sábado, 14 de diciembre de 2013

Consideraciones en torno al acto de estudiar por Paulo Freire


El acto de estudiar no es neutro, refleja intencionalidad de quien lo promueve, ya sea claramente manifiesta o soterrada, implícita. Por ello desde la selección de unas fuentes determinadas, del método o métodos, y de la teoría con la cual se trabaja está permeada por la condición política del docente, algunas veces confrontando el Estado otras apoyándolo. No existe neutralidad educativa y por tanto no existe neutralidad política. El acto de estudiar es difícil en cuanto significa descifrar textos para ser confrontados con la realidad y poder enriquecer la lectura que de esta tenemos, para una vez estudiados re-hacer la teoría y poder concretar una mejor práctica.

Consideraciones en torno al acto de estudiar

Paulo Freire

 (Tomado de: La importancia del acto de leer y el proceso de liberación.
México, Siglo XXI (decimosexta edición), 2004, pp. 47-53)
Toda bibliografía refleja la intención fundamental de quien la elabora: la de atender o despertar el deseo de profundizar conocimiento en aquel o aquellos a quienes se propone. Si falta, en quienes la reciben, el ánimo de usarla, o si la bibliografía en sí misma no es capaz de desafiarlos, se frustra entonces esa intención fundamental.
La bibliografía se convierte en un inútil papel más, entre otros, perdida en los cajones de los escritorios. Esa intención fundamental de quien hace la bibliografía le exige un tripe respeto: hacia las personas quien se dirige, hacia los autores citados y hacia sí mismo.
Una relación bibliográfica no puede ser una simple serie de títulos, hecha al acaso o de oídas. Quien la sugiere debe saber lo que está sugiriendo y por qué lo hace. Quien la recibe, a su vez, debe encontrar en ella, no una prescripción dogmática de lecturas, sino un desafío. Desafío que se hará más concreto en la medida que empiece a estudiar los libros citados y no a leerlos por encima, como si apenas los hojease.
Estudiar es, realmente un trabajo difícil. Exige de quien lo hace una postura crítica, sistemática. Exige una disciplina intelectual que no se adquiere sino practicándola. Esto es, precisamente, lo que la “educación Bancaria” no estimula. Por el contrario, su tónica reside fundamentalmente en matar en los educandos la curiosidad, el espíritu investigativo, la creatividad. Su “disciplina” es la disciplina para la ingenuidad frente al texto, no para la posición crítica indispensable.
Este procedimiento ingenuo al cual se somete al educando, junto con otros factores, puede explicar las fugas del texto que hacen los estudiantes, cuya lectura se torna puramente mecánica, mientras que con la imaginación se desplaza a otras situaciones. Por último, lo que se les pide no es la comprensión del contenido, sino su memorización. Si el estudiante consigue memorizarlo, habrá respondido al desafío.
En una visión crítica las cosas ocurren de otro modo. Quien estudia se siente desafiado por el texto en su totalidad y su objetivo es apropiarse de su significación profunda. Esta postura crítica, fundamental, indispensable al acto de estudiar, requiere de quien a eso se dedica:

a)      Que asuma el papel de sujeto de ese acto. Esto significa que es imposible un estudio serio si quien estudia se coloca frente al texto como si estuviera magnetizado por la palabra del autor, a la cual atribuiría una fuerza mágica; si se comporta pasivamente, “domésticamente”, procurando solamente memorizar las afirmaciones del autor; si se deja “invadir” por la firma del autor; si se transforma en una “vasija” que debe ser llenada por los contenidos que toma el texto  para colocarlos dentro de sí mismo.
Estudiar seriamente un texto es estudiar  el estudio de quien estudiando lo escribió. Es percibir el condicionamiento histórico-sociológico del conocimiento. Es buscar las relaciones entre el contenido en estudio y otras dimensiones afines del conocimiento. Estudiar es una forma de reinventar, de recrear, de reescribir, tarea de sujeto y no de objeto.  De esta manera, no es posible, para quien estudia en esta perspectiva, alienarse con el texto, renunciando así a su postura crítica frente a él.
La actitud crítica en el estudio es la misma que es preciso adoptar frente al mundo, la realidad, la existencia. Una actitud de adentramiento con la cual se va alcanzando la razón de ser de los hechos cada vez más lúcidamente.
Un texto será mejor estudiado en cuanto, en la medida que se tiene de él, delimitando sus dimensiones parciales. El retorno  al libro para esa delimitación aclara la significación de globalidad.
Al ejercer el acto de delimitar los núcleos del texto que, en interacción, constituye su unidad, el lector crítico irá descubriendo todo un conjunto temático, no siempre explícito en el índice de la obra. La demarcación de esos temas debe atender también al cuadro referencial de interés del sujeto del lector.
Es así que, frente al libro, ese sujeto lector puede despertar  ante un trozo  que le provoca una serie de reflexiones en torno a una temática que le preocupa y que no es necesariamente el tema principal del libro estudiado. Una vez sospechada la posible relación entre el trozo leído y su preocupación, corresponde entonces, fijarse en el análisis del texto, buscando el nexo entre contenido y el objeto de estudio en que se encuentra trabajando. Se le impone una exigencia: analizar el contenido del trozo en cuestión en relación con los precedentes y con los que los siguen, evitando así traicionar el pensamiento del autor en su totalidad.
Verificada la relación entre el trozo en estudio y su preocupación, debe separarlo de su conjunto, trascribiéndolo en una ficha con un título que lo identifique con el objeto específico de su estudio. En esas circunstancias, puede detenerse inmediatamente en reflexiones a propósito de las posibilidades que el trozo le ofrece o bien continuar con la lectura general del texto, señalando otros trozos que puedan aportarle nuevas meditaciones.
En último análisis, el estudio serio de un libro o de un artículo de revista implica no solo la penetración crítica de su contenido básico sino también una sensibilidad aguda, una permanente inquietud intelectual, un estado de predisposición a la búsqueda.

b)      Que el acto de estudiar, en el fondo es una actitud frente al mundo.
Esta es la razón por la cual, el acto de estudiar no se reduce a una relación lector-libro, o lector-texto.
Los libros en verdad reflejan el enfrentamiento de sus autores con el mundo. Expresan ese enfrentamiento. Y aún cuando los autores huyan de la realidad concreta estarán  expresando su manera deformada de enfrentarla. Estudiar es también y sobre todo pensar la práctica, y pensar la práctica es la mejor manera de pensar correctamente. De esta manera quien estudia no debe perder ninguna oportunidad, en sus relaciones con los demás, con la realidad, de asumir una postura de curiosidad. La de quien pregunta, la de quien indaga, la de quien busca.
El ejercicio de esa postura de curiosidad termina por tornarla ágil, de lo cual resulta un mayor aprovechamiento de la misma curiosidad.
Es así que se impone el ejercicio constante de las observaciones realizadas durante una determinada práctica, durante las simples conversaciones. El registro de las ideas que tenemos y que nos “asaltan” con frecuencia cuando caminamos solos por la calle. Registros que pasan a constituir lo que Wright Mills llama “ficha de ideas”.[1]
Estas ideas y estas observaciones, debidamente fijadas, pasan a constituir  desafíos que deben ser respondidos por quien la registra.
Casi siempre, al transformarse en la incidencia de la reflexión de quien las anota, esas ideas nos remiten a la lectura de textos con los cuales  pueden instrumentarse para proseguir en su reflexión.

c)      Que el estudio de un tema específico exige del estudiante que se ponga hasta donde sea posible, al tanto de la bibliografía referente al tema  u objeto de la inquietud.

d)     Que el acto de estudiar es asumir una relación de diálogo con el autor del texto, cuya mediación se encuentra en los temas de que se trata. Esa relación dialógica da como resultado la percepción del condicionamiento histórico-sociológico e ideológico del autor, que no siempre es el mismo del lector.

e)      Que el acto de estudiar exige humildad. Si quien estudia asume realmente una posición humilde, coherente con la actitud crítica, no se siente disminuido si encuentra dificultades, a veces grandes, para penetrar en la significación profunda del texto. Humilde y crítico, sabe que el texto, en la medida que es un desafío, puede estar más allá de su capacidad de respuesta. No siempre el texto se entrega fácilmente al lector.
En ese caso, lo que debe hacer es reconocer la necesidad de instrumentarse mejor para volver al texto en condiciones de entenderlo. Es inútil pasar páginas de un libro si no se ha alcanzado su comprensión. Se impone, por el contrario, la insistencia en la búsqueda de su develamiento. La comprensión de un texto no es algo que se recibe de regalo: exige trabajo paciente de quien se siente problematizado por él.
El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, no por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es una acto de construir ideas sino de crearlas y recrearlas.


[1] C. Wright Mills, The sociological imagination.


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