sábado, 4 de enero de 2014

SER DOCENTE por Armando González Segovia




SER DOCENTE

Armando González Segovia
 
Entendamos la profesión de docente como una forma de contribuir al engrandecimiento de nuestra tierra, de nuestro Municipio, de  nuestro Estado y, por consiguiente, de Venezuela. Ser docente es una vocación, acrecentada por la formación. No una forma de ganarse la vida. En el entendido que debe brindársele la oportunidad de existir dignamente. Es primordial comprender la esencia de ser educador, docente y “maestro”, en la más amplia acepción del vocablo. Ya que se es real y verdaderamente “maestro” no es por enseñar a leer y escribir o las elementales operaciones matemáticas. Se es verdaderamente “maestro” es cuando, junto al libro de texto, se despierta en los niños, niñas y jóvenes los más nobles valores del ser humano, como son la libertad, la justicia, la honradez y el amor. Valores profundos y esenciales. Vitales para vivir en sociedad. Por este motivo el maestro debe tener cualidades fundamentales, sin las cuales es mejor que busque nuevos derroteros o formas como ganarse la vida, ya que su equivocación no se solventa fácilmente.
El maestro debe ser, sobre todas las cosas, un ejemplo a seguir. Es decir, debe ser congruente con el decir y el hacer. Debe ser paciente, como cualidad primordial que se conjuga con la tolerancia para poder implementar programas, planes y proyectos, a pesar de los errores y equivocaciones que cometan los educandos. Ellos no son máquinas y tienen, en el proceso enseñanza-aprendizaje, el derecho de equivocarse y aprender de sus errores.
Para construir el conocimiento debe gestarse en procesos el aprendizaje llegue a convertirse en aprehendizaje, que permita y posibilite utilizar el conocimiento adquirido en diversas situaciones. Esto quiere decir que no basta caletrearse conceptos, sino aprender habilidades que le permitan resolver problemas. Llegar a lo que David Ausubel denominaba “aprendizajes significativos”, útiles a la vida, y no solamente teorías sin finalidad ni utilidad social. Igualmente el docente debe cuidar su lengua y su lenguaje, porque nos hemos ido acostumbrando tanto a decir cualquier cosa, en cualquier lugar y momento, como afirmaba la Madre Teresa de Calcuta:
“Tu palabra reflejará la riqueza de tu corazón. Si tu corazón está lleno de amor, también tus palabras estarán llenas de amor. La violencia de la palabra es muy real y concreta, la lengua suele ser mas filosa que la mas afilada daga, hiriendo y creando amarguras que sólo la gracia divina puede curar —concluyendo la Madre teresa con la siguiente interrogación— entonces ¿Por qué no pensar un poco antes de hablar?”
Otra de las funciones del docente es afianzar la esperanza y los sueños de los educandos. Los grandes cambios de la humanidad se deben a soñadores. Personas que abrazaron un ideal y construyeron un porvenir diferente. Sin esos soñadores hoy no tendríamos luz eléctrica, carros, Internet, ni ninguno de esos avances científicos o humanísticos. Bolívar al igual que Gandhi, entre otros, consiguieron la grandeza por haberse aferrado al sueño libertario, hasta convertirlo en realidad.
El docente debe sentir y sembrar la fe como valor. La fe entendida como una profunda confianza en lo que hace y ama. Fe que obra, como se encuentra en el libro de Santiago de las Sagradas Escrituras, “La fe sin obra, es muerta en si misma” (2-17) porque “el hombre es justificado por sus obras, y no solamente por su fe” (2-24). Y la fe es básicamente confianza, porque donde hay confianza hay amor y no puede haber amor donde la desconfianza gobierna. Una demostración de fe y amor la tenemos aquí presente, entre nosotros.
El maestro, si predica amor, debe ser una manifestación de amor sobre todas las cosas. No puede decirse amor y reprimir a nombre de este sentimiento. La única manera que puede demostrarse el amor, es amando incondicionalmente. En una entrega completa. Esta labor necesita, por supuesto, conjugar aspectos intrínsecos del ser con elementos que proporcionan la ciencia y la técnica, por ello no es fácil ser docente y mucho menos fácil es sentirse “maestro”.

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