miércoles, 21 de mayo de 2014

Cercando la Libertad. Sobre Espacios Libertarios Americanos por Miquel Izard

 Cercando la Libertad.

Sobre espacios libertarios americanos

Miquel Izard

Conferencia Instituto Cervantes (Turquía), el 05/10/2009. 
Véase: Javier Laviña y Gemma Orobitg. Resistencia y territorialidad. 
Culturas indígenas y afroamericanas.  
Estudis d´antropologia social i cultural, 
Departament d´Antropologia 
Cultural i Història d´America i Africa, 2008
 
 


El autor de este texto no necesita presentación entre estudiosos de la llaneridad americana. Se presentan un serie de investigaciones,  compiladas con la intención de un libro titulado "Oligarcas Temblad" que desconocemos las causas que han impedido su edición y circulación hasta ahora. Ojalá pueda concretarse en algún momento.
Armando González Segovia



 
1.- Proemio
En el programa, supuestamente histórico, de Catalunya Ràdio "El nas de Cleòpatra", (4/02/07), sobre la conquista [yo digo agresión] de América por Castilla, al margen de errores gramaticales –el “especialista” dijo y repitió “enfermetat”, castellanismo por malaltia– soltó disparates a mansalva. Mentó una y otra vez la superioridad técnica de los europeos –se refería sólo a la militar, y aludió a canes de guerra– pero omitió enfatizar que en agricultura, astronomía, matemáticas o medicina, aztecas, mayas o incas superaban a los occidentales de mucho. Citó plagas indianas pero no las que llevamos. Una vez más inquiero cuánto durará tan crasa ignorancia y me jode saberlo. Basta ver Diamante de sangre, de Edward Zwick sobrecogedora película sobre atrocidades que en Sierra Leona provocan mercaderes europeos de genas o armas. Como en el Congo “civilizado” por Leopoldo, los mercenarios logran mayor lucro cortando brazos. Ahora los “progresos” logísticos son más efectivos y otro “avance” es usar cientos de miles de niños soldados. El periodista Adam Hochschild evidenció que la repugnante vesania de los belgas había sido enmascarada por su Historia Sagrada (HS), disfrazándola de altruismo.[1]
El ex presidente español –conferencia en Pozuelo de Alarcón (7/02/07)– espetó, entre otras sandeces, “A los extremistas les espantan Quevedo, Cervantes o los Reyes Católicos”; y preguntado por una joven doctoranda respondió: “Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva […] cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía. […] es un problema que las decisiones hay que tomarlas no a toro pasado, sino cuando está el toro sobre el terreno […]. Torear con cinco años de retraso, ésa es tarea de los historiadores”.[2] Me malicio que Aznar tiene dificultades con la sintaxis y fue deficiente el enlace con sus servicios informativos; si en las manifestaciones contra la guerra fuimos cientos de miles, parecen abusivos vocablos como “todos” o “nadie”. Pero, puede dormir tranquilo señor presidente, como usted sugiere los historiadores cumplirán su tarea de forma irreprochable y en los manuales, dentro de poco, los Reyes Católicos seguirán sacralizados, a pesar de la Inquisición, su felonía con los de Granada o los sefardís o la agresión a América y usted figurará, no lo dude lo más mínimo, en el altar y/o en el pedestal. Faltaría más.
O es suficiente recordar que arqueólogos de la antigua Roma se interesan sólo por el poder y sus expresiones, excavan palacios y basílicas, murallas y coliseos, pero no les atrae la esclavitud, sin ella no habría funcionado el sistema, y no preguntan dónde y cómo trabajaron millones de siervos, alto segmento de la población.
Al contrario, Martín Ramos Presentació, a la investidura de Estela Barnes de Carlotto, presidenta de las abuelas de Plaza de Mayo, Doctora Honoris Causa por la UAB, decía “Recuperar la memoria del pasado significa actualizar lo que no pudo ser en nuestro presente [...] para poder esbozar las vías posibles de evolución que fueron interrumpidas o destruidas y recuperar su posibilidad, haciéndolas nuestras contemporáneas, haciéndolas nuestras”.[3]
Antes de seguir bueno será recordar que hay distintas lecturas de un pasado concreto. Ahora se habla de recuperar la memoria histórica y si unos sostienen ser una redundancia, si es lo uno, también es lo otro, diría que, a la inversa, con excesiva frecuencia la historia bien poco tiene que ver con lo ocurrido.
Clases populares, nativos y/o esclavos solían ser invisibilizados en su época y ahora disfrazados o ninguneados por la HS. En Costa Rica, pongo por caso, se afirma con sorprendente desparpajo que no había gente antes de la llegada de los castellanos, a pesar de las evidencias conservadas en el Museo de la capital. Mientras los llaneros, me ocupé de ellos en trabajos previos, son olvidados o tachados de cuatreros, bandidos, independentistas o realistas. Jorge I. Domínguez defendió su tesis en Harvard que ésta editó, 1980, en inglés.[4] Ve el cimarronaje llanero bandidismo social sólo compuesto por esclavos “al margen de la política”. “Saqueaban para sobrevivir, y su búsqueda de libertad fue definida como delictuosa por el estado. [...] se consideraban honorables, y eran admirados por los esclavos” (58). En la segunda mitad del 18 “los esclavos cimarrones eran una parte integral y reconocida del contrabando [... la mayoría] de la mercancía [...] se obtenía saqueando las plantaciones de cacao [y] los plantadores [en especial] en el último decenio del siglo 18, hicieron verdaderos esfuerzos para erradicar las comunidades de esclavos” (59). Pero en página siguiente afirma de forma pasmosa, “Las comunidades de esclavos cimarrones [...] para sobrevivir, habían de encontrarse en zonas casi inaccesibles, lejos de los centros económicos, sociales y políticos de las colonias”. Por lo que no se entiende cómo diantre saqueaban.
Adelina Rodríguez Mirabal ve llaneros como protagonistas pero no logra desenmarañar su rol,[5] los tiene por “gentes de todas las etnias fugitivos del norte” (81), para quienes “el llano se había convertido en la vía expedita de la libertad” (102); pero de inmediato puede transfigurarlos, forajidos no eran, pues toda la vida del llanero “gira en torno del hato” como “peón por excelencia de los hatos” (83), no sólo para cancelar deudas sino también “en virtud del hostigamiento a que eran sometidos por las cuadrillas y campos volantes al servicio de los grandes criadores quienes vigilaban el orden en la sabana” (84). Al final pareciera volver al primer juicio, cita el incremento de “esa población volante, desarraigada de la tierra y sin medios de subsistencia [sic] que deambulaban por el llano”. Cuando la oferta de herbívoros era abrumadora, chigüires por citar una sola. Otra confusión surge al tipificar la fauna europea: o la introdujeron los ganaderos o descendía de “orejanos”, casi siempre se inclina por aquélla, pero cita también la segunda apodándola “arrebañamiento” y añade “Las condiciones reales de existencia (condiciones materiales) del llanero venezolano, lo conducen al abigeato como vía para asegurar [sic] la subsistencia”. La disquisición no es banal, los cimarrones serían en un caso cuatreros o, en el otro, cazadores.
Para Adelpho Monjardin,[6] “Sin fe, ni ley constituían un agrupamiento heterogéneo de hombres semisalvajes, cuya alimentación era exclusivamente carne secada al sol y cargada en tiras bajo la silla para que quedase salada con el sudor del caballo. Bárbaros sólo conocían el derecho de la fuerza, bravos seguían a los jefes con ilimitada confianza, luchaban instintivamente sin planos, sin preparación o cosa que permitiese deslumbrar ideas de orden de conexión de comando”. Pérez Ochoa habla sólo de cuatreros, bandoleros, vagabundos o patriotas, jamás de cimarrones.

2. Sin duda alguna
Una primera certeza es que, en América y 1492, la textura económica y social era antagónica de la del Viejo Mundo. Cerca de un 85% del ámbito cobijaba casi la mitad del censo en las que llamo naciones autosuficientes o armónicas: libertarias –los agresores con frecuencia las tacharon de pueblos “Sin dios, rey, ni ley” –; gozaban de una cultura hedonista y ociosa (alcanzar el máximo placer posible mediante los sentidos, era el eje generatriz de sus vidas), pero, a la vez, su frugalidad material implicaba que necesitaran bien poco y desdeñaran lo superfluo; nómadas en potencia, por conveniencia o gusto, podían desplazarse más o menos lejos sin mayor dificultad; por ética –basada en solidaridad, reciprocidad y cooperación– eran hospitalarios y generosos (basta recordar por qué USA conmemora el “Thanksgiving”).[7]
El resto, el 15%, albergaba la otra mitad, en estados excedentarios, parecidos a los europeos, sociedades de clases que implicaban explotación y represión, estado y religión; pero, a muchos nivele, cultivo, arquitectura, técnica o arte eran mucho más sofisticadas que éstos.
Es la segunda que, concluyendo la Edad Media, en Castilla y luego en otros reinos coincidieron –y no fue casual– a comienzos de la expansión atlántica que supuso agredir África y América e inicio de la implantación definitiva de lo que, para entendernos, llamaré modo de producción capitalista.
La tercera es que asaltar América fue una canallada –por el rol jugado por los canes como animales de guerra, torturadores y verdugos centrada en saqueo –expolio de miles de toneladas de plata, etnocidio –la hecatombe o racismo –menosprecio de los otros, también implicó una perturbadora alteración territorial, humana y cultural en los demás continentes, basta que recordemos la atroz e inaudita trata que afligió a millones de africanos.[8]
La cuarta es que Occidente, en los 300 años iniciales de la arremetida, no conquistó gran cosa más que un 15% de América, estados excedentarios, algunas Antillas y estrechas franjas en parte de las costas marítimas y fluviales.
Y la quinta es que el capitalismo apropiativo, productivista y ecocida –que eclosionó en buena parte con la explotación colonial– fue rechazado por muchos, acosados con pretextos materiales, raciales, religiosos o sexistas y que porcentajes notables huyeron del espacio opresor, repulsivo y vejatorio. Secuela de ello, indios y blancos, negros o mestizos abandonaron haciendas, filones o plantaciones y cantidad de europeos prefirieran cruzar el Charco y ensayar rehacer sus vidas en las enormes extensiones interiores indianas.

3. Consecuencias verosímiles
Concretas y precisas consecuencias ocurrieron en el hemisferio occidental resultado de lo dicho:
En las Indias de Castilla el grupo humano mayor y el más perjudicado, los nativos, padecieron abusos, explotación laboral, hambre y enfermedades, lo que degeneró en la mentada hecatombe y escasez de mano de obra. Para substituirla se recurrió a esclavizar nativos de las periferias indianas y, cada vez en mayor cantidad, africanos, si bien segmentos notables de los mismos, lo repito, huyeron, pues su máximo anhelo era recuperar la libertad perdida.
En España, parte de hostigados por el Santo Oficio –judíos, gitanos, mujeres tachadas de brujas o varones de sodomía, moriscos, “herejes” y tanto satanizado por zurdo o pelirrojo–, más los incapaces de respirar la enrarecida atmósfera de pavor y delación optaron así mismo por emigrar, al margen de la ley, cooperando a la decadencia y a la caída demográfica. Un panorama que se podría sintetizar en una oración: imperio de la picaresca.[9]
En el resto de América el grupo mayor y más perjudicado fueron en una primera y corta etapa penados blancos, servants o engagés, irlandeses, papistas, hugonotes o “vagos”, y en una segunda etapa africanos. Parte de los cuales también se esfumaron en islas que Castilla llamaba, de forma bien absurda, inútiles o en el interior del Continente.
Linebaugh y Rediker detallan la multitud de gente que, forzada o no, cruzaron el Atlántico Norte, rechazaron el remate de la revolución burguesa y, solos o en connivencia con nativos y africanos, se agruparon en ámbitos cimarrones.[10] Aludiré en primer lugar al intento inglés de atacar Nicaragua, 1780, para dividir las Indias. Citan los que llaman sin cesar mosquito, nativos que en el siglo 17 habrían acogido bucaneros y esclavos huidos o sobrevivientes de naufragios; eran armónicos y los quehaceres siempre se realizaban de forma colectiva. Conzemius opinaba “no tienen interés alguno por la acumulación de propiedades, por lo cual no trabajan para conseguir riquezas. Viven en la más perfecta igualdad y en consecuencia no se sienten impulsados a la laboriosidad por ese espíritu de emulación que, dentro de la sociedad, conduce a un enorme e inagotable esfuerzo. Dado que se sienten satisfechos con sus sencillos medios, no muestran deseo alguno de emular hábitos u oficios de los colonizadores; por el contrario, parecen observar sus herramientas y sus costumbres con un sentimiento de piedad o desprecio”. Para un oficial de la expedición: “los indios tienen el concepto más elevado de libertad”. Y los negros que la formaban debían hallarse permanentemente dentro de los fuertes, pues en caso contrario huían. De una expedición por el San Juan de 2 000 soldados de este color, sólo regresaron 100.
También evocan que el motín de la Bounty, 1789, ocurrió durante un viaje circundando el planeta buscando en el Pacífico comida, árbol del pan, para alimentar esclavitudes que en América producían calorías, azúcar y ron, para los proletarios de Europa.
Detallan quienes fueron expulsados o evadidos de Europa, rurales desposeídos de bienes comunales, raptados, vagos, herejes, brujas, piratas, irlandeses, gitanos, soldados, marineros, corsarios, pícaros, mendigos y presidiarios, los más condenados a una esclavitud temporal, los “servants”.
En cuanto a esclavos africanos. Pormenorizan la guerra de cimarrones, Jamaica (1720–1730) y los asaltos de éstos a las plantaciones para liberar esclavos y llevarse ganado o herramientas. Charles Leslie, en un escrito de 1739 decía que habían “aumentado hasta tal punto, como para hacer en muchas ocasiones que la isla temblase”. Estaban en contacto con Madrid, a través de Cuba, “ofreciéndose a entregar a España la isla cuando la hubieran conquistado, con la condición de que los españoles les garantizaran la libertad”. Hubo rechazo similar en las profundidades de Surinam o un largo ciclo de desasosiego en el Caribe (1730-1750) con complots, revueltas y guerras que azotaron las colonias de Inglaterra, Francia, España, Holanda y Dinamarca, de Caracas a Boston. La mayoría en plantaciones con africanos, pero también en otras zonas (en New York marinos hispanos) y otros protagonistas (soldados irlandeses). La magnitud de la insurrección fue extraordinaria, se superaron los ochenta casos, capaz seis o siete veces más que las de los doce años anteriores a 1730 o doce después de 1742. El “espíritu de libertad” entró en erupción una y otra vez en casi todas las sociedades esclavistas de América, en especial allí donde se encontraban los esclavos coromatís.
Mucho esclavo llegado a New York tenía un historial problemático por lo que de ellos se habían deshecho plantadores caribeños. Detallan la conspiración en Antigua, 1735, de siervos de habla akan y otros ya de lengua criolla. Reseñan vínculos entre esclavos y libres trabajando en los muelles de New York, respondiendo los comerciantes reestructurando la compra, así prefirieron irlos a buscar directamente a África.
Los rebeldes de New York esperaban ayuda de París y, en especial, de Madrid. Citan reales cédulas de 1733 y 1740 ofreciendo emancipar a los esclavos que huían de colonias británicas. Las autoridades de Nueva España en Florida cumplieron su promesa, construyendo al norte un poblado de cimarrones llamado Gracia Real Santa Teresa de Mose, con cien prófugos de Carolina que debían defender la frontera. España usó agentes, marineros pongo por caso, para excitar motines y pensaba atacar Carolina del Sur, 1742, infiltrando en zonas rurales una fuerza de “negros que hablan todos los distintos idiomas” y prometiendo tierra y libertad.
La revuelta de Tacky, 1760, que duró un año y fue para el historiador y plantador Edward Long, “más impresionante que ninguna de las conocidas hasta entonces en las Indias Occidentales” estuvo vinculada a la religión akan, ya prohibida en 1696, los alzados recurrieron a tácticas guerrilleras, murieron 60 blancos y 350 esclavos en el frente o suicidándose al fracasar, tras someterla hubo 100 ejecuciones y desencadenó, en Jamaica, otra oleada de oposición a la esclavitud.
Luego siguieron muchas más, en Bermudas y Nevis (1761), Surinam (1762, 1763), Jamaica (1765, 1766, 1776), Honduras Británica (1765, 1768, 1773), Granada (1765), Montserrat (1768), Tobago (1770, 1771, 1774), San Vicente (de 1769 a 1773), Santa Cruz y Santo Tomás (1770 y ss) y Saint Kitts (1778).
Las hambrunas de 1728/1729 y 1740/1741 implicaron diásporas de miles de irlandeses. Alguno participó, marzo de 1736, en la "conspiración de la cuerda roja", Savannah, Georgia, cuando “criminales” irlandeses pensaban unirse a indios nómadas o al germano-cherokee Christian Gottlieb Priber y a su ciudad de refugio, una sociedad libertaria agrupando servants, africanos huidos y nativos.
Relacionan muchos motines de reclutas y marinos y varias asonadas urbanas. Así la de obreros de New York, 1741, que aprovechó las experiencias de conspiradores en algunas factorías de la trata, como Costa de Oro, en chozas de Irlanda, en un destacamento militar de La Habana, en plantaciones de azúcar o en cimarroneras de Jamaica. Y el rol de radicales urbanos de la Metrópoli que tenían un soberbio punto de encuentro, la cárcel. Citan motines, 1780, cuando ex esclavos americanos y otras gentes sitiaron Newgate, con la participación de Ottobah Cugoano, de Costa de Oro, que fue esclavo en la isla de Granada, era abolicionista, predicador y escritor, defendía a los aborígenes americanos, porfiaba en que los africanos eran personas “nacidas libres”, o decía que avaricia, agiotaje y propiedad privada fomentaban la esclavitud. Añadía “Iglesia significa un conjunto de personas; pero, en general, se llama así a un edificio”.
769 cuchilleros de Sheffield pidieron, 1789, el fin de la esclavitud al Parlamento. Alguien exigía sufragio universal masculino o, 1802, se destapó la Conspiración de los Despard, juntando campesinos privados de comunales o artesanos víctimas de la revolución industrial. En el juicio, el fiscal pidió la pena de muerte para él por su “torpe esquema de igualdad impracticable” y sus “principios de igualdad universal, salvajes e igualitaristas”. El concepto de libertad al que Despard aludió en su discurso en el cadalso algo debía a aquéllos que tenían “los más elevados conceptos de libertad: los indios mosquito de la costa de Nicaragua”. Él fue ajusticiado en 1803, pero su esposa Catherine sigue siendo una sombra (una mujer), dentro de otra sombra (una mujer negra), que está dentro de una sombra mayor (una mujer negra revolucionaria).
Citan así mismo a Robert Wedderburn, nacido en Jamaica de esclava y plantador, personalidad ignorada en estudios históricos o, en todo caso, vista de forma errónea. Piensan que no fue sujeto adecuado para la historia social, ni para la de la esclavitud. En aquélla, figura, de hacerlo, como criminal y pornográfico. En ésta como intrigante insensato. Pero para nuestros autores “fue [...] actor estratégicamente fundamental para la creación y propagación de tradiciones revolucionarias, un intelectual orgánico del proletariado atlántico”.
Han rescatado del olvido a otro revolucionario, Thomas Spence, que viajó a Londres, 1792 y se interesó por asuntos del Atlántico, en especial los marineros, nativos indianos y afroamericanos, que podían jugar destacado rol en un estallido subversivo a escala mundial. En The Reign of Felicity (1796) un diálogo encaraba dos personajes sosteniendo uno que los indios son los “únicos hombres libres que quedan en la faz de la Tierra”; otro explicaba que éstos, a diferencia de los trabajadores europeos “no estaban deformados por la costumbre de la esclavitud”. Spence precisaba, como ya había opinado Gottlieb Priber, que los aborígenes americanos ejercían cierta atracción sobre siervos y trabajadores privados de derechos por culpa del imperialismo europeo y les ayudarían a avanzar hacia la liberación. Sabía de colectivos de las tres etnias entre los seminolas en el sureste de los actuales Estados Unidos.[11] En The Giant Killer (1814) llevaba a cabo una apasionada defensa de las tierras de los cherokees.
Se calcula que, aprovechando las hostilidades entre secesionistas de las Trece Colonias e Inglaterra, unos 42 000 marineros desertaron de barcos de guerra entre 1776 y 1783. Y Julius Scott evidenció contactos asiduos entre éstos y esclavos en ciudades portuarias intercambiando información sobre abolición de la esclavitud, insurgencias, o similares. Una cuadrilla variopinta, con un irlandés largirucho, atacó naves inglesas y gringas en el Caribe, al parecer aliados con el nuevo gobierno de Haití.
Por otra parte tanto la Metrópoli como los secesionistas prometieron la libertad a los esclavos que lucharan en su bando y al final de la guerra Gran Bretaña se enfrentó con miles de manumitidos con los que no sabía qué hacer y muchos de ellos terminaron en Belice abandonados a su suerte

* * *

La indagación de los profesores Linebaugh y Rediker si, por una parte, lo acabo de señalar, informa a plenitud sobre desplazamientos de África y Europa hacia América, las más forzadas y acerca de las diversas formas para agruparse las víctimas o sus rechazos y revueltas, por otra parte nos sugieren cantidad de pistas para pesquisar temas parejos en el Atlántico sur y entre la Península Ibérica y las Indias, cuestión sobre las cuales algunos de nosotros ya llevamos bastante tiempo investigando.

4. Conjetura o presunción
A cuantos, africanos o europeos, se escabulleron en territorios, para ellos ignotos, de América, les debía resultar difícil, sino imposible, sobrevivir pues lo ignoraban todo de la flora comestible a cómo aprovechar recursos u orientarse; podían morir de sed en una selva colmada de lianas de agua. Lo más conveniente, apropiado y sensato era entreverarse con tanto nativo autosuficiente: evoquemos alguna de sus peculiaridades culturales, curiosidad o solidaridad, hospitalidad o generosidad, suponiendo todo ello una notable reorganización territorial. Memoremos indios blancos o garifunas en Antillas y coras, huicholes o yaquis en el septentrión de la Nueva España.[12]
Seguimos sin ponernos de acuerdo sobre que calificativo conviene a estas nuevas sociedades amalgamadas. Hay quien se inclina, yo mismo, por cimarronas. Pero encaramos una chusca paradoja, en el norte el adjetivo se aplica a personas que huyen y al cuadrúpedo, se le llama orejano; en el sur es a la inversa. Hay otros epítetos, alguno regional, cumbe, palenque o quilombo, este con un significado despectivo en Argentina.
En todo caso, porfío, estas sociedades, llamémoslas como sea, eran –y son algunas todavía–, nuevas –todas las comunidades humanas nacieron en algún momento, pero de la mayoría de las cimarronas podemos dar la fecha, aproximada–; abiertas –crecen más por la llegada de nuevos huidos, llevando novedades ideológicas o culturales que por razones vegetativas–; resistentes –todos sus miembros tienen en común rechazar la propuesta occidental– y alternativas –a partir de experiencias bien distintas están recreando sin cesar la sociedad libertaria original–.
De cualquier modo en todas ellas la mezcla étnica y cultural es total y no padecen ni marginación, ni exclusión.[13]
Aventuro una tipología cimarronera: isleñas, Puerto Rico o Santo Domingo; selváticas, parecería que la primera surgió en Panamá, c 1529, de indios y morenos, y enumeraría las de la Costa Atlántica de América Central o las de la enorme Amazonía; logísticas, así Santa Teresa de More al norte de la Florida; y llaneras o sabaneras, en donde hallaron refugio cuadrúpedos de Europa, caballar o vacuno, evadidos de haciendas o huestes castellanas, y los primeros dieron mucha más movilidad e hicieron menos vulnerables a los escabullidos se les llame cangaceiros, gauchos, huasos, llaneros o villistas, pues a los del norte de México sólo se los conoce con el adjetivo, cuatreros, que les endilgaron los propietarios. El aprovechamiento de los rumiantes, cazarlos para un asado u organizar hatos de rodeo para comercializarlos, generó estrambóticas y emblemáticas polémicas sobre la propiedad. Así mismo es paradigmática la manipulación del pasado de gauchos o llaneros.
Tengo también alguna duda; en el interior de Brasil, esclavos fugados consiguieron estructurar un complejo estado, Palmares, que aguantó durante un siglo encarnizados ataques de las tropas lusas, pero al final fue derrotado y aniquilado. Al contrario comunidades de quilombolas, del Epecurú o tantas y tantas, mantienen su identidad a pesar de intentos sin fin para liquidarlas, de cazadores de esclavos huidos a fazendeiros, de multinacionales mineras a misioneros cristianos. El dilema es cuál de las dos alternativas tiene más posibilidades. En todo caso, en el Museo Emili Goeldi, de Belem do Pará, puede leerse un pensamiento de Mahatma Gandhi, “La naturaleza puede satisfacer todas las necesidades de la gente, pero no su ambición”

5. Colofón
La cultura de los antillanos sorprendió a viajeros, misioneros, marinos o comerciantes franceses.[14] Sus relatos, desaprobándola o loándola dejaron perplejos a muchos estudiosos, así Montaigne y, más tarde a los ilustrados, Rousseau y otros, que forjaron la idea del buen salvaje e imaginaron que la humanidad tenía una esperanza si retornaba al principio, cuando la maldad del poder todavía no lo había contaminado todo. Influyeron en mucha más gente; Linebaugh y Rediker citan radicales urbanos, entre ellos los Despard, inspirándose en los miskito y él ajusticiado, 1802, “por su torpe esquema de equidad y principios de salvaje igualdad universal”. Más tarde, a través de Reclus y otros eruditos bakuninistas, la reflexión influyó en libertarios ibéricos y ayudaría a entender la utopía ácrata que éstos intentaron erigir en el largo verano de 1936.[15] La tentativa fue frustrada por defensores del sistema: Stalin, Hitler, Mussolini, Franco o gobiernos democráticos de París o Londres. Y ahora, otros sicarios del capitalismo arrasan la selva y dejarán a quilombolas o miskito sin solar, han convertido las Antillas en paraísos de artificio para que los aburridos esclavos, de la compra con tarjeta de plástico, piensen que han llegado al edén, han cercado con alambradas los pastos de las sabanas para que los cimarrones de a caballo no tengan por donde galopar

Apéndice. Insurgentes, liberales y realistas
En todas las Indias proliferaron revueltas de los explotados contra el intento de hacerles trabajar aún más –el excedentarismo buscaba mayores beneficios– en detrimento de ejercer los pocos restos que habían podido salvar de su cultura hedonista y lúdica. Crecieron doquier en la segunda mitad del 18 y recordaré algunas, en Nueva España, donde eran continuos y constantes los conflictos de intereses entre comerciantes de su consulado y los gaditanos, en julio de 1766 y en Guanajuato, 6 000 personas trataron de tomar por asalto la tesorería protestando contra nuevos impuestos al maíz, harina, carne y algodón, contra el enganche en la milicia y por la caída de los salarios mineros. Un año después la misma Guanajuato, fue escenario de asonadas por la expulsión de los jesuitas, participando así mismo indios de Pátzcuaro y Uruapan. En el mismo virreinato hubo inseguridad en el norte por la resistencia nativa, en especial en Chihuahua.
La real cédula de Gracias al sacar, trajo notables enfrentamientos, en Venezuela, entre pardos ricos y mantuanos. Mientras en Quito, 1765, hubo alborotos en los barrios “miserables” contra más presión fiscal.
La revuelta de Tupac Amaru, 1780-1781, Alto Perú, fue quizás la más emblemática, pero Núria Sala evidenció que hasta 1810 se repitieron sin cesar por toda la sierra;[16] en Nueva Granada, se alzaron, 1780-1781 así mismo, los Comuneros del Socorro; y en Venezuela estalló, 1794, el rechazo llanero a las Nuevas Ordenanzas, más represivas, y en Coro, 1795, lo que algunos tienen por la primera revuelta moderna, de esclavos que producían fuera de la plantación, contra la alcabala y el pago en metálico; jacobinos, exigían el fin de la esclavitud, influidos por lo sucedido en Haití.
En efecto, en las Indias de Castilla el definitivo despegue capitalista suponía más demanda europea e indiana de plata y bienes, de azúcar a añil, apogeo de la trata africana, mayor presión sobre los productores, libres o siervos, y sobre las fronteras provocando la encarnizada defensa de su tierra de cimarrones y nativos. A la vez, se multiplicaban conflictos de intereses con Francia, Holanda o Inglaterra. En el ámbito, si el Reformismo borbónico trajo pocos beneficios para la Corona, generó mucho malestar social por este propósito, fallido, de reconquista y un fiasco en lo material. Pero, mayor explotación y alienación, desenlace de la Ilustración, incluyó notable auge cualitativo y cuantitativo de las oposiciones y las revueltas.
En la futura Venezuela –colonia atípica como todas pues ninguna, estudiada a fondo, concuerda con el espejismo imaginado por la Historia Sagrada colonialista inventada por los apólogos metropolitanos– escasa de los metales llamados preciosos que enloquecían a los occidentales, por la lógica productivista de la época se puso en marcha una impactante economía de plantación, en la que miles de esclavos producían edulcorantes, estimulantes y materias primas. La perversión del sistema provocó creciera el número de los que se refugiaban en el Llano, no solo africanos, que se resistían a la bellaquería, además, gentes de otras etnias con suficiente sensibilidad como para rehusar la mefítica asfixia emponzoñando una colectividad que giraba alrededor de la forma más vil de explotación laboral. Por ello, la oligarquía execraba la cimarronera que le privaba de su mano de obra y devenía muy mal ejemplo para todos.
Por añadidura, en la colonia había enfrentamientos de clase y de casta, irreductibles e innegociables. Y el círculo de navegación antillano que, al margen pero no contra la ley, habían puesto en marcha los holandeses con miles de naos circunnavegando el Caribe, con mercancías de todas partes, también trajo nuevas ideas, proto liberalismo –excrecencia de la Ilustración– sacralizando el crecimiento; desafío al mismo, que estalló en Paris el 14 de julio de 1789; secesionismo criollo en las Trece Colonias, inspirando el liberalismo autóctono; y negación global, que no individual, de la esclavitud en Saint Domingue, 1792, germen de Haití implicando que, entre los plantadores, el miedo deviniera pánico.
En 1775, la crisis del cacao, caída del precio en Amsterdam del llamado “Caracas”, supuso que lo oligarcas decidieran pasar al cafeto, pero, mientras conseguían las primeras cosechas, intensificaron sus entradas en el Llano para cazar orejanos y comercializarlos en las Antillas, provocando choques con cimarrones que luchaban empecinadamente para conservar la libertad recuperada. La revolución francesa atemorizó a los propietarios y provocó una escisión entre los ilustrados que, simplificando, devinieron conservadores o liberales y fue una secuela la revuelta, mentada de las esclavitudes de Saint Domingue. Potentados de Caracas pergeñaron, 1794, las nuevas Ordenanzas del Llano pensando podían eliminar a los libertarios de la sabana tachándolos de bandidos o cuatreros. Prueba del talante de aquéllos son los festejos enfervorizadas –la HS miró de escamotearlos– organizados en Caracas, “Público regocijo por la Feliz instalación de la Suprema Junta Central”, celebrando la batalla de Bailén, una peripecia hispanista y fernandista evidenciado no querer acatar a José I y menos a Napoleón, con toques de campana, tedeums, rogativas públicas, iluminaciones y teatro.
En 1810, la aparente victoria total de Bonaparte, acarreó discrepancias entre los notables criollos y la mayoría decidió declarar la independencia, de José I, sin duda alguna, suponiendo pugnas entre caraqueños, querían mandar, y notables provinciales, los de Valencia en primer lugar. Enviar las fuerzas represivas para someterlos favoreció que miles de esclavos tomaran la solución más cuerda, dejar las plantaciones y resguardarse en el Llano, incrementando de forma notable el número de cimarrones, que a partir de ahora, en la pertinaz defensa de su territorio y su cultura, intervinieron de forma destacada en las complejas contiendas, llamadas de la independencia, derrotaron estrepitosamente a Bolívar, 1814, cuando éste bajó al Llano para recuperar los esclavos evadidos, o a las tropas metropolitanas a partir de 1817 que, entre otras cosas, necesitaban liquidar una experiencia intolerable, la colonia se había convertido en un nuevo Haití. Adictos a la Metrópoli o liberales, más o menos autoctonistas, trocaron más de una vez de bandera, al revés que los centauros de la sabana defendiendo algo irrenunciable para ellos, la emancipación personal. Empeño y tenacidad que el sistema no podía consentir en absoluto, por ello mando disfrazar los acontecimientos de forma grotesca e inconcebible a una HS comisionada para probar que su poder es de tal magnitud que puede obligarnos a comulgar con ruedas de molino.[17]
Mientras, en Cádiz se discutía sobre la situación de los nativos y sobe la esclavitud y lo que se legisló ayudaría a entender que la oligarquía criolla acabara inclinándose por la secesión. La “Pepa”, elaborada en esencia por peninsulares conservadores ante la problemática social (contra liberales radicales) era demasiado audaz para los beneficiarios de la realidad indiana.[18]


[1] El fantasma del rey Leopoldo. Codicia, terror y heroísmo en el África colonial, Barcelona, 2002, Península, 527. La edición original es de 1998.
[2] El País, 8/02/07.
[3] Bellaterra, 4/10/2005, 9.
[4] Hay traducción: Insurrección o lealtad. La desintegración del Imperio español en América, México, 1985, FCE, 301.
[5] La formación del latifundio ganadero en los llanos de Apure, 1750-1800, Caracas, 1987, Academia Nacional de la Historia, 371.
[6] Bolívar e Caixas - Paralelo entre duas vidas, Rio de Janeiro, 1907, Biblioteca do Exército, 650 citado por Eduardo Pérez Ochoa que lo reseñó "Gauchos y llaneros en la independencia”, Boletín de Historia y Antigüedades, Bogotá.
[7] La bibliografía sobre el tema requeriría muchísimo espacio y me limitaré a El legado indígena. De cómo los indios americanos transformaron el mundo, de Jack Weatherford, Barcelona, 2000, Andrés Bello, 312.
[8] La atrocidad Castilla la venía perpetrando desde hacía muchas décadas, la mal llamada reconquista, el asalto a las Canarias, ambas para saquear, esclavizar o masacrar o el impúdico quebrantamiento de todo lo pactado al rendirse Granada consumado por Isabel, bien llamada la Católica, y su cómplice el cardenal Cisneros que incluso arrasó la biblioteca, capaz la mejor de Europa, en especial por sus manuscritos sobre astronomía, matemáticas o medicina. Una vez más constato que manejan más información los creadores que los cronistas. Para citar un solo caso, A la sombra del granado, novela del pakistaní Tariq Alí (Barcelona, Edhasa, 1993). Sobre la canallada en sí, me limito al apartado “La destrucción de los indios del área Caribe” de Yves Bénot, memorando lo que dijera Colon, en 1494, “Un perro hace aquí gran guerra hasta el punto que nosotros estimamos que son iguales a 10 hombres y que los necesitamos mucho”. Y que en marzo siguiente “Tuvo lugar la primera gran batalla, en Vega Real, con muchos muertos y unos seiscientos prisioneros enviados a España como esclavos”. Marc Ferro (Dir.), El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, Madrid, 2005, La esfera de los Libros, 1051. Citas en 51 y ss.
[9] También es voluminosa la bibliografía sobre el Santo Oficio, me limito a algún autor que ayuda a captar esta atmósfera viciada e irrespirable: Bartolomé Bennassar, Inquisición española: poder político y control social, Barcelona, 1981, Crítica, 347; Juan Blázquez Miguel, La inquisición en América (1569-1820), [Santo Domingo], [1994], Corripio, 290; Ricardo García Cárcel, Orígenes de la Inquisición española. El Tribunal de Valencia (1478-1530), Barcelona, 1976, Península, 306; Leonardo A., Vega Umbasia, Pecado y delito en la colonia. La Bestialidad como una forma de contravención sexual (1740-1808), Bogotá, 1994, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica; Tomás y Valiente et alii, Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid, 1990, Alianza, 213.
[10] Peter Linebaugh y Marcus Rediker, La hidra de la revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico, Barcelona, 2005, Crítica, 479.
[11] Gabriel Izard de la UAEM, Cuernavaca, lleva un tiempo estudiando los seminolas y me ha proporcionado una bibliografía mínima:
Argueta, Arturo, et alii, “Kikapú: cazadores rituales”, México Indígena, 11(8/1990).
Bateman, Rebecca B., “Africans and Indians: a comparative study of the Black Caribs and Black Seminole”, Ethnohistory, 37 (1990).
Cerutti, Mario (coord.), El noreste. Siete estudios históricos, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 1987.
Covington, James W., The Seminoles of Florida, University Press of Florida, 1993.
Fabila, Alfonso, La tribu kikapoo de Coahuila, SEP, México, 1945.
Gibson, A.M., The Kickapoos. Lords of the Middle Border, University of Oklahoma Press, 1975.
Giddings, Joshua, The Exiles of Florida, Columbus, 1958, Foster & Co.
Hancock, Ian, “The Black Seminoles of Brackettville, Texas”, en The World 1, 12/1989.
_________, The Texas Seminoles and their Language, Seminole Scout Association, Austin, 1992.
Mager Hois, Elisabeth A., Lucha y resistencia de la tribu kikapú, México, 2004, UNAM.
Moral, Paulina del, “La frontera heroica: kikapús, mascogos y seminoles”, en Valenzuela, José Manuel (coord.), Entre la magia y la historia. Tradiciones, mitos y leyendas de la frontera, Tijuana, 2004, El colegio de la Frontera Norte.
_________, Tribus olvidadas de Coahuila, CONACULTA/Gobierno de Coahuila, 1999.
_________, “De Florida a Coahuila: la historia de los mascogos y Seminole Blacks”, en Valdés,
Mulroy, Kevin, Freedom on the border. The Seminole Maroons in Florida, the Indian Territory, Coahuila, and Texas, Lubbock, 1993, Texas Tech University Press.
Porter, K., The Black Seminoles. History of a Freedom-Seeking People, Gainesville, 1996, University Press of Florida.
Rodríguez, Martha, Historias de resistencia y exterminio. Los indios de Coahuila durante el siglo XIX, México, 1995, CIESAS-INI.
Sturtevant, W. C., “Seminol myths of the origin of races”, Ethnohistory, 10 (1963).
Thybony, Scott, “Against All Odds, Black Seminole Won Their Freedom”, Smithsonian, vol. XXII, 1991.
Woodhull, Frost, “The Seminole Indian Scouts on the Border”, Frontier Times, 15, n° 3.
[12] Cfr, Miquel Izard “La encrucijada antillana”, Boletín Americanista, 49(1999), 175-195 y        "Poca subordinación y menos ambición", Boletín Americanista, 42-43(1992 -1993), 159-182.
[13] Escribí hace años un estado de la cuestión con la bibliografía básica, “Ensayando neutralizar el olvido. Sobre el cimarronaje americano”, Historia Social, 44(III, 2002), 125-146.
[14] Cfr. M. Izad, nota 12 ut supra. Artículo reproducido en El rechazo a la civilización. Sobre quienes no se tragaron que las Indias fueron esa maravilla, Barcelona, 2000, Península, 95-148.
[15] Para citar un solo ejemplo Pons Prades recuerda lo que les decía en la Escuela racionalista el geólogo Carsí Lacasa, “Hay que laborar para que se establezca una saludable armonía del hombre con la Naturaleza […] primer paso hacia la armonía universal, que es la gran meta que no hemos fijado quienes creemos que el hombre nace bueno y que la comunidad tiene la obligación moral de hacer todo lo que esté en su mano para que cada día que pase sea mejor”. “Notas biográficas”, Fem memòria per fer futur, Barcelona, 2005, UPC, 7-26.
[16] Y se armó el tole tole, Ayacucho, 1996, Instituto J.M. Argüedas, 320.
[17]. Versión algo más detallada en mi “Manipulando la memoria y ninguneando a la mayoría”, Waldo Ansaldi (coordinador), Calidoscopio latinoamericano. Imágenes históricas para un debate vigente, Buenos Aires, 2004, Ariel, 313-326.
[18] Cfr. Mario Rodríguez, The Cadiz experiment in Central America, 1808 to 1826, Berkeley, 1978, UCP, 316.


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