ahí se “yuxtaponen una serie de investigaciones sobre un mismo objeto, según los diferentes enfoques de cada disciplina que conserva su especificidad”. Así un problema será estudiado desde la visión histórica, legal, sociológica, económica, según sean los especialistas que la estudien, “sin que las disciplinas que se tratan resulten modificadas o enriquecidas”53.
Mientras que en lo interdisciplinario, los especialistas intercambian opiniones, datos e informaciones. Este es un “segundo nivel en el cual la colaboración entre las diversas disciplinas conduce a verdaderas interacciones, es decir, a una cierta reciprocidad en los intercambios, tal como si hubiera habido un total enriquecimiento mutuo”. Aquí los especialistas confrontan e intercambian conceptos, métodos y puntos de vistas de sus especialidades, lo que permite ampliar y enriquecer la visión total del conjunto54.
Entonces, de lo que se trata es de avanzar en estas categorías epistemológicas. De ahí la propuesta tansdisciplinaria donde es superada la visión de interelaciones al sugerir que debe existir “un sistema global total sin fronteras estables entre las diversas disciplinas”. En la perspectiva transdisciplinaria se llega a conjugar las ciencias a un nivel elevado de abstracción, utilizando teorías y conceptos comunes a todas las disciplinas que integran las ciencias sociales55.
De esta manera se logra una sola explicación donde se conjugan las verdades parciales logradas en las diferentes disciplinas a través de la visión integral del problema y sus posibles soluciones y no la propuesta atomistas, que considera la totalidad como la suma de las partes. Es decir, es un conocimiento más amplio, donde se integran la visión científica, tecnológica, antropológica, cultural del hombre, porque “Nuestras tecnociencias que forman el mundo actual, integran diferentes actores sociales, como son la política, la economía, el arte, el deporte, la ciencia, las tecnologías, la industria, el comercio, el derechos la información, la enseñanza, la educación”
Este propuesta de Piaget lo asumió la UNESCO, veintiún años después, al realizar en París, Francia, del 02 al 06 de diciembre de 1991, el Congreso “Perspectivas Transdisciplinarias: Apertura a la Ciencia del Siglo XXI”, cuyo objetivo principal era “provocar una reflexión, a escala planetaria, del hombre acerca del hombre confrontados ante las divergencias de la ciencia y de la tradición, evadiendo de esta manera la ‘cuantifrenia’ colectiva sociocultural que lo fragmenta a imagen de una esquizofrenia individual desestructurante”56. De allí que es necesario admitir “la realidad de un modo multicultural, unificado por las tecnociencias, y un mundo multireligioso, unificado por la tradición, ambos en diálogo permanente gracias a una tolerancia cooperativa Universal”57.
Se  hace  indiscutible  el  aporte  de  Carlos  Marx  y  Federico  Engels  a  la  ciencia, —siendo un punto a discutir si existe una o varias ¿Ciencia o ciencias?— ya que debe tenerse en cuenta que todas las actividades humanas van, de una u otra forma, a influenciar a  los seres humanos y mientras mayor sea esa influencia mayor es su trascendencia. No existe otra forma de trascender sino a través de una profunda huella en la cultura humana. De allí que para los citados autores:
“Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. Se puede enfocar la historia desde dos ángulos, se puede dividirla en historia  de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, las dos son inseparables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan mutuamente”58.
Posición esta que abre la posibilidad de referirse a ciencia en singular, sin necesidad de dividir las disciplinas como si todas fuesen la panacea de la humanidad, o puede negarse la realidad que todas, de alguna manera, afectan –para bien o para mal– a los seres humanos, fin y objeto de estudio de la ciencia de la historia. Un hecho comprobado a la luz de las lecturas de estos autores, radica en la claridad que tenían para “ensamblar” diversos tipos de conocimientos y el alto nivel de atención con que seguían el avance tanto de la ciencia como de la tecnología. En El Capital, no solamente hay economía política, sino una síntesis de todo el avatar científico y tecnológico hasta entonces alcanzado. Posteriormente, en sentido similar afirma Marc Bloch:
“No hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo y esa ciencia tiene necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos. ¿Cómo llamarla? Ya he dicho qué el antiguo nombre de historia me parece el más completo, el menos exclusivo; el más cargado también de emocionantes recuerdos de un esfuerzo más que secular, y por los tanto, el mejor”59.
Ciencia de los hombres en el tiempo, donde se unen los estudios de los vivos con el de los muertos, a las cuales el secular nombre de historia parece, por lo menos, el más apropiado. Líneas después, afirma el mismo autor que siempre existirán especialistas y las especialidades pero “lo único que se les puede pedir a unos y a otros es que recuerden que las investigaciones históricas no admiten autárquica”, es decir que sea autosuficiente, de sí y solamente para sí; Lucien Febvre, avala plenamente esta posición y la define de la siguiente manera:
L’aptitude à découvrir des corrélations voilà, dans beaucoup de cas, une des définitions les plus satisfaisantes du génie scientifique: qu’on songe au grand médecin, au grand clinicien qui, en rapprochant des signes et des symptômes épars, «invente» et «crée» véritablement un nouveau type de maladie. L’aptitude à négocier des accords, des échanges entre disciplines voisines: voilà, pour une science en voie d’expansion une non moins bonne définition du progrès. On traduit parfois d’une autre façon cette vérité d’expérience «les grandes découvertes, dit-on, se font toujours aux frontières mêmes des sciences»60.
Es imprescindibles, para una persona que se precie de ser científico, y más aun si es dedicado al estudio de la sociedad, asumir una actitud —y aptitud— a descubrir los diferentes niveles de correlaciones existentes, en muchos casos, lo cual constituye una de las definiciones más satisfactorias de la ingeniería científica, seguidamente presenta la situación sobre qué puede pensar el médico de su colega quien, acercándose a por medio del estudio del cuadro sintomático dispersos, es capaz de «inventar» y «crear» algo diferente que permite definir un nuevo tipo de enfermedad. Esa actitud —y aptitud— a negociar acuerdos, intercambios entre diferentes disciplinas es fundamental para una ciencia que se precie de ser tal: más aun para una ciencia en plena expansión, lo cual constituye una excelente definición del progreso, puesta en evidencia en la experiencia ya que “grandes descubrimientos”, se han hecho siempre en las “fronteras mismas de las ciencias”.
Para Febvre resultaba fundamental que el historiador sienta la necesidad de concretar ideas y métodos con otras disciplinas, por este motivo se pregunta “¿Cómo concebir en un ambiente de transformaciones tales una historia absolutamente inmóvil de sus viejas costumbres? ¿Cómo vamos a sentir los historiadores la necesidad de concentrar nuestras ideas y nuestros métodos con los de otras disciplinas? Para hablar claro ¿Cómo reconstruir cuando aparecen grietas por todas partes?”, esas grietas son las disciplinas que fragmentan la realidad como totalidad íntegra (p. 28), donde el surgimiento de nuevas y variadas disciplinas que obligan a tomar clara conciencia de la necesidad de unirlas en el estudio de la historia” lo sepa o no, voluntaria o involuntariamente” (p. 46, 47).
De allí que debe trascenderse las “hileras, etapas, escalones, bases y superestructuras, mientras que el paso de la corriente por el hilo, sus interferencias y cortocircuitos nos proporcionarían un manojo de imágenes que se adecuarían con más flexibilidad al marco de nuestros pensamientos” (p. 48): esta perspectiva propone que no es la realidad la fraccionada sino nuestros pensamientos y métodos, en consecuencia es allí de donde debe partirse con un visión diferente a la analítica, entonces se presenta el enfoque sintético. Tal fue la convicción de Febvre que llegó a denominar a la especialización como “la plaga”: “Restringir el campo de acción científico es aumentar la plaga de la especialización. Es hacerla irremediable...” (p. 91); buscaba entonces el remedio a la enfermedad de la especialización en la historia como “casa común de todos los científicos y de todos los artistas donde se intercambian mutuamente sus métodos, sus ideas, sus investigaciones y sus preocupaciones” (p. 162).
Albert Einstein también se expreso el New York Times, en 1952, contra la exagerada “especialización” que no resulta suficiente para lograr encontrar lo que el ser puede aspirar:
“No es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables pero no en individuos válidos. Para ser un individuo válido el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado. Debe aprender a comprender las motivaciones, ilusiones y penas de las gentes para adquirir una actitud recta respecto a los individuos y a la sociedad”61.
Para Einstein la especialización exagerada convertía a los individuos en seres no válidos, puesto que perdían la capacidad de sentir aquello realmente llenaba sus más nobles anhelos, en muchas ocasiones omitiendo la perspectiva de lo que bello y de lo moralmente bueno, llegando a parecerse más “más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado”, debe, en consecuencia aprender a “comprender las motivaciones, ilusiones y penas de las gentes para adquirir una actitud recta respecto a los individuos y a la sociedad” en lo más profundo de su ser, conjugado con los beneficios mayores que pueda aportársele a la sociedad.
En el mismo trabajo Einstein profundiza aun más en el problema de la especialización “Dar importancia excesiva y prematura al sistema competitivo y de especialización en beneficio de la utilidad, segrega al espíritu de la vida cultural, y mata al germen del que depende la ciencia especializada”62. La importancia excesiva ha sido, precisamente, la que ha prevalecido en los últimos años, segregándose el espíritu de la vida cultural en pos de múltiples visiones fragmentarias que no coadyuvan a la comprensión global y general de los problemas de la cual depende la ciencia especializada, en vano afán de perder la esencia de los hechos desvirtuándolos hasta los aspectos banales o menos significativos que no constituyen la esencia de los fenómenos, tendencia ésta que es más acentuada en lo que constituyen las ciencias sociales.
Pierre Vilar también se ubicó dentro de los estudiosos que rompen las barreras de las especialidades de las disciplinas, por ser estas dogmáticas, afirma: “El dogma es generalmente patrimonio de disciplinas aisladas –y precisamente la enseñanza, casi por definición, es unidisciplinaria–. La revisión nace del contacto entre ciencias –y la investigación es pluridisciplinaria, o afirma su intención de serlo”63; la lección es clara: por esto su método de análisis histórico fue tan rico: no se encasilló en su disciplina, sino que abrazó diversos métodos y técnicas.
Claro, resultaría necio pensar que los autores citados utilizarían el término Transdisciplina, cuando éste aun no existía. Eso resulta tan banal como cuestionarlos porque no escribieron con un computador. Más, sin embargo, lo esencial se encuentra allí: Es necesaria e imprescindible la colaboración a nivel de las diferentes disciplinas, para integrar un conocimiento que en todo caso sea usufructuado de la mejor manera por los seres humanos. Por ello, Goldman esgrime, al igual que Marx y Bloch, la existencia de una sola ciencia social:
Todo hecho social es un hecho histórico, y a la inversa. Por consiguiente la historia y la sociología estudian los mismos fenómenos, y si cualquiera de ellas capta un aspecto real, la imagen que da de él tiene que ser parcial y abstracta, sino está completada por los aportes de la otra. Pero la transformación de abstracto en concreto no se obtiene adicionando dos imágenes parciales. No se puede obtener un conocimiento real de los hechos humanos reuniendo los resultados parciales y deformantes de una sociología cosista o psicologista con los de una historia política o simplemente positivista. El conocimiento no es una suma sino una síntesis de abstracciones justificadas. En el caso que hablamos, como las abstracciones no están justificadas, su síntesis es imposible. No se trata, pues, de reunir los resultados de la sociología y de la historia, sino de abandonar toda sociología y toda historia abstractas para llegar a una ciencia concreta de los hechos humanos, que solo puede ser una sociología histórica o una historia sociológica64.
Junto a Lucien Goldman se puede afirmar que debe construirse una ciencia social que permita a través de abstracciones justificadas, comprender los procesos sociales donde estamos inmersos, más allá de toda disciplina por separado, una sociología histórica o una historia sociológica, ya que ambas estudian los mismos fenómenos y se trata de superar las imágenes parciales y fragmentarias de cada una aisladamente, cuyos resultados deben estar más allá en la construcción de síntesis social. Historia o sociología síntesis de los hechos humanos y, como se comprobó anteriormente, para nosotros el antiguo y secular nombre de historia, parece el más apropiado.
Tal como lo asumió Luis Cipriano Rodríguez en el prólogo a la edición póstuma de la “Historia Económica y Social de Venezuela” de Federico Brito Figueroa una historia donde se conjuguen la posición de un historiador conocedor tanto del desarrollo como del subdesarrollo y sus claves, analizadas mediante el estudio crítico de los procesos sociohistóricos, factores y capacidades, así como el historiador asesor copartícipe del protagonismo directo y compartidos con los pueblos y los liderazgos:
“De esta manera contaríamos con una Ciencia tansdisciplinaria de la historia entendida como ‘Depositaria´ de las claves, secretos y posibilidades de los cambios futuros. Una Historia-Síntesis. Una historia de las ciencias que ha de ser Ciencia y Arte, en condiciones de contribuir con sus datos, conclusiones y referencias a las iniciativas, proyectos... –siempre exigentes y difíciles– de la sociedad nueva”65.
Es decir, una historia comprometida en todo sentido con la creación de nuevos niveles ontológicos, donde el ser pueda satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, creando una nueva sociedad más igualitaria y justa, donde conjugue ciencia y arte de la vida donde la felicidad sea la vía recorrida diariamente en el entendido de tener una sociedad que antepone los beneficios colectivos a los personales, para ello es necesario trascender la actitud de ser solamente intelectuales, lo cual “es no ser nada” –a decir de Enrique Bernardo Núñez–. Entonces es preciso convertirse en exploradores, soldados u obreros, ya que un “hombre sedentario, encerrado en una biblioteca es poco menos que un inútil, queda el pensamiento, un trabajo tan fecundo como cualquier otro”:
“Se ha dicho que el pensador es un hombre de acción malogrado. Los músculos tensos, desnudos, la cabeza abrumada –tal como lo describió Rodín– revela una fuerza arrolladora. Un pensador bien distinto de ese otro pensador enclenque y miope, con la manos en los bolsillos, de pantalones caídos, perplejo e impotente de cuello y corbata, como lo pintó Tomás Eakins, modelo de intelectualismo”66.
El historiador e intelectual modelo debe, en consecuencia, darle paso al ser de acción y compromiso con la sociedad en la que vive, donde debe comprender el pasado para asumir su compromiso actual y, sobre todo, para poder trascender a nuevos niveles donde sean manifestados los más nobles valores del ser humano.




NOTAS

* Este trabajo fue presentado en la cátedra: Teoría y método de la historia con el profesor Reinaldo Rojas, en noviembre de 2004, en la Maestría de historia económica, social y política de Venezuela, del convenio UCLA-UPEL-IPB.
[1] Esta librería, si no me traiciona la mente, era propiedad de don Ramón Moreno Delgado y doña Trina de Moreno, estaba ubicada en la avenida Libertador en Acarigua, en la misma cuadra del Boulevard San Roque.
2 Lucien Febvre: Combates por la historia. Barcelona-España, Editorial Ariel (3º Edición en Castellano), 1975, pp. 247. A pesar de la advertencia que sobre las traducciones que hace Umberto Eco (Cómo se hace una tesis. Barcelona, España, Gedisa Editorial, 2000), no pudimos revisar la edición en idioma original, lo cual es, sin duda, una de las limitaciones de este ensayo.
3 Microsoft ® Encarta ® Biblioteca de Consulta 2002. © 1993-2001 Microsoft Corporation.
EtatsdesfondsAP/ 591AP.html. Consultada en agosto de 2004.
5...Para muchos, la materia de la historia es saber cualquier cosa pasada” mientras que para otros “Es el terreno de los hechos destacados” y en algunos casos a este conjunto se incluye “los grandes rasgos de la evolución humana” que ha “dependido sobre todo del resultado estadístico de los hechos anónimos”, véase: Pierre Vilar: Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Barcelona-España. Editorial Crítica del Grupo Editorial Grijalbo. 1981, p. 26.
6 Pierre Vilar, IBID., p. 25.
7 Pierre Vilar, Economía, derecho, historia/ Conceptos y realidades. Barcelona-España, Editorial Ariel, 1983, p. 160.
8 Edward H. Carr. ¿Qué es la historia?. Barcelona-España, Editorial Ariel, 1998, p. 194.
9 “Alguien observó en cierta ocasión que la historia social consistía en un 95% en la experiencia humana pasada que quedaba fuera una vez que los historiadores habían terminado de escribir sus historias oficiales, su Historia con H mayúscula”, Thad Sitton, George L. Mehaffy y O. L. Davis Jr.: Historia Oral /Una guía para profesores y otras personas. México, Fondo de Cultura Económica, 1ª reimpresión, 1993. p. 70. 1ª Edición en Inglés, 1983.
10 José Ferrater Mora: Diccionario de filosofía. Barcelona, España, Alianza Editorial, 1986, p. 1.519, expresa: “…De acuerdo con una de las “observaciones” que figuran al principio de la presente obra, escribiremos “historia” al referirnos a la realidad histórica, e “Historia” al referirnos a la ciencia histórica o historiografía”, siendo pertinente observar que Ferrater Mora hace la diferenciación para el uso en su diccionario, y aunque no fuese esa la intención, todavía debía discutirse sobre la viabilidad o no de tal sugestión.
11Marx y yo tenemos en parte la culpa de que los jóvenes escritores atribuyan a veces al aspecto económico mayor importancia de la debida. Tuvimos que subrayar este principio fundamental frente a nuestros adversarios, quienes lo negaban, y no siempre tuvimos tiempo, ni oportunidad de hacer justicia a los demás elementos que participan en la interacción. Pero cuando se trata de presentar un trozo de la historia, esto es, la aplicación práctica, el problema es diferente y no hay error posible. Sin embargo, desgraciadamente sucede demasiado a menudo que la gente que cree haber comprendido perfectamente la teoría y cree aplicarla sin más desde el momento en que ha asimilado sus principios fundamentales, y aun estos no siempre correctamente. Y no puedo librar de este reproche a muchos de los más recientes `marxistas´, porque también de este lado han salido las basuras más asombrosas”, carta de F. Engels a J. Bloch, fechada en Londres en 21 de septiembre de 1890, en: Carlos Marx y Federico Engels. Correspondencia. Buenos Aires, Argentina, Edit. Cartago, 1973, pp. 379-381.
12 Federico Brito Figueroa: La Comprensión de la historia en Marc Bloch. Caracas-Barquisimeto-La Victoria, Centro de Investigaciones y Altos Estudios “Alejandro Humboldt”-Fondo Editorial Buría, 1996.
13 Albert Einstein: Mi visión del mundo. Barcelona-España, Fábula Tusquets Editores, 2000, p. 133.
14 IBID. p. 137.
15Que cada individuo sea su propio metodólogo; que cada individuo sea su propio teórico; que la teoría y el método vuelvan a ser parte de su oficio”, C. Wrigt Mills: La imaginación sociológica. México, Fondo de Cultura Económica, 1991. Primera edición en inglés titulada The sociological imagination, por la  Oxford Univerity Press, New York, p. 234).
16 Marc Bloch: Apología de la historia o el oficio de historiador. Caracas- Barquisimeto, Fondos Editoriales Lola Fuenmayor y Buría, 1986, p. 107-109.
17 IBID., p., 111, 114, 126.
18 José Ferrater Mora : Op. Cit., 1986, p. 1.530.
19 Pierre Vilar: “Historia Marxista, historia en construcción”, en: Economía…, 1983, pp. 174-228.
20 Lucien Febvre: Les méthodes Psychologie et Histoire. Psychanalyse en ligne http://www.votre-psy.com/Mental/pages/062.htm. Consultada en abril de 2004.
21 Marc Bloch: Op. Cit., 1986, p. 80.
22...suelen confundirse los agregado de datos con el conocimiento histórico propiamente dicho, olvidándose que el ordenar y agrupar los datos no es, en rigor, hacer conocimiento, como tampoco es explicar un fenómeno o hecho histórico establecer su filiación. Tanto los agregado de datos como la filiación de las cuestiones que ellos permiten establecer, constituyen frases o momentos del proceso de elaboración del conocimiento histórico, el cual sólo se alcanza cuando se consigue explicar los hechos o fenómenos objetos de estudio...”, Germán Carrera Damas: Metodología y estudio de la historia. Caracas, Monte Ávila Editores, 1972, p. 34.
23Hoy, tanto los científicos como los historiadores abrigan la esperanza más modesta de avanzar progresivamente de una hipótesis parcial a la siguiente, aislando sus hechos al pasarlos por el tamiz de sus interpretaciones, y verificando estos hechos”, Edward H. Carr. Op. Cit. , 1998, p. 113, 114.
24 Ciro Flamarion S. Cardoso: Introducción al trabajo de investigación histórica. Barcelona-España. Editorial Crítica del Grupo Editorial Grijalbo. 1981, p. 153.
25 IBID.
26El historiador empieza por una selección provisional de los hechos y por una interpretación provisional a la luz de la cual se ha llevado a cabo dicha selección, sea ésta obra suya o de otros. Conforme va trabajando, tanto la interpretación como la selección y ordenación de los datos van sufriendo cambios parciales y acaso inconscientes, consecuencia de la acción recíproca entre ambas”, Edward H. Carr. IBID., p. 76.
27Al que escribe historia se le exige imparcialidad. Podrá serlo el que escribe de países, de hechos o épocas remotas, o de las facciones de su propia nación sin pertenecer a ninguna. No así cuando se considera su propia causa, el propio destino”, Enrique Bernardo Núñez: “Discurso de Incorporación a la Academia Nacional de la Historia”, 24 de junio de 1948, titulada: Juicios de historia de Venezuela. Caracas, Ediciones del INCE, Nº 34, 1987, p. 41.
28 Afirma Juan David García Bacca “Hay una historia simplemente interpretativa respecto a la cual aconsejaría urgentemente que deje de ser interpretativa y se convierta en transformadora. Parece que esto no es posible muy fácilmente. Tenemos el prejuicio, en el sentido de ser un juicio dado antes de ser discutido, de que la fidelidad es la máxima virtud del historiador, que la conservación de los documentos etc., tienen que ser respetados en su integridad. De modo que la pregunta ¿es posible una historia transformadora?, puede resultar sin Marx a una traición incompatible con el plan de historiador, en: Armando González Segovia: El Pensamiento No Descubierto del Maestro Juan David García Bacca. Caracas, Cátedra Pío Tamayo-UCV, ponencia Nº 01 en el Seminario del Pensamiento Americano, 1992, p. 7.
29 Edward H. Carr. Op. Cit., 1998, p. 23.
30 Se distingue aquí la crítica externa y la interna: la primera trata de la originalidad del documento, comprende la crítica de restitución, de procedencia y la clasificación; en la segunda, se busca de veracidad intrínseca de las fuentes respecto a su contenido y sentido, la integran la crítica de sinceridad y exactitud. La primera verifica si el autor o el grupo por el representado tenía interés en mentir; mientras que la exactitud determina el grado de conocimiento efectivo de los hechos que tenía la  fuente, Ciro Flamarion S. Cardoso: Introducción al trabajo de investigación histórica. Barcelona-España. Editorial Crítica del Grupo Editorial Grijalbo. 1981, p. 142-147.
31 II.- Corrientes historiográficas en el siglo XX. http://club.telepolis.com/zeba/tendt6.html#positivismo. Consultada en febrero de 2004.
32...Pero ustedes, estudiantes del mundo, no se olviden nunca que detrás de cada técnica hay alguien que la empuña, y que ese alguien es una sociedad, y que con esa sociedad se está o se está contra ella; y que en el mundo hay los que piensan que la explotación es mala y hay que acabar con ella; y aun cuando no se hable de política en ningún lado, el hombre político no puede renunciar a esa condición inmanente a su condición de ser humano. Y que esa técnica es un arma, y que quien sienta que el mundo no es lo perfecto que debiera ser, debe luchar porque el arma de la técnica sea puesta al servicio de la sociedad y antes, por eso rescatar la sociedad, para que toda técnica sirva a la mayor cantidad de seres humanos”, Ernesto Che Guevara: Discurso en la clausura del primer encuentro internacional de estudiantes y profesores de arquitectura, 29 de septiembre de 1963, en: Escritos y discursos 7. La Habana, Editorial Ciencias sociales, 1977, p. 120.
33 Marc Bloch: Los reyes taumaturgos. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 42.
34Decían los medievales, que tenían un respeto exagerado por la autoridad de los autores clásicos, que los modernos, aún siendo enanos en comparación a aquellos, al apoyarse en ellos se convertían en enanos a hombros de gigantes, con lo cual veían más que sus predecesores (…) en este caso hay que partir que, si es un enano inteligente, lo mejor es saltar a hombros de un gigante cualquiera, aunque sea de estatura modesta; o de otro enano”, Umberto Eco: IBID., 2000, p. 31, 32.
35 Citado por Pierre Vilar: Op. Cit., 1981, p. 32.
36 IBID., p. 22.
37 Lucien Febvre: El problema de la incredulidad en el siglo XVI (La religión de Rabelais). Madrid-España, Akal ediciones, traducción de Isabel Blasinde, 1993, p. 19.
38 Benedetto Croce refiere al respecto la existencia de una historiografía en contraposición a una historia “tendenciosa” o “militante”. La primera parte de el incentivo de un problema definido y resuelto mediante el proceso del pensamiento, el segundo se guía por el programa o filosofía del partido y recurre a crónicas y recopilaciones para sustentar sus ideas “De modo que no da nacimiento a ninguna obra histórica verdadera sino que, peor aún, aquellas que ya existían se ven por lo mismo disgregadas o destruidas” (p. 718) “La causa lejana de esos extravíos y de esas panilodias radica en la repugnancia a reconocer que, siendo toda afirmación un juicio e implicando todo juicio una categoría, la historiografía tiene como elemento constitutivo la categoría de juicio y, en consecuencia, quiérase o no, que en arte de la historia está implicada la filosofía (...) Historiar significa juzgar o hacer filosofía de los hechos. Para ello, no es posible ni mantenerse inmerso en los hechos y participar directamente en su realización llevando luchas partidistas, incluso luchas verbales y de escritos, ni desprenderse de ellas para moverse en el vacío; sino que es necesario pasar a través de ellos, a través de los estremecimientos y de la angustia  que ellos engendran para llegar a dominarlos, elevándose desde el sentimiento  padecido hasta el juicio y el conocimiento” (p. 721, 722). Véase: Benedetto Croce (1970-71). “La Historiografía y la Vida Práctica y Política”, en: Anuario del Instituto de Antropología e Historia, Caracas, Universidad Central de Venezuela, tomos VII y VIII, 718-730.
39 Eduardo Clàparede: Psicología del Niño y Pedagogía Experimental. México, editorial Continental, 1960, p. 23.
40 Marc Bloc, 1986. Op. Cit., p. 91.
41... El historiador no es el humilde siervo ni el tirano dueño de los datos. La relación entre el historiador y sus datos es de igualdad, de intercambio (...) el historiador se encuentra en trance continuo de amoldar sus hechos a su interpretación y ésta a aquellos. Es imposible dar primacía a uno u otro término (...) Mi primera contestación a la pregunta de qué es historia, será pues la siguiente: un proceso continuo de interacción  entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre pasado y presente”, Edward H. Carr: Op. Cit., 1998, p. 76.
42No considero hombre científico a todo el que emplea instrumentos y métodos científicos de manera directa o indirecta, por el hecho de haber aprendido a usarlos. Sólo me refiero a aquellos que de verdad poseen una mentalidad científica”, Albert Einstein: Op. Cit., p. 203.
43  IBID. p,. 140.
44 Lucien Febvre: Op. Cit., 1993, p. 15.
45 Lucien Febvre: Les méthodes… Op. Cit.
46 Ciro Flamarion S. Cardoso: Op. Cit. 1981, p. 146.
47 IBID.
48 C. Wrigt Mills: Op. Cit., especialmente el capítulo sobre la “Artesanía intelectual”, pp. 206-236.
49 IBID. p. 207.
50 IBID. p. 234.
51 Goerge Lukács: Historia y Consciencia de Clase. México, Obras Completas III, 1969.
52 Mendel: Pour Décoloneiser L’Efant (Sociopsichanalhyse de L’Autorité, París, 1971; Canestri, Instrumentos para el Aprendizaje en Ciencias Sociales, Caracas, 1974; Piaget, J. Tendances principales de la recherché dans les socials et humaines. Paris, 1970.
53 IBID.
54 IBID.
55 IBID.
56 UNESCO, “Perspectivas Transdisciplinarias, una apertura hacia el Siglo XXI”, Comunicado de la UNESCO al congreso de este nombre, París, del 2 al 6 de diciembre de 1991.
57 IBID.
58 Carlos Marx y Federico Engels: “Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e Idealista” (Capitulo I de “La Ideología Alemana”); en: Obras escogidas, tomo I. Editorial Progreso, 1973, p. 12.
59 Bloch, 1986, p. 80.
60 Febvre: Les méthodes...
61 Albert Eistein: “Educación para una ciencia en el pensar”, 1952, en: Mi visiónOp. Cit., p. 29.
62 IBID., p. 30.
63 Pierre Vilar: “De la economía a la historia, pasando por la sociedad”, en: Economía…, 1983, p. 79.
64 Lucien Goldman: Las ciencias humanas y la filosofía. Buenos Aires, 1958, p. 9.
65 Luis Cipriano Rodríguez: Prólogo a la Historia Económica y Social de Venezuela de Federico Brito Figueroa. Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 2000, tomo I.
66 Enrique Bernardo Núñez: Bajo el samán. Caracas, Tip. Vargas, 1963, p. 91.

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