domingo, 5 de enero de 2014

Paulo Freire: Esperanzas, Alegrías y lucha por Armando Gonzälez Segovia




Paulo Freire: 

Esperanzas, Alegrías y lucha


 Armando Gonzälez Segovia
(Conferencia en el II Encuentro Nacional del Ensayo de Educadores Populares del Centro de Experimentación Para el Aprendizaje Permanente (C.E.P.A.P) de la Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez”. San Felipe, Edo. Yaracuy, octubre de 1997)

Tengo sesenta y ocho años y me siento todavía joven... pero si se trata de hablar de mi herencia diría: Paulo Freire fue un hombre que no podía comprender la vida sin el amor y la búsqueda del conocimiento (1991).
Me siento todavía en paz al entender que el desmoronamiento del llamado socialismo real no significa, por un lado, que el socialismo en sí halla demostrado ser inviable y, por otro lado, que la excelencia del capitalismo haya quedado demostrada... Hay momentos históricos en que la supervivencia del todo social plantea a las clases sociales la necesidad de entenderse, lo cual no significa que estemos viviendo un tiempo histórico vacío de clases. Las clases sociales siguen existiendo y luchando por sus intereces (1993).

Paulo Freire

Se cerraron los ojos que permitieron ver una luz diferente. Se apagó la voz del diálogo franco y abierto. Murió Paulo Freire, el Maestro brasileño que encendió de esperanzas el continente latinoamericano. Se fue el Maestro al infinito de las estrellas. Sueños, amor, esperanzas, alegrías y lucha pueden sintetizar su vida.
El 2 de mayo de 1997, murió el Maestro Freire de un infarto al miocardio. Tras de sí dejó un cúmulo de sueños por hacer, quienes nos decimos sus alumnos y seguidores tenemos ahora la enorme tarea de trabajar en función del sueño freireano, donde la educación se convierta en una constante práctica de libertad, más allá del quehacer objetivo, de la enseñanza de principios gramaticales o aritméticos. Ser Maestros, en la más amplia acepción de la palabra, significa: cultivar en los semejantes los valores más nobles del ser humano.
El Maestro Freire sembró el amor y la alegría a través de la creación de alternativas que permitan el rompimiento con la práctica tradicional de la educación que impone el conocimiento a los educandos. Entonces, en el método freireano no existe el maestro «sabio» y el educando que aprende pasivamente, porque: sólo aprende verdaderamente aquel que se apropia de los aprendido, transformándolo en aprehendido, con lo que puede por lo mismo reinventar; aquel que es capaz de aplicar lo aprendido-aprehendido a situaciones existenciales concretas[1].
Es decir el proceso educativo no está fundamentado en entregar fórmulas que sean aplicadas mecánicamente, deben concretarse principios básicos que puedan ser readaptados y reinventados a situaciones concretas. En consecuencia la educación debe ser práctica de lo cotidiano-vivido, de las relaciones del hombre con el mundo, porque el ser humano es un ser de acción, de práctica y de reflexión.
Freire planteó claramente el concepto de «Educación Bancaria», caracterizada principalmente por ser narrativa, discursiva y disertadora. Es decir, el docente narra o diserta sobre un tema determinado y el estudiante sencilla y pasivamente «debe escuchar», de ahí se deduce que el docente es el «sujeto» que narra y el educando el «objeto» que pacientemente escucha. Esta relación sujeto-objeto conduce a determinar que el «objeto» (educando) debe memorizar mecánicamente las narraciones del sujeto (docente).
Este proceso de repetición mecánica de contenidos en la educación coarta la creatividad de los individuos y no trasciende al conocimiento práctico de la realidad y por consiguiente no permite que el aprendizaje se convierta en aprehendizaje. Comúnmente se cree que el educador es siempre quien educa, quien sabe, piensa, habla, quien tiene la autoridad; mientras que el educando no sabe, por lo tanto no debe hablar y, menos aun, puede tener autoridad. Se deduce que el educador es el sujeto y los educandos simples objetos y como tal son tratados.
Esta educación es incentivada por el sistema opresor, porque pensar auténticamente resulta peligroso. La educación debe ser afrontada claramente a través de estrategias definidas de acción política, porque la educación no se crea para apoyar un proyecto político, sino que todo proyecto político desarrolla su modelo educativo.
Quienes creemos en la inmensa mayoría de seres humanos desposeídos, sin bienes de fortuna, los «desharrapados de la tierra», debemos buscar alternativas de educación. Freire retomó la mayéutica socrática y sistematizó el diálogo como elemento esencial en la propuesta de educación creativa. Liberando la palabra de los oprimidos, el diálogo franco y abierto como método de repensar y reinventar el mundo desde la óptica de los explotados, superando incluso el mismo miedo a la libertad que tienen los oprimidos.
La educación liberadora debe problematizar la realidad circundante hasta conseguir de ella los aprendizajes-aprehendizajes que sean significativos y necesarios. Comúnmente se afirma que los niños y los jóvenes son el futuro de la patria, más sin embargo esta es una verdad a medias. Es cierto que los jóvenes y los niños son el futuro, pero también son el presente, porque es el presente donde se gesta la formación de ellos. Entonces este trabajo no es del futuro, sino del presente. Del aquí y el ahora. Ese es nuestro compromiso.
La propuesta de Freire se basa en que nadie educa a nadie, así como nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión y el mundo es el mediador[2]. El papel del docente consiste en liderizar el proceso a través de un acertado conocimiento de la realidad circundante, vivida y sentida. Para ello debe romper la dicotomía educador-educandos, convirtiéndose en investigadores críticos, a través del diálogo donde el educador y el educando son sujetos cognoscentes de la realidad objeto de investigación. En este proceso ya no existe la verdad unilateral del docente sino que entre todos se aprende-aprehende de la realidad con la finalidad de transformarla.
Para Freire existir es pronunciar el mundo para transformarlo y el mundo pronunciado retorna a quienes lo pronuncian problematizado. Los hombres se hacen de palabra, en el trabajo, praxis cambiante del mundo, decirla no es privilegio de algunos, sino derecho de todos los hombres. Diálogo, reflexión y acción son las bases de la propuesta educativa del Maestro Paulo Freire: estos son los fundamentos donde sembró la esperanza, alegría, para la lucha en un futuro comunitario mejor.
Freire, Maestro, amigo, el adiós de tú partida dejó de luto la educación latinoamericana, donde germinó la semilla del profundo amor por los seres humanos, que siempre sirvió de guía en el camino emprendido.

LA COLONIZACIÓN Y EL DOMINIO CULTURAL
En la concepción educativa de Paulo Freire, es fundamental el concepto de colonización y la invasión cultural: Toda invasión sugiere, obviamente, un sujeto que invade. Su espacio histórico-cultural, que le da su visión del mundo, en el espacio desde donde parte, para penetrar otro espacio histórico-cultural, imponiendo a los individuos de éste, su sistema de valores[3]. Porque: La invasión cultural, alienante, adormece el espíritu creador de los individuos y, en tanto luchan contra ella, los transforman en seres desesperanzados temerosos de correr el riesgo de la aventura, sin el cual no existe el verdadero acto creador[4].
Es decir, las sociedades invasoras imponen a las sociedades que habitan el espacio geográfico invadido una serie de valores de la cual son portadores. De allí que los pueblos conquistados asumen como válida solamente la cultura de los conquistadores. Por ello, los invasores someten a los conquistados a la acción impuesta, los constituye en objetos de su acción, por medio de relaciones autoritarias que incluyen la producción. Estas relaciones autoritarias, si bien puede ser sin violencia, siempre existe la posibilidad de represión, que somete al ejercicio indiscutible de la autoridad.
John Dewey (1939) definió a la cultura como el complejo de condiciones que impone los términos en que los seres humanos que tienen intereses comunes, se asocian y viven juntos. Mientras que la UNESCO, en la conferencia de París, el 17 de octubre de 1989, define los elementos que integran la cultura popular tradicional como: El conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural, fundadas en la tradición, expresada por un grupo o individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad en cuanto a la expresión de su identidad cultural y social; las normas y valores se trasmiten oralmente, por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, la lengua, la literatura, la danza, los juegos, la mitología, los rituales, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes.
Es decir, la cultura es la forma particular como una sociedad determinada establece la relación entre ella y la naturaleza, donde desarrolla y establece una serie de características propias. La cultura conjuga las necesidades materiales y espirituales de los seres humanos. Por lo tanto es una actividad evidentemente humana que abarca tanto lo material, la técnica, la moral y lo espiritual; correspondiéndo a cada sociedad una forma de vida única (su cultura), la cual ocupa un espacio y un tiempo determinado. La principal finalidad de la cultura es el hombre, por ello cada uno es ejemplo de una cultura única e irrepetible.
Gramsci planteó que la cultura estaba íntimamente ligado al concepto de educación y clases sociales y que puede catalogarse en varios tipos: una arcaica o antigua, que son sobrevivencias del pasado que viven como tal; la cultura residual o asimilada, que es la que aunque de origen popular ha sido asimilada por las clases dominantes y la utiliza como instrumento de explotación y/o alienación; y, por último, una cultura popular tradicional emergente o alternativa, que se plantea como proyectos innovadores y progresistas, para buscar las diversas formas de utilizar la cultura como elemento de transformación social.
La cultura del pueblo, de las mayorías explotadas y oprimidas, recibe sus contenidos de la cultura de los dominadores. Cuando persiste algún elemento «autóctono» es porque ha sido asimilado por los opresores y sirve a sus principios. De ahí se deduce que solamente es posible estudiar la cultura de una sociedad investigando la historia de la dominación. Lo anterior no implica, sin embargo, que la dominación de un momento histórico explique toda la cultura de ese momento, ni que la cultura popular no sea expresión de la sociedad que la creó y mantiene, sino que la cultura dominante manipula la conciencia popular para su provecho, mientras que las clases oprimidas no consiguen, en la mayoría de los casos, un desarrollo autónomo coherente con su conciencia de clase.
Para empezar la transformación a la conciencia crítica, es necesario emprender el estudio del proceso histórico-cultural concreto de cada sociedad, lo cual permite elegir el ámbito donde se desarrollará una actividad, en la producción y la transformación de nuestra propia historia. La crisis de la cultura es manifestación de la crisis social, de la producción y la tecnificación socio-industrial.
Generalmente la cultura popular es absorbida y procesada en forma inconsciente, acrítica y espontáneamente, por ello sus características generales sirven al sistema de sometimiento y opresión social. Gramsci planteó la necesidad de un proyecto cultural alternativo: solo se da un movimiento cultural con organicidad de pensamiento y solidez cultural si entre los intelectuales y la gente sencilla se da la misma unidad que debe existir entre la teoría y la práctica, esto es, si los intelectuales son ya orgánicamente los intelectuales de las masas, si ya han elaborado y hecho coherentemente los principios y los problemas que las masas planteaban con actividad práctica, constituyendo de este modo el bloque cultural y social[5].
Es decir, el movimiento cultural de las masas debe ser conjugado con una teoría que permita la comprensión de los fenómenos sociales desde el punto de vista causal, partiendo de la fuente concreta, de los problemas específicos a resolver, hasta elaborarlos crítica, consciente y colectivamente, de forma que esta teorización sobre la práctica se convierta en una nueva acción más coherente que la anterior. De ahí se deduce la propuesta que parte de la teoría, realiza una acción colectiva de masas, sobre la cual vuelve a teorizarse:

Teoría-Práctica-Teoría

Estos principios también pueden ser sintetizados de la siguiente manera: partiendo de una actividad popular, la cual se elabora teóricamente y se difunde para legar a la colectividad de nuevo:

Actividad popular-Elaboración teórica-Difusión-Colectividad

Esta propuesta gramsciana es conocida como filosofía de la praxis que, contraria a la filosofía tradicional, parte de la colectividad popular oprimida y explotada y llega hasta la misma, después de una elaboración teórica o reflexión colectiva. En este proceso de pensar la realidad, la propia colectividad pasa por un cambio de concepción del mundo y llega a un proceso de consciencia crítica de su propia realidad. Es un despertar consciente al mundo: la ciencia de hoy depende de una larga historia en la cual el aspecto teórico y la práctica han interactuado constantemente[6].
En este sentido, es necesario clarificar que la invasión cultural supone un rompimiento del diálogo: una imposición de la palabra de la sociedad conquistadora. Esta prescribe sus criterios y los invadidos son privados de la posibilidad de negarse a estas prescripciones. Pero para que esta acción sea efectiva, es necesario la realización de manipulación y el mesianismo de quien invade, la cual es un acto de conquista en sí mismo, por tanto es común que el invasor quite significado a la cultura invadida, rompa sus características, la llene, incluso, con subproductos de la cultura invasora, con lo que logra en medio de la conquista, la invasión y la imposición de valores ajenos al invadido, que este se «sienta feliz de la conquista».
La manipulación se contradice con la afirmación que el hombre como sujeto, opte por la realidad que más le sea conveniente, es decir que tenga capacidad de decisión. En la actualidad uno de los mejores ejemplos se tiene a través de los medios de comunicación de masas, especialmente la radio, la televisión y la gran prensa, que a través de sus productos imponen normas y valores, alienan a la sociedad, en su más amplia acepción.
Por esto es necesario romper los caminos de la manipulación y la conquista. Ante una educación para la opresión, es necesario enarbolar una educación para la liberación, la cual debe ser de un alto contenido dialógico que permita la consecución de una cultura emergente o alternativa, que posibilite revalorizar las más genuinas expresiones creativas que han pervivido a través de los años en la memoria colectiva del pueblo explotado y oprimido.

LA ENAJENACIÓN DEL SER HUMANO
Las mayorías oprimidas se convierten en mercancía, cuya producción se halla en razón proporcional inversa al poder y la riqueza que producen. Tanto más producen los explotados, más riquezas acumulan los dueños del poder y la producción. Entonces, se acumula más capital en pocas manos y crece la miseria y la pobreza de las mayorías. Así se incrementa la diferencia entre propietarios y desposeídos de bienes materiales. La función de la educación en el sistema opresor es, precisamente, crear los medios sociales que validen esta opresión, enajenando, alienando a los educandos a su máxima expresión.
En la medida en que se valoriza el mundo de las cosas, se desvaloriza el mundo de los seres humanos. Por eso en una sociedad dividida en clases sociales el objeto producido se enfrenta al trabajador que lo produce como un objeto independiente, como algo extraño al productor. En el sistema opresor se hace necesario, entonces, crear una educación que permita incentivar la capacitación del trabajador en determinada actividad productiva, pero a su vez que sea un ser pasivo, que no trascienda a una aprehensión de la realidad concreta, convertido en un ser inscrito dentro de los patrones formales de la sociedad.
Realizar un trabajo consiste en objetivar un producto. La realización del trabajo se manifiesta como privación de la realidad del trabajador y la objetivación (producción) como pérdida y esclavización del trabajador al objeto, mientras que la apropiación se convierte en extrañamiento o enajenación del trabajador. Por eso el trabajador se siente hacia el producto de su trabajo como hacia un objeto ajeno al él. Efectivamente, mientras más se esfuerza el trabajador en su labor, más fuerte es el mundo material creado por él, pero éste no le pertenece y, al mismo tiempo, se hace mayor la pobreza y su mundo interior, en consecuencia menos se pertenece el trabajador a sí mismo: El trabajador deposita su vida en el objeto pero una vez creado éste, el trabajador ya no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece al objeto. La enajenación del trabajador en su producto no solo significa que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia externa, sino que esta existencia se halla fuera de él, es independiente de él y ajena a él. Representa un poder propio y sustantivo, que la vida que infundida al objeto se enfrenta al productor como a algo extraño y hostil[7].
La enajenación se manifiesta claramente en la producción: cuanto mayor es la producción, menos objetos puede adquirir, menos dignidad tiene el trabajador; cuanto más modelado es el objeto, más sacrificio y esfuerzo le cuesta al trabajador y produce mayor deformación en el productor... el aumento del poder del trabajo convierte en impotente a quien lo hace; mientras más ingenioso sea el trabajo, más embrutecido y esclavo será el trabajador.
El trabajo es actividad enajenada. En una sociedad de clases esta enajenación del trabajo se manifiesta en todas las formas de producción y utiliza todas las instituciones sociales para su mantenimiento y reproducción. El Estado, la familia, la religión, la ciencia, el arte, medios de comunicación, la educación, las leyes, entre otras, son medios y al mismo tiempo, manifestaciones de la enejenación interior del hombre y la sociedad, los cuales sirven de instrumentos para mantener el orden social vigente o, en sentido contrario, pueden ser utilizados para subvertirlo. Por ello se puede afirmar junto a Paulo Freire: Lo que nos parece indiscutible es que si pretendemos la liberación de los hombres, no podemos empezar por alienarnos o mantenerlos en la alienación. La liberación auténtica es la humanización del proceso, no es una cosa que se deposita en los hombres. No es una palabra hueca, mitificante. Es praxis que implica acción y reflexión sobre el mundo para transformarlo[8].
Entendemos, entonces, junto a Freire que la labor educativa es fundamentalmente un instrumento de liberación, de debilitamiento de los mecanismos de sometimiento y opresión, por lo que la educación para la liberación, parte de un conocimiento nuevo, basado en el estudio, comprensión y transformación de la realidad vivida, tanto por los educadores como por los educandos.


REFERENCIAS ____________________________________________________________
Freire, Paulo. Entrevista a ..., Caracas, Cuadernos de Educación, 1974, Nº 11.
Freire, Paulo. Pedagogía del Oprimido, México, Siglo XXI, 1993.
Freire, Paulo. ¿Extensión o Comunicación?, México, Siglo XXI, 1993.
García - Huidobro, Juan Eduardo. Gramsci: Educación y Cultura, Caracas, Cuadernos de Educación, Nº 108-109, 1983.
Marx, Carlos. Contribución a la Crítica de la Economía Política / con la Introducción de 1857, Madrid, Comunicación, 1978.
Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, México, Grijalbo, 1968.
Torres, Alfonso, et al. Los Otros También Cuentan, Bogotá, Dimensión educativa, 1990.


[1] Freire, Paulo. ¿Extensión o Comunicación?, México, Siglo XXI, 1993, p. 28.
[2] Freire, Paulo. Pedagogía del Oprimido, México, Siglo XXI, 1993, p. 86.
[3] Freire, Paulo. ¿Extensión…, 1993, p. 44.
[4] IBIDEM., p. 236.
[5] García - Huidobro, Juan Eduardo. Gramsci: Educación y Cultura, Caracas, Cuadernos de Educación, Nº 108-109, 1983. 20.
[6] García-. Huidobro, Juan Eduardo. Gramsci…, 1983, 80.
[7] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, México, Grijalbo, 1968,p. 75,76
[8] Freire, Paulo. Pedagogía del Oprimido, México, Siglo XXI, 1993,4.

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