martes, 24 de diciembre de 2013

Paulo Freire Camarada de Cristo/ Última entrevista a Paulo Freire el 17 de abril de 1997






Cuando partió el Maestro Paulo Freire dejó una obra que no escinde teoría y práctica. La inclemencia tiempo hacía que las fuerzas escaparan del cuerpo humano. Volvía ya maduro a sus propios orígenes dentro de los movimientos católicos, ya no como practicante sino como Camarada de Cristo, porque si existe un Dios amoroso que busca incluir y no excluir, no puede apoyar la injusticia ni la desigualdad sino aquellos movimientos donde las grandes mayorías son beneficiadas. Leamos pues la última entrevista del Maestro a escasos 15 días de su partida definitiva en 2 de mayo del mismo año 1997.

Paulo Freire Camarada de Cristo

(Última entrevista, 17 de abril de 1997)

(Traducción y subtítulos de: Manuela Yasmín Capó Sisco –Venezuela,
Cooperativa del Centro de Estudios Para la Educación Popular– y
 Jalmiris Regina Reis Simao–Brasil–
Proyecto de traducción Paulo Freire entre Nosotros. Tomado,
Transcrito de la versión de la web el 25 de diciembre de 2012, por AGS)

Desde el primer contacto con el profesor en la semana del 10 de abril, Paulo Freire se colocó a nuestra completa disposición, la entrevista fue hecha en su casa en el Alto de Sumaré al Oeste de Sao Paulo, Brasil, por Luciana Burlamaqui. Cuando llegamos su único pedido fue: “Si yo comienzo a cansarme pido parar. He estado muy cansado últimamente. De manera que ando medio cansado, he trabajado bastante”.
Comentó que estaba escribiendo su nuevo libro “Cartas Pedagógicas” y que estaba guardando toda su energía para eso. Pero en la entrevista sus ideales, sus palabras y su entusiasmo, hicieron desaparecer cualquier cansancio a la vista y brindó aquellos preciosos minutos con mucha sabiduría y esperanza.

Las Marchas
Yo estoy absolutamente feliz por aun estar vivo. Y por haber acompañado esa marcha que, como otras marchas históricas, revelan las ganas amorosas de cambiar el mundo. Esa marcha de los “Sem Terra” (“Sin Tierra”). Yo moriría feliz si viera un Brasil lleno en su tiempo histórico de marchas: Marcha de los que no tienen escuela, marchas de los reprobados, marcha de los que quieren amar y no pueden. Marcha de los que se niegan a una obediencia servil. Marcha de los que se revelan, marcha de los que quieren ser y tienen prohibido ser. Yo creo al final de cuentas las marchas son andamiajes históricos por el mundo. Y los “Sem Terra” constituyen para mí hoy, una de las expresiones más importantes de la vida política y civil e este país, por eso mismo es que se habla contra ellos. Hasta gente que pensé progresista habla contra los “Sem Terra” como si fuesen uno insolentes. Como si fuesen unos destructores del orden. No, por el contrario, lo que ellos están una vez más es probando ciertas afirmaciones teóricas de analistas políticos de que es necesario pelear para que se obtenga un mínimo de cambio o transformación. Lo que quiero decir, concluyendo con mi respuesta, además de mostrar mi satisfacción de estar vivo viendo esto.
Por ejemplo, lamento tristemente que Darcy Ribeiro ya no pueda saber o ya no pueda estar viendo y sintiendo una marcha como esta. Como yo creo mucho en Dios, agradezco mucho a Dios estar vivo, y poder ver y saber que los “Sin Tierra” marchan contra una voluntad reaccionaria histórica en este país. Y mi apelación, cuando termino esta primera pregunta, mi deseo, mi sueño, como dije antes, es que otras marchas se instalen en este país. Por ejemplo, la marcha de la decencia, la marcha por la superación de la sinvergüenzura,  que se democratizó terriblemente es este país.
Quiero ir que yo creo en esas marchas porque nos afirman como personas, como sociedad queriendo democratizarse.

El ser humano en adaptación
Indiscutiblemente, desde el punto de vista biológico, tal vez ningún otro ser haya desarrollado la capacidad de adaptación a las circunstancias mayores que las del hombre y la mujer. La adaptación de un ser humano es apenas un momento de lo que yo llamo “su inserción”. Es decir: ¿Cuál es la distinción entre “adaptación al mundo” y la “inserción al mundo”?
La distinción es la siguiente que en la adaptación hay una adecuación, hay un  ajuste del cuerpo de las condiciones materiales, a las condiciones históricas, sociales, geográficas, climáticas, etc. Y en la inserción lo que hay es una toma de decisiones, en el sentido de la intervención del mundo.
Por eso mismo rechazo cualquier posición fatalista delante de la historia y delante de los hechos. Yo no acepto, por ejemplo, expresiones como: “Es una pena que haya tantos brasileros y brasileras muriendo de hambre, pero al final la realidad es esa misma”. ¡No! Yo rechazo como falsa, como ideológica esta afirmación. Ninguna realidad es de esa manera. Toda realidad está ahí, sujeta a nuestra intervención en ella. Yo no tengo ninguna duda que la historia de la lucha por la justicia rural y agraria de este país, que hoy, el Movimiento de los “Sin Tierra” expresan en una posición que no diría que es la final, sino que es una posición crítica de quien se asume como sujeto de la historia, revela la superación de la posición inicial de adaptación, de adecuación, inclusive, como una forma de defensa.
Para mí, una de las preocupaciones, una de las razones de mi lucha, una de las razones de mi experiencia en el mundo, es exactamente la de que como educador, yo puedo contribuir con un posicionamiento crítico ante la posibilidad de pasividad, para que se vaya más allá de esa pasividad a lo que yo llamo “posturas rebeldes” y de posturas críticamente transformadoras del mundo.

El ser humano en evolución
Yo pienso que somos, hombres y mujeres, seres inacabados pero con una diferencia radical delante de la inconclusión de los árboles de la inconclusión de otros animales, por ejemplo.
En el mismo momento que nos tornamos  capaces de saber que somos inacabados, sería una inmensa contradicción si al mismo tiempo no nos insertamos en un movimiento que es permanente y que es un  movimiento de búsqueda. El proceso de permanente búsqueda en que nos insertamos yo l vengo llamando “vocación de ser más”. En la búsqueda o en el proceso de completar esa vocación de “ser más” nos perdemos también. Es decir estamos en una in discutible posibilidad de distorsionar el proceso de búsqueda del “ser más”. A esa distorsión yo la llamo deshumanización. La deshumanización por eso mismo no es virtuosa. La deshumanización es un procso trágico al que estamos sujetos en el proceso de búsqueda de nuestra creciente humanización. Lo que tenemos por delante es ese gran camino en el que “ser y dejar ser” se confrontan. Siempre habrá la posibilidad de las trágicas renuncias de “ser”.
La gran tarea nuestra de pasar por el mundo es exactamente la de la lucha constante, permanente por “ser más”.

La Fe
Yo me sitúo entre los que… primero, entre los que creen en la trascendentalidad. Segundo, me sitúo entre los que creyendo en la trascendentalidad no dicotomizan la trascendentalidad de la mundanidad. Es decir, desde el punto de vista del propio sentido común yo no puedo llegar “allá” a menos que parta de “acá”. Si “aquí” es el punto donde me encuentro para referirme a “allá”, entonces es de “Aquí” donde parto para referirme a “allá”. Yo respeto a los que tienen que dicotomizar, pero yo no acepto la dicotomía.
Entonces de ahí el tema de mi fe, de mi creencia, que indiscutiblemente interfiere en mi forma de pensar el mundo. Pocos días antes de que muriera Darcy Ribeiro escuché una linda entrevista de él, que debe haber sido una de las últimas que dio, en el que hablaba de esas cuestiones, de ese tema. Y él decía con mucha sinceridad, con mucha amorosidad, que eso es lo que siempre fue: un hombre serio, amoroso, indiscutiblemente… un hombre de coraje, un hombre que lidió con la ida y la muerte de manera poética, inclusive. Y él decía: “Si el tema de la fe pasara por la razón crítica, yo hasta tuviera fe”. Yo me reí y el riendo, amoroso, él decía: “Yo hice todos, pero no resultó”. En el fondo, él lo dijo con palabras que no sé repetir ahora. Por ejemplo, el decía: “Yo no soy más que mi cadáver, cuando me muera soy un montón de cosas que se deshacen” y cuando Darcy decía aquello con una sinceridad enorme, con una gran lealtad, yo me decía a mi mismo que conmigo el proceso fue diferente, yo nunca necesite, y en esto tal vez yo se apoco humilde también, pero yo nunca me necesité de luchar mucho conmigo mismo para comprenderme en la fe. Por eso mismo me recuerdo de una frase de una de las primeras afirmaciones de un libro que leí cuando tenía 19 años, de Miguel de Unamuno, un célebre filósofo, amoroso también, español… un libro que se llama “Ideas y Creencias”, en el que comienza diciendo: “Las ideas se tienen en las creencias que se está”.
Y conmigo lo que se viene dando es eso mismo. Es decir yo también estoy en mi fe, entonces, yo nunca necesité, inclusive, de argumentaciones de naturaleza científica y filosóficas para justificarme en mi fe. 



Cristo, mi camarada 
Cuando yo era muy joven fui a los manglares de Recife, a los arroyos de Recife, a los morros de Recife, a las zonas rurales de Pernambuco a trabajar con los campesinos, con las campesinas, con los habitantes de barrios pobres. Yo confieso, sin ningún lloriqueo, confieso que fui hasta allá movido por una cierta lealtad a Cristo de quien yo era más o menos un camarada. Pero lo que sucede es que cuando yo llego allá, la dura realidad de los habitantes de los barrios pobres, la dura realidad del campesino, la negación de su ser como gente, la tendencia a aquella adaptación de la que hablamos anteriormente, aquel estado casi inerte frente a la negación de la libertad, todo aquello me remitió a Marx. Yo siempre digo que no fueron los campesinos los que me dijeron: ¿Paulo, tú ya leíste a Marx? ¡No, de ninguna manera! Ellos no leían ni el periódico. Fue la realidad de ellos la que me remitió a Marx, y yo fui a Marx. Y es allí donde los periodistas europeos de los años 70 no habían entendido la afirmación de que mientras más leía a Marx mucho más encontraba una cierta fundamentación objetiva para continuar siendo un camarada de Cristo. Por lo tanto, las lecturas que hice de Marx no me incentivaron jamás a que dejara de encontrar a Cristo en la esquina de los propios barrios pobres. Yo permanecí con Marx en la mundanidad, a la búsqueda de Cristo en la trascendentalidad.

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