Cuando partió el Maestro Paulo Freire dejó
una obra que no escinde teoría y práctica. La inclemencia tiempo hacía que las
fuerzas escaparan del cuerpo humano. Volvía ya maduro a sus propios orígenes
dentro de los movimientos católicos, ya no como practicante sino como Camarada
de Cristo, porque si existe un Dios amoroso que busca incluir y no excluir, no
puede apoyar la injusticia ni la desigualdad sino aquellos movimientos donde
las grandes mayorías son beneficiadas. Leamos pues la última entrevista del
Maestro a escasos 15 días de su partida definitiva en 2 de mayo del mismo año 1997.
Paulo Freire Camarada de Cristo
(Última entrevista, 17 de abril de 1997)
(Traducción y subtítulos de:
Manuela Yasmín Capó Sisco –Venezuela,
Cooperativa del Centro de Estudios
Para la Educación Popular– y
Jalmiris Regina Reis Simao–Brasil–
Proyecto de traducción Paulo Freire
entre Nosotros. Tomado,
la primera parte de: http://www.youtube.com/watch?v=yPtBrZ9V890,
la segunda parte de: http://www.youtube.com/watch?v=WcFnGjbuyT0.
la segunda parte de: http://www.youtube.com/watch?v=WcFnGjbuyT0.
Transcrito de la versión de la web el 25 de diciembre de 2012, por AGS)
Desde el primer contacto con el
profesor en la semana del 10 de abril, Paulo Freire se colocó a nuestra
completa disposición, la entrevista fue hecha en su casa en el Alto de Sumaré
al Oeste de Sao Paulo, Brasil, por Luciana Burlamaqui. Cuando llegamos su único
pedido fue: “Si yo comienzo a cansarme pido parar. He estado muy cansado
últimamente. De manera que ando medio cansado, he trabajado bastante”.
Comentó que estaba escribiendo su
nuevo libro “Cartas Pedagógicas” y que estaba guardando toda su energía para
eso. Pero en la entrevista sus ideales, sus palabras y su entusiasmo, hicieron
desaparecer cualquier cansancio a la vista y brindó aquellos preciosos minutos
con mucha sabiduría y esperanza.
Las
Marchas
Yo estoy absolutamente feliz por aun estar
vivo. Y por haber acompañado esa marcha que, como otras marchas históricas,
revelan las ganas amorosas de cambiar el mundo. Esa marcha de los “Sem Terra”
(“Sin Tierra”). Yo moriría feliz si viera un Brasil lleno en su tiempo
histórico de marchas: Marcha de los que no tienen escuela, marchas de los
reprobados, marcha de los que quieren amar y no pueden. Marcha de los que se
niegan a una obediencia servil. Marcha de los que se revelan, marcha de los que
quieren ser y tienen prohibido ser. Yo creo al final de cuentas las marchas son
andamiajes históricos por el mundo. Y los “Sem Terra” constituyen para mí hoy,
una de las expresiones más importantes de la vida política y civil e este país,
por eso mismo es que se habla contra ellos. Hasta gente que pensé progresista
habla contra los “Sem Terra” como si fuesen uno insolentes. Como si fuesen unos
destructores del orden. No, por el contrario, lo que ellos están una vez más es
probando ciertas afirmaciones teóricas de analistas políticos de que es
necesario pelear para que se obtenga un mínimo de cambio o transformación. Lo
que quiero decir, concluyendo con mi respuesta, además de mostrar mi
satisfacción de estar vivo viendo esto.
Por ejemplo, lamento tristemente que Darcy
Ribeiro ya no pueda saber o ya no pueda estar viendo y sintiendo una marcha
como esta. Como yo creo mucho en Dios, agradezco mucho a Dios estar vivo, y
poder ver y saber que los “Sin Tierra” marchan contra una voluntad reaccionaria
histórica en este país. Y mi apelación, cuando termino esta primera pregunta,
mi deseo, mi sueño, como dije antes, es que otras marchas se instalen en este
país. Por ejemplo, la marcha de la decencia, la marcha por la superación de la
sinvergüenzura, que se democratizó
terriblemente es este país.
Quiero ir que yo creo en esas marchas porque
nos afirman como personas, como sociedad queriendo democratizarse.
El ser
humano en adaptación
Indiscutiblemente, desde el punto de vista
biológico, tal vez ningún otro ser haya desarrollado la capacidad de adaptación
a las circunstancias mayores que las del hombre y la mujer. La adaptación de un
ser humano es apenas un momento de lo que yo llamo “su inserción”. Es decir:
¿Cuál es la distinción entre “adaptación al mundo” y la “inserción al mundo”?
La distinción es la siguiente que en la
adaptación hay una adecuación, hay un
ajuste del cuerpo de las condiciones materiales, a las condiciones
históricas, sociales, geográficas, climáticas, etc. Y en la inserción lo que
hay es una toma de decisiones, en el sentido de la intervención del mundo.
Por eso mismo rechazo cualquier posición
fatalista delante de la historia y delante de los hechos. Yo no acepto, por
ejemplo, expresiones como: “Es una pena que haya tantos brasileros y brasileras
muriendo de hambre, pero al final la realidad es esa misma”. ¡No! Yo rechazo
como falsa, como ideológica esta afirmación. Ninguna realidad es de esa manera.
Toda realidad está ahí, sujeta a nuestra intervención en ella. Yo no tengo
ninguna duda que la historia de la lucha por la justicia rural y agraria de
este país, que hoy, el Movimiento de los “Sin Tierra” expresan en una posición
que no diría que es la final, sino que es una posición crítica de quien se
asume como sujeto de la historia, revela la superación de la posición inicial
de adaptación, de adecuación, inclusive, como una forma de defensa.
Para mí, una de las preocupaciones, una de las
razones de mi lucha, una de las razones de mi experiencia en el mundo, es
exactamente la de que como educador, yo puedo contribuir con un posicionamiento
crítico ante la posibilidad de pasividad, para que se vaya más allá de esa
pasividad a lo que yo llamo “posturas rebeldes” y de posturas críticamente
transformadoras del mundo.
El ser
humano en evolución
Yo pienso que somos, hombres y mujeres, seres
inacabados pero con una diferencia radical delante de la inconclusión de los
árboles de la inconclusión de otros animales, por ejemplo.
En el mismo momento que nos tornamos capaces de saber que somos inacabados, sería
una inmensa contradicción si al mismo tiempo no nos insertamos en un movimiento
que es permanente y que es un movimiento
de búsqueda. El proceso de permanente búsqueda en que nos insertamos yo l vengo
llamando “vocación de ser más”. En la búsqueda o en el proceso de completar esa
vocación de “ser más” nos perdemos también. Es decir estamos en una in
discutible posibilidad de distorsionar el proceso de búsqueda del “ser más”. A
esa distorsión yo la llamo deshumanización. La deshumanización por eso mismo no
es virtuosa. La deshumanización es un procso trágico al que estamos sujetos en
el proceso de búsqueda de nuestra creciente humanización. Lo que tenemos por
delante es ese gran camino en el que “ser y dejar ser” se confrontan. Siempre
habrá la posibilidad de las trágicas renuncias de “ser”.
La gran tarea nuestra de pasar por el mundo es
exactamente la de la lucha constante, permanente por “ser más”.
La Fe
Yo me sitúo entre los que… primero, entre los
que creen en la trascendentalidad. Segundo, me sitúo entre los que creyendo en
la trascendentalidad no dicotomizan la trascendentalidad de la mundanidad. Es
decir, desde el punto de vista del propio sentido común yo no puedo llegar
“allá” a menos que parta de “acá”. Si “aquí” es el punto donde me encuentro
para referirme a “allá”, entonces es de “Aquí” donde parto para referirme a
“allá”. Yo respeto a los que tienen que dicotomizar, pero yo no acepto la
dicotomía.
Entonces de ahí el tema de mi fe, de mi
creencia, que indiscutiblemente interfiere en mi forma de pensar el mundo.
Pocos días antes de que muriera Darcy Ribeiro escuché una linda entrevista de
él, que debe haber sido una de las últimas que dio, en el que hablaba de esas
cuestiones, de ese tema. Y él decía con mucha sinceridad, con mucha amorosidad,
que eso es lo que siempre fue: un hombre serio, amoroso, indiscutiblemente… un
hombre de coraje, un hombre que lidió con la ida y la muerte de manera poética,
inclusive. Y él decía: “Si el tema de la fe pasara por la razón crítica, yo
hasta tuviera fe”. Yo me reí y el riendo, amoroso, él decía: “Yo hice todos,
pero no resultó”. En el fondo, él lo dijo con palabras que no sé repetir ahora.
Por ejemplo, el decía: “Yo no soy más que mi cadáver, cuando me muera soy un
montón de cosas que se deshacen” y cuando Darcy decía aquello con una
sinceridad enorme, con una gran lealtad, yo me decía a mi mismo que conmigo el
proceso fue diferente, yo nunca necesite, y en esto tal vez yo se apoco humilde
también, pero yo nunca me necesité de luchar mucho conmigo mismo para
comprenderme en la fe. Por eso mismo me recuerdo de una frase de una de las
primeras afirmaciones de un libro que leí cuando tenía 19 años, de Miguel de
Unamuno, un célebre filósofo, amoroso también, español… un libro que se llama
“Ideas y Creencias”, en el que comienza diciendo: “Las ideas se tienen en las
creencias que se está”.
Y conmigo lo que se viene dando es eso mismo.
Es decir yo también estoy en mi fe, entonces, yo nunca necesité, inclusive, de
argumentaciones de naturaleza científica y filosóficas para justificarme en mi
fe.
Cristo, mi
camarada
Cuando yo era muy joven fui a los manglares de
Recife, a los arroyos de Recife, a los morros de Recife, a las zonas rurales de
Pernambuco a trabajar con los campesinos, con las campesinas, con los
habitantes de barrios pobres. Yo confieso, sin ningún lloriqueo, confieso que
fui hasta allá movido por una cierta lealtad a Cristo de quien yo era más o
menos un camarada. Pero lo que sucede es que cuando yo llego allá, la dura
realidad de los habitantes de los barrios pobres, la dura realidad del
campesino, la negación de su ser como gente, la tendencia a aquella adaptación
de la que hablamos anteriormente, aquel estado casi inerte frente a la negación
de la libertad, todo aquello me remitió a Marx. Yo siempre digo que no fueron
los campesinos los que me dijeron: ¿Paulo, tú ya leíste a Marx? ¡No, de ninguna
manera! Ellos no leían ni el periódico. Fue la realidad de ellos la que me
remitió a Marx, y yo fui a Marx. Y es allí donde los periodistas europeos de
los años 70 no habían entendido la afirmación de que mientras más leía a Marx
mucho más encontraba una cierta fundamentación objetiva para continuar siendo
un camarada de Cristo. Por lo tanto, las lecturas que hice de Marx no me
incentivaron jamás a que dejara de encontrar a Cristo en la esquina de los
propios barrios pobres. Yo permanecí con Marx en la mundanidad, a la búsqueda
de Cristo en la trascendentalidad.
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