jueves, 9 de enero de 2014

Maestra o Maestro Sí, Facilitador o Facilitadora NO por Armando González Segovia



Maestra o Maestro Sí, Facilitador o Facilitadora NO

Armando González Segovia

(Publicado en las revista Luxes.
Barquisimeto, Nº 6, julio-agosto, 2005)

El maestro brasileño Paulo Freire tituló uno de sus últimos libros “Profesora sí; tía nao, cartas a quen ousa enseiñar”; cuya edición castellana se tituló solamente con la última frase del título original “Cartas a quien pretende enseñar”[1]. Alude a una realidad vivida en Brasil donde a las maestras se les comenzó a llamar Tías, alegándose el sentimiento filial que implica el acto educativo, pero cuyas connotaciones trascienden ese planteamiento superficial para ocultar una realidad: La pérdida de legitimidad e identidad del docente, bajo un adjetivo que oculta su verdadera función social.
Muchas veces aceptamos, de buenas a primeras, sin un análisis exhaustivo, los lineamientos impuestos a través de los organismos gubernamentales y que tienen, por consiguiente, una poderosa carga ideológica que mancilla la esencia misma del docente. Haremos objeto de estudio el adjetivo “facilitador”, impuesto al educador venezolano desde hace relativamente poco tiempo en oposición al tradicional “docente”, “profesor” o “maestros”. Así el escudriñar con curiosidad epistemológica comprenderemos lo que se esconde detrás de ese intento, que por lo demás la práctica lo develó como inútil.
Facilitador o facilitadora proviene de facilitar –como se deduce sin mucho esfuerzo mental–; y facilitar se origina de fácil, del latín facilis, cuya definición en primera acepción es: “Que se puede hacer sin mucho esfuerzo”, mientras en su quinta acepción: “Dicho de una persona: Que con ligereza se deja llevar del parecer de otra”, según la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua[2] (DRAE); claro la academia se apresura en aclarar que esa quinta acepción está en desuso y que era utilizada en un sentido peyorativo.
Después define: 1) facilidad, 2) facilillo, lla; 3) facilismo, 4) facilitación, 5) facilitador, ra, donde plantea su utilización en Cuba, Honduras y Venezuela, con dos acepciones, la primera como: “Persona que se desempeña como instructor u orientador en una actividad” y la segunda, solamente utilizada en Venezuela como “Profesor o maestro” (DRAE).
De allí surgen varias interrogantes: ¿Cómo una organización que se caracteriza por la lentitud en los procesos de admisión de palabras, se apresuró por definir como sinónimo de maestra o maestro a “facilitador”? y más aún nosotros maestros, maestras o profesores ¿Cómo no se nos ocurrió ni siquiera buscar la raíz del adjetivo que se nos quería imponer, donde se planteaba “Que con ligereza se deja llevar del parecer de otra”?.
Los adjetivos dados a los maestros o profesores de Tía o Tío en Brasil y facilitador o facilitadora en Venezuela, plantea en el fondo un sutil discurso político que desvirtúa la esencia de la enseñanza como proceso de lectura compartida del mundo, donde el que enseña aprende y quien aprende enseña.
Por una parte, hace parecer la profesión de formación integral, como que ese estudio no es necesario o, en el mejor de los casos, accesorio. Porque la docencia implica principalmente formación, mientras que para ser tíos o tías, solamente hay que esperar que un hermano tenga un hijo. Igualmente para ser “facilitador”, tampoco se necesita mucho esfuerzo, porque su raíz deviene del adjetivo “fácil”. Esta desvirtuación conlleva a confundir el proceso de amorosidad del acto educativo, volcándolo contra el docente, quien no debe asumir, en estas circunstancias posturas críticas.
No se puede dicotomizar el acto educativo al docente. Este intento de cambiar el nombre al docente implica también coartar su derecho a pelear o a hacer huelga por malas pagas, o por derechos adquiridos. Se debe, en consecuencia, desmantelar la trampa del maestro o maestra como “facilitador”, ya que su oficio es una digna profesión, poniendo en evidencia esta trampa ideológica que descansa en la falsa identificación e identidad del docente, como profesional que merece respeto, ya que a su cargo tiene, nada más y nada menos, que formar los niños y jóvenes que serán los líderes de este país en el futuro.


[1] Siglo XXI Editores1994.
[2] Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición. Real Academia de la Lengua, 2001.

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