domingo, 4 de mayo de 2014

Los orígenes africanos del hombre americano por Pedro Pablo Linárez

Los orígenes africanos del hombre americano

Pedro Pablo Linárez

Ponencia presentada en el Segundo Congreso Mundial de Arqueología, Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela, septiembre. 1990. En La conferencia especial convocada por la Asociación Venezolana de la Ciencia (AsoVAC) Barquisimeto 25 de junio de 2003. En el “Seminario internacional sobre el 150º aniversario de la abolición de la esclavitud en Venezuela”, convocado por la Red de Comunidades Afro-venezolanas, Vice-ministerio de Cultura y la Fundación Afro-América, Marzo 2004.
Barquisimeto, Tipografía y Litografía Horizonte, 2006, pp. 139.



Grupo de Investigación
Dirección de Investigación: Dr. Pedro Pablo Linárez. Asistentes: Lic. Peter Valera Gil. Carlos Roberto Gómez y Jorge Gómez
Documentación: Lic. Armando González Segovia, Jesús “Chucho” García, Pedro Esser Salas y Juan J. Perdomo.
Transcripción de Textos: Jeusmary León.



      A Chucho García y los afro-descendientes, herederos de esta historia.
      A los Drs. J.M. Cruxent Francisco Tamayo y Miguel Acosta Saignes, nuestros maestros.
      A José Alcina Franch, Luis Pericot, Iván Sertima, Armando Vivante y Pathé Diagné, por insistir en la búsqueda de la huella africana ancestral en América.
      A Luis y Richard Leaky, paleo-antropólogos nacidos en Kenya, por su insistencia en el estudio de los orígenes africanos de la humanidad.


Hoy más que nunca los avances de las ciencias del hombre indican que este continente se pobló desde distintos lugares del mundo y por diversos vías insospechadas por el hombre de hoy empeñado en admitir como único y obligatorio el criterio aislacionista. Por el contrario, nuestra preocupación es re-establecer la unidad pedida o mejor dicho la unidad extraviada”
J.M. Cruxent.
1993


INTRODUCCIÓN
Un poco después de más de tres décadas de investigación, decidimos publicar esta versión de nuestra teoría de un posible poblamiento y/o contactos africanos a nuestro continente antes del siglo XV, conscientes de los riesgo que asumimos ante el racismo y endorracismo de uno y otro lado del Atlántico, entre los hombres y mujeres de ciencia racional, a pesar que es un hecho ciertamente reconocido en el mundo académico que los orígenes de la humanidad están en África.

Con lo antes expresado no estamos negando de manera alguna la teoría del poblamiento asiático a través del Pacifico o de la Beringia, lo que nos preocupa es la exclusión a la que han sido sometidos los africanos en su historia antigua y reciente, aún existiendo diversos registros arqueológicos, etnográficos y genéticos que vienen aportando pistas sobre el particular, sin embargo conviene decir que una de las herramientas teóricas que se han esgrimido para oponer resistencia conceptual a nuestra tesis es la del Antí-Difusionismo, según la cual al aceptar el difusionismo desvaloramos y/o incapacitamos las culturas americanas al considerarlas resultado de experiencias a ultramar y, en consecuencia, éstas serían incapaces de producir un mundo social autóctono.

Sin embargo debemos decir que la mayoría de los estudiosos que se declaran anti-difusionistas lo hacen hasta donde les conviene, pero cuando éste favorece sus posturas no tienen reparo alguno en aceptarlo, tal como sucede con el difusionismo asiático hacia nuestro continente impuesto por la escuela Yankee- Francesa de Alex Hrdlika y Paúl Rivet, que no solo es aceptado sino que se transmite como verdad única y obligatoria, al mismo tiempo que se excluye otras posibilidades de migraciones humanas en el mundo.

Mencionemos, a manera de ejemplo, el trabajo científico de Elson Dew, del Instituto Sudafricano, de Investigaciones Médicas, quien ha podido comprobar que el 100% de grupo sanguíneo “O” corresponde a los más antiguos africanos. Recordemos, al mismo tiempo, que al decir de Cupello (1990: 50) “en América predomina el grupo O” por lo que esta antropóloga venezolana agrega que “es cierto que los amerindios tienen un fuerte componente mongoloide, pero no es el único, ya que se han detectado en ellos evidencias precolombinas de signos negroides y causoides”.

Lo cierto es que esta problemática es de carácter universal, solo que en otros continentes, como en el caso de Europa, se discute sin ningún tipo de exclusión la presencia Nordica, Alpina y Mediterránea sin llegar a los extremos aislacionistas impuestos a nuestra discusión por la escuela norteamericana y los que en nuestro continente siguen esta escuela sin ningún reparo a pesar de su sobreentendida carga ideológica.

Es tal la situación que en muy contadas ocasiones nuestros arqueólogos se atreven a mencionar el tema de la huella africana, por lo que excepcionalmente tenemos, por ejemplo, a Dacal Moura y Rivero de la Calle (1986:55), quién aún con su apego a la tesis norteamericana, señalan que “Otros autores han querido ver algunas características negroides que aparecen en cráneos de los pueblos amazónico, una lejana influencia de antiguos pobladores negros venidos del continente africano por la vía del Atlántico Medio”. Igualmente el arqueólogo Chileno Bernardo Berdichewsky (1995:169-170) hace referencia a los trabajos de Barry Fell sobre la huella africana y considera que “ante este cúmulo de elementos aportados, es difícil ya rechazar de plano esta posibilidad africana”.

Por fortuna, el panorama ha empezado a cambiar en la medida que la diversidad de fuentes se complementan para abordar trans e interdisciplinariamente el problema de los orígenes, sobre todo con los avances actuales de la Biología Molecular, la que ha llenado de asombro a muchos escépticos que solo confían, o mejor dicho validan, los registros arqueológicos y etnográficos.

En consecuencia la biología ha demostrado, a través del Genoma Humano, que las migraciones humanas, por antiguas que parezcan, siguen el mismo guión genético, aunque con distintas ópticas culturales y religiosas, dice García-Talavera, conservando su base genética ancestral hasta por 10 mil de años.

Sumemos a todo esto la tesis panbiogeográfica según la cual algunas especies no perdieron “ciertos lazos de afinidad que, tras milenios de años que han pasado, dan fe de un remoto origen común”, debido a la Recombinación Genética, según Carlestón Coon y León Croizat.
            
Vale recordar que toda idea que se presente distinta a la tesis ultra-asiática, no solo es perseguida, sino secuestrada, a tal punto que los norteamericanos y sus seguidores cada vez que se presenta alguna evidencia la declaran confidencial y, peor aún, proscritas a la ciencia.
            
No olvidemos, por otro lado, que en la conferencia sobre los aspectos biológicos del problema racial, celebrada por la UNESCO en 1974, se acordó que “Todos los hombres contemporáneos pertenecen a una misma raíz. Solo queda a discutir la cuestión de cómo y cuándo se aislaron los diferentes grupos humanos”.
            
Desde luego que, afianzados en la supuesta sobriedad científica impuesta por los centros de poder científico dominantes, no faltarán los que nieguen la huella africana, pero ¿cómo negar el origen común africano de la humanidad a la que pertenecemos todos, independientemente del lugar donde vivamos ahora? ¿Será posible que aceptemos, sin reparo, la tesis aislacionista y, por el contrario, echemos a un lado el internacionalismo de todos los tiempos? ¿Cómo entender esta conducta aislacionista entre especialistas formados en la disciplina antropológica? ¿Obviarán los acuerdos de sus máximos árbitros científicos reunidos en 1974 en la UNESCO? .
            
Por fortuna la ciencia no se detiene y son cada vez más los científicos que se abren paso ante la obsolescencia de los centros de poder académico-políticos. Así tenemos, por ejemplo, que Europa ha reconocido sus ancestros africanos a partir de las evidencias localizadas en “La Gran Dolina” de Atapuerca, España, según las investigaciones del peloeantropológo José Gilbert. Igualmente los genetistas Spencer Wells y Pierre Zalloua, de la Universidad Norteamericana de Beiurut, han demostrado mediante estudios del ADN que “La mayoría de los hombres del Medio Oriente pertenecen al M-89 y al M-172. Los M-89 se remontan a una gran inmigración que salió África hace cerca de 45 mil años”, según la nota aparecida en la Revista Nattional Geographic, Octubre 2004.

Digamos finalmente que el aislacionismo no es una postura científica, sino una doctrina política cuyo propósito es conducir a la división de los pueblos del mundo. De allí que resulte incomprensible que sean precisamente los antropólogos los que adopten esta postura aislacionista, sin tomar en cuenta que “la antropología es una disciplina que guarda un compromiso con la historia viva de los pueblos”, al decir del antropólogo venezolano Efraín Hurtado Barrios.

El futuro nos depara otras evidencias insospechadas y lo que hoy pudiera parecer fantástico mañana puede llegar a ser conocimiento cotidiano.

1.- VIEJA TEORÍA EXCLUIDA
Desde el período de la llamada protohistoria de la antropología, según Perera (1994: 18-20) los funcionarios coloniales establecieron la posibilidad de un poblamiento africano de carácter trasatlántico en el continente americano, no obstante los científicos sociales modernos al consultar aquellas fuentes excluyen intencionalmente las referencias sobre este particular tema de la huella africana.

Quizás el primero de estos protoantropólogos sea el Padre José de Acosta quien en el libro “Historia Natural y Moral de las indias”, publicado en el año de 1553, en donde hace referencia sobre el particular cuando escribió:

“Pasaron acá los hombres de allá de Europa, de Asia y de África, pero el cómo y por qué camino, todavía lo inquirimos y deseamos saber”.

Ya para ese momento de nuestra naciente antropología, José Acosta se preguntaba e intentaba dar respuesta sobre la vía y la forma del arribo de los aborígenes a nuestro continente y, en consecuencia, puntualiza que:

“Pudo ser que algunas gentes de Europa o de África antiguamente hayan sido arrebatadas de la fuerza del viento y arrojadas a tierras no conocidas, pasando el mar Océano”

Un segundo autor, Antonio de Ulloa, miembro de la Real Academia de las Ciencias de Berlin, en su libro publicado por la Imprenta Real de Madrid en 1792, señala que:

“El tránsito a las Indias desde las partes Orientales es regular, por ser los vientos favorables y bonancibles para ello en todo tiempo, pues qualquiera embarcación que se dexe correr a su voluntad desde las costas de Europa en las partes Meridionales, o de las de África, ha de ir por precisión á dar a las Indias más ó menos apartadas de la Equinoccial entre los Trópicos, sin necesitar de aguja, ni del conocimiento de las estrellas para dirigirse, porque los vientos son de parte de Levante desde las islas de Canarias en adelante, que llaman Brisas; y ocupando las América toda la parte del globo, desde las del Norte, á dónde han podido llegar los descubrimientos , hasta los 55 grados en el Emiferio Austral, era preciso que la embarcación que se dexase llevar de ellos fuese a dar á aquellas tierras

Un tercer autor es el misionero José Gurmilla (1999:428) el que estuvo entre los aborígenes del Orinoco en 1816, y publicó en 1841 su experiencia, formulando la siguiente idea:

los indios son hijos de Cam, segundo hijo de Noé... Algunos de sus nietos y bisnietos cuando viajaban por la Costa sus barcos fueron arrebatados por las furias de los vientos desde un lugar de Cabo Verde y conducidos al sitio más avanzado de Brasil”.

Los tres autores citados representan solo una muestra del repertorio bibliográfico del período colonial referido a los africanos del poblamiento temprano de América, no obstante los investigadores modernos al consultarlos echan a un lado estos datos y, peor aún, los ocultan en injustificable acto de censura, no obstante que desde 1871 el historiador argentino Vicente Fidel López, en su libro “Les Races Aryennes du Perou”, menciona el origen africano, además del asiático. Igualmente sucede con el antropólogo Alfonso de Quatratajes quien expuso en 1887 la tesis según la cual grupos humanos pasaron de África a América antes de Colón, basado en los rasgos africanos de los habitantes de Panamá, isla de San Vicente, al igual que entre los Charrúas de Brasil y los Yamasis de Florida.
            
No olvidemos el hallazgo en 1862 en el Golfo de México de las colosales cabezas de Hueyapán entre cuyas características resaltan biotipológicamente los rasgos africanos.
            
En el Siglo XX nos encontramos a partir de 1952 con el antropólogo español José Alcina Franch quien trabaja ininterrumpidamente en su tesis sobre el “Origen trasatlántico de la cultura indígena americana” haciendo énfasis sobre los contactos africanos.
            
El americanista Paúl Rivet en su tesis sobre los orígenes del hombre americano plantea en 1943 la existencia de pigmeos en Venezuela y América.
            
En 1963, Greeman (En: Cupello 1990: 53) sostiene que hace 10.000 años hubo contactos de Europa y África con América en el Pleistoteno tardío.
            
En el mismo año 1963 el antropólogo argentino Armando Vivante plantea el tema de los Pigmeos en el poblamiento americano.
            
Por otro lado, en 1970, K.H. Scherwerin, al decir de Cupello (1990: 53-54), expuso la posibilidad de que los agricultores y pescadores africanos llegaron al Nuevo Mundo estableciendo cultivos de calabaza y arvejas entre el 8000 y el 7500 a.C.
            
En 1974 R.A. Jairazbhoy señala la existencia en México de sellos, juguetes con ruedas y esculturas colosales con rasgos africanos.
            
El antropólogo Ivan Van Sertima ha trabajado desde 1970 en el tratamiento de los contacto entre egipcio-nubios y los Olmecas del Golfo en México como parte de la teoría africana.
            
Mencionaremos, también el trabajo de la antropóloga venezolana Miryam Cupello (1990:99) en el que hace énfasis sobre los contactos transoceánicos, puntualizando que “Modernos investigadores han comprobado la existencia de expresiones africanas en las culturas aborígenes”.
            
En los años 70 el antropólogo venezolano Adrián Lucena Goyo, expone su tesis sobre los pigmeos en Quibor, Estado Lara, con el apoyo de J.M. Cruxent y Miguel Acosta Saignes, entre otros, trabajo al que se le suma a finales de los 70 Pedro Pablo Linárez, quienes juntos establecen un equipo de investigación social sobre este y otros particulares.

2.-ÁFRICA EN LA CUNA DE LA HUMANIDAD.
Hace poco más de medio siglo cambió la historia de la historiografía de la humanidad debido a los descubrimientos de evidencias fósiles en África Oriental las que dejaron más que sorprendido al mundo científico en general y a la antropología en particular. Sin embargo, dice Pierre Bibersón, la ciencia oficial seguía obsesionada con Asia y aún no prestaba atención a los descubrimientos.
            
Todo comenzó con las exploraciones de Camille Aramburg el río Omo en Etiopía, quien después regresó con el geólogo Clark Howel y Luis Leakey , pero no fue sino en 1959 cuando Mary Leaky localizó, en el desfiladero de Oldúvai, en Etiopía, los restos más antiguos hasta entonces conocidos de las especie humana.
            
En 1967 Bryan Patterson recuperó un fragmento de mandíbula en Loathagam, hallazgo este ubicado en 5.6 millones de años, y en 1978 Mary Leakey localiza huellas de pisadas humana en Laetoli, Tanzania.
            
En 1974 Donal Jhohason y Tin White, descubren en las terrazas del río Awash, territorio de Hadars, ubicado en el Triangulo de Afar, cabecera de Valle del Gran Rift, las evidencias de fósiles de una mujer a la que bautizaron con el nombre de “Lucy”, cuyos fechamientos reportaron 3.4 millones de años.
            
En 1990 el arqueólogo africano Simiyu Wandibba, de la Universidad de Nairobi, Kenya, participó en el Congreso Mundial de Arqueología celebrado en Barquisimeto, Venezuela, en el que presentó la noticia de los hallazgos de restos humanos localizados al sur del lago Turkana (Kenya) con fechamientos de 5 millones de años.
            
La familia Leaky reporta, en 1995, los dientes de un aspecto vagamente humano encontrados por Peter Nzube Mutiwa, en unos sedimentos de cuatro millones de años, en Kanopoi, norte de Kenya, a 48 Km al suroeste al lago de Turkana, en el corazón del valle de Riff de África oriental, lugar este donde trabajaba, desde 1969 el paleoantropólogo Richard Leakey y su esposa Meave, obteniendo fechamientos por el orden de los 4.1 millones de años.
             
Jhohanson (2002:37), por su parte, sospecha que estos fósiles de Kanopoi pudieran ser los antecesores de Lucy.
            
La Revista Discover (en español) de Octubre 2003, trae la noticia del hallazgo realizado por Michel Brunet, de la universidad francesa de Poitiers, de evidencias humanas de 6 a 7 millones en las dunas del Shahara.
            
Además de estos estudios paleoantropológicos tenemos los adelantos científicos de la Biología Molecular. En este sentido el Dr. Francisco Ayala, Catedrático de Genética y Evolución de la Universidad de California, demuestra que la herencia biológica de la humanidad actual ha sido transmitida a través de cien mil individuos por generación durante los últimos treinta millones de años. En fin, todos los seres humanos son descendientes de una mujer que vivió en África. Tesis ésta que comparte el Dr. Allan Wilson, de la Universidad de Berkeley, quién sostiene que “los humanos modernos aparecieron y evolucionaron en África y luego migraron hacia el resto del mundo” por diversas vías.
             
Sumemos a ello las experiencias de los biólogos moleculares con sus estudios del Genoma Humano entre los descendientes de Los Guanches en el archipiélago de las Canarias, cuyos pobladores partieron hace 10 mil años de África y sin embargo conservar su base étnica ancestral.

3.- EL ATLÁNTICO COMO ESTRECHO OCEÁNICO.
Aun cuando el atlántico es la ruta más conocida para Occidente desde el siglo XV, al permitir su travesía de las carabelas colombinas, los americanistas no terminan de asimilar esta vía en los contactos transoceánicos anteriores a dicho siglo, por el contrario, han cancelado toda posibilidad, a tal punto que Paúl Rivet quien, en su obra publicada por primera vez en 1943 sobre “Los Orígenes del hombre americano” (1974:189-90) escribe que “El Atlántico ha permanecido inviolado hasta el descubrimiento casi en su totalidad, y no ha sido cruzado más que en la época histórica por el extremo norte... Ha constituido una verdadera muralla entre el viejo y el nuevo mundo”.

a. -Corrientes Marinas desde África a la América.  
Rivet cancela toda posibilidad de travesía por el Atlántico, ocultando que mucho antes de 1943, fecha en la que publicó por primera vez su tesis, los oceanógrafos conocían de las posibilidades náuticas del Atlántico, tal como lo advirtió en 1792 el científico Antonio de Ulloa, al igual que el geógrafo Camille Vallaux en su obra “Geografía General de Los Mares”.
            
Vellaux considera que el Atlántico, más que una Muralla, como dice Rivet, es un “Estrecho Oceánico”, dado que desde San Vicente de Cabo Verde a Natal apenas existe una distancia de 1500 millas, a diferencia de las 2000 millas existe entre las Islas de Pascua y la Costa peruana, según lo advirtió en 1955 Luis Pericot.
Además de la distancia, consideremos la existencia de Corrientes Marinas en el Atlántico Medio, cuyas características principales, al decir Vallaux, (citado por Alcina Franch; 1969:73) son las siguientes: “En la primera parte de su recorrido, no se diferencia de la de Canarias ni por su índice térmico ni por la rapidez de propagación. Camina en dirección Oeste llegando a mezclarse con las aguas de la Corriente Ecuatorial del Sur en los parajes de las Antillas. Veamos, pues, cómo aunque cambiando de denominación, es una sola y contínua corriente marítima la que comunica las costas del Noroeste africano y Canarias con las Antillas”.
            
Por lo tanto, Alcina Franch (1969:15) propone que:
 “Aun suponiendo que los posibles navegantes a que nos vamos a referir no tuviesen ningún conocimiento náutico, podrían llegar a América, dejándose arrastrar por las corrientes oceánicas, en seis meses, lo que permite suponer que, dado que fuesen pescadores, como es presumible, podrían subsistir hasta llegar a las costas americanas en las mejores condiciones meteorológicas”.
            
Sumemos a ello la existencia de la Corriente de Benguela, por lo que Cupello (1990:54) sugiere que esta corriente “traerías una balsa de las costas centroafricanas a las costas brasileñas”
            
Los trabajos de Vallaux aportan un indiscutible avance en la oceanografía, no obstante justo es reconocer los saberes producto de diversas experiencias náuticas antiguas que permiten demostrar la travesía trasatlántica.
            
Ejemplo de ello es el viaje de Bakarí II, ocurrido en el año 1312, al igual que la información cartográfica sobre Brasil del año 1448 y los viajes pre-colombinos de los portugueses ampliamente estudiados por Ramos Pérez (1972).
            
Colón mismo demuestra a partir de 1492 la ruta trasatlántica al igual que otros y exploradores imperialistas posteriores.
           
b.- Experiencias náuticas trasatlánticas.
Las observaciones oceanográficas sobre las corrientes marinas en el Atlántico fueron echadas a un lado, aun cuando se conocía de la existencia de antiguas experiencias náuticas favorecidas por dichas corrientes. De allí que es poco conocida, pero muy bien documentada por Pathé Diagne la experiencia náutica del Rey Mandinga Bakarí II, realizada en el año 1312 desde África hasta nuestro continente.

Esta expedición no sólo está documentada en la tradición oral Mali, sino que de ella existen referencias en los documentos árabes como el Al-Qalqashandi y Masalik el Absar furNanekuj-Amsar.

Según esta tradición el emperador Mandinga de Mali, llamado Mansa Musa, relató en El Cairo, en 1324, que su hermano Bakari II había realizado dos expediciones por el Atlántico, testimonio este que es transmitido después por Al Umari.

All Umari, describió la experiencia náutica de Bakarí II contada por su hermano Mansa Musa, en una visita que hizo a La Meca en el año 1324. En este sentido Mansa Musa narró a Ul Umari (En Sertima; 1978:127) que:
“Navegamos durante mucho tiempo hasta el momento que en el medio del océano (Atlántico) nos encontramos con algo como un río con una violenta corriente... Los otros siguieron navegando y gradualmente en la medida que cada uno entraba a ese lugar, desaparecieron y no regresaron... En cuanto a mí, desde donde estaba no entré en esa corriente”.
            
Al regreso de Mansa Musa, el Rey Bakari II organizó una segunda expedición para atravesar las aguas del Atlántico. “Él me confirió el poder a mí y se hizo a la mar con sus compañeros” dijo Mansa.
            
Evidentemente las dos expediciones del Abú Bakari II, realizadas alrededor del año 1312, es decir 180 años antes de Colón, entraron en contacto a las corrientes marinas antes mencionadas por Vellaux, descritas según Mansa Musa como “Un río con una violenta corriente” en medio del mar.
            
Pathe Diagné hace un profundo estudio de la experiencia trasatlántica de Bakari II, donde presenta un mapa perteneciente a dicha expedición de 1312.       Sumamos a ello la existencia de un mapa de 1448 en el que aparece claramente ubicada, al Oeste de África, la isla Otincha al noroeste del Brasil.
            
El oceanógrafo y arqueólogo Thor Heyerdahl, descubrió que la aventura realizada por el pacífico en 1947 fue manipulada por los Yankee-Franceses a favor de su tesis unigenista asiática, por lo que se propuso cruzar el Atlántico partiendo de África en una embarcación de Papiro llamada RA-I, fabricada por boteros africanos del Lago Chad, en cuya tentativa fracasó debido a que aconsejó modificar el modelo original del timón lo que causo daños a dicha embarcación al momento de la travesía. Un año después, en 1970, vuelve en su expedición científica, ahora en la nave Ra-II, y logra desembarcar en Barbados, luego de 57 días de navegación.
            
Poco más de una década después de la experiencia de RA-II de Heyerdahl, en 1984, Alfredo Barragán, organiza la Expedición “Atlantis”, partiendo, en una réplica de antiguas embarcaciones africanas, desde Santa Cruz de Tenerife, en el archipiélago Canario, hasta alcanzar las costas venezolanas, en el puerto de La Guaira, cuya travesía hizo en 52 días, surcando 5.500 kilómetros de mar.
            
De modo que las posibilidades náuticas por el Atlántico, quedan más que comprobadas, por lo que pudiera calcularse, en base a las experiencias del Ra-II (57 días) y los del Atlantis (52 días) para un computo de 109 días.
            
A pesar la sobriedad, hay académicos como en el caso de los arqueólogos Dennis Starford y Bruce Bradley, quienes admiten, aunque parcialmente, la existencia de una ruta transatlántica utilizada por los europeos hasta Norteamérica navegando en Kayaks, hace 18.000 años, según la estrecha analogía entre la cultura Solutrense de la Península Ibérica y la de las Puntas de Clovis en USA.
            
Recordemos finalmente que las informaciones sobre las corrientes marinas que parten de África a América, son tan comunes ahora que en el Mapamundi publicado en National Geographic del mes de noviembre de 2004, aparecen señaladas las corrientes Ecuatorial y Norecuatorial.





4. CANARIAS ESCALA EN LA TRAVESÍA TRASATLÁNTICA.
La discusión sobre los orígenes africanos de los antiguos Guanches del archipiélago Canario no es reciente, sin embargo le sobran opositores dentro y fuera.

4.1 Raíces Norte-Africanas
Francisco García-Talavera y José Manuel Espinel Cejas vienen trabajando desde hace más de dos décadas sobre la cultura de los Guanches antiguos y sus descendientes, logrando estudiar el caso de los epigramas líticos asociados al juego de Damas, cuyos primeros yacimientos los han ubicado en la zona de Izaña en la cumbre del Tenerife, al igual que otros sitios del Sur de dicho archipiélago en Gran Canaria, La Palma y Fuerteventura.
            
Igualmente estos investigadores hicieron observaciones de petroglífos semejantes en diversos puntos de Tamazha o Berbería (Alto Atlas, Sahara) al igual que en Argelia, Tebas y Marruecos, donde es vigente esta tradición, logrando esclarecer que se trata de una misma tradición común entre Canarias y el norte africano.
            
También refieren estos investigadores en su libro de los “Juegos Guanches Inéditos” (1990) que en Colombia, entre los pueblos Caribes del Tacayma, existen también grabados de Dameros.
           
4.2. Grupo Sanguíneo de africanos en Canarias.
Navarro Mederos y Del Arco Aguilar (1988:13) en su tesis sobre los aborígenes Canarios son categóricos al afirmar que esta población es procedente de África, agregando además que “Un rasgo común sería la abrumadora mayoría del grupo sanguíneo “O” entre los aborígenes Canarios(90%) solo equiparable a similares porcentajes entre los modernos Beréberes del Alto Atlas” e igualmente señalan los autores que los tipos físicos más definidos de los Canarios son los Cromañoides y Mediterranoides, siendo los primeros más frecuentes en La Gomera, en el Norte de Tenerife y en el interior de la Gran Canaria.

4.3. Los Guanches a la Luz del Genoma humano.
La comparación de los perfiles genéticos de los grupos étnicos descendientes de los Guanches y los norteafricanos han puesto a prueba los postulados históricos y de la antropología cultural.
            
La Genómica Histórica complementa los conocimientos aportados hasta entonces sobre las raíces de los Guanches, máxime cuando desde 1930 Wolfel demostró que estos grupos humanos no se extinguieron sino que sobreviven en la población actual, tal como lo postula, por otro lado, José Luis Concepción (1983).
            
Esta sobrevivencia ha permitido optar por los estudios del DNA mitocondrial y nuclear apoyándose en los estudios de los grupos sanguíneos, tal como lo están realizando los investigadores Cann, Stonefing, Wilson, Ruiz Linares, Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza.
             
García-Talavera señala que con “los contundentes resultados de las investigaciones en biología molecular que están saliendo a la luz en los últimos años, es indudable la relación genética de los canarios con los pueblos norteafricanos Amazighes” a pesar de haber estado separados por más de 10 mil años, cuando hubo la migración África-Canarias, no obstante conservan las características étnicas básicas

5. REFERENCIAS Y EVIDENCIAS ETNOGRÁFICAS, ARQUEOLÓGICAS Y LINGÜÍSTICAS EN AMÉRICA.

5.1. Indicadores Generales
Los contactos entre los pueblos de África, Europa y América, dice Greman en 1963, han debido sucederse en el Pleistoceno Taredío, hace unos 10 mil años, por lo que Juan Comas advierte que de estar este autor en lo cierto cambiaría la historia de nuestro continente.
            
Alcina Franch, en sus múltiples tratados sobre el tema, resumidos en su tésis publicada en 1969, señala una serie de elementos diagnósticos con los cuales define su tésis trasatlántica, por lo que a continuación enumeramos algunas de ellos y agregamos algunos aportes producto de nuestra propias observaciones.

La Calabaza:
Schwerin expone en 1970 “la posibilidad de que agricultores y pescadores africanos llegaran al nuevo mundo y establecieran cultivos de calabazas y arvejas entre el 8000 y el 7500 A.C” (Cupello: 1990:54).
            
Precisamente ha sido el cultivo de la calabaza (Legenaria eiceraria) la que ha intrigado durante año a los americanistas dado que aparece en tiempos pre-coloniales en América al igual que en África, Asia, Europa y Polinesia.
            
Para etnobotánicos como George F. Carter (1950:166) su orígen está en la India, mientras que para otros autores como Isabel Kelly (1951:209-210) y Burkil (En: Whitaker; 1948:64) es oriunda de África.
            
Lo cierto es que la calabaza se cultivó igualmente en Canarias, por lo que Luis Pericot 1955:608) advierte que este cultivo haya procedido por vía trasatlántica desde África.
            
Igual aparece la calabaza de este genero Legenaria, familia de las cucurbitáceas, de la especie vulgaris, con frutos en forma de huso, en el resto de América.

El Algodón:
También entra en esta discusión el Algodón (Gossipum s,p). Para la mencionada etnobotánica Isabel Carter este cultivo es originario de Arabia Meridional o el Nordeste de África.
            
Por su parte, Pericot (1955:609) reconoce la existencia de variedades de algodón salvaje de 13 Cromosomas pequeños, a diferencia del otro que es de 13 grandes, el que domesticado alcanza 26 cromosomas (13 grande y 13 pequeños).
            
René Coste (1969) en su obra dirigida sobre “El Algodón” señala que: “esta especies de 26 cromosomas a comprender todas las clases originarias del Nuevo Mundo y una especie silvestre que se encuentra en Hawai”.

Las Caraotas:
La Caraota (Phasiola vulgaris) también entra en este inventario, por cuanto es considerada de origen mediterráneo, no obstante semillas de este cultivo han sido localizadas en tumbas andinas del Perú, según Alcina Franch (1969: 57).

Pintaderas, Figulinas, Trípodes, Banquetas, Urnas, Petroglifos y la Coa.
En el inventario de elementos trasatlánticos realizado por Alcina Franch, se incluyen varían piezas arqueológicas, y etnográficas donde se destacan: Las Pintaderas (1958-a) presente en ambos continentes, al igual que el Mango-Vertedero (1958:6) la Figulina Pierniabierta común en otros continentes y en los Andes (Venezuela) y Amazonas, al igual que los Trípodes y Polipodos presentes en el Congo (África) y Canarias. Alcina Franch (1953) refiere el hallazgo de un trípode en Uebangui ( entonces delCongo Francés) y otros en Canarias referida por Luis Diego Cuscoy (1953:28). Los Trípodes de Valdivia (Ecuador) están fechados en 2500 a.c.
            
Este sería también el caso de las Banquetas o Duhos antillanos semejantes a los banquillos del Alto Volta y Dahomey, Baumamn, según Westerman (1948) y George Hurdock (1945) cuyos ejemplares estan presentes en las colecciones arqueológicas de los andes venezolanos y entre los Ye´kuanas del Estado Bolívar, al Sur de Venezuela.
            
Sobre las urnas con tapaderas con figuras modeladas antropomorfas se han encontrado en la región del Níger, en la civilización neosudanesa, al igual que en Colombia entre los Muiskas.
            
También al Norooccidente de Venezuela, en la península de la Guajira, región del Guasare, ( Estado Zulia) al igual que en la vecina Colombia se han localizado unas funerarias en cuyas tapaderas existen figuras antropomorfas modeladas.
            
El caso de los petroglífos es ampliamente discutido, sobre todo por Pericot (1955,1963) por las semejanzas entre éste y los otros continentes, particularmente es el caso Canario de petroglífos que guardan relación con las zonas del Norte en África.
            
El Palo Cavador (llamado Coa en Venezuela) aparece en Canarias (Tenerife y La Gran Canaria).
Rasgos Sociales: Lengua Tonal, Vírgenes Vestales, Matrimonio entre hermanos, Trepanación craneana y Momificaciones.
El Lenguaje Silvido o Lengua Tonal sobrevive entre los Guanches y sus descendientes, sobre todo entre los pobladores de La Gomera, pero también es usual en México y en el continente Africano.
            
Las doncellas o Vírgenes Vestales recluidas en una especie de convento dedicadas al culto, es un rasgo que aparece en las Canarias, Perú y en Venezuela.
            
De la Trepanación craneal aparecen evidencias en el Noreste de África, Europa Y Oceanía, al igual en Perú.
            
La momificación es común en el Norte de África, entre los Egipcios, Polinesia, Canarias y en los Andes Americanos, incluyendo a Venezuela.
            
En Perú se han reportado en el último siglo innumerables hallazgo de momificaciones humanas, pero el más sorprendente de estos descubrimientos fue dado a conocer en mayo de 2002 en National Geografhic, donde se reporta un extenso cementerio de momias ubicado en plena zona urbana de su capital, Lima, bajo el piso de una escuela.
            
Tambien hay reportes de momias para Chile en la cultura Chinchorro y en Colombia en las culturas Muiscas y Pisba.

5.2. Evidencias en América

Panamá
Pedro Mártir de Anglería en su “III década”, al referirse a la exploración de Vasco Núñez de Balboa realizada en 1513 habla de “Tribus Etiópicas” en Darien, (hoy Panamá) en el territorio de los Kunas de San Blas.
            
Modernamente en la “Nueva Geografía de Colombia” de F.J. Vergara y Velasco (1901, tomo I, Pág. 878) se dice que: “ Según el informe de uno de sus principales jefes en esas montañas (de Darien), existía hace 10 años una población aborigen de reducida talla, negra la piel, muy escasa en número (100 a 200) y enteramente salvaje. Refería que los Cunacunas (Kunas) le quitaron a ese pueblo el terreno que hoy ocupan después de una gran matanza” (En: Vivante; (1963:250)
            
Fray Gregorio García en su libro “Origen de los indios del Nuevo Mundo”señala que los primeros europeos observaron que en una isla próxima a Cartagena “estos son los primeros negros que hemos visto en las indias”..

México.
Ampliamente conocida es la discusión sobre los rasgos africanos en la cultura Olmeca en el Golfo de Mijico, discusión esta iniciada desde 1862 cuando José María Melgar y Serrano obtiene evidencias en Hueyapán y en base a sus observaciones, este dice que: “Lo que me ha asombrado es el tipo etíope que representan. He pensado que sin duda había habido negros en este país”.
            
Valga decir que esta tésis africanista no ha sido opacada a pesar del escepticismo racional antidifusionista de los arqueólogos que han continuado estudiando las esculturas de Hueyapán. Soustelle (2000: 34) dice que: “En realidad, ni ésta ni las otras quince hoy conocidas pueden ser consideradas seriamente como representantes de un negro africano”, y en cambio, prefiere hablar de una “civilización enigmática” (2000:23) para no reconocer lo evidente de los rasgos africanos de esta cultura, incluso este antropólogo llega a decir de que sus “raíces no se encuentran en ninguna parte”.
            
Recordemos, por otra parte, que en 1974 Andzez Wiercinski presentó en el Congreso de americanistas los resultados de su estudio de Cráneos Olmecas, obtenidos en Tlatico, Cerro Las Mesas y Monte Albán los que “representan una significativa prevalencia del tipo negroide total”
            
Entre los Lacandones, según los resultados del Programa de Genética de la Comisión de Energía de México se ha conseguido células enfermas llamadas “Sickle”, que es un Gran Mutante resistente a la Malaria, el que generalmente se encuentra en la sangre africana,
            
En esta misma línea biológica, George Hooton realizó en 1930 estudios antropofísicos entre los Pecos de Nuevo México, por lo que escribe “debo decir que el negroide de Pecos es má parecido al negro africano que los tipos hallados en Pecos en etapas posteriores.”     Finalmente recordemos que Vivante (1963:253) señala que: “En Centroamérica existen otras leyendas, como la del “Cheneque” del Folklore Olmeco, asunto éste que estudiamos en otro trabajo sobre los negros prehispánicos”.
            
Iván Sertima (1998) ha realizado un interesante trabajo en el que presenta pruebas de la relación entre los Egipcios-Nubios con Los Olmecas del Golfo de México aportando un conjunto de evidencias arqueológicas, lingüísticas y Botánicas para apoyar la tesis del origen africano de los Olmecas.

Haití.
En su “Historia General” Antonio Herrera señala que luego de su segundo viaje, Cristóbal Colón “dijo también que lo que decían los indios de La Española, que había ido a ella, de la parte Sur y de Sudeste, gente negra”.
            
Al preguntar Cristóbal Colon por la procedencia de la aleación de las piezas metálicas llamadas “Guanin”, fue informando que éstas fueron llevados a la isla por comerciantes de rasgos africanos procedentes del Sur y Sureste.
            
Colón lleva algunas muestras de estos Guanin a España en donde fueron analizados y se comprobó que su aleación era la misma de los procedentes de Guinea.
            
Ramón Pané (1988: 11-12) quien estuvo en Quiskeya (actual República Dominicana) en la época de Colón, hacia 1498, refiere que uno de sus héroes culturales “se fue a otra parte isla, que se llama Guanin” e igualmente dice que “los guanines los llevan en las orejas y son de metal casi como de florin”.
            
En el idioma Mende y en el Kono de Africa occidental, Kani y Kanine significa oro y/o aleación plata-oro.

Honduras
Aunque son escasas las informaciones etnográficas y arqueológicas sobre este particular en el caso de Honduras, por ahora disponemos el dato consignado por Fernando de Colón el que refirió que su padre Cristóbal Colón, observó “la existencia de aborígenes con rasgos africanos” en el territorio de lo que hoy se conoce con el nombre de Honduras.

Cuba.
Ramón Pané y Bartolomé de Las Casas, traen referencias sobre el uso de los Guanin. Igualmente a nivel arqueológico está presente entre los Taínos de Cuba la Tradición Barrancoide, a la que nos referimos más adelante.
            
El Dr. Antonio Núñez Giménez (1975:57) al referirse al arte rupestre de Cuba señala que “no menos sorprendente es la semejanza de las pictografías circulares de nuestra Isla de Pinos con las descubiertas en las Cuevas de Kondoa, en Tanzania Central, que pertenecen a la época mesolítica”.

Brasil.
Aunque no disponemos de fuentes etnográficas antiguas sobre Brasil, existen evidencias etnográficas contemporáneas.
             
Según Cupello (1990:58). “Al Noreste del Estado de Bahía hay máscaras de madera labradas recientemente por los grupos negroides descendientes de los precolombinos. Esas máscaras son similares a las que se exhiben en Camerún, costa de Marfil y Guinea. Esto permitiría especular que cinco siglos antes de Colón hubo migraciones del centro de África a Brasil”.
            
Los criptogramas localizadas en Paraiba, analizados por el lingüista Gordón, relata la llegada de un buque de Sidón en el 513 antes de Cristo.
            
A ello agrega Cupello (1990:56) que “es interesante recalcar que la corriente marina del Benguela parte del Sur de África, sube hacia el centro y llega a la costa de Brasil”.
            
Sumemos a todo esto, el hallazgo en Brasil de un cráneo de una joven, bautizada con el nombre de Luzia, el que, según, Walter Never: “Se parece más a la de una africana o australiana que al de una americana”

Ecuador.
La Misión Arqueológica Española en Ecuador, al mando del profesor José Alcina Franch, realizó el Proyecto de Investigación de Esmeraldas en la costa ecuatoriana-colombiana en el que la arqueología Emma Sánchez Montañés (1981) en base a las representaciones antropomorfas de la cerámica, estableció los Estilos: Tachina (1000 y 300 años a.C) Tumaco- Tolita (90 y 1509 años d.C) Tiaone (50 y 190 años d.C) y Atacames (500 y 1500 años d.C).
            
En el estilo Tiaone, influenciado por el Tumaco-Tolita, al decir de Sánchez M. (1981: 53-55) se ubica el tipo La Propicia, en el que se aprecian rasgos fenotípicos africanos en sus figulinas antropomorfas
            
Pedro Porras Garcés (1988:15-28) presentó en el “Congreso de historia del negro en el Ecuador y Sur de Colombia”, celebrado en La Esmeralda entre el 14 y 16 de Octubre de 1988, un trabajo sobre las tradiciones cerámicas ecuatorianas de Vadivia, de la Fase Tachina, con fechamientos entre 1000 y 300 años, a.C, en las que se observan “ caracteres francamente negroides”.
            
Igualmente Porras Garcés refiere detalles de una colección procedente de “La Tolita”, en la misma región de Esmeraldas, constituidas por piezas antropomorfas “estrictamente negroides; aunque parece, para ser sinceros, que casi todas pertenecen a la Fase Tachina”.
            
Por otra parte, en las excavaciones practicadas en Valdivia, se han registrado figulinas antropomorfas con evidente rasgos egipcios-africanos.
           
Perú.
En la Costa Norte del Perú, entre los Valles Lambayeque y Empeña, se encuentra ubicado el territorio de la Cultura Moche, la que se extiende hacia Ecuador, entre cuyas características encontramos las llamada Botellas Moche con representaciones de caras humanas donde se aprecian rasgos de tipo africano, al juzgar por la colección publicada por José Antonio de Lavalle en 1985.

Estados Unidos.
Iván Sertima publicó en New York Time (4-12-75) su trabajo titulado “Archeology’s Discovery of an African precense in America” en el que informa del descubrimiento arqueológico de evidencias óseas en Hull Bay, Sain Thomas, (las Islas Vírgenes), con fechamiento que alcanzan a los 1250 años antes del presente, las que, de acuerdo a la Institución Smithsonian, pertenecen a individuos africanos..
            
Igualmente Sertima hace referencia a los petroglífos (inscripciones) localizados en la parte superior de un pozo de roca en la cascada Saint John’s, cuyas inscripciones fueron descifradas por el Instituto Libio de Antigüedades, indicando que dichas escrituras pertenecían al subfilum Tifinagh de la escritura utilizada no sólo en Libia sino por los Bereberes y un pueblo de Mali.

6.- EVIDENCIAS EN EL CASO VENEZOLANO.
Entre el arqueólogo J.M. Cruxent y el etnólogo Miguel Acosta Saignes, en la década de los años 50 del siglo XX están las primeras aproximaciones en Venezuela del estudio de los posibles contactos africanos a Venezuela antes del siglo XV.
            
Acosta Saignes en su “Etnología Antigua de Venezuela”, publicada en 1954, trabaja el tema de los Guaiquerí y el carácter africano de su piel, tema que retoma en 1986.

6.1.- Datos etnográficos sobre fenotipos africanos
En Diversos informes de los funcionarios coloniales (entre 1498-1800) existen referencias sobre rasgos fenotípicos africanos entre algunos aborígenes del territorio que hoy se conoce con el nombre de Venezuela.
            
Así tenemos que Cristóbal Colón, al decir de su hijo Fernando (1984:247), encontró en la región de Paria, Estado Sucre, “muchos Guanines que son de oro bajo”.
            
Esta noticia debe comprenderse en el contexto del Caribe, en donde, como se ha visto, se reseña la existencia de dichos Guanines de procedencia guineana, según el propio Colón.
            
Antonio Herrera en su historia señala que al llegar al Golfo de Paría, Estado Sucre, Cristóbal Colón se encontró que “gente negra”.
            
Juan de Castellanos (1962:97) en sus “Elegías de Varones Ilustres” dice que los expedicionarios de Antonio Cedeño se encontraron con aborígenes de los Llanos Orientales “ quienes son todos ellos negros como cuervos”.
            
Walter Raleig (1986:123) describe en 1596 a los Aroras, ubicadas entre Cumaná y el Orinoco, al sur de Paria como gente “que son de color igual al de los negros pero tienen pelo sedoso y liso” e igualmente refiere Raleig (1986:102) que a las bocas del Orinoco llevaron “mujeres muy bellas y agraciadas, de no ser por el oscuro que tienen podrían compararse con cualquiera de las mujeres europeas”.
            
Nicolás de Federmann (1945:119) en su expedición de 1530 a los Llanos Occidentales, señala que en territorio del hoy Estado Portuguesa se consiguió con aborígenes de la etnia Guaiquerí “que son una nación completamente negra”.
            
El Padre Ramón Bueno (1933:81) quien vivió entre los aborígenes del Orinoco entre 1785 y 1802, pudo observar que “Los Guamos es una nación del mismo color de los Otomacos; renegridos y muy amantes de vivir en las playas del Orinoco”.
            
Alexander Von Humboldt a su paso por el Oriente venezolano, a comienzos del siglo XIX, realizó un particular estudio sobre los aborígenes de la etnia Chaima, los que se encontraban ubicados entre el territorio de los Cumanagoto y los Warao, en las montañas de Caripe, del hoy Estado Monagas.
            
Según Humboldt (1956:129) “Los Chaimas son generalmente de reducida talla” con un promedio de 1.57 cm. y la piel “Es de un moreno obscuro que tira a bazo”.
            
En 1953 el Dr. Walter Dupuy presentó la noticia sobre una postura sentada de los Waikas, la que clasificó como monopédica o Nilótica, de acuerdo a la propuesta de Gordon W. Hewes publicada en “Américan Anthropology”.
            
Dice Dupuy (1953:448) que la práctica de esta postura entre los grupos Shirianá del Alto Orinoco, “recuerda cierta postura sentada que practican los ‘Katumnag’ de la Nueva Guinea”.
            
Aún cuando las fuentes antes mencionadas se refieren al color oscuro de la piel debemos recordar que “el negro” es sólo una variante de los fenotipos africanos, por lo que debemos incluir otros tipos africanos tales como: el Elongado, el Nilótico, el Bosquimano o Joisán, el Jartum y el Pigmeo.            Finalmente recordemos que sobre los rasgos fenotípicos africanos entre los Guaiquerí, publicó en 1962 un trabajo detallado el antropólogo Miguel Acosta Saignes.

Referencias Fenotípicas Africanas
 (1498-1800)
AÑO
AUTOR
ETNIA
LOCALIZACIÓN
Datos Fenotipos

1498
Cristóbal Colón
Caribe
Región de Paria, Estado Sucre

Existencia de Guanines
1530
Nicolás de Federmann

Guaiquerí
Llanos del Estado Portuguesa
Nación completamente negra
1540-1542
Juan Castellanos

Caribe (?)
Llanos Orientales
Poblaciones negros como cuervos
1593
Walter Raleig

Aroras (Caribe)
Sur de Paria, Estado Sucre y Boca del Orinoco
Gente color igual al de los negros
1785-1802
Ramón Bueno

Guamos Otomacos
Orinoco
Nación de color renegridos
1800
Alejandro de Humboldt

Chaimas
Oriente
Moreno oscuro

6.2. Los Pigmeos en Venezuela.
El explorador alemán Nicolás Von Federmann fue el primero en advertir la existencia de individuos cuya talla se corresponde a lo que la antropología moderna define con el nombre de Pigmeos.      
            
En efecto, luego de atravesar el caudaloso río Tocuyo para entrar al territorio del hoy Estado Lara, en la región centroocidental de Venezuela, Federmann (1945:66) entra en contacto con la etnia Ayamán, de cuyos individuos observa que:
Eran todos de muy pequeña estatura... los mayores tenían cinco palmos de altura y muchos solo cuatro”.

Además de la estatura promediada en 120 cms. a razón de 24 cms. x palmos, según la escala propuesta por Rivet (1974:146), Federmann puntualiza que estos individuos. “Eran sin embargo bien conformados y proporcionados”, aclarando que no se trataba de acondroplásicos o con otras malformaciones físicas.
            
Luego del territorio Ayamán, ubicado en el actual municipio Urdaneta del Estado Lara, continúo Federmann su expedición y entra en contacto con los Gayón, entre los que no registra la misma característica antropofísica, no obstante, otros funcionarios coloniales de la misma época, como en el caso de Alonzo Vázquez Acuña y Antonio Naveros, escriben en 1533 que:
“Hallamos unos enanos que no llegaban a la cintura de un hombre de mediana estatura... y son de la nación que se llaman Coyones”.

Desde entonces pasaron más de trescientos años para que el texto de Federmann se tradujera al castellano y le correspondió a otro alemán, el profesor Gustavo Adolfo Ernst, presentar a sus alumnos de la Universidad de Caracas (hoy Universidad Central de Venezuela) sus consideraciones sobre este tema de los Pigmeos e incluso en 1877 publicó una nota en la que, entre otras cosas, indicaba que “no parece imposible que un día puedan encontrarse restos de ellos”.
            
Un alumno de Ernst, Alfredo Jahn, planificó y ejecutó en 1910 una expedición siguiendo la ruta que debió recorrer Federmann en 1530, entrando en contacto con los descendientes de los Ayamán y Gayón, cuyos resultados publica en 1927, en los que refiere que:
“Es notable también la frecuencia con la que todavía ocurren las talla de Pigmeos entre los descendientes de los Ayamanes y Gayones del Estado Lara... También hemos visto (a dichos pigmeos) en Arenales (de Carora) y El Cerrito, cerca de Quibor, que fueron residencia de los indios Gayones”

6.2.1 Yu’pas y los Ayamàn-Gayón
Estas y otras informaciones han llamado la atención a los científicos sociales modernos, quienes han intentado entrar en contacto con los grupos de Pigmeos mencionados en la Sierra de Perijá, Estado Zulia, y en el Estado Lara en el occidente de Venezuela.
            
Así, por ejemplo, en 1920 Gustaf Bolinder entró en contacto con los Yu’pa de Perijá, e igualmente el belga R de Wavrin sube a Perijá, entre 1931-32, cuyo trabajo publicó en Paris en 1953 insistiendo que aquellos pobladores “son absolutamente normales desde el punto de vista físico” (En: Rivet; 1974:149).
            
A partir de 1940 los profesores José María Cruxent y Miguel Acosta Saignes retoman la discusión sobre el tema de los Pigmeos en Venezuela en el contexto de las migraciones Trasatlánticas desde el continente africano.
            
Cruxent participa en 1947 en la expedición de la Sociedad Venezolana de Ciencias naturales a la Sierra de Perijá y entra en contacto con un grupo de Pigmeos pertenecientes a la etnia Yu’pa, entre quienes hace mediciones que publica luego en 1953 el antropólogo físico Eduardo Fleury- Cuello.
            
A Cruxent le seguirán otros investigadores que suben a Perijá y conviven con los Yu´pa, entre los que se destacan Helmut Straka y Luis. T. Leffer.
            
Entre 1958-59, Laffer realiza mediciones entre los Yu’pas del río Tukuko, de Perijá, obteniendo una talla promedia de 133 cms. (En: C. Cesari; 1995:20).
            
Por otro lado, Cruxent organiza y ejecuta en 1957 con la antropóloga física A. Díaz Ungría y sus estudiantes de la Escuela de Socialogía y Antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), entre los que se encontraba Adrián Lucena Goyo, una expedición al territorio Ayamán del Estado Lara, entrando en contacto con sus descendientes, por lo que informaron que:
“se hizo importantes estudios, entre estos Pigmeos venezolanos, comprobando que tienen una talla que está entre las más bajas de la tierra, dando una media de 1.53 metros para los varones y 1.39 metros para las hembras”.
            
Los resultados de estas investigaciones, y de otras realizadas en el continente, fueron tomados en cuenta por el etnólogo Paúl Rivet al momento de referirse a los pigmeos en su tesis sobre los orígenes del hombre americano. De allí que Rivet (1974: 143) puntualice que:
 “según nuestro parecer, el problema del Pigmeo americano debe ser colocado en el problema conjunto de la raza pigmea(...) Dado el estado actual de nuestros conocimientos, podemos decir que en la región sudamericana donde existen o han existido Pigmeos, es el vasto territorio que se extiende al norte de Amazonas, comprendiendo una parte de la Cuenca del Orinoco el que, hacia el oeste se extiende hasta la cordillera de Périja, la Península de Guajira, hasta el Valle del alto Sinú y el Darien.”
            
Agreguemos a estas investigaciones los resultados del investigador Otto Zerries quien encontró entre 1954-55, pobladores con talla de pigmeos entre los Yanomami, en el territorio comprendido entre los ríos Ocamo, Manaviche, Bocón y Mavaca, al sur del Estado Amazonas.
            
Si bien en los estudios etnográficos se reportan núcleos humanos pigmeos entre las etnias Ayamán, Yu´pa y Yanomami, la arqueología no logró resultados sino hasta mediados de la década de los años 60 con los hallazgos de varios cementerios antiguos en la depresión de Quibor y en el Valle de El Tocuyo, en el territorio sur del Estado Lara.
            
El primero en señalar evidencias de este tipo fue el antropólogo Mario Sanoja Obediente el que informó para el diario “El Nacional”, Caracas 3 de Agosto de 1966, lo siguiente:
“Lo que podría ser el primer cementerio indígena pigmeo en Venezuela y en América, acaba de ser descubierto por el Dr. Mario Sanoja, Director del Departamento de Antropología de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes y 12 estudiantes de tercero y cuarto años de la Escuela de Antropología y Sociología de la Universidad Central. El lugar del hallazgo se halla en el Distrito Quibor, Estado Lara, sitio “Las Locas”, nombre dado a la región por los mismos excursionistas. Aunque la mayoría de los indicios que se tienen como resultado de esta excursión hace pensar ya en la presencia de pigmeos en Venezuela, si los que se están realizando corroboran este hipótesis, la misma va a cambiar las ideas que hasta el presente se tienen acerca del poblamiento primitivo de Venezuela y de América”.

El arqueólogo Adrián Lucena Goyo, inicia en 1965 una campaña de rescate en un cementerio ubicado en el centro de la población de Quibor cuyos resultados presentan en el XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Lima, Perú, en 1970. En resumen Lucena (1971: 257) expone los siguientes resultados
“De la primera excavación en Quíbor se obtuvieron 130 enterramientos, caracterizados por talla baja (una media aritmética de 135, cms.), con la excepción de un solo ejemplar que presentó una talla de 165 centímetros aproximadamente. La estatura que en vida tendrían estos individuos corresponde, según nuestras observaciones preliminares, a la que los antropólogos físicos asignan a los pigmeos”.
            
En 1975 el yacimiento donde se encontraban las evidencias obtenidas por Lucena y su equipo de trabajo fueron destruidas por el gobierno local, por lo que hubo que ampliar el plan de investigaciones en la región.
            
Así tenemos que Lucena trabaja otros yacimientos en la misma zona de Quibor al mismo tiempo que encomienda a Pedro Pablo Linárez (estudiante entonces de la UCV) a realizar observaciones etnográficas entre los descendientes de la Inter.-etnia Ayamán-Gayón, quien entra en contacto con los núcleos de pigmeos del Valle de Moroturo, Municipio Urdaneta, Estado Lara, con los que convive.
            
En 1982, Linárez junto a Lucena comienza el rescate arqueológico de un cementerio en el Valle de El Tocuyo, ubicado a escasos 20 Km. de Quibor, encontrándose con las mismas características de los Pigmeos de Quibor.
            
Linárez introduce un nuevo elemento en la investigación, al incorporar a los descendientes de la etnia Gayón, pobladores del Sur del Estado Lara y Norte de Portuguesa, ubicados en los caseríos conocidos con el nombre de “Las Huertas” de Humocaro Bajo y la “Loma de los Indios” de Chabasquén, entre cuyos descendientes se conservan núcleos de familias con tallas que permiten ubicarlos en la categoría bio-antropológica de los Pigmeos.

6.2.3. La discusión sobre los Pigmeos.
Luego de 1947 cuando Cruxent presenta sus observaciones sobre la estatura Pigmea entre los Yu’pa, la antropóloga física Adelaida Díaz Ungría y sus alumnos de la UCV se dedicaron a examinar esta etnia desde diversas perspectivas biológicas con el fin de determinar la baja estatura de dicha población, recurriendo para ello a diversas premisas teóricas para descalificar su condición pigmea.
            
Resultado de dicha postura es el hecho que entre los antropólogos que posteriormente han trabajado entre los Yu’pa excluyan el tema de la pigmoicidad.
            
Sin embargo Díaz Ungría (1969: 52y 60) admite que “en cualquier caso se tiene que admitir que la estatura media de todo el grupo Yu’pa en general es muy baja y próxima al límite de 1.50 m. que para las tallas medias de las poblaciones se acostumbra establecer como el límite del pigmeismo”.
            
Observa esta antropóloga física que “nada tendría de extraordinario la presencia de poblaciones con estas características (de pigmeos) en la Sierra de Perijá y nada, tampoco, que se comprobase con nuevos datos, ya que los que existen son insuficientes, que en efecto la estatura es inferior a 1.50 m. en las poblaciones de Shupata, Irapa e Irapa de la Sierra de Perijá”.
            
Finalmente en 1974 la Dra. de Díaz Ungría, señala que: “No hay grupos de pigmeos en Perijá; pero la forma de evolución es típica de que sus antecesores lo fueron posiblemente”.
             
            
En el caso de los cementerios arqueológicos de Quibor y El Tocuyo, propuestos por Lucena y Linárez, en su tesis sobre los Pigmeos, la discusión ha sido igualmente insistente, con el agravante que en la mayoría de los casos los autores de la antitesis no se han basado en datos empíricos sino en suposiciones, salvo en el caso del arqueólogo Mario Sanoja Obediente quien trabajó en el mismo cementerio excavando por Lucena en Quíbor.
            
Curiosa e irresponsablemente tres días después haber iniciado dicha excavaciones, Sanoja negó la existencia de pigmeos, sin haber siquiera analizado suficientemente las evidencias en pleno proceso de excavación.
            
Debemos puntualizar que la existencia de los Pigmeos no solo ha sido negada en Venezuela y América sino en el propio continente africano en donde los científicos racistas insisten en decir que la particular condición física de estos grupos humanos obedece a un proceso degenerativo (tal como sucede en el caso venezolano) motivo por el cual el Dr. Jean Pierre Hallet (1975) quien convivió durante dos décadas con los pigmeos Kitabu, puntualiza que
 “Si la sorprendente y original constitución de los pigmeos hubiera sido el resultado de una degeneración, la raza pigmea hubiera desaparecido hace tiempo. Se conoce su presencia histórica en África Central por milenios y lejos de ser una raza decadente, es uno de los pueblos más sanos, vigorosos y prolíficos(...) Los pigmeos son gente que tiene una vida exitosa. El pueblo más antiguo de la historia registrada, así como el más pequeño y “primitivo”. Andaban por ahí antes de fundarse el Egipto dinástico, hace unos 5200 años, y han permanecido en su estado puro dos mil años más que sus admiradores faroónicos”

 6.3. Industrias paleolíticas de Falcón-Lara.
En las exploraciones arqueológicas practicadas en Cerro Runa, en el Congo, descubre Cruxent un yacimiento paleolítico cuya morfología guarda estrecha semejanza con las de Venezuela.

Se trata de la sorprendente semejanza entre las industrias líticas del Congo, (pertenecientes a los períodos Sangüen y Chitolien) con las de Camare y Las Casitas del Estado Falcón, en el Noroeste de Venezuela, pertenecientes al Complejo “El Jobo”.

Este trabajo lo presentó Cruxent en el Congreso de africanistas de 1959 bajo el título de “Decoverte au Venezuela des cultures tithigues du paleo-indien. Comparation Typogique avec Quelques cultores de Paleo-Africain”. Además, en conversación sostenida entre nosotros J.M. Cruxent, nos dice que
 “Lo más importante de comparar no es que esa pieza se parece a ésta, sino la forma como evolucionó la industria, es decir de Camare a Las Casitas, en El Jobo en Venezuela y en África también evoluciona desde el Sangüen, que es lo más viejo, hasta el Chitolien, que es el más nuevo allá. Todo esto trae una trayectoria de evolución convergente con la trayectoria de evolución en Venezuela, es decir, ya no son aspectos aislados.

Sumemos a los resultados obtenidos por Cruxent, las observaciones posteriores realizadas por el arqueólogo norteamericano Allan Bryan en 1969 (En: Jaimes; 1992:21) quien señala que: “las largas puntas bifaciales de América estarían emparentadas con las antiguas tradiciones difundidas desde África, Europa y Asia”.

Bryan (1978:73)al referirse a las comparaciones tipológica entre las colecciones paleolíticas de Africa y el Jobo de Venezuela, establecidas por Cruxent, señala “Although he arqued that the posibility of unintentional trans Atlantic conectamus not be ignore”.

6.4. Pipas de Arcilla en Perijá.
Como se ha dicho Cruxent, realiza en 1947 la expedición con la Sociedad de Ciencias Naturales a la Sierra de Perijá, Estado Zulia, donde entra en contacto con la etnia Yu´pa, de quienes se tenía noticias desde comienzos de siglo XX en las que se reporta su baja estatura y su posible carácter Pigmeo.
            
Además Cruxent realiza observación de la cultura material de estos pueblos donde consiguió un sistema de escritura mnemotécnico llamados Tiyotio y el uso de Pipas de Arcilla para el consumo del tabaco.
             
Recordemos que en su expedición al África, Cruxent (1959) entra en contacto con los Pigmeos Bambuti del Congo entre quienes encuentra igualmente el uso de la pipa de arcilla.

6.5. Trípodes y pipas en la depresión de Quíbor y Valle del Tocuyo.
En este mismo orden consideremos que tanto en los cementerios de Quíbor y El Tocuyo, como en otros yacimientos arqueológicos del Estado Lara y la región occidental del país, se han localizados vasijas en forma de Trípodes, pertenecientes a las tradiciones cerámicas Tocuyanoides y Tierroides con fechamientos entre 1000 años aC y 1790+-90 años DC. Esta información amplía el área de distribución universal de esta forma de vasijas señaladas por Alcina Franch (1969) para robustecer su tésis de los contactos trasatlánticos.
            
También aparecen asociadas a las tradiciones cerámicas arqueológicas de los cementerios Pigmeos de Quíbor y El Tocuyo, las pipas de arcilla, las que también ha sido referenciadas por Cruxent entre los Pigmeos de Yu’pa y entre los pigmeos de África.

6.6. Práctica en el consumo del tabaco.
Cuando la antropóloga Nadiv Chacin analizó en 1996 las evidencias óseas de las colecciones óseas obtenidas por Lucena en las excavaciones del cementerio pigmeo de Quibor, pudo observar que entre los cráneos analizados existían evidencias de consumo de tabaco en la parte posterior de los caninos de adultos, práctica esta común entre los africanos y afrodescendientes conocidas con el nombre de “fumar con la candela hacia adentro” , la que es reportada incluso en el siglo XVI por José Oviedo y Valdez.

6.7. Los Barrancoides. Evidencias africanas arqueológicas y etnográficas en el Orinoco.
En la margen izquierda del Bajo Orinoco, en el pueblo conocido con el nombre de Barrancas, Estado Monagas, se localizó a comienzos del Siglo XX un primer yacimiento arqueológico cuya cerámica fue clasificada bajo la categoría de análisis con el nombre de Serie o Tradición Barrancoide, la que se ubica geo-espacialmente en la costa Atlántico-Caribe, área donde precisamente convergen las corrientes marinas procedentes de Costa Áfricana-occidental.
            
Esta tradición Barrancoide representa uno de los centros alfareros más antiguos en este continente, la que se extiende del Bajo Orinoco hacia el nororiente, los llanos occidentales y el Amazonas.
            
A pesar de los rasgos evidentemente africanos de las representaciones antropomorfas en la decoración modelada-incisa de la cerámica Barrancoide, nuestros investigadores poco o nada han dicho sobre este particular detalle el que se limitan a describir geométricamente, no obstante que en 1906 el Dr. Elías Toro, Fundador de la Cátedra y el museo antropológico de la Universidad Central de Venezuela, al analizar una colección procedente de Barrancas del Orinoco, advirtió los rasgos africanos en las representaciones antropomorfas de esta cerámica, pero desde entonces las generaciones de investigadores subsiguientes han guardado silencio sobre este particular .
            
En su monografía publicada en 1958 Cruxent y Rouse (1982: 392) señalan que “En algunos cuellos y panzas se encuentran grandes y grotescos rostros humanos, que dan lugar a vasijas de efigies”,comentario este que repite Cruxent (1971:95), cuando dice que “en algunos cuellos y panzas de vasijas aparecen grandes y grotescos rostros humanos bezudos”.
            
Como se puede apreciar, lo único que agrega este autor en su segundo comentario es la particular característica de los labios gruesos en dichas representaciones, por lo que los describe taxonomicamente como bezudos.
            
El único autor que ha insinuado, aunque tímidamente, estas características ha sido el crítico de arte Alfredo Boultón (1978:50), quien en la descripción de dicha cerámica se atrevió a sugerir que:
            
“Alexander Von Wuthenau e Ivan Van Sertima tienen muy interesantes trabajos sobre algunos de los primitivos pobladores de América, según las teorías de los difusionistas, en el caso de África. Esta pieza (de Barrancas) vendría a reforzar esas teorías. La forma de la nariz y de la boca son muy significativas. Las migraciones precolombinas de África a América, que se cree se iniciaron desde Cabo Verde, tenían en las costas de Brasil y de Venezuela un trayecto mucho más corto que el de Golfo de México donde aparecieron las grandes y monumentales cabezas de los Olmecas. Muchas de nuestras piezas barrancoides tienen rasgos faciales de marcado sabor africano”.
            
Según las observaciones producto de nuestro trabajo de campo en Barrancas y Saladero, (Linárez y Valera: 2003) en dicha cerámicas existen representaciones de rostros humanos en los que se aprecia claramente rasgos africanos.
            
Entre los estilos Barrancoides del lago de Valencia, se han localizado diversas pipas de arcilla para el consumo del tabaco.
            
Alberta Zucchi, (1993) citando a Donal Lathrp, al igual que Mario Sanoja (1979) señalan que la Cerámica Barrancoide se extiende aguas arribas del Orinoco hacia Ronquin, La Gruta, Cedeño y Saladero. Este último en el área de Apure. Igualmente hacia las Costa Occidentales, Centrales y Orientales en La Pitía, (estado Zulia) en El Palito y la Cabrera (Estado Carabobo), San José de Barlovento y El Guapo (Edo Miranda), Chuao (Edo Aragua) Irapa, Valerio y Cuartel, en el estado Sucre.
            
Incluyamos en este inventario de yacimientos arqueológicos asociados a la tradición Barrancoide a la isla de Los Roques, ubicadas frente a la costa central de Venezuela.
            
No perdamos de vista que en la tradición cerámica Tocuyanoide, de la Región centrooccidental de Venezuela, y en la Santa Ana, en Los Andes de Trujillo, está presente el modelado-inciso característico de los Barrancoides, según advierte Cruxent (1971).
            
Los demás yacimientos vinculados a dicha tradición Barrancoide se encuentran en el área Insular Caribe-Atlántico en Trinidad y Tobago, República Dominicana, Cuba y Puerto Rico.
            
Visto geo-espacialmente, tenemos que la cuenca Caribe-Atlántica fue el escenario en el que actuaron los pobladores artífices de la cerámica Barrancoide, tanto en las riberas como en las costas y en las islas, área ésta donde convergen las corrientes marinas que hacen posible el desplazamiento de migraciones humanas desde la costa occidental africana, lo que explica las representaciones simbólicas de carácter antropomorfo africano en la decoración modelada incisa de esta cerámica, considerada cronológicamente entre las más antiguas del continente, junto a Puerto Hormiga, (Colombia), y de Valdivia, (Ecuador), las que también guardan relación con las Barrancoides en sus atributos morfológicos generales.
            
Estos registros arqueológicos permiten, además, explicar diacrónicamente los datos etnográficos sobre la existencia de los pobladores africanos, tal como lo reporta Cristóbal Colón para Dominicana, al igual que Núñez de Balboa para Panamá y Colombia,
            
Al igual que en el caso venezolano en las crónicas de Colón, Cedeño, Raleig, Federmann y Humboldt referidas a los Guaiquerí y Los Chaima de las Costas Orientales y Orinoco, a los Guamo y Los Guaiquerí de los Llanos de Cojedes-Portuguesa, los Ayaman-Gayón de la región Portuguesa-Lara-Falcón, y los Yu’pas de Perijá en Territorio Venezolano-Colombiano.
            
Es decir que estos registros permiten comprender etnohistóricamente la presencia africana en este contexto geográfico Caribe-Atlántico, cuya cronología ha sido estimada a partir del primer milenio antes de cristo, y se continúa hacia los siglos XVI y XVIII, cuyos descendientes guardan sus representantes entre algunos grupos étnicos actuales del oriente y occidente venezolano, particularmente entre los Guaiquerí, Los Ayamán-Gayón y los Yu’pas.
            
Siguiendo la metodología etnohistórica Cruxent (1971:95) es de la idea de la continuidad de la tradición Barrancoide hacia Siglo XVI, por lo que señala que:
 “Es posible que los españoles encontraran algún grupo barrancoide superviviente, ya que en la crónica de Gonzalo Oviedo y Valdez dice que guerreando Diego de Ordaz por el Huyapari (El Río Orinoco) no lejos del pueblo de Aracay hallaron loza o barro labrado tan gentilmente e pulido más que los de Talavera”.
             
6.8. Vírgenes Vestales.
El etnólogo Gilberto Antolinez, basado en datos etnográficos de los funcionarios coloniales, recuerda la existencia de las Vírgenes Vestales, también consideradas como indicadoras de la presencia africana por Alcina Frach en su ya citada obra.
            
Dice Antolinez (1972:78-79), citando a Samuel Darío Maldonado, que entre los Chibcha de Colombia y sus parientes Timotocuicas de los andes venezolanos existieron los Conventos de Vestales. Igual Antolinez, citando al etnólogo Julio César Salas, refiere la institución de las Vestales entre los Achaguas de los llanos occidentales de Venezuela.

6.9. Figulinas pierniabiertas, urnas con tapas y Duhos.
Figulinas Piernieabiertas propuestas en su tesis por Alcina Franch (1969) también existen en las Colecciones Venezolanas de los andes (Cruxent; 1971-222-223), al igual que las vasijas Mango-vertedero en el Lago de Valencia (Estado Aragua) pertenecientes a los grupos Barrancoides (Cruxent, 1971:225).
            
También se ha localizado urnas con tapas con apéndices zoomorfos y antropomorfos en la región del Guasare, Edo Zulia y en la Cueva Cucurital, en los raudales de Atures (Orinoco) explorada por Crevaux, quién presenta un dibujo de los objetos arqueológicos donde se destaca, a efectos del presente trabajo, una urna con su tapa provista de un apéndice Zoomorfo.
            
Los Duhos de sentarse están presentes en la arqueología andina venezolana (Cruxent, 1971: 209 y 180) y entre losa pueblos Caribes del Orinoco según Theordor Koch-Grüberg (1982: (III) 81, 83, 265).

6.10. Momificación:
En Venezuela se tienen reportes sobre momificación desde 1823, pero no fue sino hasta la década de los años 90 cuando el museo arqueológico de la Universidad de Los Andes se ha dedicado al trabajo sistemático de estas evidencias para sus análisis, como el caso de estudio odontológico del Dr. Carlos García. S.

6.11. Noticias etnolingüísticas.
El antropólogo Iván Sertima en su trabajo sobre “Los Viajes de los mandingos” ( 1998) hace referencia sobre los fonemas Barbacoas y Canagua, entre otras, los que se han considerado como toponímicos indígenas en las áreas estudiadas en Venezuela, sin embargo tienen sus correspondientes en Panamá y Colombia, al igual que en África.
             
Así tenemos que “Barbacua es el nombre de una ciudad portuaria en la desembocadura del Senegal, y Barbasis o Barbasin era el nombre genérico que se la daba a los Sereres quienes estaban en el área de Barbacoa” dice Sertima.

6.12. Petroglífos
Giusepe Orsi Broglía publicó en 1890 sus observaciones y dibujos de los petroglifos de Tiramuno, en de Cuchivero, Estado Bolívar, y en el Raudal de Chicagua, Estado Amazonas, encontrando en algunos motivos de dichos grabados “similitud con algunas piedras sepulcrales descubiertas por el explorador italiano Traversi en sus viajes por las regiones africanas de los Guaragos, al Sur-Este de Godú, cerca de Abisinia”.

6.13. El Plátano llegó de África antes del siglo XVI
El Profesor J.M. Cruxent (1977:44) siguiendo la tesis del etnobotánico León Croizat, advierte que “El plátano existía en algunos lugares de América antes que los españoles trajeran las primeras plantas de plátano dominico, guineo y otras especies del Africa”.

7.- EL PROBLEMA DE LOS ORÍGENES.
Para satisfacer los criterios ultra-racionales y etnocéntricos de los centros científicos de poder nos han construido una memoria unilateral sobre las migraciones humanas antiguas que arribaron a nuestro continente.

En este sentido miramos el mapamundi en orientación hacia la derecha (Este) de manera que en los mapas la línea indicadora de la ruta sobre las migraciones humanas parte desde África, pasando por Europa y Asía para atravesar después el estrecho de Bering o el Pacifico y finalmente arribar a nuestro continente.

Este trayecto, de por lo menos 26.000 Kms, resulta demasiado extenso y dilatado, mientras que si miramos a la izquierda (al Oeste) se observa una distancia de menor distancia y menor tiempo en su recorrido. 

En consecuencia tenemos que desde África por el Atlántico a este continente hay un salto, no solo por la distancia, sino por las posibilidades que brindan las corrientes marinas, como hemos visto en las experiencias náuticas de Bakari II (1312), las de Ra-I y Ra-II de Heyerdaht (1969-70) y la expedición Atlántis (1984).

De allí que desde la perspectiva transdiciplinaria, proponemos que del origen del Hombre “Americano” está mal planteado desde el comienzo, en tanto que se confunde el momento arribo del hombre ancestral a este continente con su origen como tal, de modo que se habla cotidianamente del hombre Americano como si este fuese en esencia un ser escindido y distinto a sus ancestros.
            
Por lo tanto, formulamos que los hombres y mujeres que arribaron antiguamente a este continente forman parte de unos ancestros comunes y por el sólo hecho de atravesar el Pacifico, el Atlántico o la Beringia, no dejaron de pertenecer a sus ancestros común, por el contrario, al migrar a este continente son portadores de la herencia biológica y social acumulada durante milenios, recreada luego en nuestras tierras.
            
El hombre al migrar desde cualquier localidad del mundo no deja su historia del otro lado, por el contrario, la enriquece y la suma en su experiencia vital, de tal forma que su historia es la misma a la de sus ancestros y no apenas un fragmento de lo vivido luego de sus migraciones.
            
Nos parece demasiado excluyente considerar que aquellos son parte de un Viejo Mundo y nosotros de un Nuevo Mundo. Esto no es verdad desde el punto de vista humano, por cuanto somos un solo mundo social, herederos de una tradición de por lo menos 6 millones de años, de acuerdo a los últimos fechamientos obtenidos en las evidencias africanas.
            
Por lo antes expuesto, proponemos que no se debe fragmentar la historia de la humanidad y, en consecuencia, la historia de los hombres y mujeres que viven en este continente es la misma a la de sus ancestros. De tal manera que hablar de El Hombre Americano es un mito etnocéntrico, por cuanto formamos parte de unos ancestros comunes y al arribar a este continente en ningún momento abandonamos nuestra herencia biológica y cultural, por el contrario, aquí continuamos enriqueciéndola.

8.- LA HUELLA AFRICANA.
Hipotetizamos que grupos humanos partieron hace unos 5 mil años desde las costas occidentales del continente africano realizando la travesía por el Atlántico en rusticas embarcaciones las que ayudadas por las corrientes marinas llegaron a las costas de la cuenca Caribe-Atlántico y desde allí penetraron al territorio de las Pequeñas y Grandes islas Antillanas y a la Tierra Firme de México, Guatemala, Honduras, Panamá, Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana, Ecuador y Perú.
            
En el caso de Venezuela tenemos evidencias de grupos que entraron al interior por el Este, a través del Orinoco, y otros por el norte por el río Tocuyo, en la Región Centrooccidental:

1.- La primera migración, autores de la cerámica arqueológica Barrancoides (1000 años A.C) parte de Trinidad y Tobago e ingresa por el Delta del Orinoco y por Mabaruma hacia el curso bajo, y por allí continúan, río arriba, hacia el Medio Orinoco y siguen hacia los Llanos occidentales por los Estados Apure, Barinas y Portuguesa, cuyo extremo lo ubicamos en este ultimo Estado en Turén y Chabasquén, donde pudieron haberse encontrado con los grupos que arribaron por las riberas del Tocuyo. (Ver: mapa Nº).

Sobrevivientes de estos grupos son los Guamo y Guaiquerí, según los datos etnográficos antiguos reportados.

Otros Barrancoides se desplazaron desde el Bajo Orinoco hacia el nororiente hacia el Estado Sucre (Cuartel), cuyos sobrevivientes, según los documentos etnográficos antiguos, serían los pueblos de filiación Caribe como los Chaima, los Arora y los habitantes del pueblo de Aruacay.

También desde el Medio Orinoco se desplazan grupos portadores de la tradición de los Barrancoide hacia el centro del país por la vía de los llanos hacia el Lago de Valencia y hacia Barlovento, los que luego se desplazan a las costas de los Estados Carabobo (El Palito) Aragua (Chuao) Distrito Federal y Sucre incluso hacia las islas vecinas (Los Roques) y hacia las Antillas Menores y Mayores, cuyos descendientes pertenecen a los grupos Taínos reportados en los datos etnográficos antiguos. (Ver: mapa Nº )

2     Una segunda migración africana arribaría por las costas del Estado Falcón y por el río Tocuyo se introduce hacia los Estado Lara y Portuguesa, cuyas evidencias arqueológicas se reportan en los cementerios de Pigmeos de la Depresión de Quibor y el Valle de El Tocuyo (Estado Lara). Sus sobrevivientes estarían representados por los grupos Ayamán y Gayón cuyos representantes históricos sobreviven en los Estados Falcón, Lara y norte del Estado Portuguesa.

3     Sobre los pigmeos de la etnia Yu’pa de la Sierra de Perijá, en el territorio limítrofe Venezuela-Colombia, Kay Tarble (1985:69) puntualiza “podrían haber llegado desde los llanos a través de la depresión de San Cristóbal, o navegando por la Costa, desde la zona de Tucacas y bajando por el Lago de Maracaibo”.

Finalmente sumemos las noticias arqueológicas y etnográficas de africanos en el Golfo de México, Haití, República Dominicana, Guatemala, Honduras, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Brasil.

Cronológicamente Ecuador es el más temprano con 3330 años A.C, le sigue Colombia con 3090, Panamá con 2140 años A.C, Venezuela y Amazona 1000 A.C, Perú 1200, Trinidad 180 años A.C,

Lo ante expuesto revela que estamos ante la presencia de 7 focos Migratorios de penetración (Cuba, Haití, República Dominicana, México, Ecuador, Panamá, Colombia y Venezuela) considerando que la presencia en Amazonas y Perú derivan de los Focos antes señalados.

En síntesis, en el contexto pluriétnico y multicultural de la cuenca Caribe- Atlántica existen evidencias de la huella africana pobladora antigua de este continente.

9. El ADN traza la Ruta Humana de África a América
En la introducción de este trabajo dijimos que el futuro nos depararía sorpresas y parece ser que esta es la tendencia en la actualidad, sobre todo con los estudios de biología molecular, cuyos trabajos, al decir de James Sheeve, reportan que:
“ES probable que los marcadores de ADN ancestrales se presentan con mayor frecuencia entre los boquinanos del Sur de África y los Pigmeos de Biaka, asentados en el centro del Continente, así como algunas tribus del Este de África”.

Por lo que en la edición de mayo de 2006, Sheeve puntualiza que el ADNA nos permite trazar la ruta que siguieron los primeros humanos.
            
Al referirse al Proyecto Genográfico dirigido por Spencen Well, explorador residente de Nationanal Geographic y a los trabajos del antropólogo molecular Thedore Schurr Sheeeve (2006:65) dice que “los grupos nativos estadounidenses como los Seaconke-Wampanoag tienen ascendencia tanto europea como africana y nativa norteamericana”.
            
Agrega, además, Sheeve que “la primera mutación conocida salió de África en la M168 y surgió hace unos 50 mil años. El cromosoma y de un nativo norteamericano con varias mutaciones, incluidas la M168, demuestra sus ascendencia africana”.
            
Ahora es cuando comienzan las sorpresas de los adelantos científicos de las distintas disciplinas de las ciencias humanas cuyos resultados amplían el horizonte de la visión mutipolar del mundo.
           
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24  PERERA, Miguel Ángel. 1994. “La Mirada perdida”. Monte Ávila Editores. Caracas, Págs. 294.

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Los americanistas de la escuela Yankee-francesa, apegados su difusionismo racional, han intentado ocultar las evidencias sobre antiguas migraciones humanas desde África a nuestro continente, posición esta esgrimida para imponer el aislacionismo como doctrina política imperialista negadora de la condición universal-internacionalista de los pueblos del mundo, incluso han llegado a poner en duda las posibilidades del Atlántico tal como lo hizo Paúl Rivet, obviando milenarias experiencias náuticas.
      En este libro Pedro Pablo Linárez, y su equipo de investigación, desafían al mundo académico presentando diversas evidencias arqueológicas, etnográficas, lingüísticas y genéticas que hablan de antiguas migraciones africanas que arribaron a este continente.
      La lectura de este texto, escrito desde una perspectiva multipolar, no busca convencer a convencidos, sino romper con el silencio impuesto por los imperialistas del conocimiento quienes han pretendido imponer la teoría asiática como única y obligatoria olvidando que vivimos y somos un mundo multipolar.


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